Agitando el avispero

SEMANAS ATRÁS, charlando con trabajadores sindicalizados del Gobierno de Naucalpan de Juárez, uno de ellos comentaba con preocupación y alguna amarga queja que el gobierno de Edgar Olvera Higuera venía pagando una tras otra las novatadas del equipo nombrado para administrar el ayuntamiento. “Casi ninguno tiene experiencia y conocimientos de administración pública”, afirmaba este trabajador, con o sin razón, contando entre otras cosas anécdotas tan aparentemente superficiales como la de la funcionaria que no sabía ni dónde sacar copias o que sacaba copias de más innecesariamente por desconocer en qué archivo o dependencia podía hallar cierta información. “En vez de recurrir al escalafón, luego de despedir a parte del personal, para aprovechar la experiencia de quienes llevamos años aquí y con preparación, el alcalde optó por poner a gente que no tiene ni idea de cómo funciona el ayuntamiento”, recalcó el trabajador desilusionado porque podía haber sido la oportunidad anhelada para ascender en salario y en nivel organizacional. Ciertamente los empleados también tienen su ego, su corazoncito y sus aspiraciones. Y esto no es exclusivo de un municipio.

La buena voluntad, sin duda, como rasgo de honradez se agradece en todo gobierno y en especial en los que significan alguna forma de transición como es el caso del presidido por Edgar Olvera. Y así como hay buenos elementos, los hay que, más pronto que tarde, sacan el cobre, como se dice coloquialmente.

No obstante, entre intereses por debajo de la mesa, probables componendas, compromisos adquiridos que atan con determinados grupos e incluso ingenuidad, algunos de los funcionarios del actual gobierno se han visto de pronto sorprendidos por vivales dentro y fuera de las murallas del ayuntamiento.

Sí, como dijo Edgar Olvera al comienzo de su administración, encontró un muladar. Pero ese muladar no contenía solamente los desperdicios y la corrupción heredados de gobiernos anteriores, del sindicato o de las costumbres burocráticas, sino también nexos perniciosos, algunos muy sutiles, con grupos cuyos aviesos y oportunistas propósitos solo aguardaban y aguardan asomar por un resquicio de ese muladar para colarse en calidad de presumible recurso irreprochable.

Si, por una parte, un grupo del sindicato SUTEyM Naucalpan ha exhibido no solo su animadversión sino su reserva respecto de, por ejemplo, el Director de Gobierno, Antonio García Mendoza al que apodan despectivamente “El Roñas”, quien se ha mostrado por mucho tiempo como opositor franco a David Parra Sánchez y su familia en la cúpula sindical, por otro lado los “buscadores de huesos” no dejan de hacer acto de presencia en afán de sacar alguna tajada de los “contactos” recién llegados al gobierno.

En medio de esas aguas procelosas es que boga la nave de Edgar Olvera. A poco rato de pasados sus primeros cien días de gobierno, dejó entrever en alguna declaración —aun cuando no con estas palabras— que más pronto que tarde comenzaría a depurar a su equipo, no nada más a los supuestos “aviadores” eventuales de OAPAS por los que se enfrascó en un conflicto laboral apenas entrando. Si esto es así, daría congruencia a lo dicho el primer día de su gobierno, como destacó el diario Plana Mayor:
Al tomar protesta a los titulares de las diferentes dependencias, Olvera Higuera señaló que el compromiso de todos los servidores públicos de su administración es atender con dignidad y respeto a cada uno de los naucalpenses; por lo que enfatizó que: “todos los directores están a prueba todos los días; director que no sirva, seguramente lo invitaremos a que pase buena tarde. Estarán a prueba no sólo en los 90 días, sino durante todo el mandato” (PLANA MAYOR, 2016).
O, si esto es así, podría pensarse también que el alcalde pudiera dar oídos a esos otros intereses creados para quienes determinadas personas en ciertos cargos han venido resultando incómodos. Como quiera que sea, el beneficio de la duda no puede dejar de otorgársele.

Quizá el caso más grave, por ahora, es el de la recientemente nombrada Defensora de los Derechos Humanos en Naucalpan, Jessica Guadalupe Mota Valdez, contra la que el cabildo levantó una denuncia de hechos, porque presuntamente, en complicidad con su marido —aunque dijo ser soltera—, Alejandro Flores Díaz (extrabajador de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México), su suegra Hilda Díaz Balderas y su madre, Martha Hortensia Valdez Portillo, integraba una red de corrupción y extorsión [cf. (NOVELO, 2016), (ASÍ SUCEDE, 2016)].

A estos casos habría que sumar otras baterías enfocadas a ciertos “rincones ratoneros” en varias dependencias, pero especialmente aquellas que, por sus atribuciones y descripciones de puesto h al menos una mínima rendija tentadora para “arreglos en lo oscurito” entre funcionarios menores o mayores o todos juntos con oportunistas, sobre todo en lo relacionado con el otorgamiento de permisos diversos relacionados con temas como mercados, anuncios publicitarios, ambulantaje, desarrollo inmobiliario, fomento económico, obras y servicios públicos y un largo etcétera que, dada la descoordinación y poca integración estructural de las dependencias, llevan no nada más a los ciudadanos sino a los mismos funcionarios honestos a topar con puertas falsas, recovecos y meandros en un laberinto de oportunidades perniciosas.

Es claro que a esto obedece la “reingeniería” organizacional que ha venido haciéndose en Naucalpan, moviendo, removiendo o cambiando de adscripción oficinas, personal y atribuciones. Pero el cambiar de sitio ciertas piezas del ajedrez sobre el tablero administrativo no garantiza necesariamente un mejoramiento de los procesos del ayuntamiento visto como un sistema. Por ejemplo, el Ministerio Público sigue, empantanado como está en las definiciones legales de costumbre, sin ser eficaz ya no nada más respecto de su relación con la ciudadanía sino con respecto de otras dependencias. No se coordina ni con la Dirección Jurídica ni con la Dirección de Seguridad ni con la Secretaría de Gobierno. Lo peor, no se coordina internamente entre turnos haciendo de su atención pública un viacrucis cuando no un callejón sin salida que no nada más desalienta la posibilidad de la denuncia, sino redunda, a ojos del ciudadano, en el ridículo y el descrédito de la administración de justicia municipal.

Teníamos asociada la idea de que donde estaba lo más podrido era, aparte de la estructura burocrática, el área de seguridad. Ahora va saliendo a la luz, poco a poco, que solo es esta la punta más visible del iceberg y que algunas de las líneas que tensan la telaraña de la corrupción llegan a niveles, si no insospechados, por lo menos poco confirmados incluso dentro del gobierno estatal. A tal punto que, de acuerdo con determinada fuente consultada por Indicios Metropolitanos, en el afán de salirse ciertos grupos de poder con sus fines han llegado a repartir, bajita la mano, 500 mil pesos para, ejemplo, desmantelar mesas directivas de asociaciones de colonos opositoras a su codicia e intromisión en la vida de las comunidades; incluso bajo supuestas instrucciones de autoridades de la talla de un subprocurador estatal a la cabeza de esas redes de corrupción  para, por ejemplo, congelar cuentas en Banorte y así reventar o fabricar culpables.

A veces esa vulnerabilidad se localiza en los ciudadanos que, de buena fe, se ofrecen para ser elegidos como miembros de los Consejos de Participación Ciudadana y como delegados.

El desconocimiento de estos de los subterfugios de la política palaciega lleva a algunos a cometer yerros, a confiar de más o, todo lo contrario, a desconfiar o aprovechar la tentación de estar cerca del poder. Ya lo dice el dicho, que el poder corrompe e iguala. Pero la corrupción no siempre se da en la forma de una burda compra-venta de conciencias, como en la desorientación de las capacidades y posibilidades que da el poder en relación con el servicio público. Si ya los presidentes municipales a veces nos parecen señores feudales, no faltan los funcionarios, presidentes de COPACI o delegados que, ungidos con la tinta de un sello se erigen en reyezuelos de sus dependencias o sus comunidades, según el caso, para infortunio propio y de sus representados.

Quien agita el avispero no siempre lo hace para azuzar y exponerse a la ponzoña en afán de allegarse un poco de papel donde asentar su firma, sino puede ser por causa de la necesidad, para liberar del peso de la inquina a la rama del árbol bajo cuya sombra crece la esperanza.

Referencias

ASÍ SUCEDE. (4 de mayo de 2016). "Piden destitución de defensora de derechos humanos de Naucalpan". Recuperado el 5 de mayo de 2016, de Así Sucede: http://asisucede.com.mx/piden-destitucion-defensora-derechos-humanos-naucalpan/
NOVELO, L. (5 de mayo de 2016). "Fichita". Recuperado el 5 de mayo de 2016, de Diario de México: http://www.diariodemexico.com.mx/fichita/
PLANA MAYOR. (1 de enero de 2016). "Nombra Edgar Olvera gabinete plural en Naucalpan". Recuperado el 5 de mayo de 2016, de Plana Mayor: http://planamayor.com.mx/nombra-edgar-olvera-gabinete-plural-en-naucalpan/




Bajo la sombra de Juárez

EL GOBIERNO DE NAUCALPAN presidido por Edgar Olvera Higuera ha comenzado un programa de relaciones públicas denominado "Conoce a tu presidente" que comienza por imbuir a profesores y escolapios de lo que es Naucalpan en tanto una "ciudad con vida"; y como parte de este programa efectúa visitas guiadas por las instalaciones del ayuntamiento. La idea, según entiendo, es hacer extensivo el programa a grupos diversos de ciudadanos en un afán de acercar al gobierno con la población y así desarrollar una nueva y mejorada conciencia de lo que significa ser naucalpense.

En principio me parece bien y me recuerda, toda proporción guardada, las experiencias que viví de niño. El video propagandístico efectuado al respecto, supongo que el primero de muchos, muestra al Director General de Educación Eynar de los Cobos Carmona haciendo de guía turístico de los visitantes, comenzando, según indica el video:
[...] en la estatua de Benito Juárez ubicada en la explanada del ayuntamiento, donde se les explica el significado de la palabra Naucalpan y se les narra brevemente la historia de nuestro municipio
Lo que no especifica el video es si se les dice a los estudiantes y profesores que el autor de la escultura del Benemérito es el artista mexicano de renombre internacional, Ricardo Ponzanelli, heredero de una importante tradición artística. Como seguro tampoco se les hace la observación, en calidad de lección cívica, de que ese monumento tuvo un costo de un millón 200 mil pesos que los gobiernos inmediatos anteriores de David Sánchez Guevara, exalcalde preso acusado de peculado y quien encomendara la obra, y el interino de Claudia Oyoque, no le pagaron al artista. Y que el gobierno actual que tiene poco más de cien días no ha definido la situación lavándose las manos frente al adeudo tanto como frente a la posibilidad del retiro de la obra por parte del autor y acreedor indignado.

Me parece que tanto la Dirección General de Educación como la Dirección del Instituto de Cultura y Artes, esta encabezada por David Oviedo González, harían bien en ejercer la presión interna correspondiente para llamar la atención del presidente municipal Olvera y al Tesorero Municipal, Iván Arturo Rodríguez Rivera, y zanjar de una vez por todas este penoso asunto, bajo la premisa del mismo alcalde de poner orden y generar conciencia entre los naucalpenses.

Es cierto que las finanzas no son de bonanza, sino al contrario la austeridad es el signo determinante, pero bonito ejemplo da el gobierno dando lecciones cívicas bajo la sombra de un Juárez que no reconoce como propio, pues no lo ha pagado, pero tampoco hace lo correspondiente para resarcir al autor aun en el posible afán de recuperar y dar un destino más digno a su obra. Me parece de una incongruencia total, pues ni pone orden en este pormenor y al contrario genera una conciencia contraria a la que se pretende ensalzar a los ojos de las nuevas generaciones. Claro, los pequeñines poco se dan cuenta de los entretelones de la política, pero si se les explica...

El respeto al derecho ajeno es la paz.


Te Traigo en mi Cartera

APENAS HABÍA TERMINADO el periodo ordinario del Congreso y los diputados y senadores dieron de qué habar. Los primeros dejando pendiente la iniciativa ciudadana de la Ley #3DE3 (entre otros pendientes) para completar el llamado “sistema nacional anticorrupción”. Y los senadores panistas mostrando orondos sus “retratos virreinales”.

Por supuesto, en estos tiempos de opinioncracia, las reacciones en las redes sociales no se hicieron esperar. Por una parte, la escritora y académica Denise Dresser emitió poco antes del final del periodo ordinario una solicitud mediante la plataforma Change.org pidiendo un periodo extraordinario para presentar al pleno y votar la iniciativa legislativa propuesta por un grupo de ciudadanos para redondear el combate normativo a la corrupción. Por otro, los retratos de los senadores alimentaron el escarnio, la indignación y la inquina de quienes consideraron impertinente el hecho en tiempos de austeridad presupuestal, aun cuando el senador Fernando Herrera Ávila declaró haber pagado de su peculio el conjunto de la obra pictórica elaborada por el pintor Fernando Felguerez (sic.; me parece que el reportero Juan Arvizu quiso decir Manuel Felguerez).

Esta ocasión, mi querido lector, debo decir que estoy en contra tanto como de acuerdo con quienes abanican el aire con sus manos a consecuencia de los retratos de los ínclitos senadores.

En contra porque, como comunicólogo, no cabe en mí considerar cualquier manifestación artística como inútil —como han calificado los azorados al hecho de que los senadores aparezcan en retratos al óleo como piezas de galería— solo por dar juego a la errónea concepción del arte como un producto accesorio. Que la utilidad del arte en la cultura y como resultado de la industria cultural no sea semejante a la utilidad de la industria automotriz, por ejemplo, no la hace una manifestación cultural menor. De hecho, esa es la gran contradicción: ensalzamos el arte como máxima manifestación cultural, pero más pronto que tarde, en términos de intereses utilitarios la descartamos no nada más en su valor intrínseco, sino como posibilidad de desarrollo económico, social e incluso político. Llevados por prejuicios de un absolutismo culturalista lo mismo encumbramos que menospreciamos al arte en tanto actividad productivo y, peor, como expresión. Es, nos guste o no, un medio de comunicación y el más complejo y, por tanto, desde el momento que se contrata a un artista para elaborar un conjunto de retratos se está enviando un mensaje.

Hoy, cuando los mecenazgos son tan necesarios, pero tan escasos (si lo sabré), aquí es donde puedo acompañar la reticencia de los críticos: en el trasfondo del mensaje, en los motivos del mensaje.
Cierto, aun cuando el senador Fernando Herrera Ávila haya puesto “de su bolsillo” el monto para pagar al artista o se haya apoyado en el presupuesto del partido, olvida que su bolsillo —como el del partido político de cuyas filas surgió— se nutren de nuestros impuestos; por lo tanto, es a través de su mano generosa que estamos devengando la proporción correspondiente para solventar el gasto. Aun cuando nos alegara que tiene dos costales, el de los ahorros personales de toda la vida y el de los ingresos actuales, tendría que transparentar de cuál costal sacó la partida respectiva. Sobre sus motivos, aunque comprensibles, también son discutibles: ¿ayudar a un artista solo, a discreción? ¿Por qué no solo retratos fotográficos en vez de óleos? Y más preguntas.

Cuando uno se mete a estudiar las entretelas de los apoyos político-económicos al arte en sus diversas manifestaciones a lo largo de la historia de México, acaba uno por “agradecer” que mínimo se dé así, de esta odiosa manera, o mediante maniqueos programas selectivos como los que desarrollan Secretaría de Educación Pública, CONACULTA, etc. Me pregunto qué nos duele más, mirar los rostros en close up de una colección de personas que hemos tachado de “vividores” (sin necesariamente serlo), conocer el costo comparativo con otras necesidades sociales o qué. Es verdad que la burra no era arisca, la hicieron, pero me parece que ya vamos pasando de la raya en algunos señalamientos. Nunca nos dejan contentos los políticos. Si se mueven, porque se movieron. Si no se mueven, porque no se movieron.

Ninguna manifestación artística carece de utilidad. Tal vez en muchos casos la utilidad no es material, pero eso no hace más o menos inútil al arte. Y no me estoy refiriendo solo a un aspecto de apreciación. ¿Las pirámides hoy son inútiles solo porque son “ruinas”? ¿Una pieza artesanal es inútil por no ser elaborada industrialmente?

Que me perdonen los críticos de arte, tan escasos como los mecenas. El valor artístico de una obra a fin de cuentas no lo determina la voluntad de un individuo, por muy conocedor o enterado que sea en la corriente, escuela, estilo, patrones o pautas que la significan, sino el uso (hablamos de utilidad) que se le da a la obra como medio de comunicación, como extensión del hombre, y en función de los varios niveles de lectura que ofrece la obra, incluido el valor de mercado.

El más pedestre y superficial de los niveles de lectura, el del gusto, jamás fundamenta al juicio estético. El valor (o incluso antivalor) que implican estos retratos de los senadores va más allá de la expresión en el rostro de los retratados (en sí ya un mensaje), o de la composición y el uso de los colores por parte del artista. El mismo hecho de efectuar la obra nos habla de quien asignó la tarea y su contexto. Es este nivel donde cabe la discusión alrededor de la pertinencia de la obra.

No es la primera ni será la última vez que los “notables” de cierto círculo social se complacen plasmando su efigie ya en monedas, esculturas, relieves, pinturas, fotografías. La imagen personal es el fundamento de todo potentado.

Cuestionar el “valor artístico” de uno de estos retratos solo por tratarse de políticos actuales puede ser tan necio como cuestionar el “valor artístico” de los retratos de los Virreyes, por ejemplo. Lo relevante, insisto, no está en el retrato en sí ni en los propósitos probables detrás del afán (así sea la vanagloria), como sí, en cambio, en la pertinencia de la encomienda cuyo gasto es suntuoso.

Aún más que indignarnos por el hecho, deberíamos preguntar al senador Fernando Herrera Ávila qué lo motivó, aparte de la costumbre, y por qué hacer los retratos del modo como fueron hechos y no, de nuevo, como de costumbre. Y, si los hubiera hecho como es costumbre, en fotografía simple de estudio, ¿nos habríamos indignado menos? ¿Es arte menor la fotografía frente a un retrato al óleo? Pienso que, dolidos en el bolsillo por tantas razones asociadas a los políticos, optamos por abofetear sus caras así sea en retrato.

Cuando digo “expresión artística” me refiero al trabajo del artista (no al gesto de los retratados, eso es mensaje aparte), así se trate de un trabajo “mediocre” sobre pedido. Si a esas vamos, mi exageración peca de meter en el mismo canasto a Rubens, Rembrandt, Van Dyck y un largo etcétera de retratistas que justo eso hicieron para sobrevivir, atendiendo y dando “expresión” a la vanidad de los retratados, Papas, gobernantes, burgueses... No hay mucha diferencia esencial (aunque pueda haberla en lo sustancial) entre los retratos de los nefandos Medici y los de nuestros, también nefandos, políticos.
Con el paso de los siglos hemos, también, sobrevalorado al arte tanto en forma como en fondo y todo lo que no se ajusta a ciertos cánones nos parece detestable o “inútil”. De lo que no se dan cuenta lectores y los mismos retratados es que justo el arte, por intermediación del artista, permite reconocer las virtudes y defectos no solo físicos sino de carácter de los retratados. De ahí que en la filosofía del arte se hable de “re-presentación” o de “re-creación” como fundamento del trabajo artístico. El artista re-presenta o re-crea las notas que observa como características del objeto que re-trata. En cierto modo es un “tratante” de la imagen. Las selfies no son más amables en este sentido, a veces pueden ser más crueles en tanto autorretratos, al enfatizar aun en contra del interés del retratado aquello que pretende disimular con el encuadre, la luz, el tiro de cámara o el efecto.

Siguiendo las ideas que planteé hace 25 años en mi libro Estética y Comunicación; en busca de una actitud estética, no hay “Arte” ni “arte”, así, con mayúsculas o minúsculas, solo una manifestación expresiva a la que llamamos, para unos efectos arte; para otros, técnica.

No faltaron en esa opinioncracia quienes afirmaron respecto de los mentados retratos: “Yo no encuentro la manifestación artística por ningún lado. Pero si la manifestación de elevar aún más su ego podrido. Son vividores en el momento en que aceptan vivir como reyes en época de recesión y al recibir sin reparo alguno, sueldos, bonos, aguinaldos, viáticos etc., muy por encima de sus habilidades y capacidades”.

A alguno de esos “críticos” espontáneos le respondí haciéndole notar lo evidente: son retratos efectuados al óleo. No hay que buscarle tres pies al gato. Es una manifestación artística, punto. Que no agrade a uno u otro o a aquel o ese otro, o su lectura sea muy superficial es otro asunto. Y sí, su finalidad, (y tan similar a la que puede ejercer cualquiera de nosotros) aunque no nos guste, nos hiera la dignidad o cause envidia es elevar el ego de los retratados (podrido o no) y así dejar constancia del personaje en el ojo del artista, se trate de Lorenzo de Medici, retratado por Boticelli, de Lola Olmedo retratada por Diego Rivera o de Ernesto Ruffo Appel retratado por Manuel Felguerez o Pablo Picasso retratado por Juan Gris. Y eso de “son vividores en el momento que aceptan vivir como reyes”, podríamos voltearlo y decir (hablo por mí) que aceptamos vivir como parias al votar por quien, aun en nuestra simpatía, aceptó las reglas del juego como nosotros. O sea, justos pagan por pecadores, y tanto peca el que mata a la vaca como quien le amarra la pata.

Dicho lo anterior, y puestos entre paréntesis —no me refiero a la nota artera y vulgarmente copiada tal cual del diario El Universal en el portal Paréntesis Plus— vámonos acomodando para salir en el cuadro de la circunstancia.