LAS BARBAS DE ERUVIEL

mayo 17, 2011 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Desde la anterior publicación no me había sentido con motivos suficientes para impulsar, catapultar esta "nueva" columna de Indicios Magazín-e. Y no es que faltasen temas, en la Zona Metropolitana más grande del país si algo sobra es justamente la variedad de tópicos sociales, políticos, económicos, y un largo etcétera. Quizá lo que tenía seca la pluma era la calidad del papel secante, demasiado absorbente para mi gusto.
Ahora, en cambio, cuando han dado comienzo las elecciones a gobernador del Estado de México, la tinta fluye más ligera al calor de los tiempos, aunque también seca más rápido y hay que estar remojando la punta más seguido.
Entre las ideas pendientes estaba la de definir este espacio. Ya está, será una columna por lo pronto, con aspiraciones a edificio. Algunos de los albañiles entrevistados para la construcción de la obra negra se han visto un poco retrasados en la tarea, pero seguramente, en cuanto pasen los efluvios de la Santa Cruz (que ya duraron un friego), estarán de vuelta para, con ahínco y enjundia, comprometerse a lecharear estos muros para una prístina comunicación.

Por lo pronto, y en lo que se van remojando los adobes electorales, tras brindar con un buen pulque con los maestros que edifican nuestro futuro con libros como tabiques de porosa conciencia y flaca memoria, traigo a colación la primera entrega de muchas más cuya intención es provocar, en el lector inmediato, el mediato y el colado, la reflexión, tal vez alguna sonrisa, una lágrima que caiga en la arena y cimbre la casa desde y por la que somos ni más ni menos que esto.
El ex gobernador interino del Estado de México, César Camacho, durante un reciente encuentro con connotados ciudadanos simpatizantes y militantes priyístas apoyadores del actual candidato Eruviel Ávila Villegas, en una impecable intervención oratoria de las que acostumbra, entre otras cosas dijo:
[...]los otros que generaron una gran expectativa y causaron la más grande decepción; los primeros que presumen ser demócratas y finalmente les gana su autoritarismo; los segundos, que se han achicado frente a los desafíos.
Tras su derrota de hace casi 20 años, ahora regresan a tratar de gobernar una entidad que apenas conocen y una población de la que ignoran prácticamente todo. No conocen San Juanico en Tlalnepantla o La Colmena en Villa Nicolás Romero; si despertaran en Chiconautla en Ecatepec o en Dos Ríos en Huixquilucan no sabrían cómo volver a su casa.

Les consta a los mexiquenses y a los mexicanos que pidiendo la solidaridad de la sociedad acabaron por darle la espalda a la misma. Sufrieron para encontrar candidatos; uno, sujeto a los caprichos de un necio con ínfulas de caudillo, otro que con grisura busca tender un manto que oculte la ineficacia y corrupción de su gobierno.
Los mexiquenses, sensibles y enterados, se van a dar cuenta que mientras los otros preparan una batalla, nosotros nos alistamos para una elección; en tanto que ellos buscan cómplices, nosotros tenemos aliados; mientras ellos suman rencores, nosotros avivamos la esperanza.
Ellos quieren el poder para servirse, nosotros procuramos oportunidades para la gente; quieren apostarle a la desmemoria, nosotros apelamos a la conciencia colectiva; promueven la democracia ingobernable, nosotros queremos la gobernabilidad democrática...
[... E]n la política como en la vida, la victoria no es producto de la casualidad, sólo la merecen quienes se empeñan en alcanzarla y le dan sentido sirviendo a los demás [...]
Hemos querido introducir en este México nuestro la democracia, vistiéndola con el traje de meritocracia. Pero he aquí que, como en el cuento del rey necio, ese es un traje que sólo puede estar hecho a la medida del justo; y, como se elabora con la tela invisible de la prudencia, quizá deberían los aspirantes a reyezuelos calzarse por lo menos los zapatos de la humildad, no vaya a ser que las piedras del camino les lastimen sus delicados pies.
Pues hay muchos que han servido a la ciudadanía montados con orgullo sobre la silla ecuestre de la banalidad, y los ha habido que lo han hecho andando descalzos entre los surcos del campo, y aún así la victoria no les alcanza ni para un duro.
Y es que eso de merecer es cosa ardua, ya lo enseña la parábola de los talentos; y no siempre del agrado del que, creyendo merecer más consigue menos y, viceversa, de quien sabiéndose indigno se sorprende de la recompensa meritoria y acomodado en las poltronas de la circunstancia y la oportunidad olvida el refrán que apunta: "cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar".
Dicha la fábula, sólo cabe esperar la respuesta del electorado para conocer cuál, de entre los candidatos más posicionados, es el Ceniciento al que le calzará el zapato del Estado de México, y cuáles quedarán como frustrados hermanastros.

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