Ya vamos llegando... ¡a la cuarta República!




¡Acabaramos! Al fin me voy medio enterando de a qué pretensiones obedece el título de "4ta. Transformación" que el gobierno actual ha querido dar a su período. Y me entero de boca de un diputado morenista muy polémico, Manuel Alejandro Robles Gómez, quien fungió como moderador de una mesa de análisis con connotados historiadores para revisar y comprender la historia detrás de la "consumación de la Independencia de México", ahora que conmemoramos su Bicentenario y que incluyo al final de estas líneas. Sin duda es una pretensión sobrada, egotista, petulante, con afán consciente de "escribir" (y no solo reescribir la Historia con actos chabacanos como la remoción de monumentos y estatuas).

La nota detrás de esta conferencia por demás muy interesante y siendo uno de los contenidos que, ya por provenir del Canal del Congreso y medio oficial(ista) o por desinterés y desidia del público y los demás medios, por lo general no se hace difusión suficiente.

Personalmente lo vi "por azar" cuando en mis andanzas por revisar contenidos, discriminar información, lo caché al vuelo en la televisión abierta. El dicho del diputado Robles, cerca del final, me dio la nota aún más que el dato anecdótico y "nota de color" de cuando, a la mitad de una de las intervenciones, la guía del GPS del celular de uno de los participantes señaló instrucciones de llegada al destino y el conferencista interrumpido bromeó diciendo: "ya vamos llegando".

La mesa se transmitió en vivo el 27 de diciembre de 2021 y entre los temas destacados se comentaron:

  • La importancia de los estudios multidisciplinarios para comprender las consecuencias políticas, económicas y sociales de la Independencia.
  • La influencia de la Constitución de Cádiz en los movimientos independentistas de América Latina.
  • El establecimiento de celebraciones populares alrededor de eventos históricos como el "El grito de Independencia".

Cabe señalar el dicho del diputado moderador miembro de la fracción del partido MORENA en cuyo dicho y parecer la llamada "Cuarta Transformación" a que aluden su partido y el Presidente Andrés Manuel López Obrador se refiere a una pretendida refundación del país con miras a crear una "Cuarta República".

Hacia la Cuarta República

Una de las arengas características de la izquierda mexicana y en especial, sin ser de izquierda, del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador desde que contendió como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, ha sido la propugnación por ya no reformar o "tijeretear" sino reescribir la Constitucional nacional. En este sentido, la creación de la Ciudad de México como una nueva entidad en 2017 y ya no solo como un Distrito Federal sede de los poderes estatales (tema que empezó a discutirse más sistemática tras los sismos de 1985) fue el resultado de por lo menos tres décadas de discusiones entre académicos, políticos y legisladores y visto como un ensayo hacia esta otra pretensión de mayor envergadura y comparable solo con tres momentos de la Historia de México: la promulgación de las Constituciones de 1824, 1857 y 1917. De ahí la idea de la necesidad de conformar una Cuarta República más acorde con los tiempos que vivimos, las exigencias, necesidades, derechos y obligaciones de los mismos. ¿Es posible? Lo es. ¿Es posible mediante el concurso pacífico a diferencia de las anteriores ocasiones cuando más bien fueron efecto de guerras intestinas? Sería de desearse que así fuere. Pero, mientras el actual gobierno y sus simpatizantes y detractores se empecinen en mantener dividido al país, esto difícilmente ocurrirá, a menos que se antoje necesario y útil para el efecto dividir, conflictuar, para generar una conciencia republicana sea de corte conservador o liberal, democrática o parlamentaria.

Esto último ya lo he tratado en otros artículos previos como una posibilidad para México, cuando he recordado la propuesta teórica de don Daniel Cosío Villegas acerca de la dinámica pendular de nuestro sistema político, pero también basada en el comportamiento real, pragmático de la forma como se han dado las transiciones de poder a lo largo de nuestra historia. Y quizás ya estamos dando los primeros pasos en forma, a veces consciente, a veces sin percatarnos del todo y como población para trazar no solo el derrotero sino plantar la piedra miliar de una Cuarta República. No mediante la manipulación política, sino como consecuencia de una evolución demográfica, social, democrática, incluso moral. En cierto modo las muestras las tuvimos en las dos elecciones pasadas, la presidencial de 2018 y la legislativa intermedia de 2021, podríamos incluso añadir el ejercicio malhadado de la consulta popular que siguió a esta y sobre la cual escribí en dos momentos, primero:

La pregunta, aun siendo un galimatías, podría referirse a cualquier tema para ser la primera vez. Cuestionar por ejemplo: ¿Estás de acuerdo en que se construya la refinería de Dos Bocas? O mirando al futuro inmediato: ¿Estás de acuerdo en que se efectúe el 21 de marzo de 2022 un plebiscito para cuestionar la probable revocación del mandato al presidente en turno? O quizás algo más trascendente como: ¿Estás de acuerdo en que se modifique constitucionalmente la estructura del sistema de gobierno para pasar de uno presidencial a uno parlamentario?

El pretexto fue la idea reivindicatoria de los pecados y excesos del poder gubernamental o su castigo. La redacción modificada pretendió centrar la objetividad jurídica del cuestionamiento y evitar el sesgo original, efectista, de concentrar la atención en puntuales y específicos personajes a manera de un velado juicio político.

Y después:

Al marcar en la boleta nuestra decisión, esta habrá de basarse en razones democráticas, pragmáticas, mejor que en resquemores sociales o políticos, o en temores quizás infundados o no. No votaremos por un individuo concreto, ni por un grupo de personas, sino por la permanencia o transformación (aquí sí) de un sistema de partidos que, ya está más que claro, dio de si hasta el hartazgo. Esta elección puede definir, entonces, el final o casi de la partidocracia y enfilarnos hacia la simiente de un sistema más bien parlamentario, tal vez de corte socialdemócrata.

De los análisis de los historiadores participantes en la mesa expuesta se desprende como un primer corolario que sí, parecería que no nada más nos encaminamos sino estamos siendo actores, agentes, testigos de una transformación a la para de la que personalmente sí he llamado Cuarta Transformación asociada al cambio económico y tecnológico, hasta climático que experimenta la humanidad entera, recesión mundial y pandemia de por medio o como factores detonantes. La diferencia notable en todo caso entre una y otra transformaciones estriba en que la global es consecuencia de un largo desarrollo, o así nos la quieren pintar, mientras la propia, la mexicana, nos la quieren pintar como consecuencia de la voluntad de una elite que dice traducir los deseos del pueblo bueno y por tanto busca instaurar una, podríamos decir, nueva forma de "conquista": la conquista extendida de los derechos sociales, políticos y humanos.

El problema que yo veo es que, en la defensa de esos derechos y la diversidad cultural que los permea no ha habido todavía ni un teórico con la suficiente audacia o cachaza para definir de una vez por todas en qué consiste ser mexicano. Porque ninguno se pone de acuerdo y todos siguen defendiendo ideas colonialistas, decimonónicas, revolucionarias o posrrevolucinoarias, ¿todos indígenas o todos mestizos? Cuando el mestizaje es hoy lo prevaleciente, ya no hay pueblos puros y las lenguas puras están en extinción por la misma causa evolutiva. ¿Qué debe rescatase y qué conservarse y qué eliminarse? ¿Usos y costumbres alienantes, castrantes?

Puedo acompañar alegremente la idea de fundar una Cuarta República y en la medida de mis posibilidades contribuir a la misma, pero es claro que nadie por ahora nos ha presentado un proyecto de nación en ese sentido, ni el actual presidente ni los anteriores y no se ve uno en el horizonte rumbo al 2024. Tenemos claro que queremos un México que no cumpla más ya con aquellas visiones lacerantes que señalara Luis Donaldo Colosio en su último discurso destacable en el Monumento a la Revolución el 10 de septiembre de 1985, recordemos su parte medular antes que se vuelva, como ya lo empieza a ser, un "lugar común" para los politicastros de hoy:

[...]me he encontrado con el México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas demandas; el México de las esperanzas, el que exige respuestas, el que ya no puede esperar. 

Ese es el México que nos convoca hoy; ese es el México que convoca a mi conciencia; ese es el México al que habremos de darle seguridad, al que habremos de darle rumbo en la nueva etapa del cambio.

Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y de que están dispuestas a creer, a participar, a construir nuevos horizontes.

Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen. He visto un campo empobrecido, endeudado, pero también he visto un campo con capacidad de reaccionar, de rendir frutos si se establecen y se arraigan los incentivos adecuados. 

Veo un cambio en el campo; un campo con una gran vocación productiva; un campo que está llamado a jugar un papel decisivo en la nueva etapa de progreso para nuestro país.

Yo veo un México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan; pero también veo un México de trabajadores que se han sumado decididamente al esfuerzo productivo, y a los que hay que responderles con puestos de trabajo, con adiestramiento, con capacitación y con mejores salarios. 

Yo veo un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción; pero también veo jóvenes que cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades que demandan, participan con su energía de manera decisiva en el progreso de la Nación.

Yo veo un México de mujeres que aún no cuentan con las oportunidades que les pertenecen; mujeres con una gran capacidad, una gran capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política y social. Mujeres en suma que reclaman una participación más plena, más justa, en el México de nuestros días.

Yo veo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las autoridades. Son gente creativa y entregada, dispuesta al trabajo, dispuesta a arriesgar, que quieren oportunidades y que demandan una economía que les ofrezca condiciones más favorables.

Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los empleos que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas.

Un México de maestras y de maestros, de universitarios, de investigadores, que piden reconocimiento a su vida profesional, que piden la elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su mejor esfuerzo. 

Todos ellos son las mujeres y los hombres que mucho han contribuido a la construcción del país en que vivimos y a quienes habremos de responderles.

Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.

Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar.

Yo me propongo encabezar un gobierno para responderle a todos los mexicanos. El cambio con rumbo y con responsabilidad no puede esperar.

El actual gobierno se autodesignó como el de la esperanza. Y sí, generó muchas expectativas y en el camino ha quedado más a deber que otra cosa. Por más que se quiera rascar en sus bondades siguen sin aparecer los aciertos asaz determinantes de esa transformación con rumbo y responsabilidad. En términos generales, la preocupación singular de este presidente y su camarilla por pasar a la Historia como los hacedores de dicha Cuarta República está quedando no nada más en entredicho, sino a deber por causa de veleidades de simpatizantes y detractores. Es un gobierno efectista y nada más, sin metas claras, ocurrente y anclado en una idea del pasado ya inoperante. Así, pues, los mexicanos ya nos vamos pareciendo más a los judíos: seguimos esperando... Y el mesías nunca llegará, porque está visto que la historia de la humanidad no la hacen ni los caudillos ni los santos, ni los dictadores ni los libertadores. La hacemos todos juntos, en el diario acontecer y no por capricho revisionista de algún peregrino historiador iluminado.



Los efectos comunicativos de la pandemia

Las uruguayas Mariel Lichtmann (i) y Mónica Birnfeld usan tapabocas transparentes durante una entrevista con Efe, el 6 de noviembre de 2020, en Montevideo (Uruguay). EFE/ Raúl Martínez

LA PANDEMIA ha traído consigo mucho más que solo efectos en el sistema respiratorio, muerte, miedo, agravamiento de la recesión económica mundial, una acelerada carrera científica para conseguir las vacunas, la crisis de los sistemas de salud... Hay más: sus efectos comunicativos no se han dejado esperar presentándose en formas sutiles más allá de los evidentes usos que asociamos al uso de las nuevas tecnologías para mantenernos en contacto, o la infodemia y realizar transacciones de toda índole.

Recientemente se publicó una entrevista que aborda un aspecto poco tratado en los medios y me da pie para poner en la mesa uno más, pues a estos efectos explicados por la foniatra entrevistada habría que sumar los no considerados por causa del uso de cubrebocas.

Seguramente habrás notado que cuando la gente se quita el cubrebocas, algunos o tú mismo piden al hablante repetir lo dicho o argumentar "no haber escuchado bien". No me refiero al consabido "¡mande!" de toda la vida por falta de atención. Y tampoco me refiero a las secuelas de haber sido infectado. Los no infectados también presentan secuelas.

El cubrebocas ha traído efectos colaterales. Al funcionar como un filtro acústico fuerza al hablante a subir el volumen y a pronunciar más o, si no había costumbre de pronunciar mejor desde antes de la pandemia, a enmascarar las palabras. Eso lleva al oyente a forzar el oído para tratar de comprender el discurso enmascarado del hablante. A falta de parte de las facciones y gestualidad de la boca como un elemento visual adicional y por tanto metalingüístico para dilucidar el mensaje, el interlocutor depende solo del oído. No en balde a mediados de 2020 se dio como una nota curiosa también poco difundida que una niña sordomuda diseñara un cubrebocas transparente para poderse comunicar de forma sensata y en Uruguay una mujer de igual condición promovió con éxito la promulgación de una ley para usar esos cubrebocas. En México, el ITESO hizo lo propio diseñando un "cubrebocas incluyente" para sordomudos que no utilizan lenguaje de gestos.

Al cabo de un tiempo, el oyente se acostumbra a las palabras "distorsionadas" por el filtro, y cuando este es puesto de lado, se ocasiona un conflicto interpretativo por la "claridad" y la diferencia en el volumen de voz. El hablante sigue hablando fuerte, pero al no estar "obligado" a frasear porque la gestualidad ya no forma tanto parte de su costumbre, pronuncia menos ciertas letras y combinaciones, por lo que la vista no alcanza a distinguir el mensaje y el oído no distingue sonidos "opacados" por el cubrebocas, lo que conduce a yerros de lectura. Es un fenómeno equivalente a lo que ocurre con el exceso en el uso de los auriculares del celular, pero más sutil y más determinante en tres sentidos: no solo afecta a la audición sino afecta al modo de hablar por causa de las variaciones respiratorias y produce nuevas conexiones neuronales a fin de ajustar el proceso adaptativo.

También, los efectos de infecciones se han dado en notar. Pues, si bien el cubrebocas previene el contagio de Covid-19 por su predilección vírica por el frío, la más prolongada exposición al propio CO2 y al aire caliente provoca una sensación de aletargamiento, menor rendimiento físico y mental, menor concentración y la recirculación de las propias bacterias, lo que ha llevado a casos más seguidos de infecciones de garganta y oídos por bacterias y hongos, sobre todo a causa de la reutilización descuidada e insalubre de cubrebocas, algunos de los cuales terminan desechados a media calle. Esto, aunado a las variantes del Covid-19 como la delta que tiende a confundirse con gripe en las poblaciones juveniles, pone en tela de juicio la pertinencia del cubrebocas como el mejor medio de prevención, no porque no sirva, sino por causa de su uso desmedido y la falta de recomendaciones en cuanto al tiempo más prudente y más adecuado para su empleo, sobre todo para aquellas ocupaciones que requieren su uso prolongado, en cuyo caso tendría que recomendarse el tipo de cubrebocas que incluyen filtro de aire. Citando al clásico Hugo López-Gatell, vamos descubriendo que "el cubrebocas sirve para lo que sirve, y no sirve para lo que no sirve".



Periodistas balconeados y tacos de lengua


YA EN EL PASADO he escrito al respecto de este tema, pero ahora quiero retomarlo para plantearlo desde una perspectiva despertada por un extracto (intitulado al efecto "capítulo 2", por provenir de ese episodio) incluido en el resumen del programa "Joaquín, Marín, de do pingüé" protagonizado por los periodistas mexicanos Joaquín López Dóriga y Carlos Marín y en el cual hacen una puntual crítica acerca del uso del lenguaje en el periodismo por parte de los modernos reporteros cada vez más plagados de vicios (entre ellos uno que me purga y que ellos mismos han incurrido en tal cuando se comen el verbo para añadir a sus apuntes reporteriles "Joaquín, comentar que sucedió tal cosa". Ahí yo apunté en los comentarios al calce que me pareció un agradable resumen, sin duda. Y me dio pie para ampliar algún comentario que puse en referencia al capítulo dos en su momento.

Más que un simple apunte

Si bien en lo general estoy no solo de acuerdo sino además en academia he insistido igual que los colegas objeto de este artículo en el hecho de que la comunicación periodística debe ser sencilla en su decir, también es cierto que el ejercicio periodístico como el publicitario han sido de los más nocivos en el tratamiento del lenguaje, ya por excesos en las florituras, como bien apuntan los personajes y ocasionando confusión o hasta repulsión de parte del común denominador del público; ya sea por sus omisiones y renuncias en la simplificación a ultranza que acaba rebajando al idioma y reduciendo las posibilidades de enriquecimiento lingüístico de parte del público. Es decir, ni tanto que queme a la nota, ni tanto que no ilumine al lector.

Me ha o nos ha tocado leer incluso en encabezamientos periodísticos errores garrafales aun en su sencillez, porque muchas veces los colegas periodistas o los redactores y más ahora que el corrector de estilo es una especie en franca extinción, dependen de la tecnología más que de sus habilidades natas y aprendidas, de sus conocimientos e intuición y no saben ya ligar el sujeto con el predicado ni distinguir la voz pasiva de la activa, por ejemplo. ¡Ay, si viviera Nikita Nipongo!

Hablando de ejemplos, el empleado por Carlos Marín es luminoso, pues si bien es adecuado referir a la "fiebre de los conejos" o tularemia, hablar sobre el tema en un reportaje implica no nada más informar sino formar a la gente en la medida de las posibilidades del periodista y el medio para el que labora, y eso incluye el soltar con precisión, mas no petulante o alegremente o hasta el cansancio esos terminajos técnicos propios de las jergas profesionales y de ese modo imbuir al lector en ámbitos que de común le son ajenos. Las palabras, así las sencillas y coloquiales como las pomadosas, rimbombantes o estridentes, todas están para usarse, no para desusarse y menos para abusarse cuatrapeando (ojo al mexicanismo no incluido en el Diccionario de la Real Academia) la expresión.

Es cierto que la ignorancia o reticencia  de los lectores (y la de periodistas y publicistas) en el uso de ciertas palabras tanto como la impericia en la lectura de comprensión pueden hacer del ejercicio uno chocante e incluso frenar el interés o hasta deformar la idea que se capta y pretende transmitir; pero, bien empleado el lenguaje es de agradecerse que se haga el esfuerzo por ampliar no nada más el vocabulario de quien escribe, sino el de aquellos a quienes se debe quien escribe y siempre, esto es lo importante, sin perder de vista el contexto en que han de emplearse las palabras, entendiendo por contexto incluso el género periodístico en el cual se inscribirán, pues no es lo mismo una nota, lo sabemos, que un artículo de opinión donde cabe una mayor libertad en el estilo literario sin que ello haga de la opinión un extracto de novela.

Cierto, a la mesa entre amigos comensales no pediremos un frasco conteniendo cloruro de sodio granulado al garzón que nos atiende sirviendo la comanda, nos limitaremos a sintetizar la imagen en la palabra salero con que solicitamos la especia al mozo; pero, tampoco, por mucho salero que pidamos a diestra y siniestra adquiriremos duende, gracia, donaire y ¡olé!

Sí, al pan, pan; y al vino, vino. Aunque no es lo mismo un pan de caja que una hogaza de centeno, un moscatel que uno mistela. Que en la variedad está el gusto y en los detalles anda el diablo; y en cuestiones gramaticales, el orden de los factores sí puede alterar el resultado. Si por un lado la multiplicación de los panes puede ser mirífica, la reduplicación de las comas o su ausencia  puede ser tortura infernal.

Por cierto, y para terminar, sin salir del tema, que hayan elegido como titulo del programa la famosa y añeja jitanjáfora "Tin-marín, de-do-pingüé" (y sigue: "yo no fui, fue Teté / pégale, pégale / que ella fue") es una delicia mayor porque, más allá del solo juego de palabras se presta para rememorar al insigne Alfonso Reyes quien abundara en sus lucubraciones ensayísticas (REYES, 1962: T. XIV: 190-230) acerca de esta forma literaria juguetona, provocadora y pedagógica, en este caso como una tendiente, según algunos lucubradores posteriores, a encriptar el misterioso crimen de Martín "Tin" Marín y Ronaldo "Do" Pingüé (Harry_Styles, 2015), o como otros, entre los que me cuento, a mostrar cómo las distorsiones al propósito, figuras retóricas tales como la diástole (adelantar el acento de una silaba a otra para facilitar o propiciar la rima) son capaces de gestar nuevos vocablos o traslapar significados, aquí entre pingüe (1. adj. Craso, gordo, mantecoso. 2. adj. Abundante, copioso, fértil, de acuerdo con el DRAE) con la conjugación en pasado de la segunda persona del verbo pingar. Si originalmente era un juego para la selección de cosas al ritmo de las sílabas, bien podría darse una lectura como "Tin Larín" (en alusión a los famosos chocolates con más de ochenta años de existencia) "dedo pingué" refiriendo probablemente a las acepciones primera o tercera del verbo pingar:

  1. tr. Apartar algo de su posición vertical o perpendicular, inclinar
  2. intr. Pender, colgar.
  3. intr. Dicho de lo que está empapado en algún líquido: gotear (‖ dejar caer gotas).
  4. intr. Brincar, saltar.
  5. intr. rur. Ar. Alzar la bota para beber.

y, por causa de la diástole, transformar ese verbo en algo craso como lo es la confitura mentada. Con lo cual la jitanjáfora nos pintaría la imagen de un dedo goteando chocolate derretido o seleccionando al toque la golosina de la marca citada.

En fin, lo único que nos faltaría por conocer a través de sus intervenciones es si Cúcara es Claudia Sheinbaum o la señalada María Esther "Teté" (espero que no Gordillo) algo tiene que ver en la aparente inocencia tras las felonías periodísticas o publicitarias más arriba acusadas.


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Referencias

  • REYES, Alfonso. Obras completas. Tomo XIV. FCE, México, 1962
  • Harry_Styles. "¿Sabías la historia detrás de "De Tin Marín, de Do Pingüe"?" en Offtopic (blog), publicado el 29 de octubre de 2015, recuperado desde <https://www.taringa.net/+offtopic/sabias-la-historia-detras-de-de-tin-marin-de-do-pingue_hn1om> 17 de septiembre de 2021
  • REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.4 en línea]. <https://dle.rae.es> [17 de septiembre de 2021].