Contemporáneo tuyo

ENTRE MIS INFLUENCIAS DE OFICIO Y PROFESIÓN, ya lo he dicho, está en primerísimo lugar Octavio Paz, pero también y no en menor proporción y con todo y las diatribas y suspicacias en su contra está Jacobo Zabludovsky.

Este lunes 15 de diciembre, Jacobo escribió uno más de sus lúcidos artículos que publica en su columna “Bucareli” dentro de las páginas del periódico El Universal, donde yo mismo fuera columnista y articulista en su versión impresa entre 1990 y 1994, con mi columna “Paréntesis” en la sección primero llamada “Universo Joven” y luego “Campus”, y mis “Monólogos y Navegaciones” dentro de las páginas de la revista “Nuevo Siglo”. Ambos conjuntos de textos hoy convertidos en blogs —palabra ya incluida en la nueva edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, por lo mismo ya es innecesario enfatizar con tipos en cursiva— que ya he compartido aquí en las redes sociales y cuyos contenidos estoy en la labor de antologizar como parte de la tarea de acopio y simplificación para publicarlos en forma de libro.

En su artículo, Jacobo se une en la lectura y análisis a mi querido y admirado Octavio Paz, siempre tan contemporáneo. Y las palabras de uno y otro inciden en mi ánimo de modo que sirven de aliciente para mantenerme en la brega de este afán que supone dedicar mi vida a la palabra y la literatura, con todo lo que conlleva. Enfatizan mi incursión no tan reciente en lo que otros llaman “activismo social” por lo pronto en temas tan pedestres como la defensa del bien común y sus afectaciones por obras públicas como la construida en la inmediación de mi hogar por la empresa española OHL: el Viaducto Bicentenario, y confrontar, cara a cara, a las figuras del poder, así se trate de un munícipe como David Sánchez Guevara o el mismísimo Enrique Peña Nieto, ya gobernador o ya en la Presidencia de la República. Porque cada verbo ha de tener peso por el acto que implica en la construcción de lo que somos como individuos, como grupos, empresas, sociedades, naciones.

Leer y releer a Paz, como dice Jacobo, es una asignatura constante, al menos en mí. Coincido con ambos en lo apuntado al final del texto, no nada más respecto de lo necesario de unos medios más variados en sus tendencias y enfoques que no en los contenidos —estos ya se sabe que no variarán más de lo que lo hagan los intereses humanos, y por ello pueden resultar repetitivos y redundantes.
Coincido en lo relativo al tema de la participación ciudadana. Como he manifestado en otros momentos, cuando he señalado la nociva trampa que hoy tenemos con la existencia de Delegaciones y Consejos de Participación Ciudadana, la simulación democrática de hoy en ese nivel es vergonzante, pues los gobiernos municipales o delegacionales son jueces y partes. Mientras esta instancia —la más elemental y básica por apelar a la conformación misma del pueblo desde sus necesidades— no sea incluida en las leyes electorales del país por parte de la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, tendremos el hueco correspondiente por el cual se cuela de mil maneras la injusticia cotidiana. De poco vale un cambio de nombre y el aumento del ámbito del hoy INE (Instituto Nacional Electoral), si no abarca también el control y administración electorales de esos niveles, los más bajos y fundamentales de la democracia; no solo de nuestra democracia o la de cualquiera otra nación.

En eso consiste ser “contemporáneos de los otros hombres”, para citar a Paz en el final de su Laberinto de la Soledad: en estar al día de lo necesario y no nada más pendientes de y ambicionando lo pretencioso, dicho sea esto entre paréntesis.


El reto de la contemporaneidad
El 29 de agosto de 1990 fue la primera ocasión que yo me atreví a escribir alrededor de la figura de Octavio Paz, justo en una de mis colaboraciones de “Paréntesis”, que a la sazón firmaba como José Antonio Castillo de la Vega o J. Antonio Castillo de la Vega —otro día explicaré las razones detrás de ese seudónimo que tanto amo— y hoy firmo con mi nombre legal. En aquel artículo intitulado “Ingenuidad” anotaba yo la siguiente crítica:

[…] mientras las mesas organizadas por la revista Vuelta analizan la situación actual del mundo socialista, de Europa y Latinoamérica. Mientras Leszek Kolakowski plantea las pruebas a que se ve sometida la modernidad y Daniel Bell y Mario Vargas Llosa y Octavio Paz y Enrique Krauze y… piensan y escriben lo que mañana nosotros conversaremos posiblemente sin darles debido crédito; mientras esto sucede aquí en México, George Bush, Margaret Thatcher, Saddam Hussein y los demás juegan en el Medio Oriente a la canasta… árabe. ¡A ver quien gana el pozo!
[…] Por un lado la pluma, por otro, la espada. Ambas son puestas al desnudo para cortar el paréntesis de años de fría y tensa paz calculada, para devolver la realidad a los ingenuos como tú o yo, amigo lector, que, aun cuando no somos desertores subrayamos que hoy, más que nunca, el hombre necesita de ilusiones. Y la mejor ilusión es el vivir.

La Historia, con mayúscula, más pronto que tarde pone a cada uno en su justo sitio. Estoy seguro que Octavio Paz habría gozado de experimentar con los modernos medios de comunicación, sería probablemente un ente activo en las redes sociales, descubriendo sus posibilidades y limitaciones en tanto medios, comprendiendo que el pensamiento constreñido a la apretada síntesis de 140 caracteres, por más que se quiera y se apele a un galimatías plagado de abreviaturas, signos disímbolos y caóticos, no es sino un pensamiento inacabado, fragmentado, que acaso por virtud de la sinécdoque o la metátesis alcanza con el paso del tiempo el valor de la efeméride que funde el paradigma con la paradoja.

Porque hay que ver los muros, estos nuevos muros de intolerancia e incomunicación que vinieron a sustituir el de Berlín y que ahora encontramos tras la pantalla de nuestras computadoras o nuestros adminículos móviles. Los que, si bien reorganizan la forma como intercambiamos información y achican el mundo, por otro lado nos alejan de los otros e incluso de nosotros mismos.

Hay que ver cómo, en su desplazamiento incesante, descendente (no he visto un muro que acumule hacia arriba las publicaciones de los internautas), esos muros, suerte de pizarra para mensajes comunitarios y el establecimiento de relaciones públicas y sociales de toda índole van llevando hacia el infierno del olvido los dichos, los hechos. Si a las palabras se las lleva el viento, en el soporte informático que suponen las redes sociales se las lleva la cascada de publicaciones consistentes de texto verbal o audiovisual. El pensamiento de muchos y tantos, entonces, se concatena sin fin, sin remedio, reducido a memes fluyendo igual que las aguas de un río cargado de detritos y pedacería.

Los cuantos de pensamiento, cantos rodados del que este texto apenas es una esquirla, deriva al delta de la confusión donde se agolpa bajo el principio de la incertidumbre, se hunde en el fondo de la ocurrencia y ante la distraída atención del público concurrente y estupefacto, haciéndose semantema acumulado en la estratigrafía de la opinión.

El hombre necesita de ilusiones, pero la necia realidad —o mejor dicho, la necia insistencia del hombre en amoldar la realidad— se empeña en encerrar estas en la prisión formada por los paréntesis de la práctica consuetudinaria. Los avances tecnológicos y en el conocimiento humano nos están conduciendo, entre otras cosas, a que pronto desaparecerá ese “flagelo” que llamamos dinero. Si la visión de Alvin y Heidi Toffler es atinada, este se volverá virtual —ya ha comenzado esta transformación—, una idea abstracta concretada ya no en el billete o la moneda o la acción o el cheque o la libreta de ahorros o el estado de cuenta, sino en la forma de cuantos de información. Al cuánto tienes, cuánto vales ha seguido el cuánto sabes, cuánto vales y sobrevendrá el cuánto vales, cuánto eres y cuánto existes.

Pero entonces… Desde el punto de vista comunicacional, el dinero es a la palabra como el silencio a la inopia. Si hasta los años 90 del siglo pasado la concentración del conocimiento hacía de las universidades y los especialistas los potentados clérigos del saber, y en estos tiempos que vivimos la concentración de la riqueza ha contraído deudas sociales y culturales en el aspecto económico, luego la dispersión del conocimiento como la difuminación de la moneda han llevado a la escasez de centavos como de palabras, y su sentido y cambio han enriquecido las arcas lingüísticas con discursos interminables que, como agua envilecida en la cascada, caen estrepitosamente en el lecho del río revolviendo el cauce de la expresividad humana sujeta a la apuesta por la obsolescencia. El uróvoro que es la obsolescencia parece estar llegando al colmo no nada más en la producción tecnológica.

Navegar por las aguas procelosas de la Internet puede, sin embargo, conducirnos por los meandros del olvido y la confusión donde tal vez encallar en un remanso no sea más que signo de haber hallado no un banco bajo, sino la calma del pensamiento y la meditación. Aquel blog de allá, este otro de acá quizá brindan —bondades aparte— la oportunidad de refrescar la memoria del navegante vapuleado por los rápidos de la actualidad. Verdad de perogrullo no es nada más que la bala no es lo que mata, sino la velocidad con que sale despedida del arma. Asimismo, lo que mata lo dado no es la transformación de este, sino la celeridad con que la misma se produce. El reto que hoy enfrentamos es el de controlar la velocidad con que conocemos, difundimos y olvidamos, para que la velocidad de reacción respecto de las noticias, los hechos y las opiniones sea lo suficientemente constructiva mejor que lo contrario.

Así, cuando termines de leer este texto y sus antecedentes, amigo lector piensa, pon entre paréntesis tus pensamientos y como Jacobo, Octavio o quien suscribe date a las tareas de reflexionar y rememorar y darte cuenta que eres contemporáneo de los otros seres humanos y, por lo mismo, promesa.

Tecnología que difumina lo humano

ME ACABA DE DAR FRÍO el invento que muestra el vídeo adjunto...

Si de por sí el humano falla en la atención al cliente, ¡imagina suplirlo con robots que atiendan al cliente y reemplacen al empleado del mes! Lo que se podría "ganar" en precisión (siempre y cuando el sistema tenga al día la base de datos del inventario, logística y los precios), perdería en calidez humana.

Ya nos peleamos bastante porque los empleados de piso y centros de telefonía (call center) luego dejan mucho que desear a veces por causa de la incapacidad, a veces por causa del guión y las políticas de la empresa, a veces por causa de la administración gerencial que no tiene al día las estanterías y los precios, a veces por causa de las actitudes y/o ineptitudes de los empleados, como para que se busque sustituirlos con máquinas. El trato humano, con todo y sus asegunes, jamás podrá ser suplido con efectividad, quizá sí con eficacia y eficiencia. Es decir, la máquina puede traer control eficaz y eficiente sobre los procesos, pero el efecto de relación siempre será literalmente inhumano.

No me opongo al progreso científico y tecnológico puesto al servicio de la sociedad, los gobiernos y la empresa, al contrario, incluso soy un ferviente y apasionado seguidor y defensor de las invenciones del ingenio del hombre que apuntan al bienestar y el mejoramiento de la vida, pero el morboso y mezquino afán por reducir costos de manera ficticia (lo ficto no necesariamente es lo deseable de facto) está llevando a la perversión de lo humano, pues cada vez nos encaminamos a dejar más y más fuera de los procesos al ser humano

Cierto, hay temas en los que es conveniente, pertinente restar o afinar el control humano sobre determinados procesos por razones tan variadas como ahorro de tiempo, reducción de los factores de error (precisión), Si bien avances como este benefician en la ampliación del tiempo dedicado al ocio o otras tareas del negocio, lo cierto es que nadie, fuera de la industria del entretenimiento bastante corrompido, ha hecho lo consiguiente para hacer del ocio una actividad tanto o más productiva en función del desarrollo humano, para mejorarnos como individuos, como personas, grupos, sociedades salvo en aspectos muy específicos, nada despreciables, sí, no obstante insuficientes.

La utopía tecnológica de la ciencia ficción está haciéndose realidad poco a poco enfatizando, bajo la apariencia de la virtud, la difuminación de lo humano.

Voracidad montaraz

CON MIRAS AL AÑO ELECTORAL PRÓXIMO en México, la "guerra sucia" ya comenzó desde hace semanas y los "bombazos" (me refiero a los mediáticos, aunque no se pueden olvidar los otros, tanto los que ensordecen con su estruendo como los que enceguecen con su dorado fulgor) no se han hecho esperar tanto desde la trinchera del gobierno, el congreso —con iniciativas que pretenden “regular” el derecho de manifestación— como desde las de los partidos políticos, las organizaciones no gubernamentales y los grupos de oportunistas de toda tendencia y factura.

Casos tan dolorosos e indignantes como #Ayotzinapa han pasado a ser el "arbolito de navidad" preferido de los mezquinos intereses de facciones en pugna por el poder o el dinero, y las víctimas han venido a convertirse en los pastorcillos inocentes y humildes que rodean el pesebre del poder con la esperanza de obtener una luz y un ápice de justicia de algún redentor. Bienaventurados los pobres de espíritu, que de ellos será el reino de los sueños democráticos.

Quitando los adjetivos y los sarcasmos, la participación de los jóvenes, muchos de ellos sí efectivamente estudiantes usados para no variar como carne de cañón aprovechando su entusiasmo, su impulsivo hartazgo y su maravillosa capacidad de ensoñación (muchos ya pasamos por esas edades y algunos seguimos fascinados con lo que palpita en nuestro pechos); la participación de los jóvenes, decía, ha sido fundamental para sentar las bases de una conciencia fresca y renovada frente a los acontecimientos recientes y ya históricos que nos afectan. La insistente búsqueda de fincar descrédito en la opinión pública respecto de tal o cual grupo ha sido la estrategia más acusada en últimas fechas. En realidad siempre ha ocurrido, solo que ahora es más evidente, más difundida, más extendida por virtud de las modernas herramientas tecnológicas.


Evidencias no son pruebas
Ante un pueblo suspicaz, cada vez más incrédulo de lo que pueda decirle cualquiera con cierto tufo a autoridad, sea de gobierno o de academia o vecino, estamos en el filo de la navaja de encontrarnos todos contra todos en la Babel gobernada por la opinioncracia en que ya se perfila México.

Muestra es el botón gráfico que circula en las redes sociales desde el 9 de diciembre y que muestra a manifestantes boteando en casetas carreteras y contando el dinero recaudado. No es la primera vez, ni es el primer grupo o movimiento en hacer cosa semejante. Tal vídeo, que destaca porque señala presuntos delincuentes, al momento de escribir yo estas líneas cuenta con una modesta estadística de casi 18 mil quinientas vistas y, si nos ponemos a especular, pudo tener lugar solo de dos maneras: o en el grupo retratado hay traidores o hay infiltrados, ¿quizá de la inteligencia del CISEN, de la Procuraduría General de la República?

Del modo que los vídeos en donde se ha mostrado a diputados panistas (y no nada más) en francachelas animadas, amartelados con ciertas mujeres de dudosa reputación y cuyos antecedentes de fausta o infausta memoria —según se miren— están en las ligas de Bejarano por ejemplo, estos "hallazgos" o, como decimos en periodismo, "filtraciones" tienen la clara intención de dividir la opinión pública atizando el miedo, el rencor, la desconfianza, abonando el caldo de cultivo donde pueda prender el moho del "liderazgo" capaz de encauzar en vez de encausar las dolencias de la población hacia los propios molinos disfrazados de gigantes protectores. Aunque contradictoria, es una táctica para descontrolar y de ese modo mantener el control sobre las líneas de poder, mando e influencia sociales.

Quitar a cuáles pobres para dar a cuáles ricos
Como si fuera atacada por un raro virus causante del síndrome de Robin Hood y por lo mismo la paranoia lleva hace que a la población le parezca reprobable que la primera dama de la nación o el secretario de hacienda posean propiedades dizque resultantes de sus personales peculios; con razón o sin ella, esa ciudadanía mira o espera lo malo aun donde tal vez no haya maldad o perversión. No obstante, esa misma población no ve siquiera con el mismo recelo el misterio en el trasfondo de financiación que hay detrás de determinados movimientos sociales y no exige cuentas con la misma vehemencia que a las instituciones constituidas.

El boteo o pase de charola es una práctica común en movimientos caracterizados por manifestaciones; es una herencia antigua no exclusiva de los templos, los partidos, sindicatos o logias o vecindades. Y aun cuando no lo justifico, entiendo la razón logística y económica que la sustenta: hay que pagar mantas, pancartas, vitualla y demás pertrechos propios de cualquier activismo (incluso, a veces, a los acarreados o los parachoques que han hecho de su "valiente" oficio toda una oscura "industria" ventajosa para quienes gustan de dar o recibir los catorrazos o ven en tal actividad una fuente alternativa de ingresos). Y es una de tantas maneras de allegarse ingresos para solventar la lucha y la causa que la caracteriza. Así, al margen del conflicto que a veces supone el choque de derechos de tránsito, manifestación, expresión, sea mediante la organización de kermeses, rifas o colectas no veo más "pecado" en el hecho mostrado en el vídeo subido por un tal Jesús Paredes (que por cierto así estrena su canal y es su primer y único vídeo, sin que se aclare mayor información acerca del propietario del canal). Nada de particular tiene mirar a un grupo contar las "ganancias" de lo obtenido como fruto de su "esfuerzo" y su "sudor" tras horas de estar parados, bloqueando, con los brazos en alto sosteniendo cartulinas y gritando consignas. En todo caso habrá que dar el beneficio de la duda a los líderes tras esas manifestaciones y sus intenciones de evidente voracidad montaraz.
Hay muchas formas de aprovecharse de las necesidades de la gente y no solo el gobierno tiene experiencia en esto. Haríamos bien, desde la perspectiva de la opinión pública, en observar cuidadosamente estas andanadas de información suelta en las redes sociales, pues entre troles, bots, gandayas y alebrestados ya a veces no sabe uno dónde está parado y queda claro que la opinión es de “bote pronto”.