La verdadera cuarta transformación pasa por el PRI
LEYENDO las recientes declaraciones de Alejandro 'Alito' Moreno, actual dirigente del PRI, tras el fracaso del PRI y sus aliados (PAN, PRD y Partido Alianza) en las elecciones del dos de junio, debo señalar que no bastará con un cambio de fachada.
No es maquillando la faz, un cambio de imagen corporativa, lo que dará al partido nuevos álitos (uso con propósito redundante la palabra, para ver si me entiendes Méndez, o te explico, Federico).
Los resultados de las elecciones me han remitido en más de una manera al drama de Alejandro Casona, Los árboles mueren de pie, y enseguida se comprenderá por qué mediante las paráfrasis que propondré a consideración.
La carreta va para donde jala el buey
Años atrás vimos a AMLO montado en una carreta, en un camino de Oaxaca. Esa imagen entonces y ahora rememorada me lleva a reflexionar que, cuando el carretonero es vencido por el agobiante calor y dormita en su asiento, aflojando las riendas, la carreta acaba yendo para donde jala el buey. Algo así le pasó a mi México, lindo y querido que, como personaje de Los árboles mueren de pie parecería decirnos, refiriéndose al mundo que hoy nos define: “Dígalo, dígalo sin miedo; tal como va el mundo, todos los que no somos imbéciles necesitamos estar un poco locos”.
El PRI debe transformarse desde su raíz si no es una institución imbécil. Requiere refundarse, y eso implica repensarse, deshacerse de viejas maneras, de añejas ideas ya rebasadas por la modernidad del siglo veintiuno e incluso de aquellos políticos que solo han sido un lastre para el avance a causa de su insidioso afán caudillista, su ambición grosera por desmedida, así se trate de líderes sindicales, empresarios, líderes campesinos, o cualesquiera cuadros de las llamadas "fuerzas vivas", las que hoy, ya se vio, aparte de mamar del presupuesto de un modo u otro, fueron insuficientes para darle el carro completo, o siquiera la mula del carro para que el PRI pudiera respirar, aunque sí lo consiguieron para MORENA propiciando ¿más de lo mismo? No nada más la caballada estuvo flaca, a pesar de complementarla con las cuadras de los establos vecinos. Estuvo francamente raquítica.
“Que no me vean caída. Muerta por dentro, pero de pie. Como un árbol", parecería resonar tras los dichos de la perdedora en los comicios. Xóchitl Gálvez resultó una candidata adecuada, pero jamás fue la idónea como tampoco lo eran los otros aspirantes con todas sus cartas credenciales y de experiencia. Así lo expuse a los que, lectores adeptos de estos Indicios Metropolitanos en su grupo en Facebook, me convidaron sus afanes participativos en la conformación de un frente opositor. Simplemente no había más de donde tomar, dicho esto sin desmedro de las capacidades y personalidad de la señora, la que además hubo de cargar con el lastre de los chuecos intereses de las instituciones que pretendieron amarrarle las manos con sus actas constitutivas y sus estatutos.
Con el fracaso que significó la candidatura de Xóchitl Gálvez, lo que vimos los mexicanos fue la puesta en escena de aquel viejo refrán, dicho con respeto: tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata. Tanto Marko Cortés como Alito MORENO quisieron ir por lana y salieron trasquilados, y en el proceso no nada mas rasuraron al PRD, lo dejaron tan vulnerable al Sol Azteca que ni las garrapatas le agarraron gusto para chuparle la rosácea sangre. Ya ni hablar del Partido Alianza creado por la maestra, expresidiaria, exlíder sindical, Elba Ester Gordillo.
Los árboles mueren de pie
En mi calidad de funcionario electoral, durante la votación una vecina que había sido una lopezobradorista y morenista recalcitrante se me acercó a decirme: "Este gobierno logró en mí lo que jamás creí que sería: apartidista. Todos son iguales". Me limité a recordarle las razones que nos separaban en nuestras discusiones de café. Y esa escena me trajo aquella otra de la obra de Casona cuando una de las personajes afirma: “En aquel momento comprendí que iba a ser suya para siempre, aunque fuera de lejos, aunque él no volviera a verme nunca más.”
La verdadera cuarta transformación, lo he dicho, no es la ofrecida por el partido MORENA, como sea que la entiendan sus militantes y simpatizantes. MORENA, como apéndice extraído, engendro derivado del PRI (digamos las cosas como son), apenas fue la simiente para provocar (el oficio más amado por Andrés Manuel López Obrador, como dije en mis artículos aquí mismo sobre la escisión en el PRD que ocasionó la conformación del movimiento lopezobradorista); para provocar, repito, el cisma en el tronco fundamental priyista enfermo y debilitado por la epífita carga de aquellos que, como si heno motita y muérdago, vivieron de la savia que lo sostuvo por un siglo de existencia matándolo rama tras rama, de la copa a las raíces.
De entre esas ramas, la del PRD cumplió su ciclo. Nació desde el PRI como una estrategia "honesta" para aglutinar a los grupos de izquierda priyistas y a los no priyistas, en el afán de hallar puntos de coincidencia, pero preparando el terreno para lo que sobrevendría en el final del siglo veinte y con miras al veintiuno. Terminaron venciéndolo y resquebrajándolo las tribus izquierdistas, tanto las extremosas como las moderadas. De entre ellas, para provocar en la sociedad y examinar el grado de adhesión popular a las tendencias extremosas, AMLO jugó su papel de ariete provocador, disruptor, como también escribí. Y eso se traslucía en sus discursos, en especial en su recalcitrante frase de campaña: "al diablo con sus instituciones". Esos eran pues anuncios de la detonación que sería su gobierno de producirse. Y lo consiguió, pues ya en el poder a fuerza de tozudez se ha dedicado a dinamitar cuanto basamento le ha resultado incómodo, desde adentro, como el moho del pantano, depredando justo como hace el taciturno y taimado fósil que justifica el mote del presidente en turno, es decir cual peje lagarto a veces impulsado por el capricho depredador, a veces siguiendo un velado programa de transformación que, quienes leemos entre líneas, adivinábamos que tenía como objetivo cambiar de piel pero además barbechar el terreno para que, con el tiempo, un PRI transformado pudiera abrirse camino germinando como opción más acorde con los tiempos.
En el trasfondo de la supuesta alternancia del PRI de Peña Nieto al MORENA de AMLO en el poder parecería leerse aquel parlamento de la obra de casona como eco resonante en las intenciones de Andrés: “Ella [la institución madre] no te necesita. Tiene tu recuerdo, que vale más que tú”.
Si algo ha tenido el PRI desde su origen, eso ha sido su enorme capacidad de adaptación. Se adaptó primero a los vaivenes de las corrientes políticas y demográficas que sostuvieron a la Revolución Mexicana y sus consecuentes modificaciones sociales, económicas y políticas. Se adaptó a los efectos de la Segunda Guerra Mundial y las presiones de las potencias. Se adaptó a las presiones sociales de las décadas de los sesentas y setentas, poniendo las bases de la democracia partidista que ahora experimentamos. Se adaptó tres veces cambiando de siglas: PNR (Partido Nacional Revolucionario, con Plutarco Elías Calles), PRM (Partido de la Revolución Mexicana, con Lázaro Cárdenas), PRI (Partido Revolucionario Institucional, con Manuel Ávila Camacho) cuando el nombre parecía serlo todo y encerrar la finalidad tanto como el fundamento. Pero tal táctica ahora ya no tendría valor ni cabida. ¿Cómo tendría que llamarse ahora si ya no es Nacional, la Revolución Mexicana ya es un asunto de los libros de Historia, las instituciones construidas con sangre, sudor y lágrimas de los mexicanos ahora lucen anquilosadas, corrompidas, resquebrajadas, amenazadas, destruidas o desaparecidas por el gobierno del Movimiento de Regeneración Nacional. De ahí que afirme: un cambio de fachada no basta. La fusión de fuerzas e ideologías contradictorias so pretexto de alianzas tampoco. La regeneración nacional pasa por la refundación. Y la refundación pasa por una nueva Constitución. La Revolución de las Conciencias (término empleado primero por el periodista Pedro Ferriz de Con antes de lanzarse como candidato independiente a la Presidencia de la República en dos mil dieciocho) acabó "plagiado" por el lopezobradorismo más dedicado a tergiversar conceptos y el imaginario colectivo alrededor de los héroes sobre los que ya venía cebándose el afán por humanizarlos. Pero también AMLO socavó la unidad nacional. Había que dividir a la sociedad Mexicana mediante artimañas como el uso categórico de adjetivos (chairos y fifís, entre muchos) para provocar el desánimo frente a lo construido y existente sembrando las expectativas con una falsa esperanza, pero también insuflando el miedo a la realidad imperante para prometer una distinta donde el bienestar y la felicidad fueren la medida y marca del progreso y no al revés como sugirió el malhadado neoliberalismo hoy tan vilipendiado.
En tiempos cuando el capitalismo real enfrenta su particular y estruendoso cisma, cuando la hegemonía no cambia de manos sino se vuelve compartida entre las potencias para la conformación de un mundo multipolar. Donde los polos primordiales de esa hegemonía son EE.UU. y China, México, con las elecciones recientes se ha convertido en la oportunidad de la concreción de esa hegemonía compartida. En parte por su "privilegiada" ubicación geopolítica, en parte por ser la sexta economía más importante del planeta. México es el nudo que amarra las sendas de la Nueva Ruta de la Seda, y a eso obedecieron las necias obras estructurales del gobierno que este año termina: Dos Bocas, el Tren Transístmico, el Tren Maya, la ampliación de Salina Cruz y otros puertos en el Pacífico.
Adivina adivinador
Años atrás auguré en este blog que el dos mil doce lo ganaría el PRI con Peña Nieto y acerté. Auguré luego que el dos mil dieciocho lo ganaría la izquierda, muy probablemente MORENA (el PRD todavía se defendía), y acerté. Auguré que el dos mil veinticuatro lo ganaría la izquierda de nuevo, quizás con Claudia Sheinbaum, y mi análisis fue coherente, congruente y acertado. Falta ver si acerté en mis pronósticos sobre la conformación del Congreso, en el sentido de que MORENA no conseguirá la mayoría calificado sino de panzazo.
Entre llaveritos y San Pedro
Personalmente, lo he dicho, veo pertinente una reforma al Poder Judicial. La corrupción en él es innegable, pero este gobierno en particular que ya termina —no sé si reír, llorar, rezar o correr— ha adolecido de eficiencia y utiliza la idea de esta necesaria reforma como un ariete marca AMLO (recordando lo que escribí hace años) para, como ha venido haciendo el todavía presidente desde hace treinta años, vapulear a las instituciones.
Es verdad que muchas veces es necesario azuzar el avispero, pero en esta ocasión antes de sujetarnos a los picotazos de los intereses fácticos que lo sustentan, tendría que mirarse hacia uno mismo y determinar si tiene bien puesta la careta protectora: la conformación de las carpetas, la función fiscalizadora.
El presidente dijo hace unos días que luego de esta reforma vendrá la relativa a la manera como funcionan las fiscalías. ¡Qué cómodo! Al amparo —vaya ironía legal— de sus dichos sobre que la corrupción se barre como las escaleras, en este caso particular parece estarse equivocando de escaleras. Sí, la escalinata del Poder Judicial hay que barrerla, pero esta escalinata está puerca de toda la basura mal hecha que le lanzan las fiscalías desde la escalera del Poder Ejecutivo incapaz de armar un expediente decente, bien argumentado, con pruebas y no solo recortes de álbum de un niño de primaria. Y esto a nivel federal como estatal, y sin mencionar la opacidad característica. Ahí está como un simple ejemplo el caso de los santeros de Echegaray, del que sigue sin saberse nada, sin que haya un solo arrestado, y primero Indicios Metropolitanos entró en contacto con el Babalaow en Cuba que la fiscalía emitiera algún mínimo reporte o comunicado de prensa al respecto como estos Indicios Metropolitanos solicitaron hace mes y medio, lo que lleva a pensar: o son ineptos o están coludidos. Y ya se ve que a veces suceden ambas cosas.
Pero, volviendo a lo anterior, ya se verá el resultado de querer limpiar a punta de trapazos la casa. Los mexicanos pagamos ya dos veces la novatada de la alternancia. El PAN requirió dos sexenios para entenderle al negocio de gobernar al país. Ahora las izquierdas, bajo el paraguas de AMLO ha hecho lo propio. Con Fox medio capoteamos el temporal. Con AMLO ha sido como viajar en una trajinera donde todos quieren tomar la pértiga para impulsar la nave o tomar la cuba para achicar el agua, nadie se pone de acuerdo, o de plano se quedan sentados en su puesto, divertidos viendo los papeles picados movidos por el viento, y degustando unos tamales de chipilín con atole saboreado a punta de dedazos ocurrentes.
A ese México llega la hoy virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum quien, por cierto, en parte por esos mismos tropiezos judiciales, no se sabe de manos de qué ministro en septiembre, recibirá su constancia ya no de mayoría sino certificando su legitimidad ganada en los votos, aunque en días pasados el Tribunal Federal Electoral emitió sentencia poniendo en duda tal legitimidad a consecuencia de las impertinentes intervenciones e intromisiones del presidente Andrés Manuel López Obrador durante las campañas, porque la batalla en el lodo judicial tiene salpicada hasta la linda carita de la muñeca de sololoy que nos gobernará próximamente.
Señales halagüeñas
Guardadas las proporciones, de manera semejante a lo ocurrido con la primera alternancia en México tras la salida del PRI para la llegada del PAN a la presidencia de la república, casi como sucedió en el paso de Vicente Fox a Felipe Calderón, ahora con el paso de AMLO a Sheinbaum parece que las señales hacia lo que vendrá para México pueden leerse con buenos ojos.
Si el PAN requirió dos sexenios para aprender a medio gobernar al país, no veo por qué no sucedería lo mismo con MORENA, o en general con las izquierdas que conglomera.
La presentación durante estas semanas por la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, de quienes conformarán su gabinete pueden ser leídos en dos sentidos tranquilizadores: confirma la continuidad del proyecto ideológico de MORENA (no necesariamente del lopezobradorista); envía un mensaje de estabilidad política y conciliación de intereses. Asimismo, el cambio de tono discursivo empieza a dar señales de la posible instauración de un estilo personal de gobernar. Sin embargo, algo semejante hizo al tomar posesión como Jefa de Gobierno de CDMX y quedó desdibujado ese estilo personal porque, en el afán por mantener la línea lopezobradorista dejó pasar sin resolver a tiempo un conjunto de yerros de gobiernos anteriores. ¿Qué nos garantiza a los mexicanos que no sucederá lo mismo a nivel federal con las obras inconclusas y los errores del mandatario saliente? Pues no puede negarse que en lo económico como en lo político, especialmente en temas de seguridad, le deja a su pupila una papa caliente que podría estallarle en la cara más pronto de lo deseable, tal como, de nuevo toda proporción guardada, sucedió a Ernesto Zedillo Ponce de León al recibir de manos de Carlos Salinas el poder.
En fin, sin duda la cuarta transformación pasa por el PRI, tanto como la reforma judicial pasa por el respeto y la conformación de un sólido estado de derecho alejado de la demagogia y el populismo. Se verá.