Actitud estética para la libertad de expresiónAnte los embates del ambiente, las
emociones experimentadas por cada persona son relativamente incontrolables, pero no lo es así la
forma expresiva elegida para canalizarlas y demostrarlas abiertamente. El beso no contiene la emoción, la expresa. Y hay tantas formas de besar como matices emocionales asociados. ¿Quién tiene el instrumento capaz de medir la
subjetividad de los actos emotivos?
En la medida que una persona desarrolla una
actitud estética, es decir
sensible, frente a las cosas y sus semejantes, abre la posibilidad para la ampliación de recursos adaptativos y por ende expresivos. Todas las palabras cumplen con un
objetivo adaptativo y por ello no se las debe temer ni hay razón para su repulsa. Al contrario, obligan a su
comprensión esmerada si se quieren evitar fallas de
interpretación.
En
México, los mexicanos (y no sólo el tránsito, como apuntó
Zabludovsky) somos un
desmadre. No hay autoridad que nos contenga o nos someta al orden y la disciplina. Nuestra democracia incipiente raya en la anarquía. Retamos al que se nos pone enfrente, ponemos en duda las razones de estado, el control lo vemos como represión, y la represión la revestimos de método libertario. Somos una fiesta constante, embriaguez de los sentidos ante la muerte, el amor y la crisis .
Así, la manifestación pública es un desmadre tanto como las finanzas públicas. El cinismo político termina en desmadre. La
mezquindad mesiánica desmadra las buenas conciencias. Los golpes de pecho desbordan la
intolerancia correligionaria sin importar su signo. El
exceso está a la vuelta de la esquina, todos los días, de distintas maneras, con varias facetas:
corrupción,
inseguridad, cochupos, mentadas, agandalle, mentiras, promesas exageradas,
desempleo,
desregulación,
reformas y parches legislativos, etc. No deja de ser sintomático de la
irresponsabilidad implícita en nuestro
desmadre mexicano incluso la doble cara de nuestros connacionales emigrantes que, una vez en Europa o EE.UU., se comportan como niños buenos (no todos, claro) en espera de su estrellita verde, mientras cuando regresan (si regresan) momentáneamente a su terruño en Oaxaca, Zacatecas o Michoacán, presumen su nuevo estatus y acentuando su
prepotencia, tras la cual radican sus complejos, desacatan normas como liberados y hacen y deshacen impunemente.