Una farsa necesaria



UN DÍA. Sólo un día falta para que se realice en México la primera consulta popular de veras histórica. Sí, ha habido muchas críticas a la consulta a celebrarse el próximo primer día de agosto. Se ha tachado el ejercicio, en parte con justa razón, de ser una farsa y una muy costosa.

El engaño, la farsa que aducen los críticos está justamente en el último párrafo de un artículo editorial publicado por la revista Polemón [subrayado mío]:

A pesar de estos comentarios, la consulta se realizará el próximo 1 de agosto y en ella se determinará si se tomará acción legal en contra de los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto.

Los resentidos (que podemos ser todos los mexicanos) exigen el ajuste de cuentas respectivo para los "villanos" favoritos de la Historia reciente. El problema radica en que esos resentidos solo ven la Historia como una colección de personajes buenos y malos en los extremos, sin pensar que en medio hay una serie, un conjunto de ayudantes de aquellos, tanto o más viles por causa de su mezquindad, servilismo, idolatría, conveniencia y añadiría perversión valemadrista.


Por muy abstrusa que pueda resultar la pregunta modificada por los magistrados para poner a los ojos del pueblo como un cuestionamiento acerca de lo pertinente que puede resultar someter a juicio a "actores políticos por sus decisiones del pasado", dentro de su vaguedad incluye la trampa magnífica capaz de someter incluso al gobierno en turno. Pero, parece que los críticos no lo quieren ver; y ya no digamos los resentidos con el pasado empezando por un "justiciero" Andrés Manuel López Obrador.

Es cierto que la pregunta original propuesta por el presidente con base en los planteamientos expuestos muchos años atrás, en 2008, por el escritor Alfredo Jalife iba en el sentido de cuestionar a los mexicanos si quieren que se juzgue a los ex presidentes Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo, y Carlos Salinas de forma específica. sin embargo, aun cuando la consulta es constitucional, los ministros de la corte privilegiaron el principio de presunción de inocencia y el respeto consecuente al derecho humano de la identidad en virtud de lo cual la mención de cualquier nombre de cualquier ciudadano en los términos planteados implica lo contrario, es decir la presunción de culpabilidad y la difamación expresa e infundada, o dicho de otra manera presenta un prejuicio que sesga el sentido de cualquier respuesta probable al cuestionamiento.

Como he dicho en un hilo de tuits recientes, Sí, es innegable que la consulta es una treta y una distracción aprovechada no nada más por el presidente Andrés Manuel López Obrador, sino por sus compinches y adoradores. Sí, es una farsa; pero, no por la consulta en sí misma como por las distorsiones que la acompañan de parte de los seguidores del presidente tanto como por sus detractores.

Si se hace una traducción más de la pregunta, esta pudo haber sido redactada de esta forma y ser más sencilla para la comprensión general en cuanto al propósito:

¿Estás de acuerdo en que sean examinadas y juzgadas las decisiones y actos de gobierno del pasado reciente por diversos actores políticos y que ocasionaran en perjuicio de los mexicanos la comisión de probables delitos de diversa índole?

Aún así, la trampa subyace. ¿Quiénes votarían negativamente? Aquellos previamente beneficiados por un sistema corrupto, coludidos. ¿Quiénes votaría afirmativamente? Los que notaren el matiz. Pues no se pregunta sobre la aplicación de la ley ya la procuración de la justicia en general, sino en función de decisiones políticas y actos de gobierno perniciosos en sus efectos pragmáticos mediata o inmediatamente posteriores.

La pregunta, aun siendo un galimatías, podría referirse a cualquier tema para ser la primera vez. Cuestionar por ejemplo: ¿Estás de acuerdo en que se construya la refinería de Dos Bocas? O mirando al futuro inmediato: ¿Estás de acuerdo en que se efectúe el 21 de marzo de 2022 un plebiscito para cuestionar la probable revocación del mandato al presidente en turno? O quizás algo más trascendente como: ¿Estás de acuerdo en que se modifique constitucionalmente la estructura del sistema de gobierno para pasar de uno presidencial a uno parlamentario?

El pretexto fue la idea reivindicatoria de los pecados y excesos del poder gubernamental o su castigo. La redacción modificada pretendió centrar la objetividad jurídica del cuestionamiento y evitar el sesgo original, efectista, de concentrar la atención en puntuales y específicos personajes a manera de un velado juicio político

Muchos tenemos años empujando desde nuestras respectivas trincheras para que se incluyeran y definieran las figuras de consulta popular, plebiscito, referéndum y revocación de mandato en la Constitución. Ya están en la letra, ahora falta ponerlas en práctica de manera organizada, formal, institucional, regulada.

Esta de ahora es la primera ocasión que se hace de tal modo, una prueba de fuego y madurez, y por eso esta consulta la organiza el INE y no es a mano alzada como los juegos de bingo que organiza el presidente en sus giras, poniendo a los presentes a votar sobre temas que no conocen, no les importan, no les afectan directamente o de plano no entienden, por no decir que son una mera vacilada ocurrente del político demagogo.

Más allá de lo supuesto, la consulta popular es un recurso de participación ciudadana necesario, noble y legal que necesita ponerse en práctica para volverse vinculante. Lo mismo sucederá próximamente con el plebiscito (que no consulta) a votarse el 21 de marzo de 2022 en relación a otro tema fundamental como lo es la revocación de mandato. Por ahora, lo de menos es la pregunta o la respuesta, lo que vale es el ejercicio y no las engañifas y ruidosos llamados a la confusión. La gente tiene ganas, afán de tomar parte activa en las decisiones del estado y no nada más sufrir vigilante las consecuencias de las decisiones peregrinas de sus gobiernos.

¿Por qué digo que es lo de menos? Porque si hacemos eco a las voces críticas, es cierto que la aplicación de la ley y la consecución de un estado de derecho no se pueden cuestionar o someter a consulta. Se aplica, se ejerce, se procura y se justifica sola en lo que de convención social conlleva, ni más ni menos. No puede ni debe ser de otra manera. Eso de un lado; de otro, si hacemos eco a los vociferantes crédulos, apostar por un significado torcido como suposición incrustada entre líneas dentro de la pregunta modificada, entonces poco importa que se responda estar de acuerdo o no, porque la sola vinculación servirá como justificante o para que sigamos como el tío Lolo, haciéndonos tontos solos,  o como pretexto para la comisión de arbitrariedades y venganzas y linchamientos con carta de derecho disfrazados de justicia. Sería tanto como aquellos jacobinos juicios de la Revolución francesa que dieron comienzo a la Era del Terror, todo con tal de aplacar la ira y el rencor de los, allá y entonces "sin calzones", acá y ahora "calzonudos". ¡Ahí está el verdadero riesgo!, repito, no de la consulta en sí misma, sino de la distorsión y el manejo que de ella hagan los oportunistas y peor los empoderados.

Lo conveniente y adecuado es conseguir una participación de más del 40% para el efecto vinculatorio. Sin importar el sentido del voto. Si la respuesta popular se decanta por el SÍ, hasta AMLO y su caterva de floreros de gabinete saldrán raspados y podrán ser juzgados por sus decisiones "pasadas" a partir del día anterior a la consulta misma que para entonces ya sería el arranque del pasado mencionado en el cuestionamiento, aún a pesar del fuero constitucional, es decir que a AMLO le saldría el chirrión por el palíto. En cambio, si el respetable se inclina por el NO, confirmará que la aplicación de la ley no se somete a consulta, que su aplicación ha de ser como es de oficio y aquellos delitos presumibles tendrán que ser perseguidos conforme a derecho, en tiempo y forma, con denuncia previa de por medio, guste o no al político de turno o al pueblo de Fuenteovejuna, pues la ley es la ley. Simple y llanamente.




La inseguridad en México: entre la percepción y la realidad


HE LEÍDO con interés y cuidado la información dada a conocer recientemente por el Secretario de Marina, Almte. José Rafael Ojeda basada en los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y el INEGI sobre seguridad. Con franqueza digo: lo que me parece más relevante de la información presentada sobre la inseguridad en México no es tanto el ranking de las cincuenta ciudades con más violencia, entre las que se cuenta mi terruño, Naucalpan, como el contraste, por primera vez expuesto de forma mediática como nota informativa, entre las cifras oficiales con base en delitos denunciados y/o perseguidos y los datos de medida de la percepción ciudadana. Estos últimos se han venido recabando mediante la Encuesta de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública desde hace por lo menos una década, pero no se habían mostrado al público sino como datos aislados o en abstrusos informes que casi nadie consulta. En 2017 el gobierno de Enrique Peña Nieto cambió la metodología para recabar y medir estos datos, haciendo más precisa la información y dicho método es el que aún hoy se sigue, para despecho del actual gobierno y sus simpatizantes que orondos se paran el cuello como inventores del hilo negro y el agua tibia.

En este tema cabe destacar la publicación poco difundida del Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia 2014-2018 publicado en el Diario Oficial el 30 de abril de 2014, como uno de tantos ejemplos que podrían citarse.

Denunciar o no denunciar es el dilema

Ayer yo compartía en el grupo de estos Indicios Metropolitanos en Facebook mi experiencia personal respecto del espionaje, dada la noticia sobre el programa de espionaje Pegasus y sobre el acercamiento que tuvieron hacia mí funcionarios del ámbito de la seguridad local, estatal y federal en 2015. Lo que no conté, para no abusar en detalles fue que, del tiempo dedicado a la charla con ellos destacaron los cuestionamientos que me hicieron en la línea de obtener de mi parte (como si yo fuera quién) sugerencias para el mejoramiento de la seguridad.

Recuerdo que les dejé bien asentado que las autoridades estaban en un dilema, pues mientras por una parte aparentemente estaban haciendo su trabajo en la consecución y disminución de los índices de inseguridad, por otro, la percepción de la gente indicaba lo contrario y ello sustentaba el descontento y el temor que había llevado entonces y aun antes (y todavía) a las manifestaciones y protestas en diversos lugares del país como las ocurridas en Las Torres de Satélite y de las que di puntual reporte aquí. Es decir, les enfaticé que en temas de percepción se debe considerar la doble cara de la misma frente a los datos recabados en la realidad ominosa: mientras el ciudadano percibe un panorama, el gobierno construye su propia percepción a partir de los datos oficiales, algunos de los cuales pueden presentarse maquillados y por lo tanto distorsionan la verdad.

Nunca olvidaré que les sugerí entonces, entre otras cosas, que se hiciera una doble medición, por una parte la dura, basada en los datos concretos de denuncias, aprehensiones, y similares, y por otro lado medir la opinión popular siempre basada en datos más cualitativos que cuantitativos como los que resultan de los sentidos, con su grado de sesgo e inexactitud, pero nada despreciables al momento de formar un criterio acerca de un hecho específico. Es decir, les dije que el gobierno y los partidos tienen que conocer de veras a su "consumidor" gobernado, cosa que nunca han hecho, por lo menos hasta ahora.

En la medida que se conoce a fondo al consumidor, en este caso de los efectos del poder, es decir al ciudadano, entonces partidos, candidatos y gobiernos pueden orientar más efectivamente las políticas públicas para satisfacer necesidades reales y no nada más dar respuestas instrumentales, efímeras y de relumbrón. Como consecuencia derivada, la confianza en el gobierno se ve modificada tanto para bien como para mal según los resultados palpables, calificables frente a los resultados patentes con registro cuantificable. Y hasta hoy todos los gobernantes de todos los niveles junto con sus asesores en comunicación y mercadotecnia política han adolecido de no mirar al ciudadano como beneficiario de sus virtudes e incluso sus defectos, a pesar incluso de la transparencia que hoy tanto se prodiga.

Se ha criticado que los publicistas ofrezcan en las campañas a los candidatos y las marcas de sus partidos como "productos"; pero, sí, eso son, guste o no. Productos ideológicos que los votantes compran una vez en los comicios para consumir por todo el período para el que son electos y cuando un diputado cambia de bandera y color, la sensación, la percepción que deja en el consumidor es la del fraude  moral: El votante ha comprado un detergente con aroma equis, pero la fórmula impresa en el envase individual o de coalición no advierte que a la primera de cambios, apenas se quite la tapa, el cloro contenido habrá de descomponer las moléculas aromáticas hasta eliminarlas por puro proceso químico. ¡Si por lo menos apestara, pero ya ni eso! O sea,  la obsolescencia política también existe y también se nos presenta programada.

Luego, los chapulines son causa primordial del desencanto y así, toda confianza se esfuma más pronto de lo esperado. ¡Cómo no desilusionarse y mirar a todos bajo el mismo rasero!, cuando todos o la mayoría de los políticos y funcionarios burócratas, antes que procurar el bien común propenden al propio. Así, el dilema frente a la inseguridad es más pedestre, denunciar o no. Lo denunciado genera registro y dato y riesgo y, en un sistema corrompido, incertidumbre más que certitud; lo no denunciado abulta la percepción y consuela con la conformidad de que al menos hay certeza de haber sido o ser posible víctima hasta de uno mismo.

Poniendo remedios con carácter preventivo

El gobierno actual, aun más que los anteriores, ha dedicado un espacio para abrir la información estadística oficial acerca de la incidencia delictiva. El colega periodista Jorge Ramos, entre muchos otros, ha utilizado esa información oficial para cuestionar los avances en el tema, obteniendo de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador una respuesta cínica y tangencial siempre: "Yo tengo otros datos". Pues, si es así, entonces la misma presidencia desacredita los datos oficiales presentados, presumidos y valorados por su gobierno; es tanto como darse un balazo en el propio pie, un balazo como aquel que AMLO diera por juguetón y caprichoso a su hermano en una nalga y que le costara la vida.

Fuente: Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (marzo 2021), INEGI


2021 presenta la medida más baja en la percepción sobre inseguridad para algunas ciudades del país desde que comenzó a levantarse anualmente la Encuesta sobre Seguridad Urbana (ENSU) por el INEGI en 2013. Si bien tiene razón el presidente al señalar que estadísticamente la incidencia no ha ascendido, también es verdad que no ha disminuido notablemente. Y los factores son muchos, el más evidente descansa en la lucha encarnizada de los cárteles del crimen organizado por ganar plazas, territorio e influencia, lo que sin duda eleva los índices de determinados delitos. No obstante, el cruce de información entre lo percibido y lo hecho tendría que permitir tanto al gobierno como a los gobernados y medios un panorama más claro y balanceado  del estado que guarda el tema con miras a la certidumbre y la prevención, pues resulta falso y odioso que la gente diga que ahí viene el lobo mientras el gobierno, hacha en mano, clama ya haberlo destripado y Caperucita temerosa ya ve lobos hasta debajo de las piedras.

Del modo como para los alimentos se decidió incluir etiquetas gazmoñas para indicar y ayudar al consumidor a decidir sobre su consumo razonado tras notar cuándo un alimento tiene exceso de azúcares o de sodio o carbohidratos, algo semejante tendría que hacerse en dos vías.

En lo electoral, para etiquetar a los candidatos de modo que su ideología, promesas y propuestas sean obvias a los ojos de los votantes y, de incumplirse el contenido, puedan ser incluso desechados a medio camino o juzgados sin miramientos (de ahí la importancia de las consultas venideras, la primera de las cuales ha de ser respondida en estricto sentido de la pregunta planteada y no de la entelequia morenista, lopezobradorista de pretender enjuiciar sólo a ciertos y muy específicos personajes; o todos coludos o todos rabones, AMLO incluido, por "las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos".

La segunda vía, en la seguridad, haciendo no nada más el cruce de la información perceptual y dura, sino, a partir de ese cruce hacer contrastes entre logros y objetivos, entre promesas y resultados, entre expectativas ciudadanas y bienestar real obtenido. En salud, por ejemplo, se cometió el craso error de explicar a la población el comportamiento de la pandemia a partir de una curva normal, cuando el desenvolvimiento es logarítmico, razón por la que la curva jamás descenderá y el "aplanamiento" es paulatino sin límite matemático a cero. El virus Covid-19 y sus mutaciones llegaron para quedarse de por vida y lo más que podemos hacer es adaptarnos a controlar sus efectos.

Reza el dicho: "por sus obras los conoceréis"; y parece —es percepción— que las obras de López Obrador en varios rubros todavía dejan mucho que desear. Y entre las fallas están los procedimientos mismos para garantizar la procuración de la justicia, asunto que pasa por los tres poderes del Estado y no solo los atribuidos al Ejecutivo.

Es muy común desacreditar los datos perceptuales por implicar equívocos; pero, vistos con sensatez, muchas veces son más determinantes en la consciencia que los datos duros, oficiales o no y de ahí también el peso que las noticias falsas o las verdades a medias han tenido hoy en la desinformación y la mala información del público más acostumbrado a leer de pasadita que a detenerse en el análisis de las cosas. De ahí también, hay que decirlo, la importancia y el tino (mejor que el desatino) de la nueva "sección" de "Quién es quién en las mentiras" incluida como parte del programa de entretenimiento en que se ha convertido, desvirtuado, el noble ejercicio de comunicación que deberían ser las "mañaneras".

Los ciudadanos ya son distintos, más politizados y esto sin importar si son o no de clase media o por lo menos de esa con la que sueña el presidente. Ya no se tragan cualquier cuento, cualquier promesa, cualquier dato lanzado al viento con singular irresponsabilidad retórica. Cada día exigen, exigimos más certidumbre, pues mientras la autoridad dice que en tal ciudad los datos arrojan un índice más elevado de inseguridad, el miedo a flor de piel y entre los miembros de la sociedad del poblado de enfrente dicen lo contrario, que los bueyes del compadre están mejor resguardados que los propios y solo así se justifica aquello otro de que, viceversa, se haga justicia entre los bueyes propios antes que en los ajenos.

Una teoría de herencia familiar


LA GRAN FALACIA de la segunda mitad del siglo XX y esta primera del XXI y que han comprado con singular y alegre ignorancia los "caudillos" latinoamericanos es esa afirmación de que "para ser de izquierda hay que abrazar el marxismo y el marxismo-leninismo". Una falacia anclada en ideologías entecas, caducas, aun cuando el marxismo todavía tiene vigencia filosófica; curiosamente como sostén no del populismo ni de la socialdemocracia como sí del propio capitalismo en sus distintas vertientes hasta el neoliberalismo. Dicha falacia sostiene entre otros al candidato por la "izquierda" a la presidencia de Perú, Pedro Castillo.

Lo que enamoró a los obtusos, los renegados, los rebeldes, los resentidos y los "arribistas paladines de la justicia social" del comunismo (ni siquiera del socialismo) no fue, preciso es decislo, la amplia descripción y análisis de los sistemas económico-sociales de la época en que Carlos Marx esbozó junto con Federico Engels su pensamiento (ni siquiera revolucionario ni original), sino esa parte sensible acerca de la estructura y la superestructura social basada en las clases sociales, y nunca entendieron el fundamento del materialismo y la dialéctica subyacente en esa "lucha de clases", la que vieron como una eterna confrontación entre dominantes-dominadores al más rancio y burdo estilo mal interpretado de la teoría darwiniana y motivo del que luego abrevó justo el neodarwinismo social que nutrió tanto al socialismo real como al capitalismo real. Al primero ya lo vimos caer estrepitosamente a finales del siglo XX (aunque quedan resabios nostálgicos) y hoy estamos experimentando al segundo cimbrarse y desmoronarse desde sus mismos cimientos.

Quienes andamos (o andan, perdón por sumarme a los que sí son expertos y más enterados) escribiendo críticamente sobre el capitalismo real desde los noventas, no pretendemos más sino poner los puntos sobre las íes de un sistema y una ideología que derivó en conductas y nociones nocivas, perniciosas.

Líderes y candidatos como el relatado en esa nota referida en el hipervínculo del primer párrafo o los que ya sufrimos en México, con toda su carga no populista sino francamente demagógica, no hacen sino distorsionar aún más los fundamentos con miras no tanto a una verdadera reivindicación como, en cambio, un trastocamiento destructor.

Es cierto que muchas veces se puede construir sobre lo destruido, los japoneses tienen experiencia en ello. Sin embargo, también es cierto que muchas veces sobre los cimientos originales solo basta recomponer lo útil, derribar lo riesgoso, levantar lo nuevo y complementario. Desafortunadamente en países como el nuestro donde el reconcomio permanece como cicatrices de las heridas en las almas indígena y criolla, de piel por lo tanto muy sensible, el afán furibundo por arrasar vuelve a la inequidad fuente de inquina, en vez de motivo para la reflexión conciliadora. Y aquellos liberales que tratamos de abordar esto último somos vistos como "conservadores" pusilánimes, y hasta nuestra condición personal o social nos es asestada como guantazo no retador, sino descalificador.

En México, a lo largo de tres años del actual gobierno, ¿qué hemos hecho... todos? Se los dejo como tema para la reflexión, pues México y Perú no son ni se parecen a Venezuela. México parecería más bien encaminarse cada vez más a aquella vieja Colombia narcotizada que preocupaba al Dr. Jorge Carpizo y, lo peor, en connivencia con China, Rusia y EE.UU., como centro de inflexión de los poderes hegemónicos en pugna hoy.

Suena muy "mesiánico" y caritativo aquello de "abrazos, no balazos". Aforismo y paráfrasis de un "alma buena de Macuspana" (veremos quiénes reconocen a Shen-Te, el alma buena de Sezuán). No obstante...

Entre Perú y  México

Un dato histórico que no es menor para imaginar el futuro y los indicios conexos. Durante la Colonia, Perú, en tanto Virreinato, llegó a tener tanto peso e importancia  en el Imperio Español que era comparable con la Nueva España (sobre todo por causa de la minería).

Un pariente mío por línea paterna (perdón por la digresión genealógica), el Virrey Don Juan de Acuña Bejarano (se le nombra de varias maneras, lástima del segundo apellido que recuerda ciertas "ligas" de infausta memoria) era presidente de la Real Audiencia de Lima cuando fue nombrado 37º Virrey de la Nueva España y resultó uno muy conocido y reconocido por distintos logros y hazañas. No entraré en largos y profusos detalles históricos (para mí apasionantes). Quede solo barruntado un momento histórico desde el cual podemos imaginar las rutas de conexión e identificación ideológicas, económicas y geopolíticas, aparte de las culturales.

Y ahora es momento de explicar la razón del título de esta entrega y, siendo temporada de lluvias e inundaciones, el interés por amarrar con Sezuán lo que vivimos en México.

Años atrás tuve la "ocurrencia" de presentar ante colegas en un congreso de comunicación una teoría que había comenzado a trazar entonces. En ella proponía la idea de que las líneas de poder político, económico y social en los países hispanoamericanos aun más que en otras culturas, tenía una base genealógica y trenzada con las líneas de parentesco tanto por linaje como por consanguinidad, un asunto que persiste hasta nuestros días aun cuando la dinámica genealógica encubra con las nuevas maneras de registro parental la herencia bendita o maldita de algunos.

Yo había llegado a esa hipótesis tras mis primeros escarceos en la investigación sobre la genealogía personal y descubrir varios personajes, puntos y momentos de inflexión en la historia cuando esos personajes ostentaron poder difuso o franco, incidiendo además en hechos y decisiones históricas clave en el desarrollo de distintos países, para empezar mi México.

Quizás por la forma como presenté la idea o por lo "alocada" que parecía, algunos la tomaron como "jalada de los cabellos" y se burlaron e hicieron escarnio. Motivo, uno de tantos, por los que opté por no volver a involucrarme en simposios, congresos o similares. La petulancia académica de mis pares me purgó. Así, por lo que a la academia se trata, me concentré en lo más burdo y pedestre que significa para la administración pedagógica, atender mis asignaturas, y mientras, por debajo de mi mesa particular, continué y continúo mis investigaciones sin tener una valiosa o verdadera oportunidad para publicarlas, distraído además como me hallo en, como se dice coloquialmente, buscar el bolillo. Pero, la teoría ahí está, en mis apuntes y cuando es oportuno, como ahora, salpico y coqueteo con ella, como aquellos personajes dramáticos de una historia sobre la dialéctica entre el bien y el mal, sobre las dificultades de vivir justamente en un mundo donde la justicia solo puede implantarse adoptando los mecanismos del mal que trata de combatir. Donde es prácticamente imposible mantenerse puro entre rufianes y donde la inocencia es un lastre. ¿El bien y el mal se adquieren o se heredan? Si fueran mexicanos Rousseau o Maquiavelo...