Voto Blanco e ingobernabilidad. Un tema que algunos evaden

junio 11, 2009 Santoñito Anacoreta 0 Comments

(Publicado originalmente el 6 de junio de 2006 en mi blog VETA Personalhoy ya con otros contenidos y ubicado en otra dirección; luego el 10 de junio en la versión anterior de este blog de ahora, en Wordpress.
Adicionalmente publiqué un par de podcasts en 2009 al respecto de este tema y para aclarar el origen de lo que se dio en llamar "movimiento anulista". Dichos podcasts pueden ser escuchados en estos indicios y aquí)

Como más de 900 mil mexicanos, recientemente recibí mi nombramiento como funcionario de casilla para el distrito en el que habito. Igualmente se me capacitó para efectuar mi rol adecuadamente y he descubierto algunas cosas que, estoy seguro, la mayoría de nosotros en nuestra calidad de ciudadanos desconocemos, en parte por natural ignorancia de los menesteres propios del proceso electoral y la ley, y en parte por desidia.

Bien, es momento de abrir los ojos a todos aquellos que como yo, no alcanzan a ver un riesgo real, latente y no poco probable de las elecciones en ciernes a celebrarse el próximo 2 de julio de 2006. Dicho riesgo es ni más ni menos la posible ingobernabilidad de México.

No trato de ser alarmista ni cosa parecida, solo referiré una serie de deducciones producto del análisis de dos hechos concretos y que en gran medida coincide con las observaciones de otros; con la diferencia de que en mi calidad de funcionario de casilla, especialmente como escrutador (contador de votos), me veré cercanamente involucrado en tal posibilidad como lo harán miles de otros en mi situación. Y esto lo explicaré mediante el planteamiento de tres escenarios probables derivados de los resultados de las encuestas actuales que indican la percepción de los electores sobre la carrera hacia la presidencia.


Un tema evadido

El primer hecho concreto tiene que ver con la posibilidad que otorga la ley electoral de emitir lo que en otros países se conoce como “voto blanco” y que aquí se ha denominado como voto por “candidatos no registrados”. Un tema que la mayoría de los analistas con voz en los medios masivos de comunicación no ha tocado o de plano evade.

Ocurre que todos aquellos indecisos o en desacuerdo con los candidatos registrados pueden marcar en su boleta electoral la casilla para “candidatos no registrados”. En dicho espacio pueden poner su nombre (si quieren ser presidentes o senadores o diputados), o pueden escribir “Cantinflas”, “Subcomandante Marcos, “Víctor González Torres”, “Dr. Simi”, “Perico el de los Palotes”, el nombre que quieran de la persona que crean digna de ejercer el cargo indicado en la boleta (presidente, senador o diputado). Pero cuando lo hagan deberán tener en consideración algo que nadie nos ha dicho, sino sólo los escrutadores sabemos (y no todos): mientras en la boleta hay una casilla para “candidatos no registrados”, en el acta que se levanta en la casilla hay un espacio para “partidos no registrados”. Es una pequeña gran diferencia este cambio de una palabra, a lo que hay que añadir que el espacio destinado para asentar el “partido” no permite anotar de cuáles o quiénes se trata, en el caso de ser varios.

Es decir, como escrutador estoy obligado a separar los “votos blancos” y contarlos como cualquiera de los otros, pero no hay posibilidad de desglosar los nombres anotados para elaborar una lista de “candidatos”. Estoy obligado a juntarlos a todos en una misma cuenta y tengo opción no obligada de desglosar el resultado en un borrador que no tendría validez legal a menos que fuere integrado en el paquete y debidamente notariado. La ley no prevé esta situación.

¿Qué significa esto? Para que lo veas mejor estudia la siguiente tabla. En ella expongo tres escenarios probables, simplificados y basados en las encuestas recientes, por lo que respecta a los candidatos registrados. Debajo de “otros” he anotado cualesquiera nombres para ejemplificar un desglose de “candidatos no registrados”.



En el primer escenario, la suposición es que el ganador para el puesto de Presidente de la República, por mayoría de votos sería claramente el Sr. Calderón. En el segundo escenario, la suposición es que el ganador sería López Obrador. En el tercer escenario, ganarían por mayoría de votos “otros”. Así lo consignaríamos los escrutadores en cada caso.

Digo que está en riesgo la gobernabilidad porque en los dos primeros escenarios, dada la distribución de los votos entre los candidatos registrados, a todas luces se observa que quien gane tendrá que pactar para gobernar sin ser afectado por la oposición, pues el bajo porcentaje en este ejercicio —que no contempla el abstencionismo estimado en un orden del 40%— muestra que estas elecciones dejarán como resultado un presidente con poca legitimidad. Esto de alguna manera es previsible tras el análisis de las encuestas independientemente de su factura o autor. Pero hay algo más.

El “fantasma” de la ingobernabilidad
En el tercer escenario, de ganar “otros”, la lógica obligaría a revisar el desglose y a partir de él resultaría que el ganador o es “Toño de la Vega” o una coalición formada por personas reales e identificables, además de personajes de ficción, alias o inclusive personalidades fallecidas. ¿Quién gobernaría?

Sé que tu reacción inmediata, querido lector, es aducir que este escenario es poco probable. Déjame decirte que no lo es tanto, para empezar porque, revisando los números, nuestro padrón electoral (con los defectos sabidos como que incluye personas muertas, homónimos, duplicidades, etc.) es de alrededor de 70 millones de votantes. De estos, conforme a las estimaciones de los estadísticos, alrededor de 13 millones caen en el grupo de los indecisos o “switchers” (para citar a De las Heras) o sea que representan el 18%, si a estos se suman los que se desencanten tras las campañas y decidan castigar a los políticos, el porcentaje podría elevarse a cerca del 20%. Lo que deja 80% para repartir entre 5 candidatos registrados. Equitativamente le correspondería a cada uno 16%. Como puedes ver, por sí solos, los indecisos pueden hacer que la balanza electoral se incline hacia la probabilidad de que nos gobierne “un fantasma” no registrado, a menos que todos se pongan de acuerdo y anoten uno y sólo un nombre, digamos por ejemplo el del actor Ernesto Gómez Cruz. Sólo así, el partido-candidato no registrado tendría cara, cuerpo e identidad reales y rastreables (a esto ha hecho su apuesta el Contador Víctor González Torres y, en su momento, Jorge Castañeda dirimió en tribunales internacionales).

Como la distribución de los votos, por sentido común no se efectúa equitativamente debido a las preferencias de los electores, la estimación es que entre los tres candidatos más fuertes se repartirá alrededor del 65% de los votos útiles (descontando el abstencionismo), es decir alrededor del 22% para cada cual con una diferencia de más-menos 8% como límite.

Segundo hecho a considerar. En Chile y otros países donde hay voto blanco, por ley está determinado que éste significa la anulación del voto, es una forma de abstencionismo registrado, un dato estadístico definido. En México, nuestra ley tiene enormes huecos al respecto, no define al “voto blanco” de ninguna manera aunque obliga a su conteo, por lo que efectivamente puede ganar la elección un candidato no registrado; pero cuando la identidad de este no es clara, no hay modo de legitimar al ganador si no es a través del juicio del Tribunal Federal Electoral (TRIFE).

Aquí viene el problema. Si de por sí la competencia está muy cerrada y se temen luchas postelectorales, impugnaciones y desacatos, imagina si gana un conjunto de candidatos no registrados no identificados (llamémoslos CANORNI, para generar una denominación que los empate con los OVNI). De inmediato los sí registrados se irían a la impugnación y las elecciones se dirimirían realmente en el TRIFE, algo que ya se está perfilando. Y qué decir de los CANORNI, tendría que establecerse cuál de ellos ganó.

En el ejemplo del tercer escenario, ganan los CANORNI con 28 votos a favor, y entre ellos, por mayoría de votos, Toño de la Vega. Primero habría que averiguar quién es este fulano. Luego, el candidato registrado Madrazo podría impugnar con base en que obtuvo más votos que el fulano (25 contra 11), pero no sólo él obtuvo más de 11. La lógica indica que omitir la mayoría de votosen cuanto conjunto (28 para “otros”) supondría una injusticia para Toño de la Vega, pero tomarlo en cuenta supondría una injusticia para los registrados. ¡Qué dilema! Y la ley no lo contempla y no se puede hacer ninguna reforma hasta que termine todo el proceso electoral.

En conclusión
Siguiendo el pensamiento del escritor portugués José Saramago en su novela “Ensayo sobre la Lucidez”, el voto blanco puede muy bien ser un instrumento en las manos del ciudadano para mostrar legal y legítimamente a la clase política no nada más su inconformidad con el sistema y el estado, sino algo más fundamental: la utilidad del voto inútil.
Hoy, la mayoría de los políticos hacen cuentas y malabares con el llamado voto útil, es decir el del votante que no se abstiene de emitir su parecer y su decisión, acertada o equivocada, en una boleta electoral. Este voto útil incluye al “voto duro” de los correligionarios y los simpatizantes aglomerados. Pero ninguno contempla al voto inútil, que implica una decisión y un mensaje ordenados y dirigidos, y que no es anárquico como el abstencionismo. El voto blanco, legalmente instituido, puede ser más que un mero dato estadístico, puede ser (como podría serlo en México el próximo 2 de julio) el fiel de la balanza que explicite a los políticos y a propios y extraños el grado de hartazgo de la ciudadanía o el grado de divorcio de la clase política respecto de los intereses de la nación y del pueblo.

Esto nos lleva a puntualizar algunas ideas cuya única pretensión es orientar al elector.


  1. La boleta electoral cuenta con seis espacios útiles, uno de ellos para el voto blanco aún no debidamente normado, pero que puede introducir un cambio sustancial en la forma como podrían resultar las elecciones del próximo 2 de julio.
  2. Es importante que sepas marcar debidamente tu voto, tu decisión, para lo cual te invito a que bajes y leas el manual para el funcionario de casilla ( http://www.ife.org.mx/portal/site/ife ), donde se especifica en qué casos cuenta el voto como válido. Además, debes estar preparado(a) para la eventualidad de que no lleguen los funcionarios, pues es probable que en el momento mismo de las elecciones se te invite a que ejerzas el rol. La ley lo establece. De pasada te recomiendo que revises la ley para que tengas claros cuáles son los delitos electorales en los que puede incurrir un ciudadano, funcionario o no.
  3. Si no estás de acuerdo con ningún candidato, en vez de abstenerse de votar, vota en blanco. Este se contará, pero…
  4. Si no te convence el sistema electoral actual, vota en blanco.
  5. Si no te convence el sistema, pero simpatizas con alguno de los candidatos o partidos registrados, entonces vota por el que mejor te parezca. Pero vota, no te abstengas. Recuerda que el abstencionismo significa desinterés, apatía, “valemadrismo” y no refleja descontento o inconformidad, estos requieren expresión clara e institucionalizada.
  6. Si estás convencido de los logros del sistema electoral mexicano, pero no simpatizas con alguno de los candidatos o partidos registrados, entonces vota en blanco y manda el mensaje de la necesidad de ajustar al sistema.
  7. 7. Si estás indeciso, porque ves en cada candidato o partido rasgos con los cuales comulgas parcial pero no totalmente, vota en blanco y ayuda al sistema a definir las tendencias y los perfiles de partidos y candidatos que te harían tomar decisiones más plenas y definitivas.
  8. Si te vale, no votes ni en blanco. Abstente, pero entonces no esperes que el sistema adivine tu pensamiento y tus preferencias. La ciudadanía se define mediante la participación comprometida en los diferentes procesos que conforman a la nación. Quien se abstiene difícilmente puede ser considerado ciudadano en activo, aun cuando tenga sus papeles en orden.
  9. Si votas en blanco, en la presente circunstancia, a menos que se dé un acuerdo generalizado sobre el nombre a anotar en el espacio respectivo, tu voto podría ser sólo un dato estadístico que habrá de evaluar el Tribunal especializado, y quizá gane tu candidato.
  10. En cualquier caso, siempre es mejor votar, decidir, que no hacerlo.

Finalmente, seguramente has visto las campañas publicitarias para invitar a la juventud a emitir su voto el próximo 2 de julio. Es una campaña agresiva y que trata de sorprenderte. No caigas en el engaño de una intolerancia disfrazada. Nadie, absolutamente nadie puede, en un país libre como México, negarte tu libertad de expresión. Por el sólo hecho de vivir (y por lo tanto padecer) en México tienes todo el derecho de decir lo que te parece y lo que no, de quejarte del sistema y de los políticos, aun cuando no hayas participado activamente en su constitución y elección.

Voto y voz son dos derechos indubitables, mas no mutuamente incluyentes o excluyentes. Tú puedes votar o no y aún así tener voz. Tu voto no es tu voz, ni tu rock (como dice el anuncio), aunque se trate de una decisión expresada. Se trata de dos actos distintos, si bien complementarios. Decidir y expresar. Pero la expresión, la opinión pública, nunca podrá ser regla a diferencia de la decisión.

También es una falacia el argumento que trata de llevarte a contrapelo del abstencionismo, diciendo que no dejes que otros decidan por ti. Eso necesariamente tendrá que ocurrir, votes o no. Porque, a pesar de tu decisión individual, democráticamente será la mayoría quien decida quién gobernará, estés o no de acuerdo. Una es la satisfacción personal por el voto dado en conciencia, y otra muy diferente la satisfacción popular.

Analiza las propuestas y las personalidades de los candidatos. Conócelos. Conversa con tus allegados. Contrasta ideas y obras y solo sobre esa base decide.
El dilema verdadero no estriba en votar o no votar, sino en cómo y por quién votar.

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