MUJER Y MITO

Esta entrega se me antoja para desarrollar una secuencia. No la numero porque aún no la planifico suficientemente. Valga a modo de idea suelta para un estudio más pensado que tiene como fundamento lo expuesto por Joseph Campbell en su libro El Héroe de las Mil Máscaras.
No entiendo por qué algunas mujeres se ofenden si se las califica cuales brujas, si todas lo son, no sólo unas cuantas. Todas. O qué, no parece suficiente magia el don de alumbrar. La sola palabra "alumbramiento" encierra toda la esencia encantadora, sobrenatural de la mujer sin importar si lleva peludos verrugones en el rostro o es una ninfa capaz de competir con Afrodita. En el centro de todo mito están las dos caras de la mujer. Generalmente la bruja provee de las pócimas curativas del cuerpo y el alma, enseña y proyecta la relación con la divinidad, cualquiera que sea su signo, mediante la oración, el sortilegio, el fetiche. Y, curiosamente, es la mujer sencilla, la común, la de belleza natural, la que se antoja inalcanzable, es esa la que da pie al mito al introducir al varón héroe en el laberinto de la aventura con toda su perdición y su salvación.
Así que, no se ofendan, damicelas y ogras, todas valen por lo que son, BRUJAS. A qué sean devotas, eso ya queda en su conciencia, en su oficio y en su profesión. Por lo pronto a nosotros no nos queda más que, como el héroe de los cuentos y los mitos, o amarlas o aniquilarlas; pero, como sea, quemarlas, pues a su ardor siguen las cenizas de las que surge y resurge el ave Fénix de cada nueva generación.

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