Hola, nietos; Aló, sobrinos

(Texto originalmente escrito y publicado
en lo que era mi blog "VETA Genealógica"
el 20 de noviembre de 2010.
El texto "Apuntes alrededor del Deseo"
forma parte del compendio Elogio de la Lectura contenido

El blog que ahora comienzo originalmente lo publiqué en otro lado hacia el 7 de agosto de 2008, pero tantito por apatía, tantito por indecisión no le dí la atención debida. Ahora, por razones de funcionalidad, pragmatismo y comerciales, he decidido incluirlo como una sección de mi revista Indicios Metropolitanos. Una sección personalísima en la que dedicaré a dejar rastros, indicios de mis orígenes como ser humano.

El corte del blog será fundamentalmente genealógico, pero desde un punto de vista narrativo y donde las anécdotas, recuerdos, fechas y documentos gráficos tengan la capacidad de efectuar un retrato de familia y abonar al entendimiento de la historia mínima de un país como mi México desde la perspectiva de la biografía de personas ni tan comunes ni tan corrientes, a mis ojos, que hicieron de la cotidianidad su campo de batalla y de sus sueños, amores, desamores, el motivo para ser quienes fueron.

Ahora bien, cabe aclarar antes de nada que, por respeto a los miembros actuales de mi familia y por obvias razones de seguridad y respeto a su derecho a la intimidad, ellos quedarán excluidos o disfrazados como personajes de los "cuentos" que aquí iré coleccionando, limitándome a exponer abiertamente, esos sí, a determinados ancestros o relaciones de seres queridos ya muertos. Lo que no obsta para que conste que amo la vida, amo a los vivos, amo a mi gente.

No se crea que estas líneas y entregas serán un largo obituario o una aburrida, puntual y rancia revisión genealógica. Estará muy lejos de eso aunque en el fondo lo implique, pues aplicando un poquito de literatura e inventiva, la finalidad será todo lo contrario: dar vida, mediante la memoria, con todos los aciertos y errores que conlleva, a aquellos que simplemente se nos adelantaron en el viaje a la gloria. Todos ellos se han ido en orden, pero no siempre los recordamos en ese orden. Fueron de un modo, pero no siempre los recordamos de la misma manera.

Así, aquí hallarás, estimado lector, más bien extractos de vida que hoy forman parte del álbum de la muerte y de la Historia. Amores que se resisten a ser olvidados porque, ¡qué caray!, entonces para qué pisaron este mundo si no para dejar indicios de su existencia.

Apuntes alrededor del deseo
Las líneas anotadas enseguida las he extraído de otro espacio para el cual colaboré desde hace un par de años: Cadena de Lectores de Editorial Alfaguara.  Lo copio tal cual lo escribí, añadiendo solamente los vínculos necesarios para que no se pierda su contexto original y agregando los párrafos que permiten actualizar los hechos que enraizan este cuerpo anecdótico.
De antemano, una disculpa a todos los que, amigos o detractores, han seguido estos apuntes alrededor del deseo. Este título no cuenta como parte del conjunto que llevábamos. Sé que tendría que escribir estas líneas en otra parte, pero por arte del destino han quedado indisolublemente asociadas a esta cadena; no por gusto ni por azar, más bien como exabrupto, cual apéndice deseoso.
En días pasados recibí las lecturas correspondientes a las entregas venideras: Presentimientos, novela por Clara Sánchez y cuyo blog recomiendo ampliamente; y Ante los ojos de Desirée, novela corta escrita por Federico Reyes Heroles. La primera, española. El segundo, mexicano. Como es de esperarse, de inmediato les hice sitio a la mesa del banquete mencionado líneas atrás y me dí a la tarea de comenzar su lectura.
Ahora bien, si he comenzado con una disculpa, es porque no tengo los seis sentidos puestos en la encomienda. Y así lo anoté de mi puño y letra en la primera de forros internos de Ante los ojos de Desirée con un texto aplicable a ambas obras:
6 de agosto de 2008. Aun antes de leer este libro adivino en su trama una gran similitud con mis sueños, con mi vida misma. Ya veré cuan cierta es mi sospecha. Por lo pronto lo recibo cargado de tristeza, pesadumbre y angustia, pues en días recientes y hoy se ha confirmado, la noticia acerca del estado de salud de mi madre, de mi gran adoración, me enfrenta con la proximidad de lo inevitable.
Es verdad que aún no hay una sentencia dada, que no hay una fecha definitiva. Nadie muere en la víspera y, mientras hay vida, hay esperanza. La ciencia ha avanzado horrores, pero no hay garantía cuando el diagnóstico señala la inminencia, el peligro constante del rompimiento del aneurisma que aqueja toda la aorta de mi cómplice, amiga, confidente. No me hago a la idea de vivir alejado de ella, sin ella. No es miedo a la soledad, siempre he sido solo, solitario, soltero. Es miedo en todo caso a su ausencia.
Hace dos años perdí a mi compañera, mi perrita Milka. Nunca experimenté una simbiosis semejante con una mascota. No la he llorado. A la semana siguiente murió la hermana de mi madre, muy querida. No la he llorado. Ahora se me quiere arrancar lo que me queda. No puedo, no debo llorar. La fortaleza es necesaria para sobrellevar el trance, para servir de soporte. Perdón. A veces flaqueo.
Ahora, sólo espero poder cumplir su íntimo deseo final: ver a sus nietos, aquellos de los que no sabemos nada desde hace 20 años, antes de partir. Ojalá este mensaje llegue a su corazón.
Y ahora...
Desde aquella publicación hasta hoy ha ido sucediéndose una serie de decesos que no me han dado descanso y no he terminado de dolerme cuando ha venido otro y otro relacionados, no necesariamente con mi familia directa, pero sí con mi familia entendida como conjunto de ligas, de remembranzas, de razones que explican en parte quien soy:

Septiembre de 2008: como si Peter Pan, localicé a los "niños perdidos" y uno de ellos me contactó. Le expuse el deseo de mi madre y el nieto (si en realidad fue suya la voz del otro lado del teléfono) se limitó a decir: "no pidan más de lo que podemos dar". Mi madre y yo, más yo que mi madre, mares de lágrimas: juzgando sin juzgar.
2 de octubre de 2008 falleció un amigo muy querido, uno de mis segundos padres, papá de uno de mis mejores amigos y casi hermanos, don Bartolomé Sauto. Ahora sí, como dicen las víctimas de la masacre de Tlatelolco, "dos de octubre no se olvida".

30 de enero de 2009 falleció, para mi grande, enorme desdicha, mi madre, María Teresa Torres Pallares. Hoy lo puedo escribir con más serenidad, aun cuando todavía no me recupero totalmente de la pérdida mayor, dicho sea sin demérito de ninguna otra, pero sé que vivos y espectros saben que no exagero. Con ella lloré y he llorado todas juntas, mis letras lucen anegadas más que de tinta. Su... muerte... viene a ser la piedra miliar de este que ahora soy, razón de lo que pueda sobrevenirme, justificación de cada uno de mis nuevos actos y decisiones. Desde ella y por ella esta determinación de renovar los votos de este blog ahora ubicado en este espacio. Es ella principio y fin de la historia que ahora, con estos mínimos antecedentes, comienza a desdoblarse para la posteridad.

P.D.: Me veo forzado a actualizar este texto en la fecha que lo republico, luego de numerosas modificaciones de fondo y forma en mi revista Indicios Metropolitanos, y todo porque debo incluir en la lista de pérdidas la más  reciente sucedida con el fallecimiento de mi padre, José Antonio de la Vega Acuña, el 17 de agosto de 2013. Lo que tenga que decir alrededor de él será motivo también de una larga y rica historia.

Morir en el ring

Foto: Ramón Blanco/Juan Carlos Pelayo.- Comisionado de box y lucha de Tijuana
Zeta Tijuana  

ERA DE LA OPINIÓN... de que así como la vida es sueño, los accidentes, accidentes son...

El conjunto de luchadores, empresarios y personalidades asociadas al box y la lucha, en sus distintas declaraciones a varios medios desde el acontecimiento de la muerte de "El Hijo del Perro Aguayo" han insistido en el hecho de que se trató de un accidente lamentable y, en buena medida, menosprecian así el hecho bajo esta argumentación que naturaliza la fatalidad como un riesgo natural del ejercicio de deportes de contacto o los de alto riesgo, como una posibilidad sabida y por tanto asumida por quienes los practican, razón por cierto que no se aplica en igual medida a otras profesiones riesgosas como las policíacas, por ejemplo, donde los accidentes son muy penados tanto por la ley como por la conciencia colectiva siempre al pendiente de los atropellos a los derechos humanos.

Destaca en este sentido lo dicho por Juan Carlos Pelayo Sánchez, presidente de la Comisión de Box y Lucha Libre y Artes Marciales Mixtas de Tijuana a la periodista Adela Micha respecto de lo que consideró un incidente:
Fue un fatal accidente deportivo y yo así lo dejaría.
Dicho que se complementa por lo declarado por Pelayo al periodista Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula, considerando improcedente que el luchador "Rey Misterio" pueda pisar la cárcel, dando a entender, sin decirlo —quizá sin pensarlo—, la equivalencia del hecho con un accidente de trabajo, casi como el que puede tener cualquier obrero:
En la tipicidad del delito hay excluyentes. El Ministerio Público tendrá que analizar que no había intención de ocasionar ningún daño a su compañero y que fue un hecho derivado del trabajo que ellos realizan, pero que no tenía el fin de ocasionarle la muerte o algún daño a alguien.
Por su parte, el luchador "Rey Misterio" se ha negado a dar entrevistas, arguyendo que no está dispuesto a dar pie al amarillismo de los medios que reclaman un culpable, además de no querer comprometer la declaración a que le obliga la circunstancia ante el Ministerio Público.

El luchador "Supernova", quien también saliera herido en otro de los espectáculos de la misma función en que muriera "El Hijo del Perro Aguayo", en entrevista a Televisa Deportes declaró:
Fue una noche oscura, muy tensa, muy rara [...] Uno sube con el riesgo de que ya no puede bajar y lamentablemente le sucedió al "Perro"; y no por eso se tiene que culpar a otras personas de que lo hayan matado.

Impunidad accidental
-- [Foto: webpark.ru] --
Aun cuando la lucha, como el box o las artes marciales, el automovilismo, la tauromaquia y otras actividades de grave riesgo, ya se sabe, implican un entrenamiento, ensayos coreográficos que tienen como finalidad precisamente disminuir la posibilidad del riesgo mortal, eso no excluye de responsabilidad a quien, por error o negligencia o estupidez incurre en o provoca un accidente capaz de atentar contra la vida propia o ajena, como tampoco excluye de responsabilidad a quien cómplice lo prohija ya con el aplauso, ya pagando los costos económicos, ya haciéndose de la vista gorda.

Y aquí viene la contradicción detrás de quienes alegan, por ejemplo, en favor de la vida de los animales, toros o leones de circo o los selváticos. Si está bien preocuparse de sus derechos, olvidando su condición de bestias, ¿por qué no aplicar el mismo rasero al ser humano so pretexto de que este se involucra en actividades como estas por propia voluntad?

¡Acabemos con el sufrimiento de los toros! ¡Acabemos con la industria del espectáculo taurino y similares! ¡Terminemos con la cacería! ¿Y por qué no acabar también con esas actividades que, siguiendo su línea de pensamiento, propende a la justificación de la violencia ingénita en el hombre, promueve esta como un recurso catártico. ¿Acaso la vida de los animales es más preciosa que la humana? ¿Acaso la vida humana, tan preciosa como cualquiera, por el solo hecho de ser humana ha de estar sujeta a principios distintos? Que conste, en estos apuntes y cuestionamientos sarcásticos no estoy afirmando, ni siquiera entre líneas, estar ni con tirios ni con troyanos. Lo que apunto es que la estupidez de unos puede dar espacio a la estupidez de otros; porque la estupidez es la constante más ferviente en el ser humano.

¡No te subas a ese árbol, niño! ¡Pero tampoco te dejes del que abusa de ti! ¡Arremete intolerante contra el injusto! Bofetón por bofetón, diente por diente. Total, ¿qué tanto es tantititito?

Muchos de esos mismos que alegan tal también se oponen, escandalizados, a los juegos de vídeo y películas y caricaturas cargadas de violencia. ¡Que se erradiquen!, gritan, para no seguir distorsionando las mentes de nuestra infancia.

Ahí es donde el fundamento filosófico detrás de los alegatos pierde sustancia, pues está visto que tan "inocente y salvaje" puede ser un toro, sujeto a la voluntad del ganadero y todos los intereses alrededor de su presencia, como "inocente y salvaje" puede serlo el torero, el boxeador que pisa el escenario voluntariamente aunque sujeto por la necesidad —hay que ver cómo explotan a los más ingenuos, a los socialmente más vulnerables que esperan ganar, más que un cinturón o una medalla, el pan nuestro de cada día— y el afán de satisfacer intereses creados alrededor de su presencia.

Pregunto entonces, si seguimos los alegatos de quienes defienden al toro por sobre el torero, por ejemplo: ¿son el box y la lucha profesiones donde caben asesinos legitimados por el quehacer del espectáculo y el afán de erigirlos en ejemplo de salud física y mental, del modo que la fiesta brava da pie a carniceros con lentejuelas y el circo hace lo propio con verdugos torturadores de carpa?

Por supuesto que damos por sobreentendido que ninguno de los luchadores o boxeadores son asesinos a sueldo, como tampoco el torero es un carnicero idolatrado y el domador se juega el pellejo en la cercanía de fauces y garras; sería incluso ofensivo tacharlos de tal manera, dicen; sería una forma de difamación acusar a uno en específico de ser homicida como injusto lo es acusar al otro de ser abusivo frente a las astas o los rugidos.

Se sobreentiende también que en estas actividades no existe dolo ni premeditación, o eso queremos suponer para aquellas en que intervienen hombre contra hombre, en una muy civilizada confrontación de guerreros sin más armas que su propio cuerpo o algún adminículo a manera de extensión, mientras en cambio asentimos con contumaz certeza lo contrario para el caso del toreo. En la antigüedad algunas guerras se dirimían solamente mediante un torneo, campeón contra campeón. Hoy, los torneos se dirimen moneda sobre moneda.

Pero la ley es clara en este aspecto y, guste o no, así como los deportistas están conscientes del riesgo que corren en sus personas, deben estar también dispuestos a asumir la responsabilidad y la consecuencia de sus actos y omisiones en tanto agentes de esa posibilidad de la muerte de otro a causa de su fuerza y sus manos o los instrumentos de su ocupación. A lo hecho, pecho.

La indignación de los defensores de los toros y los animales del circo, por ejemplo, ha llevado hoy a que, como una forma marginal de castigo al hombre abusivo, por lo pronto los cirqueros paguen la factura junto con sus familias enfrentando el desempleo, y esos mismos animales defendidos a ultranza pero dependientes del hombre tengan que pasar sus últimos días o en zoológicos o dejados a su suerte en la salvaje naturaleza a la que ya no están acostumbrados.

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La indignación de los aficionados a esas actividades riesgosas, en cambio, ve como algo natural que uno quede idiota, baldado o muerto a manos de otro o de sí mismos. Si unos se espantan con la sangre del toro y reprueban las tradiciones semejantes heredadas de tiempos inmemoriales, otros se excitan con la sangre y el sudor del  "hombre de acción". Conozco alguna respetable, atlética dama que entre sus trofeos tiene un guante de un famoso boxeador. No lo ha lavado, porque la excita el aroma rancio de la sangre y el sudor combinados. Al fin, hay gustos para todo.

El homicidio imprudencial es un cargo irreductible. No debería dar cabida a ninguna forma de impunidad ni siquiera por sentencias "comprensivas" basadas en supuestos atenuantes excluyentes del hecho en sí.

Aquí, en la muerte de "El Hijo del Perro Aguayo", como en otras muertes acaecidas en diversos deportes y en variadas circunstancias, hay uno o más agentes, directos o indirectos, de un deceso. Hay un occiso, no nada más ¡ups! un fallecido, dos palabras muy distintas: occiso es la persona muerta violentamente, por causas no naturales y ningún accidente y la emergencia que supone en circunstancias como las que llevaron al luchador a fenecer triste y miserablemente pueden ser consideradas como un "efecto natural" o "daño colateral" por más que se lo acepte como consecuencia derivada. No darnos cuenta de eso, no querer darnos cuenta de eso y no poner el remedio —no nada más en este caso sino de raíz haciendo las modificaciones legales y reglamentarias precisas y oportunas solo incidirá en que descubramos que dedicarse a una actividad semejante es tanto como estar dispuesto al suicidio asistido.

Si moralmente en nuestra sociedad mexicana, a este último, el suicidio asistido —que no la eutanasia, son dos cosas distintas— lo mira con horror y suspicacia, ¿cómo es posible que se acepte en cambio este contrato social perverso, morboso en el que uno está dispuesto a entregar la integridad física y hasta la vida para el disfrute de otros. Porque, a pesar del escándalo, quién puede negar que no se cumplió en este "fatal accidente deportivo" el oscuro y oculto deseo de más de uno entre el público acostumbrado a arengar entre vítores y rechifla ¡mátalo, mátalo de una vez!

Hay aquí, queramos o no verlo, un crimen; también en sentido específico de delito grave y, contra lo que opina el comisionado de lucha, de acción indebida y reprensible, aun cuando no se trate de una acción voluntaria y dirigida, con dolo y premeditación de matar o herir gravemente a alguien.

Yo no quiero que alguien en particular sea el pagano. No se trata de cazar brujas, sino de hacer justicia coherente. El que la hace como el que la deja de hacer, tarde o temprano —ese es el riesgo, también— debe pagar. Sea uno o sean dos o tres, este tipo de situaciones deben llevar a castigo, de un modo u otro, a los responsables. Sí, no faltará quien, misericordioso, piense que "Rey Misterio" llevará la culpa cargando en su conciencia y que con eso es suficiente. Pues no, no lo es. ¿Porque cuántos antes y cuántos mañana seguirán impunes por virtud de ¡ups! un accidente.

Urge legislar al respecto. Urge regular las comisiones, federaciones, asociaciones y empresas ligadas con estas actividades tan nobles como lo son las deportivas, por el bien de los mismos que hacen el espectáculo y sus familias, por el bien de los espectadores. Urge poner en orden la medicina deportiva en México. O váyase pensando de una vez con qué sustituiremos a los boxeadores y luchadores cuando la violencia del espectáculo —que ha ido escalando en crudeza conforme evolucionan el público, sus maneras y expectativas— sea tal que no haya modo de controlar a la fatalidad o esta se vuelva el ingrediente clave para el éxito de taquilla.

La muerte no sobreviene por sí sola, por generación espontánea, aunque a veces así lo parezca o así queramos imaginar que ocurre. Es el efecto final de un conjunto de causas fatales que, en este caso, convergieron en un cacofónico concierto de voces exultantes dentro y fuera del ring.

Toda proporción guardada, lo experimentado por los mexicanos en los recientes quince días, entre el despido de Carmen Aristegui y la muerte de un luchador lleva un mensaje similar: cada cual debe hacerse responsable de sus actos, omisiones y yerros. Mientras en un lado se da la tentación de andar como plañidera llorando una presumible cortapisa a la libertad de expresión —lloriqueos y reclamos, por cierto, expuestos a diestra y siniestra sin menoscabo aparente de dicha libertad supuestamente agraviada—, por otra parte nos percatamos de que somos permisivos de lo más deleznable en aras del solaz y el entretenimiento. Unos buscan quien la pague, mientras otros buscan no pagar.



Mercado de la Información

CON CIERTA FRECUENCIA CONTESTO encuestas, especialmente de esas que dizque dan dinero (pesos que solo, hasta hoy, veo acumulados en una cuenta mientras alcanzan el límite mínimo de cobranza). De cinco en cinco pesitos voy "ahorrando".

El hecho de que se ofrezcan premios, cupones o dinero en efectivo por la contestación de encuestas es un arma de dos filos para los negocios y especialmente para los "investigadores", pues por más candados y trampas que pongan para cerrar la población de su interés, más pronto que tarde, en afán de obtener el premio quienes respondemos terminamos mintiendo.

Esta práctica que se popularizó en el primer lustro del siglo XXI ha traído consigo también la popularización de la mentira como recurso informativo subyacente en una buena cantidad de información que circula en la Internet y no nada más.

La mentira en las encuestas deriva en un sesgo de la información y por lo tanto no abona a la adecuada toma de decisiones, sobre todo de índole mercadológica y administrativa. Entre la mentira y los excesos que pueden encontrarse en datos y contenidos a lo largo y ancho de los medios de comunicación hoy está el deseo como motor. El deseo de aportar lo que uno cree y lo que uno necesita.

Los cuestionarios de las encuestas siguen haciéndose a la vieja usanza y con las mismas creencias metodológicas de antaño, es decir de la segunda mitad del siglo XX, incluyendo preguntas cuya finalidad es descartar probables entrevistados influidos por el conocimiento de causa. Ejemplo, siguen eliminándose a quienes tenemos algo que ver con la publicidad, la comunicación, como si no fuéramos también potenciales clientes de lo que se quiere averiguar. ¿Acaso no consumimos también? Esta es una práctica contra la que, mientras estuve como docente en la academia, siempre me opuse. Si bien entiendo su finalidad original, hoy por hoy me parece una estupidez que ni siquiera se ha afinado.

Otra... Se incluyen preguntas que se espera las personas contesten con franqueza, pero cuando una persona se siente excluida desde la pregunta, más cuando ya ha avanzado lo suficiente en el cuestionario, con tal de terminar y no perder la oportunidad del pago, opta más pronto que tarde por mentir. Ejemplo: yo no tengo hijos, pero eso no significa que no vaya al cine y disfrute películas infantiles. Tengo que inventarme que no tengo 52 años, un hijo o hija de ciertas edades para continuar con el cuestionario. Entonces respondo como si fuera ese niño. Entrego información útil, desde mi perspectiva. A veces resulta y gano el premio, otras redunda en una pérdida de tiempo sin mérito alguno. Teniendo experiencia en la elaboración y medición de este tipo de instrumentos tampoco veo preguntas suficientemente capaces de identificar el grado de honestidad del encuestado.

¿Debe o no debe pagarse por obtener información? ¿Cuál es la tasa de honestidad y su relación con la tasa de sesgo de la información obtenida por este método? ¿Cuánto podemos confiar los consumidores, aún más que los comerciantes, con estas prácticas de metodología publicitaria y mercadológica? ¿Quién manipula a quién?

Tras la teoría de la encuesta se sigue apelando a una separación social en clases. Sí, es verdad que la estratificación social sigue siendo un dato indubitable y tristemente indeclinable dadas las características mismas del ser humano y las sociedades que construye, no obstante la gente evoluciona en lo individual tanto como en las formas de su convivencia, desempeño y desarrollo. Hoy muchas veces resulta ocioso preguntar sobre el material del piso de la casa que se habita, como si no hubiera personas habitando piso de tierra pero con poder adquisitivo suficiente como para tener en el interior del hogar los más actuales avances de la tecnología como un teléfono celular, por ejemplo.

Las categorías de clasificación de los datos deberían ya estar acordes a la actualidad, pero los estadísticos siguen anclados, anquilosados por los protocolos, procedimientos y formulaciones surgidas en los años cincuenta y revisadas en los setentas. La sociedad, repito, ya no es la misma.

Resulta incluso grosero y discriminatorio que, por ejemplo, no se consideren ciertas ocupaciones como si no pudieran establecerse a partir de ellas nichos y sus comportamientos. Nunca he visto que, por ejemplo otra vez, se cuestione si el entrevistado es digamos artista. Se espera por defecto que quien conteste tenga cierto nivel educativo, se halle en ciertas y limitadas ocupaciones que se da por sentado componen el grueso de la población económicamente activa, como si un pintor o un escritor o un artesano no comieran, no cagaran, no tuvieran hijos en edad de usar pañales, no consumieran ropa o contenidos de la Internet.

En este sentido, los avances y propuestas del principal buscador, Google, han, sí, sentado las bases para una revolución en la manera como se segmenta y recaba la información de manera dinámica. Los despachos de investigación, los investigadores son los que están estancados, a pesar de las nuevas aplicaciones y, en el actual mercado de la información se requiere más imaginación metodológica,