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Normalidad inexistente


UN INDICIO ES, este, de hace dos meses y que hoy, al irse recrudeciendo la pandemia con sus efectos aunados a la recesión mundial y lo que se avecina, empieza a hacerse viral en redes sociales.

Lentamente, la cada día más amplia difusión de este tema musical intitulado "Que vuelva" del compositor andaluz Juan Valderrama (no el único, por cierto) se presenta al público en general desde mayo como un punto de vista a la vez desesperado y esperanzador salido del ánimo del encierro y el estanco. Afirma su optimista autor:

«Cada día está más cerca el final. La meta ya se ve y aunque cansados y doloridos la cruzaremos juntos. Volveremos a ser los de siempre; con cicatrices profundas y el recuerdo siempre presente a los que ya no están, pero nada ni nadie nos va a quitar nuestra esencia de pueblo que se abraza, se besa y celebra la vida como ningún otro sabe hacerlo».

Esta canción está dedicada a nosotros mismos, y a todo eso que tanto echamos de menos, porque a pesar de todos nuestros defectos y nuestras diferencias, somos un gran país. Por eso saldremos adelante y seguiremos siendo ese lugar donde la gente es tan feliz que a veces olvida la suerte que tiene. Quizá aprendamos a valorarlo y a valorarnos un poco más.

No cabe duda que el arte también se ha visto afectado de manera importante por la ansiedad y la angustia. No obstante, a contrapelo de los augures, las estadísticas y los datos duros de la realidad, el afán por crear y recrear no cesa en muchos de nosotros.

Algunos de los que nos dedicamos a escribir (en mi caso poesía, de manera especial, y no nada más) o nos sentimos pasmados, abrumados y con dificultad barruntamos letras, palabras sueltas en la página en blanco, sintiendo una orfandad sustancial; o, al contrario, nos desbordamos en hilos de palabras que tratan de poner un relativo orden al sentir y al pensar, sea en forma de prosa, de narrativa de ficción o crónica del diario acontecer. O nos extraviamos en el infame ocio proyectivo fundamento de Tik Tok con mensajes repetitivos, absurdos que más parecen el clamor de gente que quiere que se sepa que aún existe "normalmente".

Por lo que a mí toca, trato de llenar mis vacíos como nunca antes y algo pasa que nunca lo consigo preocupado como estoy con el diario sobrevivir. Mi frecuencia en la publicación de estos indicios tanto como de contenidos para mis otros blogs está supeditado a tener claridad de mente y hoy, acaso la consigo si logro conciliar el sueño o cuando armonizo mis ansias de la vida real con mis sueños de mi vida virtual en Second Life.

La literal hambre se empata entonces también con la metafórica inopia y la ausencia de abrazos y de ese contacto físico, esas presencias que, como dice la canción, dan a nuestra existencia sentido, significado.

¡Y ya quisiera uno que cantando se fueran las penas! Y a veces se van y vuelan; pero, vuelven como ahora no, en cambio, los motivos que nos sostenían.

La normalidad nunca ha existido. Siempre ha sido una ilusión supuesta por los que gozan de imaginar situaciones donde todo lo tienen bajo control. Normalidad, puntualidad... ¡Puros pretextos para joder al prójimo so pretexto de la "responsabilidad"! En los detalles de la relatividad están el demonio y su regalo prometéico: la libre volición, lo que nos hace humanos, si hemos de traer a cuenta a Nietzche y sus sutiles enseñanzas en Ecce Hommo.  Porque si hacemos oídos a los necios, time is money y todo lo que queda en los extremos de la curva normal es visto más como monstruosa anomalía en vez de como la excepción que confirma la regla, no viceversa. Así que hablar de una "nueva normalidad", el súper hombre renovado, recargado, contrito en el límite de lo que le es posible como normal posterior a la pandemia es bordar en un tejido inexistente, es tramar entre la urdimbre del aire, construir castillos de arena con las nubes.

La normalidad en todo caso se ciñe al ahora; pero, un ahora anclado en la memoria de lo que se ha sido y fue y no se repetirá de la misma manera, como el río de Heráclito o la Barca de Teseo. En mi caso y este instante y para ti también que posas tus ojos en estas líneas, la normalidad es este tren de letras sin más rumbo fijo que la idea de hacerse inteligibles no en tu cabeza tanto como en tu corazón y el mío.

Y no me importa si eres hombre o mujer o miembro de un género inventado para justificar tu normalidad inexistente y para incrustarte en una normalidad que aquellos y esotros nos venden como novedosa, liberadora identidad que apunta a más que ser impronunciable multiplicación de tendencias, inclinaciones o modas o modos de ser. Así, sin pausas ni respiros para eludir la trampa discriminadora y limpiar la puntuación segregacionista.

Digo esto por que me nace del alma anhelar que vuelva, que vuelva a mis dedos la poesía que por momentos me abandona entre las garras de mis siete gatos a los pies de mi cama reunidos, y desde donde me miran ronroneando, con ojos de soledad multiplicada que en el crepúsculo se asoma dispuesta a hacer equilibrio entre las sombras.

Anoche miré una estrella, en este cielo que ya apenas la civilización permite con sus luces vislumbrar. Y la miré fijo. Y pensé en las conjunciones acumuladas por siglos. Y en las conjunciones de ideas entrelazadas entre las noticias y los silencios, entre ejercicios bélicos de esos contra China, y de aquellos contra Hezbolá, y de Moderna y Astra Zéneca, enfilando baterías contra un coronavirus cuya normalidad inexistente sin embargo existe, a pesar de Galileo. Y pienso entre conjunciones y me digo y me recrimino y me muerdo lengua y labios y huevos, para no decir a Trump o AMLO que son... yes griegas que se multiplican berrinchudas en caprichos de malcriados por el sistema. Y veo así al capitalismo morir entre estertores ocasionados por la inquina de la codicia. Y veo que somos en el mundo tantos que, en medio del insomnio, rezo para que Dios se acomida de nosotros y nos mate de una buena vez por ventura de lo que hemos dejado de planeta. Y que venga de nuevo una Gran Guerra que nos merme y reduzca ¡más que a simple polvo!; pero, que nos deje quizás en calidad de brizna; para de veras aprender a perdonar sin volvernos pretexto del olvido. Y anhelo entonces como Dorothy volar mediante la vorágine al encuentro de la extraterrestre bruja que justifique mi hallazgo del país de Oz y reencontrarme con mi amado Toto.

Hace unos días una familiar me conminó a escribir esa novela a partir de las historias de la familia, ese "best seller" potencial y que vengo barruntando desde hace 20 años. Entonces la conjunción da paso a la disyuntiva y dudo: o muero en el intento satisfecho solo en el honor y el ego o muero por causa de la desidia o muero herido por la frustración de, otra vez, escribir en el cielo al que ya casi nadie mira si no es que acaso se hace uno evento extraordinario, ovni o fenómeno atmosférico asociado a alguna clase de torcida conspiración del destino.

Pero, al adverbio entonces le sigue la preposición normalizadora. ¿Para qué escribir todas estas líneas? ¿Para expresar un desahogo que a nadie importa y deja nada a ninguno que hubiera podido llegar hasta este signo? Cabe el silencio desde las entrelíneas y contra la ortográfica presunción de lo normal y perfecto. Tras el estallido sobreviene la sordera. Sobre la muerte, el regocijo de unos y la tristeza de otros y la indignación de los de allá y la irá de los que tienen enfrente. Desde el verbo, ese que fue en el principio para de inmediato dejar de ser, la nada se instala so pena de volverse algo, si no lo restante de un todo que es simiente de mañanas, gramática y ya.



El miedo era oportuno antes...



"El miedo era oportuno antes, cuando conservábamos la esperanza"
Jean Paul Sarte, A puerta cerrada

COMO DIJE EN un video que transmití en vivo recientemente, la "creación" de un villano común y general, de mayor potencial aniquilador que el terrorismo, es la perfecta justificación para implementar medidas restrictivas, coercitivas. Todo es "por nuestro bien". Las autoridades, aun cuestionables en sus aspiraciones políticas y morales, en la ejecución de los planes de contingencia encuentran la palestra para erigirse héroes decisorios del futuro de nuestro desarrollo.
La corrupción que se quiere combatir va más allá de la corrupción en los ámbitos gubernamentales, institucionales, empresariales, pasa por arrasar la corrupción individual, mental, emocional, moral, sexual...

Contra lo que alguien puede pensar, y poniendo en cuestionamiento las posturas conspiracionistas tanto como las integristas, para reconstruir muchas veces hace falta destruir y no bastan una o dos o tres "bombas" que acaben con unos pocos miles, o un virus que infecte a millones.

La situación actual establece los indicios para la construcción de un discurso y un significado sociales basados ya no nada más en el  miedo a lo otro, sino al miedo a lo que hay dentro de uno orgánica y psicológicamente. Hoy ya no nada más comprendemos que el infierno son los otros, sino que el infierno está en nosotros.

En su libro "Los extravíos de la Libertad", Pierre Grimal anotaba, examinaba ya en la última década del siglo pasado un dilema que siempre se ha impuesto sobre el ser humano a lo largo de la Historia: ¿libertad o muerte? Es lo que se pregunta Hamlet en su cuestionamiento sobre ser o no ser: "¿Morir, dormir? Soñar tal vez". Y es lo que nos pone enfrente Calderón de la Barca al reflexionar: "¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ficción, una sombra, una ilusión, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".

Alguien me decía hace muy poco que "este virus covid-19 es muy sabio, nos está dejando muchas lecciones". Y ahí está la ficción, el dotar de una inteligencia a una entidad que de la vida solo contiene el ARN puede resultar excesivo, pero es una metáfora de nosotros mismos.

Hoy muchos aquilatan los valores familiares, las instituciones enviadas al demonio, desgajadas, rebasadas por una sola cosa: el miedo. El miedo que es paralizante y la parálisis que es necesaria para la instauración de un nuevo orden. Es un factor entrópico. El caos que da pie al orden y que me da pie para este nuevo video que, mejor con mi voz, complementa y acomoda, organiza mis pensamientos hasta aquí apenas introducidos.


Hacia el nuevo orden mundial y la verdadera Cuarta Transformación


DE LA MANO de mis contenidos compartidos recientemente en Facebook y que he incluido también más abajo en esta entrega, todos relacionados como se puede colegir, está un tema fundacional, transaccional, transformador.

Más de una vez he dicho allá y aquí en mi blog que la verdadera transformación no es la que han mencionado y prometido a través de sus discursos el presidente mexicano o Trump o quien tú, amable lector, quieras mencionar. Es mucho más profunda y de mayor alcance. Estamos experimentando un tiempo sin precedentes por donde se lo quiera ver e interpretar. Y cada punto de vista, perspectiva y lectura, atendida de manera suelta, sin considerar el contexto, abona a la confusión. A la confusión de las creencias basadas en la literalidad de los paradigmas. A la confusión del descrédito a que mueven sus contrapartes paradójicas basadas, como lo establece la misma etimología de la palabra, en el dogma y la dotrina. A la confusión de los datos secos y multifacéticos.

Para proteger a la familia es necesario ascender a otro nivel de familia

Muchos de ustedes y yo hemos criticado con dureza al presidente Andrés Manuel López Obrador como a otros gobernantes sobre todo por lo que salta a la vista, la evidencia; por causa de lo que suponemos verdad lacerante de nuestros populares intereses en contraposición de los otros intereses, los de quienes detentan alguna forma de poder; y puede que tengamos más de una razón para ello. Sin embargo, en parte de la aparente indolencia de nuestro mandatario hay también razones de peso que justifican su proceder; hay motivos detrás del discurso que, cuando se lo pone en el contexto planteado por los videos que muestro acompañando estas líneas, cobra otro significado. Y esto que digo no implica una apología o claudicación de lo que pienso y siento, sino más bien ofrece un atajo distinto desde el cual abordar los acontecimentos con sus dichos y sus hechos.

No hay un líder mundial que no esté hoy, más o menos, trazando mensajes en la misma idea conservacionista y aun así deslizando una postura neowdarwinista con toques de naturalismo rousseauniano para la que la evolución humana, en el siguiente estadio, habrá de ser subsumida dentro del orden planetario. El hombre debe ser uno con la Naturaleza, sufrir del miedo a la propia extinción por efecto de su estupidez, para hacer conciencia de su verdadero rol como especie y actuar consecuentemente y en la medida de su responsabilidad.

No se trata de promover ni de prohijar temas o planteamientos eugenésicos, aunque estos se hallen implícitos en la necesidad misma de conservar cierto orden. Pero, así como la riqueza generada por un sistema de capitalismo real –contraparte del ya rebasado, extinto en 1989, socialismo real– ha sido mal distribuida por motivo de la codicia no por fuerza de unos cuantos, sino de todos, siempre aspirantes a tener para ser, en vez de ser para tener, todos esclavos del querer; así, también, voy diciendo, la distribución humana ha llevado al planeta en tanto sistema a provocar una variedad de desequilibrios. Desequilibrios que pasan por el choque de especies, el choque de civilizaciones, de creencias, de formas de vida, de procederes.

Acumulamos sin beneficio común. Explotamos recursos renovables y no renovables a mansalva, cancelando o complicando posibilidades, relaciones, afectos sin detenernos en otra cosa que no sea la propia satisfacción. Consumimos ya hasta las almas y las leyes las hemos convertido en pretextos, en capas de una cebolla que, en su corazón, alberga los motivos reales de nuestras lágrimas.

Coronavirus, orden mundial y expectativas de futuro

Al margen de teorías conspirativas, que pueden o no rozar la verdad de las cosas, y de lecturas y reflexiones que cada cual o determinados grupos pudiéramos hacer acerca del asunto del coronavirus llamado COVID-19, sus antecedentes, sus efectos sobre la población, la economía, la sociedad, un mensaje de corte motivacional como el siguiente elaborado por el cantante y actor cristiano oriundo de Venezuela, José Luis Rodríguez "El Puma", nos muestra que la actual experiencia traumática que afecta al mundo tiene que ver con una "guerra" de muchos frentes.


Tenemos claros los frentes económico, social, geopolítico, ecológico, de salubridad, científico, ideológico, educativo, tecnológico, militar, legislativo, informativo; pero, la batalla también se está librando en la trinchera espiritual, afectando los campos de las emociones, de la ética, la moral, revalorando los derechos y las obligaciones, contrastando la realidad versus las percepciones y las creencias; el conocimiento frente a la ignorancia; la fe frente a la desconfianza; la avaricia y el egoísmo frente a la solidaridad, la caridad y el desprendimiento.

No fue gratuito el llamado del Papa Francisco el 12 de septiembre de 2019 a efectuar el 14 de mayo de 2020, en Roma, un pacto para una educación que enfile a las nuevas generaciones al nuevo orden mundial, no como secuela sino como paso fundacional siguiente a la Declaración de Abu Dhabi, efectuada "sin crear ningún tipo de sincretismo", según las palabras del cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, pero con la mira puesta en el concurso de los credos hacia un transhumanismo ecuménico. Y tampoco han sido gratuitas las interpretaciones que algunos pueden dar, chuecas o derechas, mesuradas o escandalosas, al trasfondo de su mensaje como son el caso del pastor evangélico Jorge Aguilar o el del pastor rabí de la Kehila Mesiánica mexicana Gozo y Paz, Dr. Javier Palacios Celorio, señalado por sus contrapartes cristianas y judías de hereje judaizante, por mencionar a dos ejemplos.


Claro que ahora, dada la circunstancia a que orilla la pandemia, uno se pregunta si tal encuentro vaticano se llevará a efecto como se propuso o si también sufrirá de la censura y la enclaustración como ya sucede con partidos de futbol o ceremonias eclesiásticas, o si se recurrirá a las bondades tecnológicas como hiciera el Grupo de los 20 en su reciente reunión en la que participó por primera vez Andrés Manuel López Obrador cuya anunciada "austeridad republicana" y su "combate a la corrupción" parecerían hoy, vistos con el tamiz del tiempo, preparativos para lo que aun está por venir, según algunos analistas, desde abril, cuando la recesión mundial comenzará a profundizarse y  se enfilaría el probable fallecimiento del 10% de la población mundial (cifra que se antoja exagerada, pensando que ya somos más de 7 mil 625 millones de personas), es decir  por causas asociadas directa o indirectamente al coronavirus en cualquiera de sus dos supuestas cepas conocidas (una más comentada que la otra).
Foto: @lopezobrador_
En ese tenor, es comprensible que indicios como los señalados en la siguiente secuencia de videos ocasionen histeria colectiva:




Algo es cierto y esperanzador para unos: "Susana Distancia" llegó impertérrita de la mano del coronavirus para quedarse rigiendo, no separando nuestros cuerpos tanto como nuestras almas ya de por sí ensimismadas. Pero, para otros, ella es sólo ave de paso, paloma enviada en medio del desastre para volver con un contrito mensaje de esperanza y reconciliación, lo digo utilizando la misma imagen que el propio Papa Francisco empleó para subrayar el significado de la declaración de Abu Dahbi (véase desde el minuto 43:58).



La familia, piedra miliar de la civilización

Foto: AP y EFE
Que ocurriera esto entre Navidad y Pascua, ¿pudo ser mera coincidencia?

Se habla, se imagina, se propone, se teme un nuevo orden mundial, uno donde no seremos más lo que fuimos. Y esto ya algunos lo avisoramos desde finales del siglo anterior; y nos llamaron enajenados, que estábamos en el yerro. Pero, nosotros salimos de la cueva, mientras los demás vivían fascinados con los efectos de las sombras proyectadas en la pared de la misma. Y ahí están, adentro, en cambio, obtusos, revueltos, los autodenominados liberales y los tachados de conservadores. Ahí están los apocalípticos y los integrados. Ahí también la ignominiosa credulidad y la ruin y mezquina ceniza de los sueños a los que hemos renunciado, sacrificado al punto de convertirnos en un nostálgico afán devocional.

La imagen de un pastor sin grey también se prefigura como proyección de las llamas danzantes. Es soledad divina encarnada en lo humano; es abandono humano de lo que tenemos de divino.

Mas, al final, conforme avance la historia, este virus escoltado por los 4 jinetes: enfermedad, hambre, guerra y muerte, dejará poca huella pues, ya se sabe, el hombre es el único animal que tropieza más de dos veces con la misma piedra, como de alguna manera parodiada se nos quiso hacer creer que alertaba Vladimir Putin en un video falsificado y que, no obstante, más de uno tomó a pie juntillas porque e discurso en él se antoja creíble y que, a pesar de su falsificación discursiva aborda un tema que hoy es sensible, preocupante y es visto como la solución a nuestro actual problema existencial.


La coincidencia temática entre estos contenidos aquí compartidos encuentran su síntesis en planteamientos similares hechos por los más diversos mandatarios y políticos que enfatizan el papel de la familia aun como piedra miliar, institución raíz de lo que somos:


A veces es necesario destruir para reconstruir. "El nuevo orden mundial ni es nuevo ni ordenado", opina el internacionalista Andy Stalman.
El primer uso de la expresión nuevo orden mundial aparece en el documento de los Catorce Puntos del Presidente norteamericano Woodrow Wilson después de la Primera Guerra Mundial para la creación de la Liga de Naciones. Este nuevo orden se refería al comienzo de un nuevo período de la historia en el que se manifiestan cambios profundos en las ideologías políticas y en el equilibrio de poderes.

Unos sesenta años más tarde, esta expresión volvió a los titulares de los medios, especialmente con el final de la Guerra Fría. Los entonces presidentes de Estados Unidos y la Unión Soviética, George H. W. Bush y Mikhail Gorbachev usaron el término para tratar de definir la naturaleza de la posguerra fría y el espíritu de cooperación que se buscaba materializar entre las grandes potencias.

Los últimos acontecimientos parecen marcar el comienzo de una nueva era para la geopolítica internacional. Estamos en presencia de un nuevo nuevo nuevo orden mundial (ya que sería la tercera vez que lo utilizaremos). Para algunos un nuevo (des)orden mundial.
Pero, si tomamos en cuenta a la transformación que sucedió con el industrialismo y derivó en la Primera Guerra Mundial, podemos comprender y ubicar los hechos actuales como la cuarta transformación de la que se nos ha hablado. Y sobre todo si tomamos en cuenta que, si los pronósticos de los expertos son acertados, estamos viviendo el final de la Era del Petróleo y nos quedan escasos 30 años para reestructurar y reconfigurar el orden planetario, ajustándolo para el empleo de las energías renovables y basar en ellas una nueva forma de capitalismo, más democrático, solidario, responsable, equitativo.

Es verdad que la pobreza jamás desaparecerá del todo. La lucha de clases, ya lo decía Carlos Marx está en los cimientos de toda forma de capitalismo y define nuestra esencia como especie y sociedad. Lo que sí podemos modificar y evitar es que las "sanas distancias sociales" no estén basadas en la segregación, sino en la discriminación como fenómeno adaptativo integrador, incluyente y no excluyente con miras a un control social no dictatorial sino solidario, no caritativo o paternalista, sino promotor del autodesarrollo; no basado en la meritocracia ni en la autocracia, sino en el empoderamiento horizontal y democrático.

Cuando la ausencia se hace presencia

Multitudinaria e histórica marcha de mujeres en CDMX contra la violencia de género, 8/marzo/2020.
Foto: Archivo Cuartoscuro, tomada de UNO TV

SI SOMOS CORTESES, solidarios, podemos decir: la ausencia de las mujeres en este #UnDíaSinMujeres, #UnDíaSinNosotras en protesta posterior, secuela del Día Internacional de la Mujer y la marcha multitudinaria contra la violencia de género, se hizo notar, se resintió su falta. Pero tal vez nos tachen de hipócritas.

Si somos crudamente realistas, la verdad es que nadie es indispensable, insustituible en esta vida, en el ámbito de la convivencia social, en lo productivo; acaso en lo afectivo, pero, sin duda no es igual en lo biológico a contrapelo de cualquier discurso político.

Si los hombres hiciéramos lo propio y dejáremos de asistir un día a nuestras labores, siendo como somos mayoría proveedora (que no mayoría de la población), a querer o no, hecho promovido y prohijado por ellas en su a veces artera conveniencia que las "victimiza", ¿las cosas serían distintas? Lo dudo, ellas ocuparían nuestro sitio y tan mal o bien, mejor o peor que cualquiera de nosotros, jalarían o empujarían la carreta. ¿De verdad hicieron falta en las empresas o para resolver las calenturas? Mi amiga Manuela supo llenar el vacío; aunque, claro, no es lo mismo huele a traste que atrás te huele. ¡Perrooo!

Jamás olvidemos que reinas y reyes, aunque tengan su respectivo puntaje y valor, y aun cuando ellas tengan extrema libertad de movimiento, solo somos fichas del mismo ajedrez donde, es preferible perder un caballo que una reina y cualquier peón llegado a la otra orilla puede ejercer funciones de reina sustituta y concubina, tantas como sea posible, para proteger la idea de lo masculino al que, si se le hace jaque mate, sobreviene el fin del partido, es decir de la especie. ¡Así de vulnerables somos nosotros los varones, a pesar de nuestra vanagloria! Así de determinadas son ellas a pesar del acoso de alfiles y torres que pretenden arrinconarlas, anularlas. Cada cual debe saber y honrar su función en esta existencia a despecho de machismos, hembrismos y chauvinismos que no son sino caras de la misma moneda cuyo canto lleva siglos atorado en la misma grieta.

En eso no se han detenido a pensar. Son ellas las que definen la masculinidad de nosotros; no lo hacen nuestros puños, pendencias y baladronadas. Y, si milenariamente las vírgenes han sido motivo de santificación normalizada, la castidad en cambio ha sido motivo de estigma, vergüenza, anomalía que se explica con la tergiversación pervertida, para algunos más bien divertimento. Y aquí sí hablé solo por mí con todos los grados de libertad que me da mi pobre sesera.

Puedo y quiero acompañar la lucha, justa, que fundamenta la marcha; pero, no soporto, no tolero ni de ellos ni de ellas que al amparo de la misma se trastoque nuestra lengua aun cuando entiendo la idea reivindicadora detrás del juego de palabras y a despecho de las raíces etimológicas completamente desconectadas, en lo gramatical y lingüístico, con la confrontación entre géneros, cuando la oradora en el video debajo de estas líneas, en el minuto 4:15 osa decir "cuerpos, cuerpas" ¡Mi madre! Si no cabe duda que el "discurso políticamente correcto" apela más a la desmemoria y la ignorancia que otra cosa.

Son indicios, nada menores empero lo parezcan, que nos hablan del grado de descomposición social, de la desesperación en que unos y otras estamos en el afán por recomponer al mundo, ese que hace 10 mil años, aproximadamente, surgió precisamente del enfrentamiento entre dos sistemas de gobierno neolítico de la Edad del Bronce: el matriarcado asentado cm comunidades agrícolas en la antigua Anatolia y el nómada paternalismo basado en clanes, cazador, conquistador proveniente del norte de los urales. De ambas formas fundidas surgió lo que hoy somos como civilización, nos guste o no. De esa fusión surgieron las instituciones del matrimonio, del patrimonio, la familia, y más y más y más.

Pero, la modernidad y el necesario afán por balancear las equidades está trastocando los cimientos de la civilización misma, los roles que determinaban el funcionamiento, la manera de delegar tareas en el sistema laboral. La base antropológica es clara: cuando ambos padres se ausentan para laborar, la casa y en ella la crianza quedan a merced de los depredadores, de las fuerzas de la naturaleza (social) y se espera que la fámula, miembro familiar por antonomasia, y el maestro se conviertan en suplentes parentales.

Que ha habido y hay injusticias, arbitrariedades, abusos, ni quien lo niegue. Pero, justos (la infancia) pagan por pecadores. Las demandas son legítimas y no pueden ni deben menospreciarse, sin embargo es momento de detenernos seriamente a ver a dónde nos están conduciendo las resistencias y reacciones de unos y de otras. Máxime cuando ellas, quejándose del lenguaje soez, del albur, hoy hacen lo propio albureando, vejando con la lengua y a la lengua en ese anejo afán por autovalidar el carácter predatorio de quien compite por denigrar al otro y demostrar su poder.

Ya quiero ver a las estudiantes, a las niñas, haciendo bullying a algún niño tachándolo, humillándolo "¡eres macho, eres macho!", en contraste con el que "normalmente" hacían ellos y ellas contra otros etiquetándolos "eres marica, eres marica, mariquita quiere llorar". ¡Ah, si ya hasta confrontan al director de la escuela, verdad! Aunque al presidente Andrés Manuel López Obrador se le salgan las cosas de las manos y recrimine: "a la autoridad se le respeta". ¿Quién determina la autoridad? ¿El cargo? ¿El voto? ¿La gente? ¿Los reyes destronados? ¿Las reinas en rebeldía?






“Lady Liberty” y la caravana de migrantes


ERA DE LA OPINIÓN… de que mi amada Barbra Streisand era una mujer valiente y lo sigo creyendo, no solo al revisar su carrera artística —no siempre coronada con el triunfo—, sino especialmente tras su desarrollo personal y profesional e incluso político desde mediados de la década de los noventas del siglo pasado.

Esta vez, Streisand nos vuelve a maravillar y sorprender con su polémico y contestatario álbum —nunca había publicado uno tan “socialmente y políticamente responsable”— Walls (SONY Music, 2018) donde expone con su impecable estilo letras que bordan sus creencias, su filosofía, que encierran la definición de su misión personal y profesional, así como su visión de un mundo mejor compartida por cientos de soñadores desde antaño.



Siempre interesada en la política, es en los años 90 que participa activamente en ella, apoyando al candidato presidencial Bill Clinton, y más de una vez desde los años setenta incluyó en su repertorio canciones que han sido emblemáticas en momentos difíciles para la sociedad estadounidense, canciones ya tomadas del teatro musical de Broadway o escritas ex profeso durante los años de la Depresión Económica o la Segunda Guerra Mundial para servir de inspiración motivadora a fervorosos ciudadanos y soldados creyentes en la democracia y la libertad.



Hizo lo propio cuando la candidatura de Barack Obama, loando a la diversidad racial y cultural que ha caracterizado la evolución de la nación “más poderosa” de la Tierra —al menos hasta entonces—. Y lo hizo también en pro del posicionamiento de la mujer igualada al hombre al ser la primera directora nominada al Oscar por su filme Yentl.

Sin embargo, en aquellas ocasiones no había sido tan específica en sus señalamientos y preocupaciones como para dedicar un tema concreto a un presidente, como recientemente hizo con la canción “Don’t lie to me” dedicada al presidente Donald Trump con una clara actitud de crítica (EFE (Agencia española de noticias), 2018).



Y todo fuera o quedara en un tema, pero, canción tras canción, el mensaje reprobando la política de Trump asoma no sutil, sino francamente.

En los días que escribo estas líneas, un suceso sin precedentes se ha suscitado cimbrando al continente entero. Si bien estábamos acostumbrados, o mal acostumbrados, a las noticias acerca de las aventuras y desventuras de migrantes, sobre todo de origen latinoamericano, que se lanzan corriendo riesgos indecibles incluso en contra de su integridad física, su dignidad y su vida, para encaminarse hacia un país que históricamente ha prometido libertad y prosperidad para todo aquel que pise sus tierras, hoy somos testigos ya no de tristes y dolorosos casos aislados, esporádicos, sino de una bien organizada incursión en forma de caravana que, para cuando escribo, ya se ha adentrado en México ocasionando el enojo del presidente Trump —y de más de un ruín “pollero”— quien, como es su costumbre, ni tardo ni perezoso se dedicó a criminalizar a los esperanzados.

“Entre ellos vienen terroristas ocultos”, alega el presidente estadounidense, insuflando aun más la xenofobia despertada por él desde su candidatura. Así las cosas, en esta misma semana que digo esto, Barbra ha publicado el tema “Lady Liberty”, sin dedicatoria específica; pero, la coincidencia en tiempo resulta más que elocuente en tanto indicio crítico de lo que está sucediendo en y con nuestro vecino del norte.

Personalmente no quito razón a algunos de los argumentos de Donald Trump; pero, sus exageraciones solo han atizado las cenizas del reconcomio y su proteccionismo exacerbado está arrastrando a los más dependientes de su economía, como México, a una crisis económica de la cual, si el presidente electo Andrés Manuel López Obrador no cambia su postura demagógica para enfrentar lo que viene de manera más realista, no saldremos bien librados.



A partir de ahora la clave de toda política social y económica descansa en la problemática cada vez más extendida de los migrantes, porque detrás de sus pasos están la injusticia, la pobreza, la corrupción, la dejadez, la negligencia, la codicia, la insensatez mezquina.

Es, me parece, el tiempo de los pobres, el tiempo cuando pueden y deben levantarse para hacer oír su voz y el sonido de sus pasos no solo en las sendas a seguir por una caravana de ensueños, sino para volver más sensibles las conciencias de aquellos que, ocupados en atesorar ya fama, ya fortuna, los han no olvidado sino, peor, menospreciado hasta en su condición de mercado potencial.

La canción “Lady Liberty” nos pone a Trump y a todos ante la triste verdad de los sueños abandonados, de las aspiraciones truncadas y es, sin duda, un llamamiento de atención para todos los que, estadounidenses o no, palpitan orgullosos al solo escuchar la palabra libertad y asociarla de forma necia con el concepto de democracia.

Libertad y democracia parecerían ir de la mano, pero la historia del siglo XX y la que apenas empezamos a escribir en este siglo XXI nos viene demostrando que no es así, que caminan por vías distintas, aparentemente paralelas que, solo por engaño del horizonte, nos hacen creer que en algún punto se pueden juntar. ¡Nada más falaz e iluso!

La canción es un apretado, sintético conjunto de alusiones a hechos dolorosos o esperanzadores de la historia de Estados Unidos y no solamente. Aún más, desde el momento que recurre a incluir los multicitados versos del poema de Emma Lazarus “El Nuevo Coloso” (1883) escritos al pie de la Estatua de la Libertad (WIKIPEDIA, Colaboradores de, 2018)[i], adquiere el valor de un manifiesto, de una antífona que canta elevando las voces de los exiliados y que han sido, desde su origen, el fundamento mismo, coherente y congruente, de Estados Unidos como nación:
[…] dame tus cansados, tus pobres,
tus masas hacinadas anhelando respirar libres,
la miserable basura de tu inmensa costa,
los desheredados, los lanzados por la tempestad, a mí.
¡Levanta mi lámpara al lado de la puerta dorada!
Los muros que estamos levantando los seres humanos hoy son más elevados e inexpugnables que cualquier muralla financiada por banqueros e industriales para mantener distante la virtual amenaza de lo extranjero, aun yaciendo este dato extranjero en la raíz genética misma de cada uno de nosotros, como bien han comprobado los estudios sobre el genoma humano.

Streisand, entonces, pone sobre la mesa un pesado, urgente indicio que pretende movernos a la reflexión todavía más que a, como en anteriores álbumes, tocarnos el corazón, exponer nuestra alma. Hace eco así a otros poemas escritos alrededor de la esperanza llameante de la libertad como fundamento de la dicha y la paz. Poemas, por mencionar un ejemplo, como el intitulado “Lady Liberty” del puertorriqueño “Tato” Laviera [ ("TATO" LAVIERA, 1988); (LOMAS, 2014, págs. 155-163); ("TATO" LAVIERA, "From New York to the World. An Interview with 'Tato'Laviera", 1992, págs. 1022-1033); énfasis mío]:


july fourth, new york harbor, nineteen eighty-six,
midnight sky, fireworks splashing,
heaven exploding
into radiant bouquets,
wall street a backdrop of centennial adulation,
computerized capital angling cameras
celebrating the international symbol of freedom
stretched across micro-chips,
awacs surveillance,
wall-to-wall people, sailing ships,
gliding armies ferried
in pursuit of happiness, constitution adoration,
packaged television channels for liberty,
immigrant illusions
celebrated in the name of democratic principles,
god bless america, land of the star
spangled banner
that we love,

but the symbol suffered
one hundred years of decay
climbing up to the spined crown,
the fractured torch hand,
the ruptured intestines,
palms blistered and calloused,
feet embroidered in rust,
centennial decay,
the lady's eyes,
cataract filled, exposed
to sun and snow, a salty wind,
discolored verses staining her robe,

she needed re-molding, re-designing,
the decomposed body
now melted down for souvenirs,
lungs and limbs jailed
in scaffolding of ugly cubicles
incarcerating the body
as she prepared to receive
her twentieth-century transplant
paid for by pitching pennies,
hometown chicken barbecues,
marathons on america's main streets.
she heard the speeches:
the president's
the french and american partners,
the nation believed in her, rooted for the queen,
and lady liberty decided to reflect
on lincoln's emancipatory resoluteness
on washington's patriotism,
on jefferson's lucidity,
on william jennings bryan's socialism,
on woodrow wilson's league of nations,
on roosevelt's new deal,
on kennedy's ecumenical postures,
and on martin luther king's non-violence.

lady liberty decided to reflect
on lillian wald's settlements,
on helen keller's sixth sense,
on susan b. anthony's suffrage movement,
on mother cabrini's giving soul,
on harriet tubman's stubborn pursuit of freedom.

just before she was touched,
just before she was dismantled,
lady liberty spoke,
she spoke for the principles,
for the preamble,
for the bill of rights,
and thirty-nine peaceful
presidential transitions,
and, just before she was touched,
lady liberty wanted to convey
her own resolutions,
her own bi-centennial goals,
so that in twenty eighty-six,
she would be smiling and she would be proud.
and then, just before she was touched,
and then, while she was being re-constructed,
and then, while she was being celebrated,
she spoke.

if you touch me, touch ALL of my people
who need attention and societal repair,
give the tired and the poor
the same attention, AMERICA,
touch us ALL with liberty,
touch us ALL with liberty.

hunger abounds, our soil is plentiful,
our technology advanced enough
to feed the world,
to feed humanity's hunger . . .
but let's celebrate not our wealth,
not our sophisticated defense,
not our scientific advancements,
not our intellectual adventures.
let us concentrate on our weaknesses,
on our societal needs,
for we will never be free
if indeed freedom is subjugated
to trampling upon people's needs.

this is a warning,
my beloved america.

so touch me,
and in touching me
touch all our people.
do not single me out,
touch all our people,
touch all our people,
all our people
      our people
             people.

and then i shall truly enjoy
my day, filled in splendor,
july fourth, new york harbor,
nineteen eighty-six, midnight sky,
fireworks splashing,
heaven exploding
into radiant bouquets,
celebrating in the name of equality,
in the pursuit of happiness,
god bless america,
land of star
spangled banner

that we love.

Con Walls, Barbra no se conforma con transparentar los muros, no se limita a señalar como otrora Pink Floyd la ominosa y perversa razón detrás de cada nuevo ladrillo adherido en la pared. Pretende, en cambio y como Josué, derribar los muros de Jericó a fuerza de ondas sonoras capaces de penetrar y resquebrajar la más ruda dureza inhumana; haciendo algo más que una simple paráfrasis o cita de las palabras de otros: cantando con profunda fe para liberar al hombre del dolor y las lágrimas que siguen a la injusticia y la intolerancia. Es, pienso, una canción que también deberíamos abrazar en mi México querido tan lacerado por la maldad.

Lady Liberty
lift your lamp of hope a little higher
burn that flame of freedom just a little brighter
please, for all the world to see and still belive

Oh! Lady Liberty
show us how to stand and feel a little prouder
as the anthem plays let's sing
and raise our voices even louder
since the real danger lies in the sound of silence

Lady Liberty
I see you rise above the crashing waves
bearing with us to our darkest days
like that terrible September
when we stopped and cried together
Remember!

Lady Liberty
"give me your tired and your poor
your huddled masses yearning to breathe free
the wretched refuse of your treeming shore
send these, the homeless, the tempest-tossed to me", to me.
So lift your lamp and needles through the golden door
tell the whole damned universe
there's room for all of us and more
forever.

Lady Liberty
my country tears off free
Lady Liberty
for all the world to see

please, Lady Liberty.

Referencias


"TATO" LAVIERA, J. (1988). "Lady Liberty". Mainstream Ethics (Ética corriente). (P. Foundation, Recopilador) Recuperado el 26 de octubre de 2018, de https://www.poetryfoundation.org/poems/58195/lady-liberty
"TATO" LAVIERA, J. (Vol. 15, Num. 4 de 1992). "From New York to the World. An Interview with 'Tato'Laviera". Revista Callaloo. (W. LUIS, Entrevistador) Recuperado el 26 de octubre de 2018, de https://core.ac.uk/download/pdf/55911764.pdf
EFE (Agencia española de noticias). (27 de septiembre de 2018). "La canción 'anti-Trump' de Barbra Streisand: '¡No me mientas!". 20 minutos. Recuperado el 26 de octubre de 2018, de https://www.20minutos.es/noticia/3450866/0/barbra-streisand-publica-cancion-anti-trump-dont-lie-to-me/
HUNTER, W. (16 de enero de 2018). "The Story Behind the Poem on the Statue of Liberty". The Atlantic / Culture. Recuperado el 26 de octubre de 2018, de https://www.theatlantic.com/entertainment/archive/2018/01/the-story-behind-the-poem-on-the-statue-of-liberty/550553/
LOMAS, L. (2014). "Migration and Decolonial Politics in Two Afro-Latino Poets: 'Pachín' Marín and 'Tato' Laviera". Review: Literature and Arts of the Americas, Issue 89, Vol. 47(2). doi:10.1080/08905762.2014.956519
SONY Music. (18 de octubre de 2018). "Barbra Streisand anuncia el lanzamiento de su nuevo álbum 'Walls'". Sony Music. México. Recuperado el 26 de octubre de 2018, de https://www.sonymusic.com.mx/barbra-streisand-anuncia-el-lanzamiento-de-su-nuevo-album-walls/
WIKIPEDIA, Colaboradores de. (25 de octubre de 2018). "The New Colosus". Wikipedia. La Enciclopedia Libre. doi:865700026





[i] The New Colossus
Not like the brazen giant of Greek fame,
With conquering limbs astride from land to land;
Here at our sea-washed, sunset gates shall stand
A mighty woman with a torch, whose flame
Is the imprisoned lightning, and her name
MOTHER OF EXILES. From her beacon-hand
Glows world-wide welcome; her mild eyes command
The air-bridged harbor that twin cities frame.

"Keep, ancient lands, your storied pomp!" cries she
With silent lips. "Give me your tired, your poor,
Your huddled masses yearning to breathe free,
The wretched refuse of your teeming shore.
Send these, the homeless, tempest-tossed to me,
I lift my lamp beside the golden door!"

Bloqueado


SI ERES SOLITARIO y la soledad impuesta por el vacío, aún más que la buscada por uno mismo, es la marca de tu vida, tal vez te ha sucedido que conoces a alguien con quien te identificas y comienzas una amistad o incluso te ilusiones con la idea de un amorío. Pero ese alguien es como cualquiera y tiene un círculo social propio, familia, no necesariamente es, como tú, solitario ni experimenta la soledad impuesta por determinada circunstancia, sino solo la que conforta como un recurso de decisión propia para hallar paz, serenidad, centro.

Si estás en ese caso, seguro te ha pasado que el entusiasmo de tener alguien con quien charlar, con quien compartir lo que dejaste de hacer tiempo atrás tanto como lo nuevo, te embarga de dicha. Entonces quieres estar el mayor tiempo posible con esa persona, hablarle, verla tantas veces como sea posible y con cualquier pretexto.

Pero ese entusiasmo, especie de enamoramiento, —no tanto respecto de la persona como de la compañía y las posibilidades que significa—, a veces orilla a lo que el común denominador de los mortales que no están en tu caso considera por lo menos como imprudente y, cuando menos te das cuenta, cuando cometes dicha probable impertinencia como insistir en buscarla, escribirle, preocuparte por ella, hacerte presente, a ojos de esa persona y de su círculo y más ampliamente te conviertes en un hostigador, en un acosador, o incluso en el peor de los casos cual traidor, delincuente que pone en riesgo la privacidad del otro, y pasas de la aceptación al rechazo, a ser un infame indeseable.

Así, los prejuicios o simplemente la diferencia de óptica y perspectiva sobre lo que resulta vital para unos y otros conlleva incomprensión, intolerancia, discriminación sobre lo que uno solo pretende, añora, desea, ansía, necesita: un tú del cual hacerse suyo, su-yo alternativo, con quien saberse en el conjunto de posibilidades que implica el nosotros.

No estoy hablando nada más de esos casos en que el hombre o la mujer infatuados por quien les agrada obsesivamente hacen hasta lo indecible por verse inmersos en la intimidad del otro, en afán de poseer lo que no les pertenece. Tampoco estoy hablando del desempleado o el vendedor que impiden con la punta del zapato el cierre de la puerta de la oportunidad como si en ello les fuera la vida. No obstante, sí planteo, en cierto modo, que en el sentimiento de náufrago que sigue a toda forma de pérdida persiste la ansiedad de querer saberse vivo, cuerdo frente al otro, en medio de los demás, partícipe de una vida en común, dueño de un motivo capaz y suficiente para que uno se sienta vital y que no solo se es o se está, sino que existe.

Por experiencias semejantes es que comencé un par de mis cuentos en Laberinto Bestial 1. Semillero de indicios, admirando “¡Cuántos pueblos hay llamados La Soledad en México! ¡Cuánta soledad hay en México!” (VEGA Torres, 2011).

Yo lo he vivido y sigo experimentándolo, con o sin justicia, con o sin razón de parte de quienes me han tachado, relegado, orillado al rincón del olvido, como si fuera ese trebejo o muñeco feo, gastado que a nadie interesa. Claro que no faltará quien diga que soy yo mismo quien se acomoda en ese sitio en consecuencia de sus actos u omisiones; y puede que tenga parte de razón.

Como muchos, en redes sociales he sido bloqueado, silenciado, censurado, acusado de tal cosa como ser acosador. Herido sin conmiseración, colocado en la situación de deber explicarme sin que valgan justificaciones o disculpas, las que por demás está decir que, una vez etiquetado, caen invariablemente en oídos sordos. Es entonces cuando opto por retraerme de nuevo, salirme del mundo de los otros —los que creen que lo hago por masoquista que gusta regodearse en sus penas—. Me refugio en mis libros, tanto en mis recuerdos de lo que fue como en los de lo que pudo haber sido y no fue; en mis amores perdidos, en lo que de ellos queda en mí; en las palabras, a veces tan llenas como huecas y viceversa, tan vacías de sentido como plenas de significado aun siendo monosílabas.

Para los otros bloquear es simple. Basta seguir un procedimiento, apretar un botón y ¡listo!, se quitan de encima la monserga de tener que estar viendo, escuchando, leyendo a quien les resulta incómodo, molesto, fastidioso. Aquella frase del presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari: “ni los veo ni os oigo”, aludiendo a la oposición política; o aquella de Vicente Fox Quesada: “No me gusta lo que publican, por eso no leo los periódicos”, son dos ejemplos extremos del egotismo y más, de la egolatría en que más de un ser humano incurre. La piel delgada es propia de los gusanos. Pero también es cierto que están en su derecho de exclamar y reclamar cuando sufren pinchazos.

Ahora, lo anterior muestra un lado de la moneda. El otro es no tomar tan a pecho tales cosas, sino como de quien vienen. Eso lo vuelve a uno más empático con los otros, aun cuando los otros no lo sean con uno. Más tolerante, incluyente.

La empatía no es una suerte de conformismo o resignación, es colocarse en los zapatos del otro y, desde su perspectiva, comprender lo que puede resultarles afectivo, lo que les afecta pues. Pero la empatía no es una cualidad compartida por muchos, requiere un gran esfuerzo para zafarse del natural egoísmo y, sobre todo, del egocentrismo, de mirar el mundo en la estricta medida y circunstancia que cada cual considera aceptable, manejable, ajustada a los propios intereses, gustos y necesidades. Mientras lo segundo es una forma de miopía intelectual y existencial, lo primero, la empatía, se parece más a la hipermetropía, que permite ver a lo lejos, pero confunde lo cercano.

Hay personas que a la menor provocación se sienten intimidadas, violentadas en su privacidad e ipso facto bloquean al causante de su repentina animadversión, cediendo a la paranoia mayor o menor que todos tenemos. Ese delirio de persecución a veces les hace cometer injusticias, porque acaban alejando y alejándose de los otros, más cuando se trata de esos otros que tienen características similares a las descritas al comienzo de este texto. Son, así, incapaces de paciencia o condescendencia, intolerantes.

Los tiempos que vivimos, aun con todos los recursos, canales y medios para la comunicación, inciden más en el alejamiento, el aislamiento de la persona humana respecto de su entorno minando las posibilidades que ofrece la empatía. Nos ligamos exclusivamente con quienes nos resultan simpáticos, jamás con los antipáticos a no ser por causas y condiciones instrumentales como las que sugiere el dicho: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Así, llamamos amigo a casi cualquiera en las redes sociales. Ya no solo conocido, vecino, condiscípulo, admirador, seguidor, colega, familiar, pariente. La palabra “amigo” se ha venido desgastando de esta manera. Todos somos amigos virtuales, es decir aparentes. Y si bien eso es natural, modernamente parecería que más de nosotros nos volvemos antipáticos a ojos de los otros hasta porque tenemos lunar junto a la boca. Porque dicha afectividad virtual carece de ese fundamento que da el trato cara a cara, que si bien no es obligado, en razón de la proximidad permite que el conjunto de los sentidos nos dé una percepción más acertada y asertiva sobre lo que los otros tienen para darnos.

Las redes sociales son una extensión de la sociedad, nunca su sustituto. Bloquear a tal o cual no tendría que ser motivo de divorcio o atentado a la autoestima, pero lo es. De ahí que, ante de bloquear a nadie, piensa cómo te sentirías tú si fueras un personaje al que el autor ha decidido, de buenas a primeras, borrar de la trama de su vida.

Referencias

VEGA Torres, J. (2011). "Convergencias" y "Espejismo". En J. VEGA Torres, Laberinto Bestial 1. Semillero de Indicios (pág. 468). Naucalpan de Juárez: Lulu.



Una crisálida llamada México o la causa de un despido

(Texto publicado originalmente el 18 de noviembre de 2005. Escribí este ensayo como borrador de un editorial para una revista que editaba hacia 1996 intitulada Correo Farmacéutico para un importante grupo empresarial, Grupo Casa Autrey, hoy Casa Saba, y se convirtió en el pretexto para mi despido violento e indignante por la forma como fui humillado por Sergio y Adolfo Autrey. El 30 de abril de 2007, con algunas modificaciones mínimas, lo solté al capricho de las mareas de la Internet. Hoy, vuelvo mis ojos a él dadas las circunstancias personales, de mi municipio, Naucalpan, y de mi país, México; para revisarlo y ampliarlo. ¿Sobrevivirá los mares procelosos o sucumbirá ante las artes náuticas de la estulticia? Quizá sus palabras me convirtieron en su autor proscrito. Quizá simplemente, como la mariposa monarca, extienda las líneas, alce vuelo y migre a otros ojos lectores más cálidos.)


Si el cambio de las cosas y las personas resulta impresionante, y despierta temores insospechados cuando se produce a flor de piel, no ocurre menos cuando se suscita en lo más recóndito del ser.

Cuando esto pasa, no sólo la apariencia se transforma, sino tal modificación superficial halla su explicación y, más, su justificación, precisamente en las estructuras que la sostienen.

Aprovechando que en noviembre migra a nuestro territorio la mariposa Monarca, haciendo un símil un poco burdo podríamos considerar al país, que hoy parece querer desmoronarse entre nuestras manos, una curiosa crisálida. En su interior hiberna la oruga en plena mutación; sin embargo, mientras se produce el milagro, el gusano nos resulta repugnante, chato, espinoso, desesperante en su lentitud. Todos sus sistemas: circulatorio, respiratorio, nervioso, digestivo, etc., sufren reformas, acondicionamientos que harán de tal ser en enésima gestación uno ágil, ligero, hermoso, pero momentáneo. Esta es la realidad.

Sí, México en sus sistemas no está enfermo, como algunos suponen. Está en transición. Por lo pronto es una oruga horrorosa que se ha despojado de su piel para mostrar su esqueleto corrupto, su pútrida carnosidad, su hermafrodita sensualidad, su calavera sonriente. Está inhumando su pobreza de espíritu a la vez que prepara sus vestidos catrines para el momento de su redención —porque lo bailado... ¡ni quien se lo quite!—. Espera que mañana, bajo el ala de su seductor sombrero y entre los resquicios de su huesudo pecho enamorado, pacerá el escarabajo y palpitarán unas alas ansiosas de desarrollarse y remontar las alturas.

Uno es apenas una parte mínima de tal criatura, pero no por ello deja de experimentar cambios en su complejidad. Desde lo más recóndito y aún contra el reconcomio de unos cuantos, se apresta para rasgar su envoltura de seda y surgir de una revolución más del ciclo personal, convirtiéndose en objeto de admiración... o repulsión; todo depende del cristal con que sea mirado.

Fuera de todo símil, la realidad es que en México vivimos una revolución. La gente es el foco de ella, porque todavía es ella quien hace posible al negocio mexicano. Tal revolución es posible gracias al impostergable reconocimiento de la importancia de dos elementos básicos e inherentes a todas las personas, llámense obreros o funcionarios, campesinos o diputados: la educación y la comunicación. Todos nos comunicamos entre nos: a través de palabras, de gestos, de objetos como el dinero —una forma de comunicación poco reconocida como tal—; en una palabra, mediante símbolos. Y para entender, explicar y expresar tales símbolos se requiere de una capacitación particular. Partir de este binomio es trazar el camino hacia una verdadera “nueva cultura laboral” en cuyo centro se halla el hombre y no su cadáver erosionado por la acción desgastante de la injusticia.

México, entonces, es una enorme crisálida en cuyo interior se encuentra el hálito que el día menos imaginado puede volverse tormenta; en cuyo interior palpita el alma de un pueblo capaz de poner a temblar a la fe misma.


NOTA DEL AUTOR (21 de noviembre de 2016):

Miro lo que va ocurriendo poco más de diez años después de escritas estas líneas, y no nada más me percato que la descripción que hacen es atinada, sino desesperante por lo que a la morosidad retratada se trata.

El título, al paso del tiempo, necesita una aclaración que, además, amplíe la explicación preliminar. Fue, cierto, no nada más la causa de un despido, sino la causa de una larga depresión cuya huella a veces escalda al alma. Porque la herida dejada fue una burda forma de lección, la que se resume en la frase que Sergio Autrey me espetó tras leer el borrador original, cuestionando mi quehacer y oficio como escritor: "¿Por qué tendría que leer lo que escribes? Nada me obliga a leerte". Es esa una verdad indiscutible, que por sabida se calla y que, quienes escribimos, tratamos de no colocar en el pináculo de los pensamientos porque distrae la atención sobre lo que suponemos importante para expresar e informar, en una palabra, para comunicar. En especial cuando, si nos atenemos a los consejos de Rainer María Rilke, hemos visto en la escritura, en la literatura, la razón misma de nuestra existencia, aun cuando en ello nos vaya la vida, el prestigio, padezcamos hambre, soledad...

Cada vez que me enfrento a una página en blanco esa es la primera pregunta que me hago: ¿por qué tendría qué leer alguien lo que estoy por deletrear enseguida? Evito en lo posible las varias respuestas, porque ya me ha pasado que de pronto se me clava en la mente una de las opciones, a veces dadas como contestación viva por personas de carne y hueso que conozco, y me anquilosa la pluma o hasta me silencia por largo tiempo, hasta que consigo recomponerme del zarpazo de la adivinada prevaricación con que pudieren reaccionar alguno o todos los lectores. Entonces debo colocarme la máscara del cinismo, vestir la coraza de la indiferencia y la desfachatez, para acometer la tarea de escribir lo que pienso y siento sin temor de lo que otros puedan poner en contradicción, pero cuidando de no herir a sabiendas susceptibilidades, cosa difícil pues nunca falta quien toma las palabras a pie juntillas, a lo personal, o tergiversándolas aun alegando su leal saber y entender.

Por estos días, en la red social de Facebook, me encontré con el siguiente meme compartido ¡por colegas periodistas! En él una pregunta lapidaria atribuida al novelista y ensayista portugués [corrección de estilo mía]: "¿Qué derecho tienen un señor o señora de creer que, por escribir una columna, tenemos que creer que es verdad lo que dice?"


Grave pregunta, de esas que pueden convertirse en pesadilla para quien se ostenta escritor o, peor, para quien, como creo es mi caso, es desde la sangre misma escritor.

Cuestionamiento que llega a la médula misma. Que conlleva lo mismo un falaz procedimiento en su plan como una veraz síntesis analítica de las causas y efectos de la fe en lo que uno es, siente y piensa.

Por ahí, cierto amigo y colega, cronista y comentarista deportivo de cepa, Fernando Andere comentó bajo dicho meme una ¿verdad?: "No es importante si lo dijo Saramago [...]. Hoy cualquiera dice pendejadas". A lo que repuse que, si hacemos memoria, aun antes que naciéramos cualquiera decía pendejadas, nomás que las decían a grito pelón, en los cafés o la plaza; o al oído, sin que muchos se enteraran. Hoy, esos mismos tienen, no como los de antes, más medios a su alcance, la inmediatez efímera del muro de una red social que asegura incluso el anonimato o la identidad disfrazada, la recurrencia hasta el infinito de un meme hecho para toda ocasión.

Lo interesante de esta publicación es que fue compartida en un espacio supuestamente gremial, es tanto como un hara kiri o un regreso a las reconvenciones que ya se hacían a Voltaire siglos atrás. Y, dicho esto, ¿con qué derecho creo que lo que expongo es razón para que, quienes lean, crean que lo digo, no tanto con, sino cual verdad? Es más, ¿quién puede asegurar que no pertenece a esa caterva descrita, sino solo aquella persona exenta o carente de opinión formada? ¿Cómo llamar entonces a ese que no cree en lo que dice, aun dudando de su veracidad?

Nadie enseña a nadie a ser padre; y hay padres que, aun cuando escribieran una enciclopedia, serían tan pendejos o sensatos como esos otros que, sin tener descendencia (me incluyo), quizá por eso mismo consiguen una perspectiva por lo menos distinta para atajar la empresa de la paternidad, sin que por ello su dicho sea verdad aplicable a todos los casos. Es ese un ejemplo de tantos entre temas que podemos hallar aquí y acullá de autores diversos que, en el ejercicio de su derecho de expresión, publican hoy opiniones disímbolas como parte de esta opinioncracia que nos caracteriza como sociedad del conocimiento y de la información.

Cervantes, Paz, Víctor Hugo, Saramago... Solo son nombres de personas que vivieron a su modo y en su tiempo, apegados como tú, amigo lector, al sentido común de su época y generación, que quizá consiguieron distinguirse del resto por suerte o por designio ¿divino? ¿Por qué hemos de creer que en sus obras, ficción o no, dicen verdad; o una verdad más asequible y fehaciente que las de otros que, en ese derecho, exponen su sentir y su pensar?

Cierto, a veces quienes escribimos y publicamos cometemos el pecado de la soberbia al intentar que nuestros argumentos cobren un peso específico en la conformación de una opinión pública y para ello cuidamos fundamentar, estructurar, verificar, parecer creíbles, sin que lo consigamos siempre y no solo por causa nuestra, sino también por causa de las expectativas de los lectores con quienes no por fuerza estamos obligados a coincidir; como de manera natural sucede viceversa entre ellos y nosotros, los que nos decimos autores.

Es común que, al contratar a una persona para una empresa, el reclutador le pregunte por qué debe ser la elegida por sobre otros candidatos. La misma pregunta pesa en el ánimo popular cuando se trata de escoger a alguien para gobernar los destinos de un municipio o una nación. Y también en el más pedestre de los niveles como lo es el mercadológico que, entre las palabras que le hacen palpitar está justo esa relacionada con los motivos que llevan a un consumidor a adquirir cierto producto, objeto, servicio, idea, marca. ¿Por qué comprar algo? ¿Por qué leer a alguien?

Esa pregunta hecha por Sergio Autrey mientras me apretaba fuertemente la mano con evidente rencor y odio, mirada desde la perspectiva de una circunstancia más existencial que laboral me puso sobre la mesa un ejercicio que luego los lectores no están dispuestos a llevar a efecto, ya por pereza o ignorancia: pensar, examinar, analizar las notas distintivas que hacen de un dicho o hecho, de un autor, cualquiera sea su condición, como uno valioso en lo que de original o falso tiene.

Lo que abunda en la Internet hoy es el clisé. Esa reproducción insistente, machacona de los contenidos llevados y traídos por el gusto de unos y otros, va conformando el cuerpo y el fondo definitivo de lo que creemos saber tanto como de lo que en efecto sabemos o, por lo menos, conocemos así sea "por encimita".

Esa pregunta no es mero cuestionamiento retórico. Y consta de dos respuestas, a veces contradictorias. Una proveniente de la experiencia y punto de vista del objeto mismo a comprar, del autor mismo a leer; otra se la encuentra en el prurito del comprador, del consumidor, del lector. Pero abundar en esto me desvía del tema que detonó este texto y aquel despido. Ya lo trataré en un ensayo postrero.