Los efectos comunicativos de la pandemia

septiembre 23, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Las uruguayas Mariel Lichtmann (i) y Mónica Birnfeld usan tapabocas transparentes durante una entrevista con Efe, el 6 de noviembre de 2020, en Montevideo (Uruguay). EFE/ Raúl Martínez

LA PANDEMIA ha traído consigo mucho más que solo efectos en el sistema respiratorio, muerte, miedo, agravamiento de la recesión económica mundial, una acelerada carrera científica para conseguir las vacunas, la crisis de los sistemas de salud... Hay más: sus efectos comunicativos no se han dejado esperar presentándose en formas sutiles más allá de los evidentes usos que asociamos al uso de las nuevas tecnologías para mantenernos en contacto, o la infodemia y realizar transacciones de toda índole.

Recientemente se publicó una entrevista que aborda un aspecto poco tratado en los medios y me da pie para poner en la mesa uno más, pues a estos efectos explicados por la foniatra entrevistada habría que sumar los no considerados por causa del uso de cubrebocas.

Seguramente habrás notado que cuando la gente se quita el cubrebocas, algunos o tú mismo piden al hablante repetir lo dicho o argumentar "no haber escuchado bien". No me refiero al consabido "¡mande!" de toda la vida por falta de atención. Y tampoco me refiero a las secuelas de haber sido infectado. Los no infectados también presentan secuelas.

El cubrebocas ha traído efectos colaterales. Al funcionar como un filtro acústico fuerza al hablante a subir el volumen y a pronunciar más o, si no había costumbre de pronunciar mejor desde antes de la pandemia, a enmascarar las palabras. Eso lleva al oyente a forzar el oído para tratar de comprender el discurso enmascarado del hablante. A falta de parte de las facciones y gestualidad de la boca como un elemento visual adicional y por tanto metalingüístico para dilucidar el mensaje, el interlocutor depende solo del oído. No en balde a mediados de 2020 se dio como una nota curiosa también poco difundida que una niña sordomuda diseñara un cubrebocas transparente para poderse comunicar de forma sensata y en Uruguay una mujer de igual condición promovió con éxito la promulgación de una ley para usar esos cubrebocas. En México, el ITESO hizo lo propio diseñando un "cubrebocas incluyente" para sordomudos que no utilizan lenguaje de gestos.

Al cabo de un tiempo, el oyente se acostumbra a las palabras "distorsionadas" por el filtro, y cuando este es puesto de lado, se ocasiona un conflicto interpretativo por la "claridad" y la diferencia en el volumen de voz. El hablante sigue hablando fuerte, pero al no estar "obligado" a frasear porque la gestualidad ya no forma tanto parte de su costumbre, pronuncia menos ciertas letras y combinaciones, por lo que la vista no alcanza a distinguir el mensaje y el oído no distingue sonidos "opacados" por el cubrebocas, lo que conduce a yerros de lectura. Es un fenómeno equivalente a lo que ocurre con el exceso en el uso de los auriculares del celular, pero más sutil y más determinante en tres sentidos: no solo afecta a la audición sino afecta al modo de hablar por causa de las variaciones respiratorias y produce nuevas conexiones neuronales a fin de ajustar el proceso adaptativo.

También, los efectos de infecciones se han dado en notar. Pues, si bien el cubrebocas previene el contagio de Covid-19 por su predilección vírica por el frío, la más prolongada exposición al propio CO2 y al aire caliente provoca una sensación de aletargamiento, menor rendimiento físico y mental, menor concentración y la recirculación de las propias bacterias, lo que ha llevado a casos más seguidos de infecciones de garganta y oídos por bacterias y hongos, sobre todo a causa de la reutilización descuidada e insalubre de cubrebocas, algunos de los cuales terminan desechados a media calle. Esto, aunado a las variantes del Covid-19 como la delta que tiende a confundirse con gripe en las poblaciones juveniles, pone en tela de juicio la pertinencia del cubrebocas como el mejor medio de prevención, no porque no sirva, sino por causa de su uso desmedido y la falta de recomendaciones en cuanto al tiempo más prudente y más adecuado para su empleo, sobre todo para aquellas ocupaciones que requieren su uso prolongado, en cuyo caso tendría que recomendarse el tipo de cubrebocas que incluyen filtro de aire. Citando al clásico Hugo López-Gatell, vamos descubriendo que "el cubrebocas sirve para lo que sirve, y no sirve para lo que no sirve".



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