Escisión a la vista 2. Arietes marca A.M.L.O.

Publicado originalmente en mi blog "VETA Personal"
en la plataforma Wordpress el 16 de agosto de 2007

(Nota: Para más antecedentes, en la fecha que republico esta entrega, 5 de mayo de 2015, el lector puede consultar la amplia bibliografía y hemerografía que documenta los antecedentes, un ejemplo es el sitio "Mi decisión" que recoge una semblanza del político tabasqueño.) 

Corría el año 1977. Luego de iniciarse en la política como integrante del equipo de campaña a la gubernatura de Tabasco del insigne poeta Carlos Pellicer, recomendado por él y granjeándose los favores de priístas prominentes de su entidad natal, Andrés Manuel López Obrador obtiene un importante "hueso" al ser nombrado delegado del Instituto Nacional Indigenista de Tabasco. Ese es el comienzo de los contactos políticos reales con el mundo del México bravo, el de la pobreza, los engaños agrarios y las corruptelas.

No estoy afirmando que el propio AMLO haya entrado en el juego. Si bien dada la época no hubiera sido nada extraño, no hay pruebas para sostener semejante apreciación ni lo contrario, fuera de los discursos y declaraciones de principios del propio AMLO. Sin embargo, lo que bien se aprende no se olvida, y si algo aprendió AMLO en aquellos años fue lo lucrativo que resulta políticamente negociar con las carencias de los más necesitados, es decir ser populista. No digo que lo hiciera personalmente, pero pudo atestiguarlo. Quizá su historia personal como proveniente de una familia campesina aunada a sus nuevas obligaciones lo volvieron un provocador profesional. Esa característica tan evidente en AMLO fue bien aprovechada por superiores suyos en ocasiones posteriores, hasta que notaron que podía salírsleles de las manos.

Orquestando campañas, acarreando indígenas y campesinos, trabajadores petroleros, azuzando mercaderes ambulantes, recogedores de basura, en fin, removiendo las aguas turbias del descontento social frente a los embates de un sistema cada vez más desigual, el aprendiz de mesías, el aspirante a libertador, enchido de veneración hacia Benito Juárez (el de los libros de texto, que no del que arremetió contra los pobres amparado en sus conceptos de justicia), AMLO fue abriéndose paso y a la vez fue abriendo camino para las huestes priístas que en el futuro no muy lejano jugarían un papel esencial en el desarrollo de la que yo llamo Nueva Revolución Mexicana.

Hacia un nuevo México
Diez años después de su nacimiento político, hacia 1987, AMLO ya había experimentado tanto la adulación como la reticencia. Pieza oscura, prácticamente invisible a los ojos de los medios aún encadenados a la censura sistémica; en cambio con conductas atractivas para ciertos representantes populares de inclinación izquierdista, AMLO se suma dentro del PRI a las corrientes que definirían el destino del partido y de pilón el suyo.

Con las juventudes priístas, aunque ya no muy joven (cuenta 34 años de edad), bajo la mirada vigilante de prominentes personajes como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (CCS), Porfirio Muñoz Ledo (PML) y el propio Enrique González Pedrero (ex gobernador de Tabasco y quien lo encaminara hacia la dirigencia institucional del partido), se suma a la gestación y consolidación de la izquierda priísta bajo la denominación de Frente Juvenil Revolucionario, brazo ejecutor, ariete consolidado de la llamada Corriente Democrática encabezada por el ingeniero Cárdenas (por cierto discípulo en la UNAM de Heberto Castillo (HC), que militaba en el Partido Mexicano Socialista) y Muñoz Ledo. La misión: coordinar en un sólo movimiento a la izquierda mexicana, que por cierto para entonces ya había empezado a ocupar un papel preponderante en la política mexicana tras los acuerdos y las estrategias integradoras y reivindicadoras empujadas por don Jesús Reyes Heroles bajo su gestión en la Secretaría de Gobernación. La misma izquierda que, atomizada, coqueteaba consigo misma en el afán de unificarse.

Con tintes de organización que hoy algunos tacharían de fascistoide (aun cuando los perredistas tachan de lo mismo a la derecha), bajo el argumento justificador de que la perversión había corrompido los ideales priístas, en las filas del FJR, o por lo menos marginalmente y junto a personalidades como Manuel Camacho Solís, y una veintena de muchachos y muchachas como Beatriz Paredes Rangel, en una aparente contracorriente, AMLO aplicó sus conocimientos y experiencias con indígenas y campesinos y, calladamente, junto con otros se dio a la tarea de propiciar la división de uno de los brazos electorales principales del PRI: la Confederación Nacional Campesina, a sabiendas de que con ello la causa de la izquierda priísta y de la izquierda mexicana en general se vería favorecida, pues tras ella seguirían la Confederación Revolucionaria Obrero Campesina (CROC) y finalmente el Congreso de Trabajadores de México (CTM) aglutinador de los sindicatos nacionales.

Se prepara la trampa oposicionista
Criticar al PRI desde su seno, era criticar al gobierno en turno, execrar del sistema político-electoral, rebelarse ante el statu quo. Empatarse con los ideales propios de la oposición.

Incrédula, prudente, empero ávida no nada más de reconocimiento sino especialmente de poder, la izquierda, se unificó bajo la directriz moral disidente del Frente Nacional Democrático resultante de la escisión de la Corriente Democrática priísta. Encabezado por un agudo CCS, un interesado PML y un espiritual HC apostó a la conformación del partido que sería la simiente del actual PRD, el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCR). Era entonces o nunca. Comenzaba la carrera hacia la Transición.

Escisión a la vista 1

Publicado originalmente en mi antes blog "VETA Personal"
en la plataforma Wordpress, el 2 de agosto de 2007.
Republicado junto con las entregas posteriores dentro de estos
Indicios Metropolitanos el 5 de mayo de 2015

Grietas, hundimientos, deslaves, socavones. Pero no se crea que comienzo a describir lo que acontece topográficamente en el Distrito Federal, ciudad capital deMéxico, o en otras regiones del país, o en China o Europa. No, sencillamente me refiero a lo que ha venido sucediendo en el partido político mexicano y telúrico por antonomasia, el P.R.D.

En efecto, el Partido de la Revolución Democrática, como sucede con los volcanes y las placas tectónicas, conlleva en su esencia original el estigma del cisma.

Generado por una división interna del Partido Revolucionario Institucional (P.R.I.) hacia finales del sexenio del presidente Miguel de la Madrid Hurtado, aunque con otra denominación (Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, P.F.C.R.N), sus fallas internas han ido modificando naturalmente su fisonomía. En el proceso, la acumulación energética, la distribución de fuerzas, varias veces ha llegado al borde, provocando derrumbamientos de magma emocional, fumarolas de poder y, con ello, determinado desahogo de reconcomios o interesessegún la ocasión, tal como veremos en breve con el "enjuiciamiento" a que ha estado sometida una de sus importantes figuras el ex-priyista (forma de escritura gramaticalmente correcta) o ex-priísta (forma incorrecta pero aceptada por usual) y ex gobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal Ávila.

Este mes, los días 16 al 19, podremos ser testigos de la erupción y los sismos que la acompañan, pues el P.R.D., convocando a sus correligionarios al X Congreso Nacional(con carácter de Extraordinario) mediante el cual la militancia eligirá los órganos autónomos, definirá las reformas a principios, estatutos y programa del partido, sufrirá un cambio radical; o al menos así vislumbramos muchos.

Dejo los detalles a otros analistas y colegas periodistas que siguen el caso mucho más de cerca. Aquí me concentraré en cuatro puntos para hacer prospectiva:
      1. El destino de Andrés Manuel López Obrador (A.M.L.O.)
      2. La carrera para el 2012.
      3. El factor energético (E.P.R., PeMex, ethanol y similares).
      4. Los cuentos chinos y los cuentos oaxaqueños
Siendo extenso lo que tengo que decir, cuantimás porque debo retomar cosas que dije en entregas previas que seguramente muchos ya habrán leído, los invito a no perder la secuencia de esta serie que hoy comienza. Trataré de escribir diario, pero no lo prometo. No dejen de visitar y leer los otros blogs que conforman mi revista INDICIOS MAGAZÍN-E, de aportar sus comentarios y opiniones y, ¡muy importante!: hagan clic en los anuncios de Google para que nuestros anunciantes sigan patrocinándonos (a menos que quieran comprar algo a través de nuestra tienda Amazon).

¿Democracia o capitalismo?

ERA DE LA OPINIÓN... que a mediados de la década de los ochenta del siglo XX, el "bloque rojo" de los países socialistas y comunistas enfrentó una crisis interna de autodefinición que fue, en parte, lo que derivó a la caída del "Muro de Berlín". Como en un cuento mal contado, esa crisis tuvo su origen en las dudas de Michail Gorbachov para llevar a la antes Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.) hacia su modernización. Él mismo lo ha contado en innumerables conferencias, escritos y su autobiografía. Dar el paso significaba decidir el rompimiento con un sistema podrido por la corrupción y la suspicacia enfermiza. Abrir el gobierno y sus políticas y sistemas, transparentar, todo eso implicaba un problema tanto o más grave que permitir la libre empresa. ¿Por dónde empezar: Glásnost o Perestroika? Llegado al poder, optó por lo que creyó lo más manejable: transparentar. Porque lo otro habría implicado remar contra la corriente. No nada más se antojaba escandaloso posibilitar la idea en la comunidad de que cada individuo podría aspirar a la propiedad privada, eso significaría una bofetada franca a los fundamentos socialistas. Mejor borrar el "maquillaje" y permitir que se notara el adefesio estructural que sostenía a un sistema, una ideología y un modo de vida lacerantes de las libertades esenciales del ser humano, así la conciencia colectiva por sí misma, transformada por virtud de la reflexión, viéndose a sí misma en el espejo de la historia, terminaría clamando por abrirle la puerta a esa muchacha linda y entregada que es la democracia.

Gorbachov nunca imaginó el horror que ocasionaría a los socialistas a ultranza mirar el propio rostro deformado por la mezquindad, la tozudez y la cerrazón. No obstante, su decisión cifró la Nueva Era. Boris Yeltsin vendría a dar la puntilla con que la democracia descabelló al Toro Rojo. Quién diría que la ambición y el hambre de ser y tener acumulada durante los años socialistas llevaría al poder a personajes tan discutibles como los que les siguieron en las ya desmembradas repúblicas.

China, por su parte, optó por el camino contrario. Muerto Mao, el lento cambio para introducir un concepto muy mandarinesco de democracia instauró en el gobierno una muchachona de ojos rasgados que, todavía con ínfulas imperiales, aunque despojada del oropel, comenzó a coquetear con los dueños del dinero y los abrazó seductoramente con sus felinas garras, protegiendo y procurando así a su asiática progenie, declarándose como en una  novela de Marguerite Duras amante de un joven capitalismo vestido a modo de la circunstancia.

Mientras, en Medio Oriente y África, la democracia vive en una relación tirante con su marido capitalista, y su matrimonio ya supuestamente libre de la esclavitud raya en el fundamentalismo; y los gritos y sombrerazos de sus reconcomios mutuos acaban resquebrajando las paredes de las casas vecinas, propiciando que se filtren el odio, la intolerancia y la desconfianza.

Hoy, desde 1987 y más desde 2008, el bloque "triunfador", el capitalismo ha estado resquebrajándose atronadora, lenta y dolorosamente, en un estado de locura, de enajenación depredadora que lo hace irreconocible hasta para sí mismo. Habemos quienes lo notamos y sufrimos con claridad y hay quienes, como en la historia socialista, se empeñan en negar la realidad. El capitalismo es ya como el rey aquel del cuento, que se pavonea por aquí y allá vestido con sus reales ropas invisibles, sosteniendo un orbe desgastado, un cetro torcido y una corona de papel periódico.

Pero ahora nos preguntamos quién o quiénes serán los Gorbachov, los Yeltsin, los Reagan, los Juan Pablo II que posibiliten con su astucia y arrojo que el maquillaje del capitalismo desvele su verdadero rostro. Y no hay a diestra ni siniestra uno que esté dispuesto. O mejor dicho, solo encontramos maquillistas. Porque eso es lo que pasa con el capitalismo cuya faz cambia de máscaras como el seductor que se esconde entre la trupé carnavalesca. No usa maquillaje. Anda a cara limpia, solo ocultando eventualmente el marco de su mirada con la que ha penetrado y conquistado a la  inquieta y siempre adolescente Lolita democracia, con la que vive un amasiato parlamentarista que ya va cumpliendo 26 siglos.

Fidel Castro ejerciendo su derecho al voto, 2015
Pero no hay democracia que aguante una relación no solo larga sino demasiado violenta, injusta, inequitativa, aunque tolere cierta inquina necesaria. Y ahí está el ejemplo del flirteo entre Estados Unidos y la solitaria Cuba post fidelista, aunque todavía castrista.

En estos días, es ahora la democracia la que está experimentando una crisis de autodefinición. Mientras el capitalismo se regodea con su necedad, su pareja, la democracia, ya lleva rato poniendo en duda su lucidez, su decadencia le parece más que evidente y empieza a pensar con seriedad si es posible reformarlo o divorciarse de él para abrazar la soltería y repartirse como gata salvaje y autónoma entre sus múltiples propiedades departamentales donde puede cohabitar con la nostalgia, con la anarquía, con los sueños futuristas, siendo muchedumbre entre la muchedumbre. ¿O será que en algún lado de la imaginación existe de veras el príncipe azul con el cual pueda vivir eternamente feliz; existirá ese señor de apellido socialdemocracia o también es leyenda cantada por un juglar de origen teutón?

En esta historia, la bella democracia ha encontrado sin embargo un reducto, un lugar donde se siente a sus anchas y no es la casa de los siete enanos ni la del Tío Tom. Pero el absorbente capitalismo la acosa hasta en ese espacio, la vigila a distancia en los reflejos del mágico espejo adulador de su estupidez. Internet y las redes sociales ya no son tan libres ni tan seguras. Cada signo, cada meme, cada silencio, cada efeméride y aforismo, las caras de todos nosotros empiezan a dejar de pertenecer a nuestro cuerpo, a nuestra personal y única identidad al momento de quedar subsumidas en un mundo virtual donde el tiempo es la moneda de cambio capaz de competir con el petróleo y el agua; donde la individualidad pasa por el tamiz de la razón de ser o no ser.

Ahí, las voces múltiples y multiplicadas de la democracia ya empiezan a poner en tela de juicio su pertinencia, porque la identifican como la meretriz de los individuos e instituciones que han visto en la política el mejor modo de disfrazar al capitalismo rampante, voraz, interesado.

Y pensar que es el menos malos de los sistemas político-económicos que nos hemos inventado.