Destinado a ti

octubre 04, 2014 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Por ahí leo el texto de una madre agradecida con la vida, no solo por tener un año más, sino por ser uno otro de disfrutar de la presencia, existir y compañía del fruto de sus entrañas que, considera ella --madre al fin-- la "eligió a ella como madre"...

Ya sé que no faltará quien me tache de insensible, pero la realidad es cruda y tarde o temprano los hijos afirmamos, con conocimiento de causa mucho más que creencia, que los padres y los hermanos no los elegimos e incluso al cabo de los años --decía mi padre-- los papás necesitan más de los hijos que estos de los padres. Pensar como esa mamá no es más que producto de lo que se llama pensamiento mágico y me hace recordar la maravillosa escena imaginaria en la historia del Pájaro Azul, de Maurice Maeterlink, donde los nonatos y por nacer están, unos felices y otros tristes, porque los padres y las familias a quienes están destinados no son lo que quisieran.

Nuestros padres y hermanos nos han sido dados, y puede ser que en algunos aspectos no sean lo que queremos. Los amigos nos eligen y los elegimos, los mentores nos son "impuestos" o los elegimos y sean lo uno o lo otro al final los aceptamos, rechazamos, recordamos u olvidamos. Así como con los gobiernos, cabe preguntarnos si tenemos los padres que nos merecemos tanto como si los padres tienen los hijos que merecen (en cantidad y calidad).

En la antigüedad, los etruscos, por mencionar una cultura, desechaba a los hijos que nacían baldados, deficientes, débiles. En nuestros días los protegemos o sobreprotegemos por considerar que tienen tanto derecho a vivir, aun con sus dificultades y limitaciones, como cualquiera. Esos hijos para algunos padres son vistos, aun cuando ya no se los sacrifique como antaño, como castigos; otros los ven como retos, y los que los toman por bendiciones.

Ese mismo pensamiento mágico me lleva a imaginar que mi gatita Micha me adoptó, que Los Tiripitín han llegado a mi vida por alguna extraña, paranormal, divina razón. Si fueran mis hijos, seguro no sería el padre que quizá ellos pudieran suponer, al menos por ahora no lo soy si me atengo a la circunstancia. Reflexiones como estas me acercan y alejan del misterio de la vida.

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