Transformación hacia una intelligentia de cuarta
ERA DE LA OPINIÓN... de que la inteligencia era algo más que una élite de supuestos pensadores.
Hoy, veo la reciente declaración de nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador acerca de que solo diez intelectuales han apoyado a su ¿famosa o infame? Cuarta Transformación. ¡Ay!, ¡De verdad! No sé si reír, llorar, o sentarme como el Pensador de Rodin en actitud intelectual.
El presidente en su acostumbrada, diaria y ya fastidiosa "mañanera" donde supuestamente informa a la ciudadanía sobre el estado que guarda la nación (lo cual es discutible), al quejarse y chillar una vez más al no soportar las críticas de quienes analizamos el desempeño de su actual gobierno, arremetió para no variar en contra de todos los que, a su entender, no lo entienden (¡pobrecito incomprendido!), le tienen tirria y miran con recelo opositor.
Entre esos, periodistas e intelectuales como Roger Bartra, que nos hemos atrevido a señalar desde nuestras particulares y humildes trincheras tanto lo positivo (muy poco por ahora) como lo negativo de su gobierno y su administración; o peor si nos hemos atrevido a afirmar que el peligro de albergar esperanzas radica en la desilusión que sigue cuando las expectativas no son siquiera mínimamente satisfechas, cosa que le está pasando a muchos mexicanos conscientes de la realidad del país y del mundo. Entre esos, decía, extrajo una lista que, desde su punto de vista, han sido los pocos diez "intelectuales" que lo han apoyado: Elena Poniatowska, Lorenzo Meyer, Enrique Galván, Fabrizio Mejía, Pedro Miguel, Damián Alcázar, los hermanos Bichir, Epigmenio Ibarra, los moneros Hernández, Helguera, "El Fisgón", así como los fallecidos Carlos Monsivaís, José María Pérez Gay, Fernando del Paso, Sergio Pitol y Hugo Gutiérrez Vega.
Una revisión detenida de esa lista mueve a risa condescendiente.
A ver, a varios de los mencionados los he conocido personalmente desde mi adolescencia y puedo afirmar que de la lista dada por el presidente solo dos entran ciento por ciento en la categoría de intelectuales. Los demás, y que me perdonen algunos que estimo mucho y con los que he tenido relación personal, solo son profesionales en lo suyo y excelentes, nada más. Eso no quita, por supuesto, que tengan derecho a opinar sobre los asuntos de su incumbencia como mexicanos (salvo Epigmenio Ibarra que es oriundo de Guatemala), pero de ahí a etiquetarlos como "intelectuales"... ¿Quizás estamos también frente a uno más de los embates de AMLO para derruir hasta los cimientos institucionales de lo conocido? Porque la intelligentia mexicana era considerada una "institución", aun cuando a ojos de algunos tan decadente como el sistema y la sociedad que la soporta. ¿Deberemos repensar y redefinir qué es y quienes caben en la categoría de "intelectual" o forman la llamada pedantemente intelligentia?
Si nos vamos a una definición básica de intelectual en el sentido de aquella persona que piensa, bueno, pues todos los ciudadanos del mundo somos intelectuales, efectuamos un ejercicio intelectual al momento de pensar sobre cualquier tema. En este sentido, son muchos más de diez intelectuales los que apoyan la 4T, todos esos más de treinta millones de votantes que favorecieron a MORENA y a AMLO gracias y en virtud a una democracia de la cual el INE ha sido garante por lo que, dispararle al INE es tanto como darse un balazo en la pata. Y ya sabemos que eso se le da con facilidad a AMLO, solo recordemos el triste caso del accidente con el cual cobró la vida de su hermano, allá en su tierra natal Tabasco. Así que, no le presten la pistola, no sea que se le salga el tiro y mate a la nación entera, empezando por la intelectualidad.
Si nos vamos a la definición ilustrada (el concepto nació justo en la época de la Ilustración, al filito del final del Renacimiento, donde pensadores, en su mayoría filósofos y escritores, escasos artistas), entonces nos encontramos con que el intelectual es aquel pensador profesional, al estilo socrático, con interés y capacidad para el análisis y examen críticos de los temas de su especialidad, primero, pero también de aquellos que de forma erudita puede abarcar como ávido lector o creador y que inciden de un modo u otro en la vida, el desarrollo de la sociedad y sus componentes, pero no solo eso sino que además es un proveedor de ideas y argumentos con potencial para el trazo de soluciones de la más diversa índole en la ciencia, la milicia, la academia, las artes, la política, la economía, etcétera.
En este sentido, teniendo como referencia a pensadores como Denis Diderot, René Descartes, Voltaire, Rousseau, entre muchos más, el intelectual es un miembro fundamental de la corte, uno que puede, siguiendo la propuesta de Umberto Eco, o estar integrado o ser apocalíptico en sus apreciaciones y censuras, motivo por el cual algunos pueden rayar en la pedantería y la megalomanía abrogándose como detentadores no solo de la razón sino de la verdad, dando incluso, llegados a un extremo, elementos racionales perniciosos capaces de crear monstruosidades, como aquel tergiversado dicho de "el Estado soy Yo" atribuido a un adolescente Rey "Sol" Luis XIV de Francia, que acabaron diluyéndose en una visión existencialista para explicar al yo y su circunstancia.
Si lo primero, como integrado, sostenido y quizás mantenido por el estatus quo, puede volverse permisivo y en su decir y hacer acaba justificando el estado de las cosas, siendo asimilado por los intereses de sus respectivos mecenas. Si lo segundo, apocalíptico, desarrolla su obra aun a contrapelo del establishment, procurando una regular independencia y atajando los temas desde "fuera de la caja del arenero". Con el tiempo, al primero lo encasillaríamos como el "intelectual orgánico", al segundo como el "intelectual revolucionario" y darían pie esta separación a las ideas de pensadores de izquierda, derecha y centro, como etiquetas maniqueas heredadas de la Primera República francesa. Unos y otros, al final de cuentas tarde o temprano acaban superponiendo o intercambiando sus adjetivos en función del poder en turno de manera que el intelectual revolucionario de hoy acaba como orgánico mañana y viceversa.
Modernamente, en el siglo XX, estos dos últimos conceptos se prestaron para etiquetar a las rémoras del sistema o a las hienas dispuestas a hacer carroña de lo establecido. Entonces surgió una tercera opción, sobre todo a partir de la Primera Guerra Mundial. La de los intelectuales entendidos como agentes independientes y autónomos del cambio, dispuestos a hacer de sus habilidades y talentos el fundamento de su empresa, de aliarse con otros pensadores de distintos campos y a convertirse en "vacas sagradas" cuyos dichos y hechos, sus obras, se convirtieran en referente orientador de la opinión académica o pública, de las políticas gubernamentales, de las tendencias estéticas. Y ahí se generaron y diseminaron nichos de creadores críticos o acríticos, algunos inclinados hacia un pensamiento socialista, otros abrevando del capitalismo, todos hallando en su senda los recursos y técnicas persuasivas para catapultarlos en el ánimo público como celebridades más allá de toda duda razonable.
Así, las genialidades, algunas discutibles, dieron lugar a una fragmentación, ubicando a unos intelectuales en la circunstancia de "potentados del pensamiento" y a otros en la categoría de "escoria antisistema" y no faltan los que son simplemente... gente esnob. De uno y otro lado también se dieron los extremos contraculturales; pero que, al cabo, con el vaivén de las cosas, terminaron igualmente absorbidos por ese mismo sistema en tela de juicio.
La lista del presidente, por sí sola, es injusta para los omitidos que son muchos. De los enlistados y aun con vida, Elena Poniatowska ya mostró en dos ocasiones su inconformidad con la forma de gobernar de AMLO y la 4T. Cabe preguntarnos si la declaración no encierra un reconocimiento estúpido de la negación presidencial a escuchar o si es el indicio de la supina soledad que caracteriza al cargo y que empieza a minar y desgastarlo.
De los enlistados y los omitidos, varios ya se pronunciaron contrarios a los intereses del presidente y su Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), y muchos estuvieron de su lado al comienzo aun habiendo sido favorecidos por los regímenes previos con las becas y financiamientos alegados por AMLO como instrumentos de cooptación del pensar, como si solo el dinero tuviera el poder coactivo para vendar los ojos.
Cuando contrasto lo hecho, logrado, por la intelectualidad en años pasados con lo hecho, logrado por la que hoy se erige como tal, no puedo sino lamentarme por la decadencia que hoy campea. Porque además, hoy el público se siente en condiciones de, por medio de las redes sociales, descalificar a cualquiera que se ostente como intelectual, lo sea o no. Porque, en la era de la opinioncracia, todos aportan ideas, chuecas o derechas, todos piensan, bien o mal, con o sin método y todos execran del otro que ose mostrarse como experto, especialista o fósil erudito. Hoy, el conocimiento da el poder, pero el saber... El saber ya es cosa propia del imperio de #OtrosDatos.
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