Bajo la sombra de un parral

Comenzaré este artículo llamándote a ti, estimado lector, a que no te muevas a engaño y más en temas políticos postelectorales. Y debo también comenzar dejando claro que soy apartidista.
En el número 3792 del 4 de julio de 2015, Ecos publicó una inserción pagada cuyo responsable se indica como una asociación que responde a la razón social “Por Elecciones Limpias A.C.”

La inserción publicitaria tiene el encabezado principal: “¡Que no te engañen el PAN no ha ganado! (sic.) y muestra un conjunto de 4 fotografías que, si hemos de hablar con verdad, en sí mismas son un engaño. Voy por partes.

La primera fotografía está señalada con tres frases: 1) Edgar Olvera quebrantó la ley. 2) Traicionó tu confianza. 3) Legalidad y certeza pisoteadas. Ilustra unas bases de cartón para urnas, una urna abierta, papeles —supuestas boletas electorales— regados por el suelo y las piernas de un par de personas, una de ellas con las manos dentro de la urna tomando los papeles. Al pie se lee: “Edgar Olvera no es «elegible», no vive en Naucalpan”. El responsable de la inserción y quienes están detrás pretenden “evidenciar” así la alteración de las urnas y por lo tanto de la votación. Lo que no aclara es que los papeles son muestras provisionales de boletas electorales de las que se utilizaron en la capacitación de funcionarios de casilla. Lo sé porque fui presidente de casilla, funcionario por cuarta ocasión en estas elecciones, además de haber elaborado los guiones de los videos de capacitación con base en los materiales y manuales del Instituto Nacional Electoral, además de haber participado en los simulacros correspondientes. Así que, aun cuando los retratados puedan ser efectivamente funcionarios insaculados, lo que se muestra no son ni boletas ni una jornada electorales de verdad sino simuladas.


La segunda imagen la encabeza la proposición (sic.): “Edgar estamos contigo, tus padrinos saquearemos juntos”, y se observa en ella al presidente municipal electo de Naucalpan de Juárez, Edgar Olvera, con un brazo levantado, aparentemente tomado de la mano de Azucena Olivares en actitud de triunfo. Al pie se lee: “¿Azucena Olivares, Guillermo González y David Guevara, desgobernarán?”. La manipulación técnica de la imagen aquí es obvia. Para decirlo en términos coloquiales, está “fotochopeada”. Y concedo —ya que yo mismo he escrito al respecto del tema en mi blog Indicios Metropolitanos— si no evidencia, por lo menos mueve a la duda sobre las entretelas y conspiraciones que desde tiempo atrás se sospechan en el círculo rojo de la opinión pública y que miraban el probable —hoy confirmado— triunfo de Edgar Olvera (y el PAN en general en el “corredor azul”) como uno arreglado desde las más altas esferas en Toluca, si no más arriba.

Evidencia también la ya de por sí notoria división que el PRI del Estado de México experimenta desde la elección de gobernador de 2012 —si no, incluso antes—, cuando la llegada de Eruviel Ávila Villegas a la cabeza del ahora llamado “grupo Ecatepec” quedó negociada bajo el amago al legendario “grupo Atlacomulco” de “jalar” éste sus “fuerzas vivas” (sindicales y campesinas) —ahí la importancia del alfil David Parra Sánchez en el ajedrez político— para contender por el PRD. Esta división pondría a la ex edil de infausta memoria en el lado con poder extendido hasta los pinos y explicaría, en cierto modo, el condicionamiento al también ex edil David Sánchez Guevara —hoy diputado federal electo— de calar los ánimos populares en las colonias y fraccionamientos afectados por el Viaducto Bicentenario, como si se tuviera noticia de los escándalos que se avecinaban. Así, ¿quién traicionó al PRI, los eruvielistas o los olivarielistas?

Así, la segunda foto es un arma de dos filos que, pretendiendo difamar, termina por lanzar un búmeran que se le regresa a no querer al responsable a todas luces carente de capacidad analítica.
La tercera fotografía retrata un fragmento de uno de los carteles de casilla concurrente (así se les llamó técnicamente a las casillas únicas donde se escrutaron tanto las votaciones federales como las locales), y no un acta (tomar la fotografía de un acta o una boleta puede ser considerado causal de delito electoral, si bien esto no está debidamente tipificado). Concretamente es el cartel respectivo para la elección de diputados federales; ni siquiera el que, a efectos del anuncio, podría ser del interés específico de los naucalpenses, es decir el de las elecciones locales. La casilla ahí indicada, la 2824 del distrito 22 instalada en el domicilio Bernardo Reyes 19, en la colonia 10 de abril sí, en efecto y como ocurrió incluso en mi casilla, sufrió alteraciones en las actas por torpeza y desconocimiento de funcionarios no insaculados, es decir, aquellos ciudadanos que, tomados de la fila —como indica la ley y el reglamento en caso extraordinario de ausencia de funcionarios, como expongo en mi video en YouTube “Confesiones de un Presidente de Casilla”— se ofrecieron o aceptaron la solicitud para integrarse de buena voluntad para efectuar la instalación de la casilla aun sin tener la capacitación requerida.

Ocurre en este caso que los funcionarios sin capacitación, salvo excepciones, no consideran en el momento y por ignorancia el valor legal de los documentos, en especial las actas. Esto se agrava en el caso de los nombrados con el cargo de secretario a los que se suma la presión de la labor y de los representantes de partido que solo esperan la más mínima falla para “hacerla de tos”. Las tachaduras y enmendaduras en las actas pueden ser motivo de litigio y por lo tanto de revisión e incluso de anulación de la votación en una casilla. 

Así, el encabezamiento de la foto: “La elección del 7 de junio está en tribunales”, seguido de la frase al pie: “Actas borradas y tachadas”, más que evidenciar un hecho —por cierto más común de lo deseable— es verdad de Perogrullo; porque nuestra democracia, desde la existencia del IFE y del Tribunal Electoral, se la pasa en revisiones que van haciendo jurisprudencia, revisiones promovidas ya por unos o por otros, con o sin razón, generalmente más con afán de seguir colgados de la brocha y mamando del presupuesto (tal sucede con el PT que presume sus victorias pírricas en Chihuahua como si fueran suficientes para revertir las estadísticas que anuncian su pérdida del registro).

Acta de Escrutinio y Cómputo
Casilla 2824, Distrito 22
Naucalpan de Juárez, Estado de México
Foto: INE
No estoy justificando el dato, porque es serio y real. Al escribir esto, en mi mano, tengo copias en archivo PDF (descargado desde la base de datos del PREP nacional, como puede hacer cualquier ciudadano) tanto del acta de la casilla que me tocó presidir como de la señalada en el anuncio. En ambas, como en muchísimos ejemplos ahí, las alteraciones campean independientemente del distrito, de la entidad y afectan en general a todos los candidatos en sus resultados y no nada más sesgadamente a uno en particular. No es una falla exclusiva de tal o cual casilla, sino general y por lo tanto una que debe incidir en que los legisladores hagan las reformas pertinentes para evitarlas o reducir su posibilidad, por ejemplo, encaminando nuestro sistema democrático hacia el aprovechamiento de las nuevas tecnologías, digamos incluyendo una computadora donde los secretarios de casilla puedan capturar directamente la información sin necesidad de llenar alteros de hojas y hojas, copias y copias, a fin de disminuir la posibilidad del error —aunque el analfabetismo funcional y tecnológico se suma al problema—; también puede irse pensando en la emisión del voto de forma electrónica. La modernidad fuerza a respuestas cabales.

La cuarta fotografía retoma la idea general de la primera, retratando a unas personas con una urna abierta, prestándose a la lectura errada de la manipulación de la misma y su contenido. Al pie se anota: “Edgar Olvera ensució la elección, compró votos, funcionarios y declaró falsamente ante autoridades”.

En tanto funcionario de casilla que he sido y fui por cuarta ocasión, una de tantas casillas en que ganó el PAN de forma indiscutible, reclamo mi honorabilidad, pues nadie, de ninguna filiación o bandera, me compró. Sé que hubo casos de intentos de cooptación e incluso en algunas entidades amenazas a ciudadanos nombrados funcionarios; intentos, hay que decir, achacables a varios partidos y candidatos de distintas banderas. Esa es una de las causas que explican la marcada deserción de funcionarios, misma que acusó el consejero presidente Dr. Lorenzo Córdova Vianello una semana antes en conferencia de prensa, advirtiendo la posibilidad de que no se instalaran casillas en al menos tres distritos nacionalmente.

La manera como están estructuradas las mesas directivas de casilla prácticamente hace imposible que cualquiera de los funcionarios pretenda siquiera alterar la votación, empezando por el hecho de la presencia misma de los representantes de partido y siguiendo con la de los observadores ciudadanos. Sencillamente no hay modo a menos que estén todos coludidos, y aun cuando alguno se pasara de listo, por ejemplo alterando las actas con todo propósito, mediaría un acta de protesta de parte de los anteriores y el incidente sería reportado forzosamente para efectos de la probable impugnación.
El desconocimiento de parte del electorado de cómo funciona hoy una casilla electoral alimenta añejos mitos alrededor de prácticas tramposas, nada más. Pero claro, comprendo que la burra no es arisca, la hicieron. Y la hicieron así por décadas los mismos que ahora reclaman justicia, sí, apelando a su derecho.

Los argumentos de unos y otros al final terminarán cayendo bajo su propio peso precisamente en el tribunal electoral ya sea a su favor o en su contra. No todos podrán sostenerse. Impugnar una o varias casillas no deriva necesariamente en la anulación de las mismas, por más que modifique la aritmética de los resultados relativos (que no los absolutos), toda vez que se privilegia la apertura del paquete y el conteo voto por voto antes que ese recurso extremo de anular.

No puedo hablar por otras casillas, en la mía, la 2790, sin asomo de dudas y aun a pesar de las torpes alteraciones de las actas —alteraciones en las que también incidieron los representantes de partido presentes— ganó el PAN, ganó Olvera. Si detrás del triunfo, en las entre cajas del teatro político se acordó una parafernalia determinada, eso es todavía tema especulativo, caso para la teoría de las conspiraciones. Aunque, ya se sabe, si el río suena… El problema es que, bajo la sombra de un parral, pende una abstrusa telaraña.

--------------
P.D. Dos semanas después de publicar esto, Alfredo Oropeza, presidente del PAN Naucalpan de Juárez hizo las siguientes observaciones, casi en el mismo tenor, en entrevista con Jorge Cajiga conductor de "Ideas con Voz" para La Voz de Satélite:

El lápiz siempre afilado

CONFIESO QUE ME DUELEN dos cosas que leo en algunos perfiles de redes sociales y quizá lo que diré derive en que cancele más de uno la amistad.

Me duele, aunque lo comprendo, el exabrupto de muchos alrededor de Zabludovsky.

Me duelen los comentarios que siguen a ellos.

Me duele que encabecen sus perfiles con consideraciones y llamados a la tolerancia cuando en su decir demuestran todo lo contrario.

Este mensaje no tiene mayor ánimo que hacer una amable excitativa, conminar justo a no ser indiferente.

Yo no soy quien para hacer apología de nada ni nadie. Tengo claros los argumentos de los detractores de Jacobo y las razones que exponen, muchas de ellas injustas porque él en vida no tuvo empeño por desmentir o contradecir las opiniones contrarias. Hizo lo que tenía que hacer en el tiempo que le tocó vivir.

Guste o no a muchos, con él se cierra una época del periodismo. No murió cualquier perro, y menos de esos perros que comen perro por pura rabia.

Desafortunadamente muchos nuevos periodistas han crecido con un "odio" heredado, muchas veces sin saber por qué. Respeto su parecer, pero para mí, que crecí viendo con Jacobo el transcurso de la Historia hasta hoy, semejantes decires, más viniendo de colegas, me duele.

Ya quisiera yo y tal vez ya quisieras tú dejar huella en la vida de una nación y del mundo como personalidades semejantes que a últimas fechas nos han estado dejando. Ellos forjaron, a nosotros nos queda afinar, ajustar, modernizar. Porque está visto que no hay nada nuevo bajo el sol.

Veo con tristeza que la cultura del olvido empieza a cebarse. Alguien, ante esta exposición, me ha "aconsejado":
¿Como cualquier perro? Qué falta de respeto. Toda forma de vida es respetable y demuestras denosto por ella. Que no te duela lo que piense, eres libre de hacer lo propio con tus recursos. Yo jamás he dicho que me da gusto que muriera ni nada parecido. Pero por supuesto que soy una persona crítica de su trabajo. Mejor deja de ser juez y dedícate a ser libre.
Si he de justificar mi postura... Mencioné "perro" en el sentido del argot periodístico de que "perro no come perro". Nunca con el superficial o si se prefiere más profundo significado de la vida en general.

Mi afán no es el de juzgar a quienes de por sí, libremente, ya venían juzgando críticamente el trabajo del periodista.

Mi lamento personal, libre, equivale al del doliente para quien los comentarios justificados o no de hartazgo o crítica respecto del finado por quien se guarda cierto afecto caen de forma impertinente, insensible, con indiferencia.

Recuerdo alguna ocasión cuando, al poco tiempo de fallecida mi madre, cierto familiar expresó su opinión acerca de ella. Y luego ocurrió algo semejante con el deceso de mi padre. Su parecer y su dicho no carecían de razón, pero su impertinencia fue tal que hube de saltar de manera airada. Al lastimar a la memoria por estupidez e insensibilidad no se vilipendia o ensalza al que ya es ausencia, sino se hiere al presente.

Ha llegado a tal grado el desprecio por lo pretérito que en la necia insistencia por vivir el ahora desechamos las raíces de lo que somos. En el caso de Jacobo Zabludovsky, para quien un invento más grandioso que la televisión, el radio o la máquina de escribir lo era el lápiz siempre afilado, el tiempo pondrá en la balanza sus aciertos y desaciertos, sus aportaciones y sus omisiones, cada cual de esas cosas hizo trama en el complejo tejido de Mexico.

Vivir en libertad, aunque supone elección, no implica ser indiferente y mucho menos intolerante. El egoísmo es la antesala de la autocracia.

Obituario indeseado

TENÍA YO POCAS HORAS DE SUEÑO, habiéndome acostado como es mi costumbre entre las tres y cuatro de la mañana y escuché, siendo poco más de las ocho, la noticia aciaga dada, confirmada por Adela Micha: falleció Jacobo Zabludovsky, a la edad de 87 años, luego de dos semanas hospitalizado en el ABC —qué siglas más periodístcas— a causa de una severa deshidratación que derivó en un derrame cerebral. Pensé que lo estaba soñando. Fue como escuchar la voz de mi madre llamándome desde ultratumba. En realidad mi madre me hablaba en sueños, empapada en llanto, a las dos de la madrugada había dejado este mundo su "Güero" adorado mientras yo, en mi desvelo, dedicaba tiempo a remodelar este sitio de mis Indicios Metropolitanos, un rincón más opinativo que informativo, más personal que local, pero hecho con el corazón y con aspiración universal.

Para mí, hablar de Jacobo es tanto como hablar de mi alegre y ocurrente madre. Si bien no trabajé como muchos con él y no conviví de cerca, las cuatro veces que tuve contacto con él de forma personal dejaron en mí honda huella. Era y seguirá siendo un Maestro, de esos que no queda más que afirmar se les reconoce por sus obras.

El primer contacto con el Señor Noticia
Jacobo Zabludovsky entrevistando al Pte. Adolfo López Mateos,
16 de enero de 1960
La primera vez que tuve contacto personal con él fue cuando tenía yo escasos 9 años. Coincidimos en un espectáculo, creo recordar, del Holliday On Ice, en la Arena México. Mi madre lo reconoció en la distancia, lo había conocido en su juventud, como compañero de banca en la Universidad Obrera, tomando clases de Filosofía y francés, dos de las cuatro materias que mi madre cursaba. Él, en entrevistas posteriores, era dado a negar esa etapa de su vida o a simplemente no recordarla y así se lo comenté en la segunda carta que le escribí en mi vida hace escasas semanas de esa remembranza. “El pudo ser tu padre”, decía ella entre broma y en serio, “pero me ganó tu papá y me ganó Sarita”. Así como ella en su juventud quedó prendada de ese “piojito güero” para el resto de su vida en calidad de amor platónico, así yo quedé prendado de Dianita, su hija, y a ella escribí mi primer poema en la vida, si se le puede llamar poema a ese infantil fruto de la infatuación sin rima válida, sin métrica, mera ocurrencia, la primera de tantas. Tras la muerte de mi madre en 2009 ese texto, que creía yo solo un resabio de memoria apareció entre sus cosas; ¡lo había guardado como tantas otras cosas mías y de mis hermanas!, coleccionista como era.

De esas colecciones suyas una va guiando el curso de mis lágrimas y sonrisas melancólicas esta vez: su colección de recortes sobre Jacobo, aun cuando la comenzó en sus últimos años y luego de la salida de Jacobo del noticiario 24 horas, buena coleccionista, supo aquilatar lo poco que acopió, porque supo escoger aquellos trozos de información que sintetizaban una historia propia, una historia nacional, una historia mundial. Colección, además, que nosotros, sus vástagos, sabedores de su “devoción”, prohijábamos.

La historia a cuadro
La segunda vez que tuve contacto con Jacobo fue, como muchos mexicanos, mediante la imagen de televisión. Crecí con la televisión. No me entiendo sin la televisión, ese invento que, en la opinión de mi madre y de Jacobo, es de los más fundamentales de la humanidad. Motivo, para mí, de los primeros desvelos. Me recuerdo arrastrándome por el piso luego de haber sido enviado a la cama a dormir para colocarme, según yo, discretamente bajo el sofá y mirar junto con mi madre las noticias. A veces ella se hacía de ojo chícharo, pero más pronto que tarde me llamaba la atención. Así lo recuerdo, un rostro con orejas gigantescas que luego me enteré eran unos audífonos.

Mientras escribo esto, miles de colegas comunicólogos y periodistas en el mundo entero están elaborando el obituario no deseado, narrando la biografía de un hombre atravesado por la Historia, una biografía que él mismo se encontraba redactando y que ignoro, pero supongo, no terminó, como es de esperarse con las notas del día a día. Están haciendo acopio de anécdotas como estas, evitando de algún modo que el olvido comience tan pronto su corrosivo trabajo. Y seguro lo hacen siguiendo los lineamientos transmitidos por su experiencia institucional, a diferencia de mí pues mi estilo, lo sabes bien, lector, no es tan escueto ni directo, aun cuando lo he practicado.

Iniciado en la Televisión
La tercera vez fue cuando tenía yo doce años y formaba parte junto con queridos amigos de la infancia de un staff de televisión de circuito cerrado en mi primaria La Salle Bulevares. Esa vez mi madre tuvo la idea y gestionó con el director, uno de mis segundos padres, profesor Ramón Hernández, la pertinencia de una visita guiada a Televisa Chapultepec. Ella misma tramitó la visita, la que finalmente se realizó en una de las primeras emisiones del programa sabatino de entretenimiento que por entonces, además, conducía Jacobo de forma desenfadada. Recuerdo ese día como si fuera ayer.

Llegamos todos los equipos del staff, en total alrededor de quince muchachos inquietos y ávidos, nerviosos por la experiencia. Mi madre al tanto de la organización. Entramos a Televicentro, esperamos en el pasillo fuera del Estudio 2. Luego de unos minutos que me parecieron horas salió la secretaria de Jacobo para avisarnos que pronto entraríamos a escena. Poco después Jacobo salió preguntando por mi madre, que no era la única mamá que nos acompañaba. La miré, sus ojos brillaban nerviosos. Estaba cerca de su amor platónico, veinte años después de su primer contacto; contacto que él jamás registró si acaso hasta el momento de leer mi carta, si la leyó. Carta que acompañé con ejemplares de mi novela-antología de cuentos Laberinto Bestial 1; semillero de indicios y mi primer poemario Por Causa de un Amar Tal.

Amable, Jacobo dio las instrucciones correspondientes. Entramos al estudio, nos realizó la visita guiada durante el breve espacio del corte comercial: máster, las entre cajas, camerinos, foro. Eso, creímos, era todo. Una visita de tantas como las que organizaba el colegio a industrias chocolateras como La Azteca, museos, etc. Pero no, un miembro de la producción nos pidió que esperáramos y luego, para nuestra sorpresa volvimos al interior del foro. Nos colocaron tras las cámaras, ¡qué grandes comparadas con las de nuestro escolar estudio! Nos pusieron a manejarlas de la mano de los camarógrafos. Tanta emoción hubo que no recuerdo a qué artista estaba entrevistando Jacobo, quien en el nuevo comercial dejó su sitio para acercarse al grupo. “¿Quién está a cargo de estos muchachos?”, preguntó. Mi madre respondió con una tímida seguridad. “¡Venga conmigo, señora! Vengan muchachos, las demás mamás también!” Nos acomodó en un área de luz y volvió a su sitio donde, de vuelta al aire, en vivo, nos presentó como a unas celebridades. Entrevistó brevemente a mi madre y a dos o tres de nosotros. Fin del paseo inolvidable. Fin del que, hasta ahora lo entiendo, fue el principio de lo que soy ahora.

Unas pocas palabras
La siguiente ocasión y última fue luego de mi titulación como licenciado en Ciencias de la Comunicación Social, carrera a la que me cambié tras desertar de ingeniería en Sistemas Electrónicos. Ya trabajaba yo en Televisa, donde me inicié, como Jacobo, en la radio. Su maestro fue Alonso Sordo Noriega, a quien conoció mi padre; mi maestro ahí fue el productor don Raúl del Campo Jr.

Era el año 1992, tenía poco tiempo de haberme quedado “sin trabajo” aun cuando seguía escribiendo para El Universal mi columna “Paréntesis”, dando clases en el Tecnológico de Monterrey y mi Universidad Anáhuac. El proyecto en cuyo equipo de producción participaba para Cablevisión había terminado. Por consejo de mi madre, otra vez, redacté mi primera carta a Jacobo, elaboré un cuidado currículo, lo guardé entre las páginas de mi tesis de licenciatura y fui una noche a las oficinas de Noticiarios en Televisa Chapultepec, sin cita de por medio, portando mi gafete. Me apersoné con la secretaria de toda la vida de Jacobo y le expliqué el motivo de mi visita: verlo, entregarle mi tesis dedicada al maestro que, sin serlo propiamente, supo hacerme llegar sus lecciones de forma vicaria, mediante amigos colegas, mediante la pantalla y su forma de trabajar disciplinada, ejemplar, humana, precisa, cuidada, respetuosa, rigurosa, divertida, audaz. Esperé alrededor de una hora porque estaba él redactando y organizando el noticiario, que es la forma correcta de mencionar los espacios dedicados a las noticias por contraste con “noticiero”, que es la persona que da las mismas, aunque modernamente se han fundido en un solo concepto, en parte por causa de don Pedro Ferriz Santa Cruz y Jacobo Zabludovsky y otros periodistas de su talla, ya también desaparecidos.

En el ínterin saludé a Heriberto Murrieta, a quien ya conocía porque fue novio de una compañera de la universidad y por medio de esa relación nos dio una plática en los estudios de televisión de la facultad de Comunicación. Saludé también de lejos a Lolita Ayala. Me encontré con algún condiscípulo de la preparatoria que ya laboraba en el equipo de redacción, en el turno de noche.

Finalmente me recibió en el camerino que tenía al lado de su oficina. Vestía una camisa a cuadros y un pantalón caqui de Terlenka. Lo estaban maquillando. En un gancho en la pared colgaban un saco oscuro, una camisa a rayas y una corbata negra. Charlamos unos minutos apenas. Le expliqué el motivo de mi visita. Le expresé mis respetos, pero no me atreví a pedirle trabajo. Él, al ver mi currículo, lo comprendió, pero comprendió también mi obnubilación. Me miraba con sus ojos gachos de una claridad prístina que se sumaba al reflejo de sus gafas. Su cabello más naranja que amarillo brillaba perfectamente acomodado. Las pecas de su tez blanca rosácea iban confundiéndose con el maquillaje con cada aplicación. Le expuse mi afán tras la redacción de mi tesis como una obra no nada más para cumplir un trámite sino con una visión más ambiciosa, como una obra teórica susceptible de veras de sentar huella y precedente como otrora llegaran a hacer trabajos recepcionales de autores como Samuel Ramos, o incluso los grandes pensadores del siglo XIX cuyas tesis sentaron cátedra de una vez y para siempre en la cultura occidental. Jacobo escuchaba atentamente, paternal. Cerca del momento de dirigirse al foro se levantó y con particular cortesía me despidió deseándome suerte en mis emprendimientos.

Aquí termina mi historia con Jacobo; o quizá en verdad comenzó. Porque entonces hice conciencia del peso del personaje en mi formación como individuo. México y el mundo los vi en gran medida, para bien y para mal, pésele a quien le pese, a través de los ojos de Jacobo Zabludovsky que fue mucho más que solo un periodista, un reportero de 24 horas. Fue el inventor del formato de dos columnas de los guiones de televisión, basado en los guiones que ya hacia la década de los sesenta se usaban comúnmente para la creación de audiovisuales. Un formato hoy conocido como “latino”. Introductor de los teléfonos en los foros noticiosos como un elemento adicional de la oportunidad informativa. Y como esto, Jacobo es, ya, un largo etcétera sin el cual no se explican la televisión, el periodismo en México.

Testigo de la historia nacional y mundial, Jacobo deja uno de los más importantes legados para las generaciones actuales y venideras. Legado que incluye los vituperios y detracciones, la mayoría infundados por partir de un conjunto de prejuicios. Su labor, su influencia ya eran motivo de estudio cuando yo estaba en la universidad así desde la perspectiva crítica de la academia, como desde el punto de vista de una opinión pública que él, fundamentalmente, ayudo a construir.
Como muchos de su generación construyó el significado del día a día en la medida de sus posibilidades, de sus limitaciones, a veces a contrapelo de la censura gubernamental, capotéandola como al buen toro de lidia empeñado en embestir con furia al torero distraído para cogerlo en falta y aniquilarlo, como sucedió con Excelsior.

En los tiempos de Jacobo, él era —como seguirá siendo— la referencia básica, el lugar común incluso para sus detractores. Y esto, curioso, contrario a su intención y costumbre creativa de no caer en los lugares comunes.

La última emisión del noticiario “De una a tres” que condujo Jacobo el martes 23 de junio de 2015 me preocupé. Al hombre apasionado por el tango, los toros, París, Madrid, Buenos Aires y el Centro histórico de la Ciudad de México, cuyo bolero predilecto era “Cenizas”, se le escuchaba notablemente cansado, apagado. Pensé lo peor, pero como el tiempo no pasaba por Jacobo y era legendaria su fortaleza que lo llevó a vencer dos veces al cáncer, me pareció inimaginable su ausencia.

Hoy, Jacobo ya no estará. Enterró a casi todos sus amigos; y tuvo muchos. Y eso me hace mirarme en el espejo de mi radical soledad mientras resuena el eco de las memorias hechas cenizas: “El periodista no debería ser motivo de noticia, excepto el día de su lamentable muerte” llegó a decir, según recuerdo, un poco con ánimo crítico respecto de aquellos colegas que, ya por vanidad o por circunstancias de la vida fueron o hemos sido envueltos como actores voluntarios o involuntarios de la noticia. Empieza entonces el ejercicio de la revisión para quienes seguimos de un modo u otro sus pasos por ese “Caminito” que hace de la vida tango memorable por el cual “Volver” al centro de la merced de lo que “Uno” es.