Debanhí, un caso desaseado entre la leyenda y el mito


ERA DE LA OPINIÓN... de que la secrecía judicial es un asunto de suma relevancia, solo que quizás...

Días atrás causó conmoción en el país el extraño caso de Debanhí Escobar, una chica desaparecida y hallada muerta en una cisterna de un motel en Monterrey, Nuevo León.

Puedo estar de acuerdo parcialmente con lo que se apunta en un artículo escrito por Gustavo de la Rosa en Sin Embargo o muchos más respecto de la indignación que acompaña a las filtraciones periodísticas de información relativa al caso, lo que es considerado nocivo sobre el mismo. ¿Por qué digo estar de acuerdo en parte?

Casos como el de esta muchacha regiomontana, al margen de las especulaciones mediáticas y sociales, al margen de una lacerante realidad en el sustrato de los feminicidios y la violencia contra las mujeres, nos coloca a todos, a la sociedad en general y a las autoridades procuradoras de justicia y no se diga los jueces, a caminar por el filo de la navaja tramposa que es la transparencia.

Por ley y protocolo ninguno podemos discutir que la secrecía de las investigaciones en casos como este o cualquiera otro es fundamental para el correcto decurso de las mismas y sus consecuencias jurídicas. Pero, también, ya tenemos la añeja experiencia de que esa misma secrecía se ha prestado a simulaciones discrecionales y perversas de todo tipo, las que han ido desde el ocultamiento de pruebas hasta la falsificación de testimonios y documentos, cuando no la connivencia y la protección de los verdaderos culpables.

En contrario, la transparencia, la claridad, el afán social y empezando por el de los familiares y los activistas interesados en dar con los motivos de un caso, los medios, muchas veces sí, y ahí coincido con el autor del artículo referido, también se ha prestado a llenar huecos por miedo o franca cobardía ante la imagen pública, o para saldar cuotas políticas de alguna índole y las investigaciones se hacen al chingadazo, al ahí se va, para tapar el ojo al macho y dejar a Fuenteovejuna satisfecha de su sed de sangre y justicia, poniendo entre rejas y tal vez a inocentes o culpables de poca monta, mientras los máximos perpetradores materiales o intelectuales quedan impunes y a veces, incluso, la imagen de la víctima no nada más trastocada sino con manchas indelebles por causa de la "duda razonable".

¿Qué hacer entonces? ¿Hacer caso omiso a la indignación social que exige esa transparencia? ¿O no rasgarnos las vestiduras porque se filtra información que, como vapor en olla exprés, despresuriza la opinión pública y "distrae" la atención para, por debajo de la mesa, acomodar lo necesario para hacer justicia (o injusticia)?

Elena Reina escribió en El País una verdad contundente:

El caso de la joven Debanhí Escobar, de 18 años, que estuvo desaparecida 13 días hasta que las autoridades encontraron su cadáver en el fondo de una cisterna de un motel, continúa siendo un misterio a 20 días de su muerte y a una semana del hallazgo del cuerpo. La Fiscalía, acorralada por la opinión pública y la presión mediática, ha reconocido graves errores en la investigación que llevaron a la destitución de dos fiscales involucrados en el caso. La televisión ha contribuido al espectáculo macabro de sus últimas horas con vida. Y los nuevos avances de la investigación no han llegado a despejar las grandes incógnitas alrededor de su muerte el 9 de abril. El caso Debanhí se ha convertido en un símbolo del tortuoso camino de las víctimas de desaparecidos y feminicidios de lograr justicia en México.

La reflexión no es menor y muchos abogados y legisladores deberían de tomarla en serio para afinar todavía más, de forma continua e incesante el quehacer judicial y jurídico de las distintas instancias de la procuración y la administración de justicia en nuestro querido México, así como dotar a la sociedad y los medios de la certeza legal precisa que justifique las filtraciones hasta hoy consideradas ilegales o inválidas para un juicio: grabaciones de video, audio, documentos diversos, testimoniales, pero también enfatizando la hasta ahora desdibujada y tentadora línea del "litigio mediático".

Las incógnitas que están por resolverse no son muchas, pero la vaguedad o lentitud de las respuestas por parte de las autoridades responsables hace caldo de cultivo para las especulaciones más diversas y genera más inquina que certeza insuflando los ánimos de justicieros o de botarates. El hambre de saber, de entender lleva a los colegas a recabar información que termina distorsionada en la interpretación de las redes sociales pintando muy aparte de ese tortuoso camino que señala Reina, un panorama y un retrato que vuelven el hecho uno más de los miles de mitos urbanos modernos. Seguro, la imagen de Debanhí retratada por el taxista pasará de cartones y memes a convertirse en una leyenda de las tantas que hay en nuestro país, el de la joven a mitad del camino que espera, que busca, que esconde un secreto tras las crípticas frases "mis padres deben saber la verdad" y "no confío en El Jaguar".

Imaginar a la chica esbelta de pie, vaporosa, en medio de la denominada "carretera de la muerte", como espectro que anuncia su propia tragedia, se convirtió en un referente del horror, del miedo, de la indignación, de la estulticia, del abandono. Tal como ahora me tomo la libertad de retratar en la siguiente pintura de mi autoría bajo la firma de mi avatar de Second Life Alfred Steppenwolf.

"La leyenda de Debanhí" por Alfred Steppenwolf
Ilustración interior para la saga Calima.

No podemos olvidar que un periodista también es un investigador, aunque su método diste en parte del empleado por ejemplo del de un detective o un médico forense. Por supuesto que los hallazgos tendrían que ser dados a las autoridades y no simplemente expuestos a la opinión pública. Pero, todavía hoy tenemos un sutil velo de confusión entre lo que es dable denunciar a través de los medios y lo que es estrictamente de atribución de las autoridades. El velo lo han causado por un lado el afán de notoriedad sensacionalista de muchos colegas y los medios para los que laboran, ese afán por "ganar la nota", pero también el excesivo celo de autoridades poco comprometidas y torpes que ven en el trabajo periodístico no un instrumento adicional de cooperación, sino una monserga a la que frenar y acallar.

La corrupción forense existe y no podemos negarla, tanto como no podemos negar la negligencia y la estupidez metodológica de algunos investigadores o de periodistas, ni tampoco la ambición mezquina y desmedida de unos y otros.

Quizás es tiempo de que empecemos a reflexionar y a legislar sobre las formas como la opinión pública podría contribuir con virtud en la consecución de denuncias claras, de aportación de pruebas fidedignas, verificables, en sensibilizar responsablemente; y, por otro lado, que el mismo poder judicial viera en las contribuciones mediáticas un vehículo por el cual canalizar, desahogar pruebas y acelerar sentencias dadas, por supuesto, por el juez en turno y no por la sociedad iracunda e indignada.

El caso de Debanhí o Debanhi, ya fuera un accidente u otra la causa del fallecimiento de la joven, será y está siendo objeto de cuestionamiento más allá de los procederes o por su condición de oportuna montura para causas sociales abrazadas por distintos movimientos activistas. Es un caso que debería sentar precedente en la ley tanto como en las costumbres familiares.


El plan que quisiere Moya


TANTO COMO este 21 de abril de 2022, Angélica Moya Marín, alcaldesa de Naucalpan, reiteró en sesión de Cabildo que:

El nuevo Plan Municipal de Desarrollo Urbano (PMDU) tiene que ser construido con las opiniones, expectativas y necesidades de los naucalpenses, no sólo se trata de realizar una consulta ciudadana, es actitud y voluntad; implica que todo nuestro gobierno se vuelque del lado de los vecinos.

El plan que quisiere la alcaldesa para Naucalpan no dista mucho del sueño de sus antecesores, hay que decirlo aunque duela. No obstante, habrá que esperar, según lo dicho, la propuesta de Angélica Moya al frente del Gobierno Municipal de Naucalpan de Juárez y ver el Plan Municipal de Desarrollo Urbano, ver cómo llena las que ella llama "insubsistencias".

Porque hay una realidad insoslayable como, insisto, he dicho en estos Indicios Metropolitanos en artículos previos: el gobierno mexicano firmó años atrás el acuerdo relacionado con la Agenda 2030 de la UNESCO en donde se establecen claramente los lineamientos para estos planes de desarrollo, en especial para la consecución del "municipio resiliente" (aunque a AMLO le purgue la palabreja). Y muchos de esos lineamientos ya estaban incluidos en los anteriores planes, desde el propuesto por Azucena Olivares, aunque en aquel momento el de la ex alcaldesa resultó una bola de tirabuzón (empleando los términos beisbolísticos del agrado del Presidente) que buscaba dar jiribilla a la población naucalpense.

Ahora la pregunta es si Moya retomará parte del plan que traía entre manos Edgar Olvera Higuera o si hará una mezcla de aquel con el de Patricia Elisa Duran Reveles que ya traía de forma franca las bases de la Agenda 2030.

En realidad, no tendrá el gobierno actual mucho lado hacia dónde hacerse respecto de este acuerdo internacional. Solo espero que no, otra vez, el Plan se convierta en un instrumento de división ni de imposición. Y espero también que las asociaciones vecinales así como los vecinos en su extensión ya se dejen de ideas preconcebidas, de andar poniendo sambenitos a diestra y siniestra, dejen de seguir rasgándose las vestiduras, soñando con un municipio que ya fue y piensen mejor en un municipio como el que tendrá que ser, guste o no. No se puede recuperar lo perdido, ordenar lo existente es arduo pero no imposible y depende de todos que nuestras "cuatro casas" sean de veras un lugar de crecimiento, armonía y con visión presente hacia el futuro.

Suena muy romántica y motivadora esa frase de la alcaldesa Moya de que "Naucalpan fue y seguirá siendo construido a mano, como sólo los naucalpenses lo sabemos hacer". Pero, ojo, parece que hemos tenido mano de metate o de estómago, porque no cabe duda que el nuestro es un municipio desastroso, desordenado, inseguro, insolvente, insostenible, insustentable, atrabiliario, que ha crecido como niño malnutrido con un vientre inmobiliario abultado y hambriento de más y más.

El nuestro ha sido, sí, hecho no solo a mano, sino sobre las rodillas mientras estamos sentados en una piedra medio acomodada entre baches y mogotes, en medio de una movilidad trazada, sí, a mano, como el Viaducto Bicentenario que, a pesar de las advertencias de quienes nos opusimos, no a la obra, sino a lo mal planteada, hoy atestiguamos tristemente sus fatídicos cumplimientos con los accidentes e imprudencias.

Lo hemos hecho a mano como quien amasa el barro con impericia, como quien lo cuece luego poco o demasiado, creando una vasija tlatilca que acaba en el olvido, en algún rincón, cultura de segundo o tercer plano como unas Torres de Satélite más útiles para fondo turístico mundialista o como referente de tránsito, en vez de como orgullo identitario.

Lo hemos hecho a mano, sin duda, aunque siempre buscando en los Remedios milagrosos las razones para seguir siendo enclave industrial y comercial abusivo de los recursos, indiferente y socialmente irresponsable y cuyos arrojadizas heces acaban en las ya escasas barrancas de las buenas conciencias y no nada más en los cuerpos de agua.

Lo hemos hecho a mano, claro, como quien teje la cesta donde el narcotráfico acumula los rostros decapitados para ofrecerlos a la más vieja y prehispánica usanza como monedas de cambio.

Así que, ojalá esta vez nuestros miembros superiores estén mejor coordinados con nuestra vista; que nuestro tacto sea más fino para conseguir asombrarnos con el detalle creativo. Ya sentamos precedente de adefesio por siglos. Tendría que ser momento de llegar a nuestro Renacimiento, a menos que apenas estemos en nuestra Edad Media y no queramos reconocer el oscurantismo naucalpense.

Segundo tiempo y cambio de cancha

Réplica gigante del balón Al Rihal del Mundial Qatar 2022.
(Foto: Tomada del El Universal.)


DANDO SEGUIMIENTO al tema del balón gigante, de entre las dos noticias que incluyo como balazos quiero destacar un párrafo de una de ellas que señala el indicio clave:

Fueron los propios promotores del balón oficial del mundial los que decidieron mover el esférico, para evitar controversia con el INBAL, por lo que el ayuntamiento no tuvo que intervenir, más que para facilitar su ubicación dentro del Naucalli, donde las familias pueden conocerlo y tomarse fotos, indicaron autoridades locales.

Ahora a la pregunta que hacíamos acerca del "costo", se añade otra que impone aclaración. ¿Quiénes fueron esos "promotores"? ¿La diputada Martha Moya y el regidor Agustín David Belgodere sobre quien trascendió, según señalé en mi anterior texto que se ufanó de haber otorgado el permiso y ahora —añado otro trascendido— supuestamente se habría justificado antes de todo y de cara a la firma publicitaria que el balón solo estaría tres días en las Torres de Satélite y luego se trasladaría al Parque Naucalli «para evitar afectaciones al tránsito y la movilidad como accidentes»? ¿O fue una decisión de los promotores propios de la firma ADIDAS para no quemar la marca mundialmente por torpezas de políticos o funcionarios hablantines e ineptos o simplemente oficiosos y avaros?

También cabe la posibilidad de que se hubiera tratado de una estratagema para poner en la palestra mediática tanto al gobierno de Naucalpan como a la firma, a sabiendas de que se generaría un "escándalo". Solo que el chirrión le salió por el palito al probable estratega, aun cuando sí, en el cálculo, ha conseguido un impacto de imagen publicitaria de gran envergadura, aunque salpicado de estupidez.

Calcetinazos, bombitas y tiros de esquina

Es conocido que en años atrás el regidor Belgodere en más de una vez puso al gobierno de Edgar Olvera en intríngulis con lo que, quienes lo conocen, tachan de "bocaza". Varios funcionarios llegaron a comentar a Indicios Metropolitanos sus inquietudes por los efectos nocivos que implicaban las ocurrencias, simpatías, habladurías, baladronadas, justificaciones e indiscreciones del hoy regidor también conocido como "Bogus". No faltaron, después, quienes se rascaban la mollera tratando de entender por qué Enrique Vargas del Villar y Angélica Moya, conociéndolo, lo habían incluido no nada más en campaña sino en la lista de ediles. Algo bueno debe de tener; o algo les sabe o le deben. El caso es que las tarjetas amarillas se las pasa por el arco del triunfo desde siempre y sin embargo no es fácil mantenerlo en la banca.

Cuando Indicios Metropolitanos expuso por primera vez este tema del balón en el grupo respectivo en Facebook compartiendo una comunicación de varias asociaciones civiles en reacción al suceso, el regidor Belgodere anotó un comentario que salía en defensa (innecesaria) de la diputada Martha Moya, buscando quizás una confrontación con el Arq. Cuauhtémoc Rodríguez, presidente de la asociación Fomento Cultural Torres de Satélite e Indicios Metropolitanos se limitó a mediar el apunte:


En su comentario quedó claro su error de interpretación de la ley, pues no se trata de dar "aviso" solo a INBAL sino de solicitar su autorización como institución responsable. Parece que alguien entendió que primero se actúa y después se pide perdón, en vez de primero pedir permiso y luego actuar en consecuencia; y a eso hay que añadirle el probable desconocimiento de los conductos burocráticos a seguir, los que, ya sabemos, INBAL tiene hartos y tantos que parece un paquidermo en su andar.

No podemos hacer a un lado un dato importante. En Naucalpan ahora gobierna la coalición PAN-PRI-PRD, mientras que INBAL, siendo una institución federal, cae bajo la égida de MORENA que es decir lo mismo que Andrés Manuel López Obrador, y la ex panista, ex diputada propugnadora de la ley de transparencia estatal y ahora ex alcaldesa morenista Arq. Patricia Durán, sobre la que ahora pende una denuncia penal por incumplimiento de pagos, era de las consentidas del Presidente de la República, hasta la derrota electoral de 2021 que pesó en el ánimo lopezobradorista al perder la "joya de la corona" y hasta las alforjas. Ironías de la vida.

Por supuesto las reacciones en redes sociales, tanto a favor como en contra no se hicieron esperar como también comenté en mi anterior artículo y pudieron leerse comentarios y aclaraciones como estas:

Foto: Tomada del historial de la página de Gobierno de Naucalpan en Facebook.

Foto: Cortesía de un lector de Indicios Metropolitanos


Dime con quien te juntas…

Incluso con respuestas abiertas como las dadas por el regidor Belgodere en las imágenes previas, las preguntas ahora no solo apuntan al tema político, sino al administrativo y económico. Dudo que ADIDAS haya colocado el balón originalmente sin haber acordado un pago al municipio como una sugerente ocurrencia mercadológica y publicitaria para allegar recursos que tanto necesita el ayuntamiento, y para aceitar el curso de la emisión del permiso respectivo. Vaya, ni como favor ni como donación. Una empresa de ese tamaño, trasnacional y socialmente responsable no se anda con cuentos ni es alma de la caridad ni se presta a subterfugios ¿o sí? ¡Ni que fuera OHL o Iberdrola o HSBC!

Suspicacias aparte, en el supuesto de que así hubiera sucedido por el puro prurito de sumarse a la fiebre mundialista a los pocos días de anunciarse el pase de México y su inclusión en el Grupo C junto a Polonia, Argentina y Arabia Saudita, no dudo que un publicista ignorante o ingenuo hubiera caído en la inquina cínica de algún oportunista. Solo espero que no se hubiera hecho el típico arreglo bajo la mesa para justificar que, tapando el ojo al macho, quizás y en efecto el gobierno municipal "no recibió un peso" como asegura el regidor y la talega quedó más bien en otras manos. ¿Cuáles?

Pero, tras los hechos, y si hubiera habido dinero de por medio, si yo fuera el empresario habría reaccionado no solo protegiendo mi imagen de marca frente al público, socios inversionistas, la Federación Mexicana de Futbol y la FIFA, sino habría solicitado una modificación a la baja en el costo original, pues no es igual poner el balón en un sitio con tanto impacto visual (dato fundamental para la estadística publicitaria y la justificación de costos) que en un parque donde se pierde presencia por causa de la orientación, la ubicación, el entorno y accesibilidad. Es decir, si costó 10 pesos, lo lógico habría sido reclamar un mínimo en reembolso de hasta 30% menos o la ampliación del periodo de exhibición por un menor costo. Quizás luego nos informen empresa y gobierno municipal una de dos cosas: o el balón se volverá itinerante, o se ampliará el plazo más allá del 8 de mayo previsto para estar tres meses fijo o en rondas. De lo contrario, alguien tendrá que pagar los costos políticos que esta torpeza ocasionó al gobierno municipal, al PAN como miembro de un gobierno de coalición PAN-PRD-PRI y a las aspiraciones de Enrique Vargas del Villar para contender por la gubernatura del Estado de México. Ese alguien ya pudo demostrar su neófita impericia o su cínica avaricia o ambas cosas, así versificadas al propósito, embarrando desde abajo hasta el nivel internacional a un gobierno local, diputados y un largo etcétera.

Ahora, en lo dicho repta una inquietud más. Aceptemos sin conceder que el gobierno municipal no cobró un centavo por la colocación del balón gigante en las Torres de Satélite y ahora en el Parque Naucalli. ¿Con qué criterio se decidió el hecho? Desde la perspectiva publicitaria, a ojos de otros patrocinadores del mundial u otros anunciantes, el hecho sienta un pésimo precedente que sugiere un probable tráfico de influencias. Como diría mi madre, si el suelo no es parejo, es chipotudo.