Contra el discurso con perspectiva de género



LO QUE DIRÉ, lo sé, no gustará a muchos, especialmente a muchas, y va en el sentido de lo que ya he tratado aquí en artículos previos, abrazando una posición rotundamente contraria al discurso en boga denominado con "perspectiva de género".

Leo en cierto diario una nota roja local entre tantas con la cabeza: "Atacan a balazos a dos mujeres en la colonia Hidalgo, en Naucalpan". La nota, como es costumbre, no entra en demasiados detalles que, es de esperarse, la autoridad competente irá desvelando poco a poco según avance la investigación. Sin embargo, ya y a pesar de la limitada información, en los comentarios debajo de la misma no se han tardado en aparecer los apuntes calificando de cobardes a los criminales, no tanto o solo por el hecho de serlo, sino —se deduce de lo escrito y la autoría— que por haberse cebado sobre dos mujeres. Pero, ¿por qué detenerme a escribir sobre esta nota y no cualquiera otra?

Este tipo de notas, aparte de la estúpida actitud de lo "políticamente incorrecto" a pesar de la incorreción gramatical y lógica típica de los heraldos feministas de hoy y sobre la que no me canso de escribir, son las que me hacen más y más contrario al discurso con perspectiva de género, aun cuando no hace mucho lo veía con simpatía. Esto no significa que pretenda arrinconar a la mujer a un rol circunstancial; de ninguna manera, sus derechos inalienables son indiscutibles tanto como la inequidad en que ha vivido antropológica e históricamente, por lo menos desde épocas posteriores a la Edad Media; y soy de los que piensan que, en términos de igualdad, la deuda hacia ellas es enorme y es necesaria la reivindicación tanto como la conciliación y el mutuo respeto.

La historia —y no es digresión— registra que antes, aun cuando nos quieran dorar la píldora los feministas a ultranza (o los veganos en otros temas), la mujer tenía un papel mucho más protagónico en la estructura social, a pesar de los abusos de que pudiera ser objeto y hay documentaciones, para empezar, de que aun antes de existir el patriarcado, la estructura social se fundaba en el matriarcado y no fue sino en el Holoceno, hace doce mil años atrás que, en la zona de Anatolia, se sucedió la transición hacia una organización patriarcal, tras la confrontación y la conquista de los guerreros cazadores nómadas del norte de los Urales frente a los pueblos recolectores asentados en la región central de lo que hoy es Turquía, donde los roles eran invertidos y las amazonas regían. La recolección dio pie a la agricultura, mientras la cacería lo hizo a la doma y juntos dieron paso a la civilización.

Explicaré mejor mi reacción a esta nota que, junto con muchas más y más abundantes, veo peligrosa en ese sentido de la perspectiva de género.

Enarbolando el banderín de la igualdad de veras

Desde el titular, esa perspectiva está enfatizada con la finalidad de generar en el lector y público una inclinación y tendencia específicas, por supuesto en favor y simpatía (no por fuerza empatía) hacia la mujer. Es una nota a todas luces manipuladora, aun reportando un hecho lamentable, sí, y concreto y ¿muy independientemente? de que haya sido capturada, redactada quizá por una reportera como se intelige de las iniciales asociadas a la redacción. Es un hecho que dos mujeres fueron asesinadas y no es la primera vez ni será la última. Pero, ¿qué es más importante? El acto o la caracterología de las víctimas. He ahí el quid del asunto que me provoca rebelarme.

Si la nota dijera que "dos personas" fueron asesinadas, la neutralidad objetiva sería de corte más humanista y menos humanitario. Y es justo esa confusión —que he acusado no solo en el presidente Andrés Manuel López Obrador sino en muchos sensibleros— lo que ha pasado a partir al estado de derecho, no nada más en México, y a dividirnos como sociedad. Una cosa es el humanismo, otra el humanitarismo. El primero se enraíza en una postura filosófica, el segundo en una actitud psicológica. El primero descansa en la razón, el segundo en la emoción. No están peleados, se complementan; no obstante, es un craso error confundirlos, mezclarlos, invertir sus significados y juzgar desde su distorsión.

A lo largo y ancho del mundo, las indignadas protestas contra la violencia de que son objeto las mujeres no se hacen esperar ya a la más mínima provocación, como hemos atestiguado más de una vez y recientemente incluso en Londres, Inglaterra, donde las mujeres, al igual que en México y otros países, han salido a reclamar airadamente, furibundas, la justicia contra aquellos perpetradores de variedad de abusos y hostigamiento sobre ellas —no siempre por razones sexuales ni a manos de varones—, así se trate de sus parejas, allegados, familiares o de autoridades policiales, gubernamentales, etcétera. A diferencia de ellas o de las protestas con base racial, no hemos visto todavía que los ancianos o niños salgan a hacer protestas similares en favor de sus causas salvo en raras ocasiones, y generalmente han sido acalladas cuando no usadas como objetos accesorios de presión política por parte de actores más colmilludos y aviesos e interesados, en lugar de verdaderamente ser en pro de la defensa de los derechos legítimos de los grupos etiquetados como "vulnerables".

Lo que deberíamos juzgar como sociedad no es si la víctima fue una mujer o varias o jóvenes o infantes o varones o ancianos o negros o miembros de la impronunciable comunidad LGTB... lo que sea que sigue, sino que personas de distintas condiciones han sido privadas de su libertad contra su volición o minada su vida en estilo, calidad o tiempo, que han sido vulneradas en sus derechos elementales. Y esto, por ahora, hasta aquí; pues podríamos incluir en el tema las protestas respecto de los derechos animales o de las plantas. Pero, mientras animales y plantas no sean elevados a la categoría de "ciudadanos del mundo" parte del mismo Estado, conformadores de su población, gobierno y territorio, mientras no veamos a la vaca o al perro o al gato como una clase de personas más acá de meras creaciones de la ficción artística, seguiremos usándolos como imágenes de lo inferior y al primate y al cerdo como metáforas de lo subhumano con cabida solo en la fábula y oportunidad de ejercer su voto solo con su sumisión frente al dominio del amo. Esto es lo único que rescato detrás de la reciente propuesta legislativa mexicana para no emplear a los animales como mascotas publicitarias y de marca.

Esta suerte de rebelión en la granja que vengo planteando apunta a una suerte de defección, por lo que a mí toca, del discurso feminista y, más, del discurso que ha acabado por corromper las ideas de los eternos femenino y masculino, y, por qué no, para que no me digan que no soy incluyente, del eterno andrógino.

¿Sexos aun antes que personas?

¿Es que somos sexos aun antes que personas? Visto desde la perspectiva de género así parece. Y en la visión humanista esta perspectiva nos degrada en nuestra libertad existencial al arrinconarnos como efecto de un mero accidente biológico. Nuestro ser queda limitado en su expresión a la forma evidente sexuada o asexuada, y sus virtudes primigenias quedan supeditadas a su debilidad o fortaleza sea física, psicologica, moral o legal.

Considero pertinente, necesario, señalar que, en un verdadero estado de derecho, estos arquetipos deberían ser revalorados en lo que de esencial tienen y dejar de lado los afeites sustanciales con que la opinioncracia, credos y las legislaciones a modo y gazmoñas los han torcido.

¡Ya nada más de homicidio por comparación con feminicidio o infanticidio o vetericidio —concepto que faltaría introducir en los códigos penales—, por favor y valiendo la cacofonía!

Entiendo el afán clasificatorio, lo comprendo y no lo desdeño desde un punto de vista de la procuración y ejecución de la justicia. Sin embargo, una sola palabra abarca al crimen y todo lo demás no son sino recursos instrumentales legaloides. El homicidio es homicidio, asesinato y punto, sea sobre la persona de una mujer, un varón, o algún grupo de edad o la preferencia sexual, religiosa, política del implicado como víctima del delito.

Valga la ironía: no hablamos del suicidio de una mujer, por ejemplo, como autofeminicidio en el caso de que, por su condición femenina, la víctima de su propia autoestima decida acabar con su vergüenza de ser lo que es.

Al amor también se le mata de mil maneras y para ello todavía no tenemos acuñada una palabra. Aquí propongo una: amoscidio. La pregunta que viene enseguida es qué penas y cómo tendrían que aplicarse a quienes, por desprecio, abandono, u otros motivos nos llevan a la calidad de desamorados y a sentir en el alma los efectos de la muerte o la vejación derivadas del apasionamiento. ¿Qué juez, qué ley puede aplicarse sobre los efectos del corazón? ¿Cómo catalogaríamos los delitos que pudieren relacionarse con el amor propio y el deshonor, más allá de la vulgar deshonra de la vejación a manos de terceros?

Evolución del eterno humano

Ya que tiempo atrás me definí sobre todo como poeta, pienso con Goethe que la mujer simboliza la pura contemplación en contraste con la acción como algo masculino y acompaño la idea nietzcheana de que lo femenino encarna el continuo temporal de la vida y la muerte.

En la revolución tipológica, tal como señalaba Marshal McLuhan, se requiere la transición paulatina desde el arquetipo hasta el ectipo, pasando por el prototipo hacia la fijación del tipo, la repetición pedagógica del clisé y la redundancia de la estereotipia para hacer posible el surgimiento de un nuevo y distinto arquetipo. Esto, hasta donde sabemos, solo ocurre en los campos de la mitología, el arte en general y de forma particular en el cine y el cómic.

El eterno femenino en esto ha llevado la delantera al eterno masculino y eso tenemos que reconocerlo y aplaudirlo. La hembra humanizada se ha asumido y asimilado en toda su complejidad y hoy busca hacer sólido un nuevo arquetipo de lo femenino que resume lo pasivo en la pragmático, lo compasivo en lo proactivo. La mujer de hoy se zafa del estereotipo modoso, amable, cortesano, medieval y trata, sin conseguirlo ciento por ciento, de erigir un nuevo significado a partir de su cuerpo, pero apuntando a su espíritu. El macho, en cambio, a ojos de aquella deshumanizado, se ha sumido en la ataraxia de su panoplia. Comodino con su hombría, el eterno masculino se revela anclado en lo fundamental y primitivo, y se pregunta sobre la necesidad de la transformación en un mundo hecho a su imagen y semejanza, a la vez temeroso de siquiera rozar lo femenino que en él está implícito. El macho calado siempre será una forma de estigma atávico.

Sin embargo, he aquí que la mujer, en la búsqueda y alcance de su igualación con el hombre acaba comportándose, adoptando las formas de lo mismo que execra, así en la forma de proceder que en la de gobernar y, en la tarea de recuperar el matriarcado, acaba conduciéndose cual patriarca. ¿No de eso mismo fue criticada la reina Isabel I de Inglaterra en pleno Renacimiento? En un mundo de hombres, la mujer cree pertinente actuar como tal para hacer valer su feminidad. En un mundo al revés, ¿los hombres harían lo respectivo, actuar como mujeres para validar su hombría?

Mostrando demasiada preocupación por el carácter distintivo, la sociedad, los jueces, los procuradores de justicia y prácticamente todos hemos perdido de vista lo primordial, que son personas y no solo avatares, es decir apariencias eventuales, lo que tendría que estar en el ojo de la justicia. En la nota que dio comienzo a esta meditación antropológica no importa si las víctimas delinquían o cuáles pudieron ser los motivos que condujeron al crimen. Clitemnestra, la reina adúltera asesinada por su hijo Orestes hoy, quizás, hallaría en el discurso de género muchas justificaciones para su biografía como Otelo, en cambio, ha venido a nutrir, para su desgracia, los atavismos desde los que se alimentan igualmente los lamentos de Ariadna frente a los agravios reales o imaginarios de Teseo en medio de un periplo donde el desencuentro es la regla del pretexto, mejor que la consecuencia de la estupidez de ambos.

Bitcoin en el sube y baja

Foto: fuente El País

¿QUÉ PASA con el Bitcoin? ¿Por qué continúa su ascenso, esta vez lento, sistemático, constante, y no tan contundente como al final de 2020 y los primeros dos meses del año en curso?

Los analistas explican que, si bien siendo la primera criptomoneda y esperando que su influencia sea determinante por ello, el peso del Bitcoin frente a las nuevas y cada vez más numerosas criptomonedas y monedas digitales ha dejado de convertirlo en LA moneda de referencia principal. Y esto no ocurre por la competición entre ellas, pues cada criptomoneda tiene un fundamento propio, sino se debe a que la variedad y la relación criptomoneda-dólar se expresan hoy de maneras distintas según las características del mercado cambiario y su evolución digital.

Esto es, para los financistas e inversores, la abundancia de criptomonedas permite una mayor diversificación de las inversiones a futuro y ello ocasiona que algunas vayan más a la baja y otras más a la alta en un comparativo.

Para el recientemente sonado caso del Bitcoin que ocasionó un furor por su repentina revaloración que lo impulsó a cotas insospechadas, el alza y la baja de esta moneda se explica justo por esos motivos. En la mar de monedas, la dominancia del Bitcoin ha pasado a un segundo plano por su influencia en tanto factor de medición, como por la tecnología minera o algorítmica que lo hace posible. Ello, sin embargo y contrario a lo que suena, no demerita al Bitcoin, sino lo acomoda en su justo sitio al igual que a las demás criptomonedas, aun cuando por otra parte, la aparente dependencia cambiaria frente al dólar en tiempos cuando una pujante China impulsa su Yuán para colocarla como la segunda moneda patrón o de reserva y quizá sustitutiva del dólar estadounidense, puede estarse expresando justo en la revaloración de la criptomoneda como una manera de reaccionar de los inversionistas en la idea, a futuro, de lo que podría significar la caída del dólar. Ello no implica que un dólar debilitado refuerce a las monedas digitales, pero es un hecho que, si algún país y alguna economía ha apostado e implementado la digitalización de la moneda ese es sin duda China quien lleva la delantera.

Las implicaciones de esto para el llamado "reseteo mundial" del capitalismo son de suma importancia, pues explican y justifican muchos de los cambios que estamos experimentando de la mano de la pandemia y la recesión mundial, por doloroso que signifique en otros aspectos. Nos estamos acercando al final de la moneda física, si bien ella no desaparecerá del todo y se seguirá acuñando e imprimiendo. De lo que se trata es de establecer por una parte controles financieros más seguros, en especial para los gobiernos, lo que conlleva la limitación de ciertas libertades. Por otro lado, de agilizar las transacciones aun más y, teóricamente, permitir una mayor y más asequible liquidez de fondos, de nuevo, para los gobiernos y, por extensión, para las personas morales y físicas.

El ascenso de la cotización del Bitcoin, entonces, puede ser leída no como una mera burbuja especulativa, sino como la señal inequívoca del reacomodo que la economía capitalista está experimentando como parte de las políticas internacionales en esta materia. Aunque no faltarán quienes, con una visión tradicionalista, lo miren con suspicacia y confundan el hecho con otros similares ocurridos en el pasado con otros giros y activos que derivaron en estrepitosas caídas bursátiles. La diferencia fundamental es que aquí se trata no de una moneda, sino de todas las monedas digitales y sus soportes financieros. No son esos soportes, ejemplo las inmobiliarias, lo que está en el ámbito especulativo, sino son los valores mismos, por lo tanto, la fluctuación no necesariamente implica una debacle en el ámbito del intercambio.

Elon Musk, foto Reuters

La mejor muestra de ello ha sido la reciente y sorpresiva compra de tokens por parte del empresario Elon Musk quien, en entrevista para Bloomberg citado por The Straists Time: "tener unos Bitcoins simplemente es una manera menos tonta que el efectivo para generar liquidez". Ahora bien, no es lo mismo la criptomoneda que el concepto de token, más nuevo y que se define como una forma monetarista de descentralizar la gobernanza. O, parafraseando al Ing. Miguel Caballero, cofundador de la plataforma educativa Tutellus y especialista en tokenización, citado por Tomás López Morales, colaborador de El País, de lo que se trata es de una forma de empoderamiento de la gente: "Si empoderas a una comunidad, la comunidad es más activa". ¿Qué significa esto que parece encerrar un trasfondo más filosófico?

La nueva tecnología blockchain que ahora soporta a Bitcoin, por contraste con su original manera de "minarse", es decir de generarse como el oro en una mina, es lo que hoy le permite ir un paso más allá mediante la emisión de "vales" o tokens que han dado paso a lo que se denomina economía de tokens o tokeconomía.

Aun cuando ello recuerda justo la creación de las primeras bolsas de valores que comenzaron allá por 1360 —aun cuando la historia es de más larga data— con la emisíon de bonos y acciones bursátiles como modos sustitutos de los contratos constitutivos de las empresas para efectos de soportar sus valores de transacción comercial, sejemante recuerdo se diferencia en los efectos. Las caídas bursátiles registradas en la historia mueven a susto, suspicacia y cautela. Sin embargo, aparentemente la tecnología blockchain permitiría un mayor control de los factores conducentes a tales caídas por derivar en canales, digamos, democráticos, al permitir que las monedas, los valores puedan circular más libremente no nada más entre los generadores de riqueza, sino en la distribución de la misma.

Con blockchain —explica López Morales [loc.cit.], esos intercambios de bienes y servicios son trazables, inmutables, transparentes y descentralizados. Y tienen una liquidez inmediata: los tokens pueden cambiarse con toda facilidad por las criptomonedas, que tienen su hábitat natural en blockchain.

El comportamiento y valoración del Bitcoin es mucho más que el resultado
de una burbuja especulativa.

Entonces, lo que está pasando con el Bitcoin y el conjunto de monedas es el efecto de su popularización, efecto añadido a las respuestas económicas derivadas de la dinámica a que nos "ha obligado" la pandemia para realizar transacciones comerciales: mayor uso de la compra en línea, el trabajo a distancia, etc. A falta de las formas tradicionales de remuneración, la banca electrónica y la digitalización monetaria son el siguiente paso, la basamento de la verdadera cuarta transformación de la que, ya he dicho en otros artículos, va más allá de simplonas promesas de campaña.

La pandemia cayó como anillo al dedo, no para la instauración de programas ideológicos, aunque exista le tentación política, sino para hacer el respectivo "corte de caja" para un "borrón y cuenta nueva". Así, desde un punto de vista filosófico, lo que está detrás de esta transformación es el reacomodo de los principios distributivos del capitalismo que demostró en la práctica, en su versión de "capitalismo real", haber resultado no solo perverso en sus efectos, sino nocivo al desarrollo humano, tanto o más que lo fue el llamado socialismo real. Quizás estamos siendo testigos de un afán por encaminarnos a una versión intermedia de corte socialdemocrata que permita reducir la brecha entre ricos y pobres y en general entre las personas, aun cuando la pandemia esté enfatizando la distancia social por motivos de higiene y salud y, por ende, haciendo reclacitrantes otras formas de discriminación y segregación sociales, ahora orquestadas desde el nuevo estatus quo regido por los gobiernos y las bancas centrales.



La igualdad femenina, entre la realidad y la falacia



UNO VE LA INFORMACÍON publicada en el resumen de una infografía publicada recientemente a ojo de pájaro y lo primero que piensa es que estamos muy mal en México en lo que a la igualdad de las mujeres se refiere. Aunque México no aparece enlistado en el resumen, el estudio del Banco Mundial que lo origina permite notar que nuestro país no está tan mal en el mejoramiento de la igualdad de las mujeres, aunque manifestaciones feministas a ultranza pretendan señalar lo contrario igual que alguna mujer arraigada en el miedo o el rencor, o algún varón trasnochado.

Claro, aún falta mucho por hacer y en eso debemos aplicarnos todos (en sentido general, sin discursos eufemísticos repetitivos y fastidiosos con base en una pretendida "corrección política") y no cejar ninguna. Ni tanto que queme a la santa ni tanto que alumbre a los diablos.

México, de acuerdo con este estudio ocupa un honroso lugar 45 con una calificación de casi 90 puntos, muy por arriba del promedio general de los países que es de 76 puntos.

El estudio se base en un cuestionario aplicado en los países que permite el análisis de la creación, aplicación efectiva y seguimiento de leyes tendientes a configurar la igualdad de la mujer en temas como la movilidad, acceso al trabajo, salarios, relaciones matrimoniales y de pareja, maternidad, emprendimiento, activos y propiedades, pensión digna.

Hay rubros que México debe superar y en ello, el papel de los legisladores, al margen de los intereses electorales del momento, es fundamental.

Parece inconcebible, absurdo, que las "adelitas" defensoras de AMLO desde aquella primera campaña presidencial que derivó en el plantón de Reforma, hoy hagan tan poco por las mujeres y, en cambio, ciegas, aplaudan y toleren el ninguneo del gobierno actual que, aun teniendo féminas en puestos clave las tiene en calidad de floreros, como adorno retórico contra el "qué dirán", para que se note que la igualdad "es un hecho" aun cuando, también hay que decirlo, algunas y no por su condición de mujer, dejan bastante que desear respecto de las expectativas de la nación sobre sus respectivos desempeños. En eso, hoy, todos son coludos y rabones.

En las elecciones venideras en México, siguiendo lo que anoté en un artículo anterior, la pandemia que ha hecho estragos en el padrón electoral hará notar también el específico peso de las mujeres y de los jóvenes. Las mujeres, vapuleadas literal y metafóricamente por el actual gobierno, tanto más o menos como los anteriores, tomarán la batuta y sentarán tendencias de voto. No tengo duda de ello. Y, aunque parezca contradictorio, estoy cierto que, siendo una mayoría de simpatizantes de MORENA y de Andrés Manuel López Obrador, junto con los jóvenes inclinarán la balanza a que continúe dicho partido manteniendo una mayoría significativa en el congreso. La explicación adicional está en el el hecho de que, quienes hoy podemos estar señalando que el actual gobierno implica una regresión a las formas de administración pública (y mal hecha, además) de los años setenta, muchos de esas generaciones están muriendo por la pandemia, hayan o no votado por la llamada 4T. Los jóvenes, en cambio, en especial las mujeres jóvenes, no tienen idea de lo que eso significa, para ellas lo importante es el ahora, lo que ellas experimentan en temas de feminicidios, acoso, abusos. Ahí está la clave que, por ahora, no he visto en ningún partido abrazar en la promoción del voto. Todos están dependientes de la inercia de lo ocurrido en 2018 y en la ilusión de que el desencanto es lirio que florece en el estanque pútrido de un país que no avanza.

Sí, lo que la posición de México en este estudio revela no es nada más que vamos bien, sino que también vamos mal y que, dato tras dato, tras cada uno de esos "otros datos" tan cacareados y sin embargo tan opacos, la realidad muestra que la igualdad de la mujer en México no deja de ser una simulación y por tanto parte de la gramática de ese imbécil discurso de género políticamente correcto.

Insisto, ese discurso, lo único que hace es separar, más que unir, marcar la diferencia en vez de enfatizar las igualdades. Ellas, tercas, necesitadas de atención e igualdad, no quieren verlo. Ellos, condescendientes, les siguen el juego como el niño malcriado que le da el avión a la madre para que lo deje jugar.

Otros indicios a destacar de este estudio son los relativos a que, aun cuando tenemos leyes en México preocupadas por los derechos de las mujeres, en la práctica la aplicación de las mismas o es marginal o nulo en todos los rubros, especialmente los relativos a la remuneración por el trabajo y la seguridad (incluida la seguridad sanitaria), y no por fuerza en razón de que las leyes no se apliquen o no existan o estén en calidad de adefesios, sino porque las personas encargadas de ello son las que fastidian todo: varones y mujeres en puestos como médicos legistas, ministerios públicos, jueces, funcionarios, patrones, policías, sacerdotes, maestros, los mismos padres y madres inciden en replicar los patrones de conducta, los usos y costumbres nocivos que la modernidad, aun en los pueblos indígenas, no hace más sino refinar en un caldo de cultivo donde la ignorancia es el nutriente principal. Basta ver las estúpidas declaraciones de algunas feministas que ahora traen y llevan el dicho de acabar con el "pacto patriarcal", ¡cómo si el patriarcado fuera el culpable de todo mal y el matriarcado fuera la virtud en sí misma! A ésas les he dicho abierta y públicamente que les hace falta conocer, estudiar, abundar en la historia y antropología de la familia, pero eso lo trataré en otro u otros artículos, lo creo necesario ¡ya!

El día que nos veamos como personas, nada más, y nos olvidemos de las obvias diferencias de sexo, entonces podremos hablar de igualdad hasta en la cama. Pero, hablando en plata, de veras la igualdad absoluta nunca se conseguirá, ni entre ricos y pobres, ni entre mujeres y hombres y sus concepciones genéricas intermedias, sino en ciertos aspectos, los elementales y que descansan justo en la diversidad y no igualan, sino distinguen y justo por ello dan al ser su exacta dignidad. Las leyes no tendrían por qué hacer distinciones entre homicidio y feminicidio, que ya la raíz "homo" incluye a todo ser humano. No tendrían por qué establecer jornadas laborales y tratamientos distintivos para hombres y mujeres, mencionándolo. ¿No debería bastar con hablar de los derechos que todos tenemos como personas independientemente de lo que tengamos entre las piernas y en nuestras mentes?