A otro Perro con Ese Hueso

febrero 25, 2020 Santoñito Anacoreta 0 Comments



LEO CON CUIDADO el interesante reportaje de la colega Nancy Flores, colaboradora de la revista Contralínea, y no me cabe duda: lo que no entienden algunos colegas periodistas es que las transacciones de orden publicitario, las estrategias de campaña publicitaria apelan, por parte de los anunciantes, a llegar a la audiencia, abarcar más mercado de audiencia, alcance, proyección, cobertura, por consecuencia venta para pagar a la runfla de empleados que hacen posible que la información, chueca o derecha, se difunda, se ocasione entretenimiento y las familias de esos mismos empleados tengan un mendrugo para nutrir a sus crianzas, y para ello es parte fundamental el prestigio de los canales, las firmas, las personas, independientemente o justo por su perfil y capacidad para atraer a las audiencias y formar opinión pública hacia determinado producto o servicio; y los políticos,desde hace añales, a ojos de la mercadotecnia, eso son: productos, consumibles, con una caducidad específica. No se diga lo contrario de muchos comunicadores sea en lo local, lo estatal, nacional o internacional.

Si la campaña establece que se hable de un determinado producto y la personalidad incluida (contratada) al efecto se ciñe a los lineamientos de quien lo contrata, entonces el "chayote" no es para el individuo tanto como para el medio para el cual labora y fija la línea editorial, lo que no es tampoco cosa del otro mundo ni para satanizar. El "chayote" en su definición más básica no es eso, sino el pago directo en moneda o especie al individuo en concreto, a la persona física, no a la persona moral. ¿O sí?

Aquí quiero recordar las atinadas conclusiones de uno de muchos estudios que se han hecho recientemente, tanto como 2015, acerca del papel de los medios en la formación de la opinión pública, concretamente lo dicho por la académica e investigadora Bernardette Califano:
Concebir a los medios de comunicación como actores políticos implica entender que no son simples intermediarios entre los hechos y las audiencias, sino actores sociales con intereses particulares. En su quehacer diario, los medios comunican su discurso a una gran audiencia en un proceso en el que entran en contacto con otros variados actores. Su capital simbólico principal reside en la concentración de “recursos de influencia”, que hacen valer frente a cualquier otro actor social con el que entren en conflicto.
Las organizaciones de medios pueden perseguir objetivos políticos mediante formas diferentes, una de las cuales es el logro de políticas públicas particulares relacionadas con sus intereses. Sus actuaciones pueden ser públicas (en la publicación diaria de la actualidad periodística) y no públicas (tanto en el proceso de producción de las noticias como en otros ámbitos de negociaciones políticas). El objetivo permanente de la empresa mediática es “lucrar e influir”, al que se subordinan los objetivos específicos diseñados en cada caso.
La prensa posee un triple papel en relación con el proceso político: como observadora, como participante y como catalizadora. Como observadora es narradora y comentarista de conflictos en que no se involucra como empresa; como participante es actora de conflictos cuando la firma periodística es parte involucrada, y como catalizadora puede influir sobre los actores no gubernamentales del proceso político.
Y no importa la tendencia, inclinación, filia o fobia, la ideología del periodista en cuestión. Negocios son negocios y cada cual ha de resolver su hambre, sea esta de poder, de comida, de fama, de lectores, de influencia, etc. Ahí tenemos ahora al mismo Polemón y a Sin Censura con Vicente Serrano y muchos más, hoy favorecidos por la línea actual del poder, aunque digan lo contrario y se den golpes de pecho y griten su pureza. Quizá en la austeridad republicana inaugurada por el régimen de Andrés Manuel López Obrador no puedan hacer contratos millonarios, pero su "chayote" está a la vista al enarbolarse, queriendo o no, en voceros del régimen en turno tanto como lo hicieron aquellos que hoy son señalados: Carlos Loret de Mola, Denis Maerker, Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Óscar Mario Beteta, y muchos más. Quizá aquellos resultaron más habilidosos en su negociación, quizá estos son más torpes y se invisten con ropajes de santidad. A saber.


Periodistas enfrentados en la lucha por el hueso

Con este comentario, aclaro, no salgo a la defensa de unos o de otros, sino pretendo poner el fiel de la balanza en vez de andar mordiendo a diestra y siniestra como perro rabioso que no se halla.

Que pueden definirse formas menos pervertidas de pagar la relación medios-poder económico, sí, se puede. Pero no se conseguirá con pesquizas puritanas. Porque tan perverso es tirar la piedra cuando no se recibe el estímulo, como arrojarla antes de firmar de recibido o hacerlo después de embolsarse el cheque o ante la promesa de sacar una tajada de parte del representante. Aquí nadie está libre de culpa.

Lo cierto es que hoy, en vez de abonar a la concordia y la legalidad, tal parece que las envidias de unos respecto de otros, así entre medios, comunicadores, políticos y partidos, el afán por montarse en los hombros de los cangrejos solo está logrando hacer insípida sopa de jaiba, por no saber hacer un sabroso chilpachole.

Si la audiencia se quejó tras la creación del Sistema ECO—creado Jacobo Zabludovsky, otro estigmatizado por la "izquierda" y, sin embargo, con quién más a gusto se sentía AMLO al dar entrevistas—, porque resultaba excesivo un sistema de noticias 24/7, hoy, abusando de las redes como hacen, entre otros, Sin Censura con Vicente Serrano (que ya harta su constante bombardeo de "noticias" y comentarios insidiosos en Twitter), resulta sintomático que hoy suceda lo contrario y hasta parezcamos adictos a semejantes contenidos, independientemente de su calidad discursiva. Como he dicho, los que ayer fueron acusados de medrar, o ya no están o fueron sustituidos o en vías de serlo por parte de los que ayer acusaban tal cosa. En esto, la navaja de Ockham hinca su filo con sutil precisión.








Cuando el hambre de rating aprieta

La cacería de brujas es lo de hoy y México ya lleva un año convertido en un mal remedo de Salem y la vieja URSS, con purgas soterradas, inquina y divisionismo por donde se vea, bajo la máscara de una supuesta "cuarta transformación". Digo "supuesta", por la manera como la pintan sus actores, porque sí, es verdad que estamos viviendo, mundialmente una cuarta transformación muy dolorosa que pasa, primero, por el desmantelamiento del viejo orden del capitalismo real, las nuevas tecnologías de comunicación y la construcción de nuevas formas de relaciones sociales mediante la recuperación de valores determinados. Y, lo peor, el ciudadano del día a día, vulnerable, cae con singular gusto en la trampa propagandística de la transparencia, formándose en la fila de su antojo: la de la descalificación constante del otro o la del terror asociado a los efectos del crimen organizado.

Por supuesto, esta es una primera impresión de mi parte hacia lo que ya viene ocurriendo desde mediados del año pasado; aseguro, no será la última. Solo venía esperando a que se asentara el actual gobierno para, o corroborar lo dicho en estos Indicios Metropolitanos desde 2007 o/y, además, ahondar en los análisis hechos desde entonces por este humilde plumífero. Ya entonces había anunciado, auguruado quién gobernaría desde 2018 y ahora afirmo: tendremos dos sexenios de MORENA, tal como sucedió con el PAN. Nuestro sistema político mexicano está pensado y estructurado de tal forma pendular.

Cierro solo cuestionando, ¿y Carmen Aristegui con su Aristegui Noticias? O qué, ¿a qué esquema publicitario se ha ceñido su equipo de mercadotecnia?

Es claro que las estrategias mercadológicas no sólo apuntan a señalar lo positivo de algo. Poner el dedo flamígero hacia lo negativo también da raiting como queda expuesto en la publicación de SDP, un medio otrora lopezobradorista. Y se antoja escribir un epigrama:

En el juego de pisotones,
quienes más se quejarán siempre
serán los que no sepan limar
sus incómodos espolones.


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