Uso de la tecnología y ejecución académica


Recientemente una reconocida filóloga española, Beatriz Peña-Acuña (quizás seamos parientes lejanos, por el Acuña), publicó en la plataforma de Academia un estudio acerca del uso de la tecnología y su papel en el ejercicio de los académicos, del profesorado y me ha invitado virtualmente a participar en la discusión del paper (o reporte, en castellano). Las siguientes líneas son mi opinión al respecto.

Tecnología educativa y empatía

El principal problema que veo detrás de este y otros estudios, no solo en España sino en general en el mundo hispanohablante es el enfoque (un poco miope) desde el cual se abordan, sin que lo dicho signifique un menosprecio de mi parte sobre los resultados obtenidos, muy ilustrativos sin duda y útiles.

Al referirme al enfoque pienso en la aproximación que confunde lo pedagógico, con lo didáctico y lo instruccional.

Lo primero a tomar en cuenta, muy aparte de las características de sexo de los educandos (que puede tener un relativo peso, biológica y conductualmente hablando) es la base de desarrollo cognoscitivo ya estudiada por Piaget y muchos más después. A partir de ahí es que pueden desarrollarse la herramientas tecnológicas apropiadas a cada rango de edad, condición socioeconómica, sociocultural, habilidades o inhabilidades específicas. Eso, en cierto modo, ya se ha hecho con los juegos y juguetes, así los infantiles como los enfocados en la capacitación de adultos, pero sin hacer clara distinción sobre los objetivos educativos que se persiguen con cada recurso, adminículo, proyecto. O, cuando se ha hecho, ha sido de forma gazmoña y chabacana.

La tecnología educativa debe estar bien clasificada en función de esos objetivos o mezclas de objetivos para el desarrollo de habilidades diferenciadas o coincidentes: coordinación psicomotriz, lectura de comprensión, y un largo etcétera, del mismo modo que en el pasado se planificaba la agenda de materias escolares y en cada materia su respectivo programa de enseñanza-aprendizaje, así como las actividades para el efecto.

No basta con poner la tecnología específica en las manos del educando, se le tiene que instruir en su uso, pero también capacitarlo para actuar sin la presencia del recurso y para juzgar sus alcances, derechos y obligaciones en relación con su uso y su abuso. Pero, ¡oh, ironía! La tecnología la saben emplear mejor los educandos que los profesores. Aprender a dibujar sobre una tableta o una pizarra no suelta de la misma manera la coordinación visivo-manual para efectuar trazos sobre otras superficies no electrónicas. Puede ser muy cómodo, lo es, pero los colores RGB no son procesados mentalmente del mismo modo que los CYMK. Personalmente he constatado cómo estudiantes de diseño puestos ante un papel o un lienzo no consiguen la misma calidad en sus trabajos por impericia. Eso no necesariamente es una "deficiencia" como un resultado adaptativo (para bien o mal) al medio en sentido inverso y bajo la más pura explicación teórica del tétrade macluhaniano.

La necesidad de una pedagogía de la imaginación

Hoy se impone a los educandos desarrollar la habilidad de visualizar en 2D menos que en 3D y ello ha provocado redundancia cognoscitiva, afectando las posibilidades imaginativas y de conceptualización mediante el proceso de abstraer y extrapolar dimensionalmente las cosas de la realidad tangible hacia ideas intangibles mas realizables.

Mientras que Kandinsky, Modigliani o Picasso, por ejemplo, nos introdujeron en una pedagogía de la reconstrucción a partir de la deconstrucción figurativa pasando por la abstracción, en la escuela en cambio se insiste en mantener un pensamiento figurativo, plano y ejemplo de ello es lo que ha ocurrido con corrientes como el constructivismo para el que, si algo carece de significado inmediato para el educando, entonces carece de relevancia y muchas veces lo relevante no está en lo evidente sino en lo ausente, que fuerza al pensamiento a hallar nuevas conexiones de forma crítica, analítica.

La tecnología de realidad aumentada forzará aun más todo esto que digo provocando nuevas conexiones neuronales, del modo que los juegos de Arcadia o los posteriores ocasionaron ya en las generaciones que hoy lindan los cuarenta años de edad. Las modificaciones cerebrales y corporales (alargamiento de pulgares como consecuencia del joystick, celeridad de procesamiento, por ejemplo) ya son hechos presentes, irreductibles e irreversibles que van dejando huella a nivel genético.

La tecnología jamás podrá sustituir al profesor o a los padres, por más que se pretenda ni aun con la inteligencia artificial. Pero, tampoco se la puede ni debe obviar u omitir. Es solo un instrumento, un acompañante como la pizarra, la tiza, el pupitre, el lápiz, la pluma, la calculadora, las escuadras que debe de ajustarse a finalidades muy concretas y no esperar que, por sus enormes posibilidades, pueda (como ha sido hasta ahora) meter todo en un mismo cazo.

Los contenidos de los juegos electrónicos como los juegos de mesa solo son construcciones seudodidácticas ajustadas a un guión basado en un secuencia de objetivos de desarrollo y aprendizaje, algunos más complejos que otros, no necesariamente divertidos y entretenidos. ¡No todo tiene que ser entretenido para ser di-vertido o per-vertido!

El conocimiento, un activo que ha sido pasivo; y viceversa

Los metamundos como Second Life (raíz de todos) o la entrante Meta (Facebook), de realidad virtual o de realidad aumentada (dos conceptos distintos, pero interdependientes) son el siguiente nivel en el planteamiento de desarrollo de las habilidades. Las necesidades son las mismas. No se inventan nuevas necesidades como nos quieren hacer creer erróneamente los mercadólogos y publicistas (colegas míos) de pacotilla, lo que cambia en todo caso es la forma de satisfacerlas. El individuo necesita correr, activar su circulación sanguínea o fortalecer sus músculos, entonces se ejercita yendo al parque, participando en deportes; pero, encerrado en una habitación recurre a sustitutos y sucedáneos como la caminadora u otros aparatos, incluidos exoesqueletos con las consecuencias de la disminución del impacto sobre las coyunturas, por ejemplo. El arquitecto puede aprender a edificar una estructura dentro del metamundo, trabajar su estética, pero del modelo simulado al modelo real hay una enorme diferencia que implica conocimientos adicionales sobre mecánica de suelos, de materiales, y un largo etcétera.

Hoy, cuando la miniaturización ha llegado a su límite tecnológico y así estará por los menos dos décadas, es momento de repensar la combinación de herramientas tecnológicas digitales y analógicas, con una idea perversa en mente: si el día de mañana todo lo que hoy tenemos se acaba y las nuevas generaciones (o incluso las viejas sobrevivientes) tuvieren que comenzar de cero, ¿estarían preparadas para hacerlo? ¿Llamar por teléfono con un aparato de dial? ¿Sembrar, cuidar las plantas con lo que la propia naturaleza da? ¿Escribir con pluma o pincel? ¿Imprimir con tipos móviles? ¿Componer música no sintetizada? ¿Contemplar el cielo estrellado, el horizonte o una pintura a falta de televisor y cine, sin luz artificial? ¿Narrar historias al calor del hogar a falta de una radio?

Con respecto a las redes sociales, de nuevo el enfoque del análisis resulta miope, ajustado a expectativas "tradicionalistas" respecto de las formas de interrelación e intercambio sociales. Falta, pienso, imaginación metodológica. Se está olvidando que no son más que extensiones de lo mismo que por años se hizo en las aulas, los corrillos en los encuentros de pasillo o hasta las pintas en paredes de baños, bardas, solo que ahora de modo electrónico, masificado, enajenante y anónimo.

Las redes sociales no son algo nuevo ni algo que vaya contrario a los principios pedagógicos. Gremiales como somos, creamos redes, sea en la calle mediante el contacto directo o usando la tecnología (teléfono, correspondencia, red social) para un modo indirecto que puede o no volverse directo parcial (videoconferencia) o totalmente (encuentro presencial cara a cara).

¿Hacia una educación post pandémica?

La pandemia nos ha forzado a explorar esto último y a revalorar las categorías de relación y la forma como los otros apoyan, inciden, influencian las formas de aprendizaje, memoria, registro, clasificación de los contenidos que de forma individual resultan significativos (de nuevo, el constructivismo a lo bestia).  Incluso a promover el autodidactismo con o sin tutela. Y eso no está mal, aunque parezca que de pronto se nos sale de control, sobre todo ante la falta de protocolos para verificar la información, protocolos que por ahora se han dejado en manos de comités de revisión, censores, algoritmos o inteligencia artificial, sin que ello redunde por fuerza en una ventaja y a veces al contrario sea una desventaja y una odiosa imposición de quienes (grupos o personas) cretinos establecen lo que consideran "políticamente correcto" para una generalidad que ya no puede ser encajonada.

La salud emocional entonces no pasa por la tecnología, aunque los detractores de juegos de video, por ejemplo, insistan en señalar sus probables efectos nocivos. Se necesitan condiciones previas en los individuos para que entonces la tecnología y los contenidos, su forma de utilización y abuso puedan derivar en afectaciones. Un profesor de matemáticas que no sabe utilizar la pizarra y la tiza para explicar, describir, mostrar, motivar, puede ser tan terrible como el uso de la calculadora a mansalva en detrimento del educando; o el influencer que distorsiona en la síntesis el conocimiento acumulado. Confundir metas distractivas con ejercicios de concentración pueden hacer a un individuo tan dependiente de la tecnología como el abuso habitual o la proclividad adictiva de sustancias o actividades específicas y rodear a las cosas con ideología puede ser tan orientador y justificante como permisivo y deformante.

En resumen y respondiendo a la pregunta sobre qué propuesta de intervención se me ocurre para el profesorado, digo que ninguna especial o novedosa, fuera de un cambio de actitud de parte del profesor sobre la base de aquella definición de locura: hacer las cosas cientos de veces con el mismo resultado, es de locos. El profesor, sea en el aula o a distancia, de forma virtual, debe atender a las necesidades de sus estudiantes tanto como a las limitaciones que les son propias (del estudiante como del profesor), algunos necesitan que se les lleve la mano, aun habiendo instrumentos tecnológicos. Otros están más adaptados. Un indígena tarahumara no puede ser tratado igual que un citadino; y viceversa. Y aunque haya el prurito de buscar la equidad, de igualar conocimientos, habilidades, oportunidades y la tecnología sea un factor adicional en la tarea, jamás debemos olvidar la máxima del Libro de la Sabiduría y del Eclesiastés (y lo digo como agnóstico que soy): Hay un lugar para cada cosa, y cada cosa tiene su lugar; hay un tiempo para cada cosa, y cada cosa tiene su tiempo. La libertad es el basamento de toda pedagogía antropológica. Hoy por hoy la Internet ha hecho posible, en tanto plataforma, la democratización del conocimiento y de las maneras de difundirlo, apreciarlo, registrarlo, transformarlo. Mañana, que está a la vuelta de la esquina, con la Internet 3.0 (de las cosas) y la inteligencia artificial cuestionamientos como los de este estudio quedan rebasados, obsoletos. Es momento que los profesores y las escuelas y sistemas educativos enfoquen su atención a comprender el trasfondo y los alcances prácticos de la teoría del determinismo tecnológico tras el modelo del tétrade de MacLuhan, solo así dejarán de hacerse, valga la expresión obscena, "chaquetas mentales" sobre cómo no perder el control. Quizás es momento de que aprendan a delegarlo en el mismo individuo educando que, al final, es el principal beneficiario de la respuesta cultural que implica la educación para el equilibrio del sistema social, pues está visto lo poco que sirve generar técnicos o profesionistas que, por azares del mercado, terminan haciendo cualquier cosa para sobrevivir, menos aquello para lo que su vocación los impulsaba so pena de que, en la defensa de sus sueños, puedan terminar menoscabados en sus facultades o su crédito económica y moralmente.

Comprendiendo el indeterminado determinismo tecnológico

Y ese es un tema crucial, determinar la vocación no solo de personas físicas, sino de personas morales e incluso países enteros. No todos los países pueden ser industria o campo o maquila o policías o jueces o conquistadores o educadores o una mezcla. La moderna especialización nos llevó a un extremo tan preocupante por insensible como la generalización que le antecedió. Preguntémonos si, por ejemplo, un homosexual lo es por vocación y hasta qué punto, tecnología y moral o no de por medio, los procesos educativos actuales orientan o desorientan esa vocación ocasionando frustración y trauma que derivan en el desencuentro social que cobra factura odiosa en la segregación de clase, etnia, sexo, edad, capacidad.

Primero quisimos hacer empleados, luego quisimos promover empresarios, ahora pretendemos hacer "buenos ciudadanos". ¿y dónde queda el ser humano?

El valor divino de las fámulas


ERA DE LA OPINIÓN... de que detrás de cada palabra hay una historia que le da mucho más que sentido, sustenta su dignidad y justifica su existencia. Y sigo siendo de ese parecer.

Recientemente en el foro Quora donde a veces participo alguien preguntó acerca de la razón por que a las criadas se les denomina en México como "gatas". La lectura de las respuestas al cuestionamiento es más molesto que la duda misma. La mayor parte de ellas sesgadas a una visión miope de carácter sociológico y moral muy reduccionista que se ciñe al hecho de la costumbre (más bien moderna) de que la servidumbre tenga sus habitaciones en las azoteas de las casas y edificios, lo cual, como veremos, tiene también su finalidad desde otra perspectiva más noble porque las pone irónicamente más cerca del cielo. Otro enfoque relacionado ahí es el que enfatiza el grosero efecto del machismo y el hembrismo (feminismo a ultranza) que ve en el vocablo un concepto no nada más grosero, rudo, despectivo, sino de efecto segregacionista, como si las palabras hicieran algo más que discriminar como es su función lingüística natural, en tanto clasificación, categorización, organización, descripción, denominación y definición de las cosas que forman parte de nuestro conocimiento cotidiano.

Pensando afuera del arenero

El término "gata" o "gato" para referir a la servidumbre no es exclusivo de México ni solo heredado de España tras la conquista, como lo es.

Término muy antiguo haya su raíz en tiempos milenarios de cuando los griegos conquistaron Egipto. En aquellos albores los esclavos y la servidumbre en general era devota de la deidad Bastet, una diosa con representación felina y que era una diosa familiar dedicada al cuidado de los de la casa, la fertilidad, los secretos femeninos, la atención en el parto, la protección contra los espíritus malignos, la sanación de las enfermedades. Tan es así que en distintas ruinas egipcias se han hallado vestigios de esto e incluso alguna momia de una "hechicera" o partera o curandera. Más aún, Bastet, en una mitología comparada, se ha asociado a Artemisa y por extensión a Isis y a la Virgen María y cuyo culto fue una de las bases culturales del gnóstico catarismo y por lo que se justificó su odioso asedio anti herético y anti maniqueo. Así que, no ha sido más que la ignorancia voluntariosa posterior al cristianismo que muchos de esos antiguos valores se diluyeron en la Historia convirtiendo a personajes clave de la sociedad en clisés (paso posterior de los estereotipos) de lo temible, deleznable, por estar asociado a lo pagano, a lo servil.


Los romanos daban especial importancia a la servidumbre como elemento sustancial da la familia, de la casa y de ahí el término sinónimo de fámula, etimológicamente entendido como miembro menor de la familia y cuya raíz además se relaciona con el carácter  de protegido que con el tiempo se asoció a una circunstancia de explotación depauperante en la idea de lo famélico o intocable, tabú, en tanto los miembros más desnutridos, enfermizos y desfavorecidos de la familia, los esclavos, los obreros.

Cierto, el papel abusivo del varón o incluso de la mujer misma tanto en cualquiera de los sistemas de organización social del patriarcado o matriarcado derivó en hacer a las personas bajo esta categoría víctimas de vejaciones, malas interpretaciones (brujas) y hasta persecución. Pero, hay más que solo eso detrás de la palabra.

Estereotipo con base en la realidad

Uno de las críticas más socorridas acerca de las telenovelas y su uso de los estereotipos acusa, sin el entendimiento suficiente, que estos encajonan la concepción que los individuos tienen de sí de frente a sus expectativas. La promoción de un ideal romántico como puede ser que un personaje encumbrado se enamore de la criada y la tome por esposa es visto como irreal, fatuo, imaginario, falto de veracidad, torcido respecto de la naturaleza social y humana, contradiciendo los pulsos más básicos como la necesidad o las pasiones. Veremos en las siguientes líneas que no es así ni con ese ni con ninguno de los estereotipos cuya base es mitológica, por más que la mercadotecnia los presente como banalidades comerciales.

En inglés un equivalente despectivo de "gata" que se aplica igualmente a la generalidad de las mujeres es bitch, deformación de witch. Pasó al español como "bicho" para referir a toda criatura (gatos, insectos, roedores, personas menesterosas) despreciable, maligna o repugnante o asociada a la suciedad y la proclividad a vivir de manera promiscua, es decir abultados en espacios, guaridas pequeñas o con prácticas en actividades ocultistas, esotéricas, nigrománticas, criminales o conspiracionistas.

La asociación gato-roedor pasó igualmente a formar parte del acervo metafórico para referir, no nada más al acoso sexual (de parte de los patrones como si de una cacería inversa se tratase; o de las criadas con aspiraciones de ascenso en la escala social), sino a la traición familiar entre las "gatas" y los "ladrones", ubicándolas como espías infiltrados, acechantes, agazapados, arribistas, lo mismo en tiempos de guerra o paz.

A diferencia de lo que ocurre con otras maneras de asociar el comportamiento humano con el animal, la naturaleza curiosa felina está asociada a los felinos como también lo está la naturaleza "ardiente" de las hembras felinas (y los conejos) que asegura una amplia progenie (en tiempos medievales o de revoluciones sociales) así como la conducta de abandonar repentinamente los hogares en que paren una vez que las crianzas han alcanzado la edad "independiente".

Prejuicios aparte, esto último ha sido también motivo para asociarlas antropológicamente con la iniciación sexual de los varones adolescentes que hayan en el "gatear" una extensión ulterior de los primeros pasos del andar, erguirse y convertirse en adultos. Entonces, mientras los "gatos" son tomados como rudos guardianes, sombras matonas, vigilantes territoriales, secuaces de sagacidad transformista, las "gatas" han sido consideradas además de todo eso como sacerdotisas con la facultad de guiar a los héroes conquistadores, guerreros, cazadores, en el rito iniciático de la aventura y el desarrollo personal e íntimo.

Por ello no podemos dejar de mencionar que en inglés la connotación sexual con pussy y pussycat (en francés chatt, minou, respectivamente) es una carga significativa aún más asumida y aceptada culturalmente. Tanto que es utilizada con cariño para referir a la muchacha (cuyo apócope "chacha" es usado con todas estas connotaciones que vamos enlistando) hacia cuya virtud se dirigen los apetitos sexuales, el amor cortesano, la protección paternalista o maternalista ya de tutores como de proxenetas y tratantes esclavistas.

Así que, en realidad, en vez de sentirnos ofendidos por el uso (abuso) de una palabra mal entendida por los moralinos, tendríamos que rescatar lo que le dio vida y lugar en nuestras lenguas, pues para eso hacemos las palabras los humanos, para designar, describir las distintas cosas y razones que nos rodean. De ahí, entonces sí, comprender y ajustar las connotaciones que vuelven permisivas y legítimas acciones más bien francamente delincuenciales.

Las palabras son más que meros vocablos

Conocer la historia de las palabras, mejor que tacharlas, enmienda nuestro entendimiento de lo que nos hace humanos. Y nada hay mejor que llamarle al pan, pan, y al vino, vino, sin miedo al qué pensarán los badulaques ignorantes moralinos aferrados a supuestas "causas sociales" que no hacen más que ruido innecesario al amparo de un ñoño discurso de derechos humanos como apunté en este mismo blog en un par de artículos añejos.

En el primero, "Cuando la ausencia se hace presencia", anotaba o recordaba sucintamente el rol social de estos personajes en la crianza de nuestros infantes y cómo en la modernidad, aun despreciándolos, se terminó delegándoles funciones sin la debida remuneración, incurriendo en modos de descrédito laboral que se observa, por ejemplo, en las conductas de muchos padres y estudiantes que tachan a los maestros o a los funcionarios públicos de "sus gatos" solo por entenderlos bajo un tergiversado sistema piramidal de contratación bajo la óptica de un capitalismo depredador.

[…] la modernidad y el necesario afán por balancear las equidades está trastocando los cimientos de la civilización misma, los roles que determinaban el funcionamiento, la manera de delegar tareas en el sistema laboral. La base antropológica es clara: cuando ambos padres se ausentan para laborar, la casa y en ella la crianza quedan a merced de los depredadores, de las fuerzas de la naturaleza (social) y se espera que la fámula, miembro familiar por antonomasia, y el maestro se conviertan en suplentes parentales.

Como votamos en democracia, los electores somos los patronos de los aspirantes a puestos populares y por tanto los "dueños" del país y sus recursos; o eso nos hemos creído. Por lo que esos "esclavos" de lujo nos deben explicaciones de sus actos y decisiones cuyo enfoque debería ser el bien común de la "familia mexicana". Si no dan el ancho, como ha sucedido, los execramos hasta la deshonra. Lo que estamos viviendo ahora en México con el traído y llevado tema en discusión del plebiscito para la revocación de mandato es un botón de muestra que, si bien tiene su razón de ser constitucional, ha derivado en un consejo bizantino que acabará en sorna.

En el segundo, "Guerra de almohadas", teniendo en mente cómo las nanas han dado paso a las guarderías y a formas torcidas de sustitución, a veces corrompida, señalé el exceso político, social y fiscal en que se ha pretendido incurrir al incluir en el paquete de nóminas el trabajo en casa de la servidumbre, del ama de casa, reconociendo los derechos respectivos, sin detenerse a pensar en los costos que las obligaciones asociadas implica para las familias, en especial para quienes las encabezan. La casa es una empresa, claro, pero una que no puede ser tasada y definida como lo empezó a ser en la edad moderna. Aunque, ahora, en tiempos de pandemia y recesión mundial, con las adaptaciones a que nos han orillado la circunstancia, los avances tecnológicos, el propio concepto de familia en tanto unidad económica ya se va viendo obsoleto y tendrá que ser revisado bajo la óptica de un capitalismo socialdemócrata más equitativo, para redefinirse sobre la base de leyes que, no por suplementarias, acaben incidiendo en peores condiciones por efecto de inoperancia. Ya ni hablemos del contrato social en que subyace a partir de los conceptos matri y patrimoniales, los que desde la década de los sesenta del siglo XX sufrieron un cisma con la apertura y reconocimiento de formas de relaciones y asociaciones interpersonales y familiares que abarcan hoy hasta las biparentales demandadas por la comunidad lésbico-homosexual de impronunciables siglas.

Aquí, la lucha feminista en favor de los derechos de las sirvientas es loable, sin duda, y necesaria, pero miope por esto mismo; y ha llevado a nuevas formas de utilizar a los roles sociales como banderas de campaña que derivan más en burla que en programas sociales progresistas de veras.

Alfredo del Mazo apostó a la continuidad: “Yo cuidaré y acrecentaré los programas de desarrollo social que ya tenemos en el Estado de México” y, en el afán de atraer el voto femenino, prometió un “salario rosa” para las amas de casa. Es decir, ahora, la casa, entendida como empresa, deberá fijar una nómina con una sola empleada, el ama de casa y si acaso la fámula, reafirmando así la idea machista del hombre en tanto proveedor.  ¿O será que el estado subsidiará al hogar?

No digo que las gatas no tengan derechos, los tienen y tantos como cualquiera, empezando por el de la dignidad; y servir en una casa jamás ha sido indigno, como sí resultar objeto de explotación y escarnio, el que no subyace para nada en la palabra como en la intención con que es empleada así por defensores como por detractores.

Entre la madre y la gata, la buena crianza

Este tema derivó en el ensayo que ahora lees, por muchas razones, incluida aquella que explica por qué forma parte central de mi mega saga Calima que estoy escribiendo desde hace algunos meses en forma de novela por entregas. Ahí, los gatos y las gatas juegan papeles fundamentales.

Una minucia léxica adicional que también abordé en este blog en el texto "Y vuelve Chencha con calentura". Una palabra asociada a todo esto es la de "puta" o "puto", que aun siendo altisonante, es usada con singular alegría a diestra y siniestra como sufijo para la construcción de una palabra tan común como a veces indigna por corrupta: "diputado".

Lo puto es lo señalado y las gatas por muchos siglos fueron señaladas como las prostitutas de los señores o señoras feudales y todo lo demás ya dicho arriba. Algunos de esos señores adoptaban a las o los micifuces como hijos "putativos" en tanto miembros menores de la familia, para enseñarles, en el mejor de los casos, los honores y virtudes de la casa y honrar el nombre que les acogía, incluso para emplearlas para la nutrición de la progenie legítima (nodrizas), como madres sustitutas (nanas, niñeras), institutrices (tutoras, maestras, profesoras) y hasta para el aseguramiento de la extensión genética.

No son escasas las historias en las genealogías de casos de siervas tomadas por los amos, reyes, hacendados con el derecho de pernada, fuera por ejercicio de domeña y abusiva demostración de poder, o como recurso convencional para asegurar la herencia dada o la infertilidad de la mujer esposada de forma legal o frente a la evidencia contundente y abundante en tiempos antiguos de un alto índice de mortalidad infantil post parto, dato que en la modernidad se redujo notablemente con los avances de las medicinas obstétrica y pediátrica. De ahí también el concepto de padrinazgo y madrinazgo.

Sin ánimo de ofender o escandalizar, el párrafo inmediato anterior busca también situarnos en las razones, reprobables o no, detrás de raptos (pienso en las clásicas sabinas) y violaciones oprobiosas que han seguido a las guerras y las migraciones que provocan, hechos por los que las mujeres son tomadas como botín, sin importar su rango, para volverlas siervas de toda índole, incluida la sexual, por medio de las cuales extender la conquista (al más puro estilo animal) y la conformación de una nueva estirpe.

Llega el momento en toda cultura que la endogamia resulta más problemática que santificadora en contraste con la exogamia. Y tanto es así que hoy más de un país enfrenta el envejecimiento de sus poblaciones y el planeta entero, como ha evolucionado socialmente, se avecina a un problema grave de este tipo al punto que —y sonará a broma de ciencia ficción—, de no entrar en contacto con una civilización alienígena con quién cruzar nuestros genes, correríamos el riesgo relativamente pronto de nuestra extinción como especie.

Basta ver hoy la imbricación genética que ha implicado la migración masiva a que han orillado las guerras fratricidas, colonizadoras, patrocinadas por el socialismo y el capitalismo reales en zonas como África, sur de Asia, Medio Oriente, hacia Europa; o en el Sur de América y el Caribe, hacia EE.UU. El consecuente aumento de los grupos sociales mixtos, mestizos y el aumento de su influencia económica, social, política y cultural dentro de los países que los acogen como es el caso de la hispanización de EE.UU sobre la que Wikipedia anota:

La emigración es un fenómeno que se da en diferentes países del mundo, pero la ley de la oferta y la demanda se impone y los ríos de migrantes hispanos en busca de empleo no dejan de fluir a los Estados Unidos que prometen cumplir con los sueños de superación económica y realización personal. La Oficina del Censo de los Estados Unidos indica actualmente 31.7 millones de hispanos en su territorio —11.7% de la población total—, de los cuales casi veinte millones son de origen mexicano. Por su parte, las autoridades mexicanas señalan que actualmente los mexicanos representan el 65% de los 18 millones de hispanos de Estados Unidos.

Adopta una "gata", dicho sea sin sarcasmo

Un ejemplo digamos que misericordioso: el virrey y luego obispo Juan de Palafox (por cierto bastardo y hoy beato por promoción de Juan Pablo II y Benedicto XIV), fundó durante la colonia uno de los más grandes hospicios y todos los menores huérfanos apadrinados por él llevaron su apellido, lo que explica que sea uno de los apellidos más extendidos y sin un linaje genético rastreable. Así que, vaya aquí un llamado a todos esos moralinos a que dejen de portarse como gatas rabiosas acorraladas por el qué dirán y como inquisidores que ven en cada palabra una razón lacerante. Y no digo esto por la reciente crítica del pontífice Francisco a quienes optan por adoptar —a su juicio de forma egoísta— a perros y gatos y mascotas en general, como si zoolatras, en vez de privilegiar la adopción y apadrinamiento de infantes víctimas de sucesos tras guerras y migración como promueven UNICEF y otras organizaciones caritativas.

Octavio Paz, en su Laberinto de la soledad hizo una magistral y ya clásica revisión de estos conceptos, en especial su asociación con la palabra "chingada" (nada o todo que ver con el rancho del presidente André Manuel López Obrador). Y juntando lo aquí dicho con lo expuesto por el poeta y premio Nobel mexicano, no cabe duda que la expresión "puta madre" hace indicio íntimo a la relación putativa que todos, de un modo u otro, tenemos con la mujer bajo cuya vigilancia nos criamos, se trate de la madre biológica (la que luego ponemos en un nicho), la adoptiva, o la putativa como pueden serlo la nana o la fámula a cargo (que luego ponemos —y vaya el verso sin esfuerzo para acabar bien la cacofonía que ya subyace en este párrafo— en entredicho). "¡Me lleva la chingada!" entonces cobra un valor adicional que lo mismo puede ser temible en la idea del secuestro y abuso (la robachicos) como salvificante en tanto una valía progenitora, así sea de manera metafórica, por lo dicho al comienzo de este ensayo.

La novela, radionovela, película y telenovela El derecho de nacer (cuya versión original escrita por el cubano Félix B. Caignet es de 1948 y en México se produjo para el cine en 1952) retrató magistralmente, como muchas otras obras, esta situación además de otras relacionadas con el tema. Por lo que no se entiende que la crítica popular desdeñe el peso y significado culturales que estas obras tienen y que lo haga solo por el hecho de su capacidad masificadora o hasta enajenante. Gusten o no, estos productos mediáticos han tenido como finalidad todavía más que el entretenimiento y el solaz, servir como tamices y escaparates de los valores universales.



¿'Ora qué hacemos, Molcas?


ERA DE LA OPINIÓN... de que la imagen corporativa e institucional define no solo lo superficial, sino lo profundo de las cosas hechas por el hombre en un ámbito organizacional. Encierra y sintetiza pues una cultura organizacional que permea a las instituciones y demás órganos que componen al sistema social que constituyen a la empresa o a una nación y su gobierno, dimanando en consecuencia una identidad unificadora y virtuosa basada en una filosofía con la que se abarcan determinados valores y metas subyacentes, con miras a la satisfacción de las necesidades intrínsecas al sistema como conjunto tanto como en relación con sistemas vecinos, de manera directa e indirecta, y que se experimenta vívidamente en las estructuras físicas, metafísicas, funciones mecánicas y sociales de los objetos y sujetos que conforman a dicho sistema nacional (país), empresarial (industria, comercio, banca), proveyendo a los individuos una colección de creencias y de certitudes a partir de las cuales comprenderse como parte de un todo inteligible, dinámico, fijo empero en constante transformación.

La identidad de una organización es la percepción que tiene sobre ella misma, algo muy parecido al sentido que una persona tiene de su propia identidad. Por consiguiente, es algo único. La identidad incluye el historial de la organización, sus creencias y su filosofía, el tipo de tecnología que utiliza, sus propietarios, la gente que en ella trabaja, la personalidad de sus dirigentes, sus valores éticos y culturales y sus estrategias. Puede comunicarse mediante programas de identidad corporativa; pero, la identidad per se es muy difícil de cambiar, ya que constituye el verdadero eje en torno al que gira la existencia de la propia organización.

[… C]uando una compañía sufre un verdadero trauma, […] todo parece indicar que la empresa y su identidad pueden llegar a modificarse en sus propios fundamentos.

[…] La imagen corporativa no es más que la que un determinado público percibe sobre una organización a través de la acumulación de todos los mensajes que haya recibido.

[…] Al contrario de lo que sucede con la identidad, la imagen es relativamente fácil de cambiar. Aunque a veces se requiere un esfuerzo importante para cambiar una imagen muy arraigada, la percepción de una organización se puede crear con gran rapidez [IND, 1992: 3-8].

Y lo último señalado en la cita anterior puede suceder tanto para bien como para mal.

Borrón y cuenta nueva, ¿para qué?

Llevamos tres años del actual gobierno, uno dedicado a dividir, a vapulear e intimidar a todo el que lo contradiga, a imponer su supuesta visión de país anclada en una contradictoria cartilla moral, una historia nacional de contentillo y reacciones majaderas.

Se avecina un probable plebiscito para votar una revocación de mandato que de forma intrínseca implica, como anverso de una moneda y dependiendo del sentido del sufragio, a su reverso, es decir, la ratificación del mandato. Aunque, primero, es probable como ejercicio en función de que se cumpla con el primer requisito que es el mínimo de firmas ciudadanas para justificar la programación, planeación y ejecución de los comicios y esto de forma muy independiente a que haya o no un presupuesto ajustado al efecto. Y segundo dato, como se trata de una figura nueva y un ejercicio también novedoso, y no siendo la ley retroactiva, el resultado no será íntimamente vinculante para el actual gobierno, por lo que, a pesar de simpatizantes y detractores del hecho, el actual gobierno esta obligado por la Constitución a terminar en el período para el que fue legal y legítimamente electo. Por supuesto que, de salir favorable y suficiente la votación para revocar el mandato, el Presidente estaría también en su derecho de renunciar al cargo alegando atenerse a la decisión ciudadana como endeble justificación comprendida en la Carta Magna.

[…] debemos ubicar que existen siete casos básicos en los que puede faltar el presidente mexicano. El primero es porque no se presente a tomar posesión. El segundo, porque no se haya calificado la elección llegado el día de asumir el cargo. El tercero, por impedimento físico. El cuarto, por impedimento mental. El quinto, por prisión. El sexto, por desaparición o deceso. El séptimo, por abandono o renuncia [MORA / ORTIZ / ROMERO, 2001].

Preguntémonos cuál es nuestra identidad como mexicanos. ¿Alguna vez hemos cuestionado asertivamente las imágenes corporativas, institucionales de nuestros gobiernos en todos los niveles más allá de lo superfluo? No hay presidente que no haya sido objeto de escarnio, ni en el siglo XIX ni ahora, ¿por qué tendría que ser la excepción AMLO? Y viceversa, ¿por qué no ensalzar lo positivo, así se trate de una sola cosa? Hay quienes viven, como el Periquillo Sarniento, de travesura en travesura, cagándola aquí y allá, pero basta un acierto para ser recordados como quien dejó honda huella a pesar de excesos, omisiones y estupideces.

En días recientes y una vez más, el presidente Andrés Manuel López Obrador emitió un nuevo decreto en la idea de lo que vamos planteando, y cabe preguntarnos cuán traumatizado podía estar el país entero como para que nuestro gobernante llegara a la conclusión, desde sus tiempos de campaña, de que todo debía ser hecho añicos para, como hacen los japoneses con las casas viejas de madera, derruir para construir un México nuevo. El nuevo decreto instruye la "desaparición" de Indesol (Instituto de Desarrollo Social) para dar paso a la Dirección General de Bienestar y la Cohesión Social. La decisión que se suma a otras como la desaparición de fideicomisos, el desmantelamiento del Estado Mayor presidencial, en Seguro Popular, entre muchas más aburre. Porque implica una falta de propuesta, como tantas otras decisiones del actual gobierno empeñado en usar la goma mejor que sacar punta al lápiz.

Aburre porque implica, a la vieja usanza, más cambios de nombres y siglas y "reestructuración" (física, organizacional, presupuestal) que al cabo de este gobierno volverán a desaparecer para dar sitio al capricho del tlatoani de turno. Algo que, por costos de imagen corporativa, institucional, nadie se ha puesto a medir con cada cambio de gobierno.

Durante el priato, los cambios institucionales eran el pan nuestro de cada sexenio, aunque si hemos de ser objetivos, llevaban una lógica ajustada al interés nacional y no nada más partidista. Ventajas, quizás, de una gobernanza única. Bajo esa costumbre es que se forjó el actual presidente retrógrada y cree que los tiempos son propicios para hacer cambios a diestra y siniestra con la mano en la cintura.


Es verdad que en tiempos difíciles y traumáticos, como los que estamos viviendo, con una recesión económica global, una pandemia que nos tiene apergollados, se imponen recortes presupuestales, un dato contradictorio porque es cuando más se sugiere incurrir en el pulimiento de la comunicación organizacional. En un sentido, las "mañaneras", como ejercicio de comunicación, se ajustan a las expectativas comunicacionales del adecuado manejo de una imagen institucional en tiempos de crisis y es explicable el afán de recorte a áreas como las relacionadas con el INE; pero, por otro lado, es contradictorio porque, si lo que se pretende es aprovechar el impasse para afinar "como anillo al dedo" los fundamentos democráticos del país, las decisiones tendrían que ser más congruentes con la finalidad y, en cambio, estos plumazos organizacionales derivan en gastos de comunicación e imagen necios.

Un gobierno de veras sensible a la economía, a la austeridad, al despilfarro, tendría que unificar el criterio de imagen institucional por uno específico y exclusivo que hablare no del partido o las personas en el poder, sino de México en su totalidad. En este sentido, el único cambio coherente hecho por AMLO es el referente a la reestructuración organizacional de las Fuerzas Armadas, algo que hacía décadas se hacía necesario para las mismas y para dar certitud a sus miembros tanto como al sistema de seguridad nacional, so pena de las sospechas que pudiera prohijar sobre el presumible mayor afán de control.

La imagen institucional importante debería ser la del país entero y no la del gobierno, partido, dependencia de turno. Al final, México es como cualquier empresa y ninguna que se precie de su solidez y sustentabilidad (sostenibilidad aplica a lo ecológico) hace modificaciones, transformaciones drásticas en logotipos, colores, diseños, valores, inventando, fusionando o eliminando direcciones, etcétera por puntada del CEO del momento.

Marcas que dejan huella

Por algo se pensó décadas atrás en el desarrollo de una "marca México" que nunca ha llegado a cuajar del todo por culpa de los intereses políticos, más que económicos.

En un artículo añejo aquí califiqué las típicas provocaciones del hoy presidente como "Arietes marca AMLO" y no me equivocaba. Esa es la marca de este gobierno.

Cada candidato y cada partido busca pervivir en la memoria efímera del período a su cargo, dejando un sello distintivo; y si bien es parte de su derecho personal o institucional, según el caso, no deja de ser una monserga que conlleva obligaciones que podrían moderarse para un bien común, pues con ello incurren en gastos elevados en cambio de papelería, logotipos, colores, y un muy largo etcétera comunicacional que, por otro lado, sí, da trabajo a diseñadores, impresores, publicistas colegas míos y muchos más.

Pero, piensen lo que nos ahorraríamos si desde el poder federal se decretare, en vez de las ocurrencias de uno como si resultado de la ociosidad: "¿Ora qué hacemos Molcas?", hacer una sola imagen unificada de país, adoptada por todos los estados, dependencias y niveles de gobierno, con la única salvedad de los rasgos distintivos propios de cada cual (no de cada partido o el gusto del gobernante en el poder). Es decir, los mismos colores para todo, los mismo patrones, pautas, tal como está previsto en la Constitución para los símbolos patrios, solo que extendiéndolo a todo y no bajo la óptica de un presidente específico, cada seis años o cuatro o tres, según el nivel de gobierno o la legislatura de turno. Económicamente hablando el ahorro sería sustancioso, se invertiría en una imagen y una identidad como país, estado, municipio, capaz de consolidar lo que somos hoy y atravesar el tiempo. Es momento de dejar de ver los estados de cuenta del predial como un volante propagandístico al modo como los reyes y emperadores plasmaban su efigie y triunfos en la acuñación de monedas, si bien en ese tema, el dinero en tanto signo y símbolo es "otro boleto" apasionante sobre el que escribiré en otra ocasión.

De nuevo, preguntémonos, qué definición de país tenemos cada uno. Hemos vivido bajo al argumento de ser una sociedad apuntalada en un mosaico cultural nutrido con una colección de culturas indígenas permeadas por la conquista y la colonia, tanto para bien como para mal, con la influencia española, estadounidense, católica, china. La corrupción ya existía en tiempos prehispánicos como ahora y es un cuento plantear la peregrina idea de que se la borrará como si nada. El concepto del "mexicano enano" ha sido revestido con eufemismos gazmoños que disimulan la podredumbre de nuestra sociedad. Si antes fuimos la imagen del campesino sentado a la sombra de un sombrero de ala y recargado en un nopal, chingón hijo de la chingada, jodido bienaventurado entre los jodidos, entonces cuál es la imagen que ahora queremos dar, ya no solo al resto del mundo sino a nosotros mismos cuando ya no somos del todo indígenas, ni castizos, ni criollos, y sí, sin duda, mestizos. ¿Acaso la de un país administrado por un presidente que goza mirar su efigie de trapo como muñeco de vudú? ¿Quién le hincará los alfileres para curarle las dolencias mientras sus decisiones lo ponen a cada rato a la mesa para comer el antojito junto a los otros muñecos y títeres del closet infantil?

El presidente afectará el carácter de la compañía más de lo que puede querer admitir. Ese efecto será influido por su tenencia del cargo, el carácter prexistente de la compañía, su personalidad y su esfuerzo consciente por desempeñar un papel positivo en la configuración de la compañía. Sólo el último factor es verdaderamente controlable. Un esfuerzo positivo del presidente ayudará a crearle a la compañía una reputación más amplia, más positiva, que tenga ventajas nítidas, distintas.

[…] Como presidente, usted afecta el carácter de su compañía [país] y la forma en que esta es percibida, más que ninguna otra influencia. Esto es válido independientemente de su estilo de gerencia. Sea que opere con una alta visibilidad […] o que prefiera trabajar calladamente, tras bambalinas, a través de los demás, está configurando la personalidad de la organización entera. Esto lo hace de dos formas: a través de las decisiones que toma, de las prioridades que establece, de la estructura de su gerencia y, lo más importante de todo, a través de su personalidad y estilo. Esta última puede ser una influencia mucho mayor de lo que usted querría reconocer. Gústele o no le guste, esta función es una parte tácita de todo contrato de trabajo para el cargo de presidente. Mire hacia atrás y recuerde cuánto tiempo gastaron usted y sus colegas, como equipo de gerencia, tratando de descifrar al jefe. ¿Hacia dónde estaba conduciendo a la compañía? ¿Qué lo irritaba? ¿Qué lo impresionaba? Todas esas eran preguntas que usted tenía que considerar para ir forjando su carrera. La siguiente generación está tomando nota de sus señales en la misma forma.

Esta influencia estará allí, sea o no sea usted consciente de ello. Y no se irá aunque intente ignorarla. Usted tiene la posibilidad de elegir, reconocer ese papel, controlarlo y usarlo para beneficio de la compañía [país], o evitarlo lo mejor que pueda. Eso puede hacerlo por algún tiempo optando por creer que el carácter de la compañía [nación] es algo que heredó, que está implícito en la estructura, y lo cual tiene que aceptar. Esa visión tiene cierta validez cuando es la primera vez que se hace cargo de la dirección de una compañía, pero al final su influencia personal prevalecerá [GARBET, 1991: 216-217]

Los traumas de AMLO no tienen por qué ser los mismos del resto de los mexicanos. La pobreza extrema, la segregación étnica y de clase más que solo racial, el abandono del campo, la medianía procesal jurídica, son algunos de los traumas que nos aquejan como sociedad. ¿Son suficientes, terapéuticamente hablando, como para mandar al diablo las instituciones y cortarnos las raíces de lo que fue para instaurar lo que uno cree pudo haber sido?

Mirar atrás puede ser tan malo como positivo. No todo tiempo pasado fue mejor, como no toda promesa sobre lo porvenir supone una panacea salvadora. Y viceversa, no todo lo de ayer fue para nuestra perdición y merece escarnio y olvido, como no todo lo presente y futuro han de tomar como causa esa finalidad de corregir lo anterior.. Lo hecho, hecho está. Mirar hacia adelante requiere valentía. Ya basta de acusar a los que antecedieron, de patear los escombros y de martillar las paredes en busca del tesoro escondido. No hay nada nuevo bajo el sol y ningún presidente, por bien intencionado que sea, puede tapar el sol con un dedo flamígero.

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Referencias

  • IND, Nicholas. La imagen corportativa. Díaz de Santos, Madrid. 1992
  • GARBETT, Thomas F. Imagen corporativa. Cómo crearla y proyectarla. Legis Editores, Bogotá, 1991.
  • MORA / ORTIZ / ROMERO Apis, Tere / Irma y José Elías "Opiniones sobre la suplencia presidencial" (extracto de carpeta de análisis informativo y de opinión, 2001). H. Cámara de Diputados. Servicios de Investigación y Análisis / Análisis de política interior. Sin fecha de publicación. Consulta: 2 de enero de 2021 desde http://www.diputados.gob.mx/sia/polint/dpi37/6opinion.htm#:~:text=El%20primero%20es%20porque%20no,El%20cuarto%2C%20por%20impedimento%20mental.