Te aplacas o te aplacamos AMLO


ERA DE LA OPINIÓN... de que, como reza el refrán, el valiente vive hasta cuando el cobarde quiere, pero al parecer en la política mexicana se ha pretendido aplicarlo viceversa y tergiversándolo, de modo que el cobarde vive mientras el valiente no pueda y en tanto no se anime a poner un alto a las tropelías de los necios, quienes suelen cometerlas por rencor, envidia, ira malsana, autocracia o locura. Es decir, parecería que la valentía cobarde de cerrar pozos petroleros redunda más en beneficios que la valiente cobardía de la prudencia tolerante y sosegada, más dispuesta a soportar con una aparentemente virtuosa abnegación los embates de los abusos del poder 

Digo lo anterior como reacción a la reciente demanda de amparo interpuesta desde septiembre del año pasado por la prestigiada escritora, académica y colega periodista, Denise Dresser, contra el presidente Andrés Manuel López Obrador. Un hecho sin precedentes en la Historia de México. El caso incluso sirvió de pretexto a Santiago Creel, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados para, con un discurso contestatario propio de un aspirante a ser candidato por su partido, el PAN, a la Presidencia de la República, emitir advertencias como la deslizada, en días pasados.

Si él no se quiere comportar como Presidente de la República, pues se lo vamos a estar recordando una y otra vez; y cada vez de manera más severa, más directa, más concreta, para que vea que, en esto, no estamos jugando": Santiago Creel

Choque de opiniones

Si en la Ciudad de México chocan los trenes, en la política chocan las palabras.

Harta, como muchos de nosotros, de ser sujeta, ya de manera directa o indirecta, de los denuestos que el primer mandatario de la nación disfruta desperdigar a diestra y siniestra al momento de sus abusivas "Mañaneras", la escritora y —a ojos de algunos— rijosa tuitera, decidió en septiembre del año pasado asesorarse con el Consejo Nacional de Litigio Estratégico para efectuar una acción legal contra Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, por violentar sus derechos humanos y ciudadanos.

En su más reciente colaboración en el diario Reforma, Dresser recuerda que, en una primera sentencia, la Secretaria de Acuerdos de la jueza que recibió su recurso argumentó sobre las evidentes mentiras y difamaciones del presidente sobre la escritora que son: "simples opiniones y un ejemplo de la libertad de expresión". Y agrega Dresser, para no olvidar como ciudadanos que tal aseveración es un desatino: "el Artículo 134 de la Constitución acota las expresiones de servidores públicos a temas que atañen a su trabajo, y no pueden utilizar nombres, imágenes, voces o símbolos". (Aquí peca de ilusa, como si el presidente no pudiera hacer referencias sutiles e indirectas con el mismo efecto nocivo y difamatorio).

Si hemos de ser equitativos, flaco favor pues le hace el poder judicial a la libertad de expresión; y flaco favor hace la Constitución al derecho del ciudadano encumbrado al máximo cargo.

Este diferendo en el litigio da mucho para reflexionar, empezando por el cuestionamiento de si un ciudadano erigido en funcionario público, como lo son los cargos de elección popular (legisladores y gobernantes) y sus respectivas administraciones, ¿por ese solo hecho ven mermados sus derechos como el de expresión, tal como indica el Artículo 134? ¿Qué es más perverso, permitir la entera libertad expresiva, sin acotamientos, tentando al abuso del poder? ¿O regular los límites de los que, detentando el poder por designio popular, han de aguantarse estoicamente las ganas de despotricar como cualquier ciudadano contra lo que no les acomoda o agrada?

El hecho es indicio relevante que ojalá no caiga en el basurero de la Historia y, en cambio, además de sentar precedente permita a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación hacer, en su condición de poder equitativo al presidencial, la jurisprudencia respectiva para que ningún otro mandatario o funcionario público se vean tentados o se sientan en libertad de ejercer el poder desde el templete de la manera artera, aviesa y desproporcionada con que Andrés López Obrador lo ha venido haciendo desde que comenzó su régimen, no solo distorsionando un mecanismo en principio útil como podrían haber sido las "Mañaneras" en tanto recurso comunicativo y de información, sino transformándose él mismo en un remedo de mal "estandopero" cuyas gracejadas polarizantes son solo festejadas por la claque de simpatizantes, medios oficialistas de turno y demás fauna de impertinentes zopencos. ¿Y qué podemos decir de las artimañas legaloides como las interpuestas en sentido contrario por la la magistrada Yazmín Esquivel Mossa para acallar a los denunciantes del plagio de que se la acusa? ¿No son estos rasgos de otra cara del libertinaje y la anarquía? 

Los caminos torcidos de la opinioncracia

Conste que no digo, desde mi ámbito profesional de la comunicación, que las "Mañaneras" no sean un instrumento del poder con virtudes. La novedad, copiada de los americanos con tintes extraídos del acostumbrado proceder castrista cubano, instaurada por AMLO cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, a la sazón Distrito Federal, entonces compitió con la propuesta del propio presidente en turno Ernesto Zedillo quien sólo realizó una conferencia de prensa al estilo gringo o europeo, sin sentirse realmente cómodo. Esa claudicación abrió la puerta para el uso excesivo de las conferencias "Mañaneras" por parte de AMLO ayer y peor hoy, transformando el templete a veces en púlpito, a veces en escenario para sainetes.

Ahora, en el interés por abrirle puertas y ventanas al presidente, los diputados morenistas han querido además aderezar el pastel de la intolerancia colocando la cereza de una reforma a la Ley de Imprenta de mil novecientos diecisiete mas no para actualizarla, sino para enfatizar su sesgo autocrático, censor, conservadurista propio del carrancismo que la promulgó, aunque los legisladores presenten su propuesta como todo lo contrario, una reforma moderna, progresista y populista nacida del bien hacer de las buenas conciencias.

Cierto, la Ley de Imprenta debe de actualizarse como ya se hizo con la Ley de Radio y Televisión promulgada en tiempos de Luis Echeverría Álvarez. Pero dicha actualización debe de hacerse en función y a la luz de las reformas ya efectuadas en la Constitución por las legislaturas pasadas, y no como una ocurrencia del reyezuelo y su corte de lambiscones.

El derecho de réplica debe revisarse a la letra para ajustarlo de la manera adecuada y ser ejercido en tiempo y forma, considerando las complicaciones tecnológicas de ahora; porque hoy quien difama y quien es difamado tienen un terreno disparejo para el entendimiento y la exposición de sus opiniones y argumentos. Mientras el primero emplea diez palabras, el segundo está limitado a expresar su desacuerdo y demandar satisfacción con tres palabras acomodadas en el rincón más olvidado del mismo medio. Mientras uno hace un video corto que difunde de forma viral en TikTok, el otro se descose en un texto escrito e impreso en un blog o un periódico que solo unos pocos leerán con detenimiento. La réplica entonces queda sujeta y dependiente del consumo de contenidos por parte del público y sus usos, costumbres y preferencias mediáticas.

En realidad la réplica, a no ser como aderezo del chisme, no le importa a nadie más que al quejoso denunciante y al actor presunto ofensor.

Si las "Mañaneras" fueran un medio de comunicación de veras y no solo un teatro de mala factura, tendrían que atenerse a las mismas regulaciones, y el presidente como su administración tendrían que someterse, en tanto editores de contenido, a las mismas exigencias que aplican a los que, personas morales o físicas, contrarían su voluntad aun presentando datos duros e incontrovertibles, muchas veces tomados de las mismas fuentes oficiales, lo que resulta contradictorio.

El caso de Denise Dresser, lo sabemos, no es el único ni el primero desde el punto de vista de los abusos del poder durante el gobierno actual. Sin embargo, es el primero en decir de forma definitiva y contundente ¡ya basta! El problema es que al igual que el presidente, la quejosa raya en el choque de opiniones que no llevan a nada, como se lee en su carta abierta donde "explica" sus motivos como en una especie de boxeo de sombra.

Carta Abierta de Denise Dresser. Fuente: Cuenta Twitter de Denise Dresser.

Este gobierno se ha llenado la boca, desde su campaña electoral, con promesas que a la postre y sobre la marcha pocas han sido cumplidas y, tanto o más que en gobiernos previos, se han revelado con toda su dimensión de mentiras y exageraciones demagógicas. Las "Mañaneras" han sido por un lado la expresión de un estilo personal de gobernar, no precisamente el mejor ni el peor; y por otro el espejo donde la mezquindad halla su reflejo.

Al final, y leyendo la explicación añadida por Dresser en una carta abierta, queda claro que todo no es sino un retorcido juego de teléfono descompuesto donde la opinioncracia revela la capacidad de sus vicios y el "pueblo bueno" encuentra más motivos para verse distraído de lo verdaderamente importante para su destino.

Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar.

Foto: Instagram / anagabrieloficial

LO OCURRIDO recientemente durante un concierto en Los Ángeles de la cantante mexicana Ana Gabriel es un indicio de las contradicciones sociales por lo menos en México y de los mexicanos como público, dondequiera que nos encontremos.

Es conocido que como pueblo y cultura somos melómanos y exigentes, que no nos llenamos con facilidad, y en general y desde hace mucho los artistas propios y extranjeros saben que el público mexicano pide siempre más y mejores espectáculos. Además no gusta de que se le mezclen de improviso asuntos y temas en apariencia disímbolos y menos que se le regañe y ridiculice sin un consentimiento previo, como ocurre con algunos comediantes.

Cuando la gente va a ver a un cantante cantar, eso espera: música por sobre todo. Puede tolerar puentes discursivos en los que el artista guía la temática para dar una coherencia y congruencia al repertorio a presentar introduciendo una canción nueva, resaltando el significado de tal o cual pasaje, siempre en el afán de hacerse cómplice del público en la obtención de los efectos emocionales e intelectuales esperados o planeados al momento de construir el drama espectacular y su contexto.

Ello, no obstante, no tendría por qué menoscabar el derecho de expresión del artista en torno a otros temas que, como persona y ciudadano, le interesan, preocupan y aquejan. Sin embargo, es cierto que el artista debe mostrarse asaz sensible y sutil a fin de determinar la manera y el momento precisos, adecuados, oportunos y pertinentes cuando puede extraer de su ronco pecho ya no el gorgorito melódico, el chiste improvisado, la provocación insidiosa sino el mensaje motivador o incluso aleccionador.

Hoy, como el día del concierto, se han escandalizado y sentido ofendidos los estúpidos,los cretinos  y obtusos que, con una mediana razón y siendo parte del público presente en el concierto o espectadores en la distancia atenidos a los resúmenes noticiosos, vieron a una Ana Gabriel dispuesta a exponer su postura política en torno al Instituto Nacional Electoral, la democracia y la libertad en México, así como en países a los que, por esa misma postura ideológica ella ha optado por no presentarse: Venezuela, Cuba, Nicaragua cuyos gobiernos dictatoriales han minado la calidad de vida de sus ciudadanos.

La cantante expuso preocupada su parecer sobre el grado de descomposición sociopolítica y la inseguridad que se vive en México. Argumentó que por ese mismo motivo actuaba en EE.UU. porque ahí juntaba muchas nacionalidades sobre las cuales, de manera improvisada y pretenciosa, podría deslizar el mensaje que alertara a su conciencia.

Ana Gabriel no es la primera ni será la última artista en dejarse llevar por la suposición, bastante acertada, de que el escenario es palestra oportuna para ejercer el poder de la influencia y la persuasión sobre las masas hacia tópicos específicos incluida la política. El arte al final de cuentas es un medio de comunicación más, y como tal entre sus funciones y disfunciones también está la de formar opinión. No se trata de una práctica exclusiva de los oradores políticos, nosotros los periodistas de fondo, articulistas o académicos. En Europa y en Estados Unidos es una práctica más o menos frecuente, y ejemplos pueden mencionarse muchos, algunos afortunados en la reacción del respetable, otras veces no, como ha sido este caso.

Hay quienes tachan a los artistas metidos a la política como activistas o de manera franca como candidatos a un puesto de elección popular. Esos críticos badulaques creen que el artista, como el zapatero, ha de dedicarse a su actividad y nada más. Y algunos artistas, asumiendo su papel, están dispuestos a mantenerse al margen por salud mental o de su prestigio. Lo que está bien, siempre y cuando el ejercicio profesional no vaya de la mano de la coerción autoinfligida por miedo a la pérdida de popularidad y otros privilegios que la fama da.

Por supuesto están los que piensan lo contrario y actúan en consecuencia, y no por ser artistas separan su condición como personas y ciudadanos de su actividad profesional, la que ejercen así de manera comprometida no solo con lo que la define sino con la sociedad a la cual se debe.

Mientras en otros países artistas han alcanzado gubernaturas o presidencias, en México ha sido usual que los partidos políticos aprovechen la popularidad de determinadas celebridades provenientes de diversos ámbitos de la cultura, como el deporte, la intelectualidad, el cine o la televisión para "jalar agua para su molino", ganar y asegurar votos que garanticen curules de representación proporcional en el Congreso u ocupar alcaldías. Y tal práctica ha terminado por tergiversar el derecho y los afanes legítimos que las celebridades, en tanto ciudadanos, comparten con el resto de la sociedad para votar y ser votados, independientemente de que sean o no doctos en leyes o política. Ahí tenemos a Jesusa Rodríguez, Carmen Salinas (q.p.d.), Paquita la del Barrio, Sergio Mayer. la hoy fallecida y siempre controversial Irma Serrano, y toda una pléyade entre la que han estado lo mismo lumbreras que cabido socotrocos de pelmazos.

Lo cierto es que, en política, al final todos somos neófitos y no hay una verdad absoluta en eso como en otros asuntos, lo que deja a cualquiera en libertad de expresar su opinión y compartirla con quienes considera necesario hacerlo. Ana Gabriel ahora, como en otro momento Barbra Streisand o Elton John o Alex Lora, Eugenia León han tenido oportunidades para exhibir sus filiaciones y sus fobias políticas e ideológicas tanto como Silvio Rodríguez o tantos más.

Entonces y para terminar, lo que estuvo mal de parte de Ana Gabriel no fueron sus dichos tanto como la sensibilidad para pulsar el tono, el momento y la manera para deslizar su parecer. Lo que estuvo mal fue su reacción de enojo virulento frente al abucheo del público. Pudo haber hecho, en vez de un freno tajante en el concierto, utilizar como pretexto alguna de las canciones, introducir el mensaje y rematarlo con la letra motivadora y sugerente, incluir como parte de su propuesta artística el mensaje propositivo o reaccionario, como se quiera leer, dirigiendo así, canalizando el significado de las palabras hacia el meollo de su preocupación, compartiéndola, propiciando un elemento de mutua identificación entre público y artista sin tergiversar el ánimo subyacente. Entonces y así, su concierto habría tomado una altura distinta y ella habría sido valorada también bajo otro cariz.

Lo que estuvo mal fue brincar como la maestra o la madre exaltada que se llama ofendida exagerando su lectura de la reacción rebelde del crío berrinchudo, y pretender como respuesta la reprensión mediante el chanclazo o el chantaje moral.

Pero también, hay que decirlo, lo que estuvo mal fue la intolerancia explícita del público que, amparado en el anonimato de la masa enajenante, linchó de tal manera irrespetuosa a un individuo, censurando su posibilidad y derecho de expresarse libremente, dejando de tal modo y con tal claridad que la tiranía de la masa puede ser tanto o peor que la de los gobiernos autocráticos.

La disculpa posterior de Ana Gabriel en entrevistas justificando su conducta en hechos personales intrascendentes para el público ha sido en verdad injusta e innecesaria. Sin embargo, queda tanto para la cantante y compositora como para el público que la sigue y admira una lección en la paráfrasis: todo cabe en un concierto sabiéndolo acomodar.


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P.D. Como final, algunos harían bien en tomar seriamente las consideraciones que Lena Horne hiciera en los tiempos del macartismo en EE.UU. y que se sugieren en su canción "Napoleon", aquí interpretada por Barbra Streisand (debajo la letra y su traducción).




Napoleon's a pastry

Bismarck is a herring

Alexander's a crème de cacao mixed with rum

Herbie Hoover is a vacuum


Columbus is a circle and a day off

Pershing is a square, what a pay-off

Julius Caesar is now a salad on a shelf

So, little brother, get wise to yourself


Life's a bowl and it's full of cherry pits

Play it big and it throws you for a loop

That's the way with fate, comes today, we're great

Comes tomorrow, we're tomato soup


Napoleon's a pastry

Get this under your brow

What once useta be a roosta'

Is just a dusta' now


DuBarry is a lipstick

Pompadour's a hairdo

Good Queen Mary just floats along from pier to pier

Venus De Milo is a pink brassiere


Sir Gladstone is a bag, ain't it shocking?

And the mighty Kaiser, just a stocking

The Czar of Russia is now a jar of caviar

Even Cleopatra is a black cigar


Yes, my honey lamb, Swift is just a ham

Lincoln's a tunnel, Coolidge is a dam

Yes, my noble lads, comes today, we're fads

Comes tomorrow, we are subway ads


Homer is just a swat

Get this under your brow

All these bigwig controversials

Are just commercials now


Life's a bowl and it's full of cherries

Better get your jug of wine

And loaf of love

Before that final vow

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(Traducción)

Napoleón es un pastel

Bismarck es un arenque

Alexander's una crema de cacao mezclada con ron

Herbie Hoover es un vacío


Colón es un círculo y un día libre.

Pershing es un cuadrado, qué recompensa

Julio César ahora es una ensalada en un estante

Entonces, hermanito, sé sabio contigo mismo


La vida es un cuenco y está lleno de huesos de cereza.

Juega a lo grande y te lanza por un bucle

Así es el destino, llega hoy, somos geniales

Viene mañana, somos sopa de tomate


Napoleón es un pastel

Pon esto debajo de tu frente

Lo que una vez solía ser un gallo

Es solo un polvo ahora


DuBarry es un lápiz labial

Pompadour es un peinado

Good Queen Mary simplemente flota de muelle en muelle

Venus De Milo es un sujetador rosa


Sir Gladstone es una bolsa, ¿no es impactante?

Y el poderoso Kaiser, solo una media

El Zar de Rusia es ahora un tarro de caviar

Incluso Cleopatra es un cigarro negro


Sí, mi cordero de miel, Swift es solo un jamón

Lincoln es un túnel, Coolidge es una presa

Sí, mis nobles muchachos, llega hoy, estamos de moda.

Viene mañana, somos anuncios de metro


Homer es solo un golpe

Pon esto debajo de tu frente

Todas estas controversias de peces gordos

Son solo comerciales ahora


La vida es un cuenco y está lleno de cerezas.

Mejor consigue tu jarra de vino

y pan de amor

Antes de ese voto final

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Sobre la censura, venga de donde venga, y sus efectos


China y el dilema civilizatorio

Foto por Ramil Sabirov formulario PxHere

LA PREGUNTA clave en los tiempos que vivimos es quién vencerá la actual guerra blanda existente, sin duda, entre las democracias y las autocracias, y la cual la experimentamos de muchas maneras: en la difusión de contenidos, la censura disfrazada de  métodos de control o defensa de los derechos individuales o grupales. Se trata de una pregunta que no pasa de forma simplista de examinar los desarrollos nacionales o los roles individuales de personajes concretos, sino que requiere el examen autocrítico de cada uno de nosotros. Preguntémonos cuántos de nosotros hemos estado dispuestos o hemos reclamado para nuestra realidad la aplicación de "mano dura" para combatir la corrupción, la inseguridad y un largo etcétera, y cuántos de nosotros y hasta qué hondura hemos defendido los derechos humanos, la libertad sin cortapisas.

Sin duda, para el caso de China —y espero que el solo mencionarla aquí no conlleve la proscripción de mis ideas—, el tema no es cuestionar los efectos probablemente positivos de su capitalismo sui géneris, sino el tozudo, añejo modo imperial de ser autoritario que siempre caracterizó desde la antigüedad a esta nación solo "sometida" por los mongoles cuando se evidenció la debilidad de la idea democrática basada a ultranza en la libertad sin control. China fue una antes de los mongoles y otra después de ellos, aunque hoy y como efecto de la Revolución Cultural que está pasando por una tercera fase pretenda negarlo. Se replegó tras sus murallas y se asomó al mundo varias veces, como quien se asoma a la ventana para ver el estado del temporal y, cuando el clima es propicio, sale a preparar el terreno en que habrá de hincar las simientes. El tiempo hoy es sin duda propicio para China.

El tema no es si debemos temer o estigmatizar a China, verla con recelo, igual que hemos hecho con otros países que, en el desarrollo civilizacional, se han ido relevando en el juego de la hegemonía de muchas maneras, unas más atrabiliarias que otras, unas más francas que otras. El tema es cómo una institución enferma de elefantiasis y tan pervertida como es el Partido Comunista Chino encarna lo mismo que dice combatir: corrupción, desigualdad, infelicidad.

Ahora, en las democracias latinoamericanas, entre las más nuevas y jóvenes del mundo junto con algunas de África, se antoja que habría un caldo de cultivo ideal para prender esas ideas autoritarias como nunca antes. ¿Será? De nosotros y del concepto que tengamos de nosotros mismos dependerá si China disemina solo sus capitales de inversión o si además nos dejamos influir política y socialmente mermando nuestras libertades, esas por las que tantos siglos estuvimos luchando por hacer valer. O incluso, hasta qué punto estamos dispuestos a conceder un acotado control sobre ellas, renuciando a algunas en el interés supuesto de una mayor armonía.

México, en concreto, hoy tiene un puesto preponderante y definitorio en las decisiones en torno a este tema. El problema, digámoslo con todas sus letras, no es si se instala o no el comunismo aquí como sistema de gobierno, sino la forma como lo haga. El tema no es, sigo con la fórmula, si nos enredamos en concepciones de "austeridad republicana" o de "pobreza franciscana", si vestimos traje de marca o sayal y sandalias o casaca maoista. Siempre he dicho que México tiene más una vocación socialdemócrata, por la que la Revolución Mexicana sirvió de inspiración ni más ni menos al Leninismo. Pero, también he escrito y aquí y ahora lo repito y asiento, las ambiciones personales y de grupo han terminado pudriendo cualquier sistema político o económico por muy noble que se haya presentado en teoría, lo que aplica así para lo emanado de la Revolución Mexicana, el chavismo, el socialismo stalinista, el comunismo maoista, el capitalismo keynesiano y sus variantes neoliberales. Aplica lo mismo a la Pax Romana que a los "abrazos y no balazos".

En 1989 vivimos la estrepitosa caída del socialismo real. China comunista, al más clásico estilo de la legendaria, se sentó a observar hacia afuera, mientras adentro se uniformaba. Desde la uniformidad arraigó un rasero. Hoy vemos y vivimos el desmoronamiento ruidoso, doloroso, tardado del capitalismo real. La experiencia nos ha demostrado que ni socialismo ni capitalismo reales resolvieron los problemas de fondo de las sociedades y los pueblos, por lo pronto en lo económico. El capitalismo comunista de inspiración maoista presume lo contrario y lo peor para el ego occidental es que es evidente, medible y empieza a cundir  de forma viral, igual que el Covid, aunque el serpentear del dragón vaya dejandro tras de sí más inquina disfrazada de nobleza solidaria.

El virus del mono, en este contexto y entre verdad o mentira (por aquello de los montajes mediáticos y las teorías conspiracionistas), se antoja más bien una metáfora de ese reptar chino que ha extendido la ruta de la seda por África que otra cosa meramente de salubridad. Y el interés político por incluso cambiarle el nombre para evitar un sesgo discriminatorio o segregacionista se antoja una especie de broma tras la que se oculta la contradicción China de pretender el respeto a la diferencia fuera de sus fronteras de China unificada, mientras hacia el interior pisotea toda libertad en el afán por continuar uniformando derechos, credos, esperanzas, economía, ideología, autoconcepción, culturas étnicas, conciencias. Dentro de su territorio (y el extendido por virtud de su larga data o los nuevos convenios) China no respeta nada ni a nadie que se contraponga al concepto que de lo chino ha gestionado el venenoso Partido Comunista Chino. Y lo que por un lado presenta como soluciones virtuosas, deseables en un marco por integración internacional, por otro lo sobaja. Ahí tenemos la contradicción que no es tal del sojuzgamiento de los uigures, el Tibet, los practicantes de falun gong, mientras por otro negocia con Irán o tolera el catolicismo vaticano.

Tal parece que al Partido Comunista Chino lo mueve un soterrado revanchismo, como sucedió con el Partido Nacional Socialista en la Alemania de Hitler o como está pasando ahora en varios países de África y Latinoamérica; en México, por ejemplo, en quienes han distorsionado el pensamiento lopezobradorista para enarbolarlo como estandarte salvífico encarnado en la metáfora que implica el partido MORENA. No es otra cosa esa llamada "Cuarta Transformación" de aquel primigenio Partido Revoucionario que luego, cambiando siglas, diera paso al Partido Nacional Revolucionario, al Partido Revolucionario Institucional y al Partido de la Revolución Democrática. De eso y no otra vaina va la verdadera y tan cacareada "Cuarta Transformación", por más que pretendan mostrárnosla simpatizantes y detractores revestida con una doctrina historicista revivificadora del caudillismo más ramplón y rancio.

Aquí he escrito que la verdadera Cuarta Transformación es de índole económica y tecnológica, de orden mundial. Esa es una y es parte del mismo desarrollo civilizatorio, en el decurso inercial y cíclico que subyace en el mismo. Algo similar podemos decir de la gazmoña versión mexicana, si nos ceñimos solo a la característica dinámica pendular de nuestro sistema político.

Parte de mi augurio de que en 2024 volverá a gobernar la izquierda en México tiene esto como base. No es que vaya a instaurarse en México un gobieron "comunista" como temen los exaltados. Esa dinámica pendular también es aplicable al ámbito internacional y al relevo que, en las civilizaciones, hacen unos imperios respecto de otros. Y la Historia no me deja mentir. Véase como a Imperios "de izquierda" les sucedieron imperios de "derecha" dominando al mundo en su momento. El imperio democrático griego era de izquierda progresista y donde la inclinación o particularidad sexual, por ejemplo, no era determinante lo bueno o lo malo. La homosexualidad de Alejandro Magno no fue impedimento para extender su imperio autócrata hasta Afganistán ni para sentar las bases de la democracia ateniente. El imperio británico isabelino es otro ejemplo donde el discurso de género carecía de sentido y valía más el pragmatismo corsario, por decir un caso, frente a la mojigatería católica de una España envejecida. Y China internamente ha experimentado también esos vaivenes entre dinastías a las que hemos por fuerza de sumar la que hoy gobierna.

Termino como comencé. La pregunta clave no es si debemos oponernos a ese andar chino que se cuela por las rendijas como la hiedra. No es qué puede aportar todavía más allá de lo que ha hecho a lo largo de la Historia con sus inventos, filosofía, arte y ahora sus dólares. No es si estamos dispuestos a dejarnos influir por un régimen dictatorial. La clave es si nosotros tenemos la fortaleza cultural, moral, la altura de miras, la inteligencia solidaria como para mediar y así y además influir con nuestras probabas bondades democráticas y liberales sobre un sistema de vida como el chino. La pregunta es si chinos y el resto del mundo estamos preparados para vivir bajo la égide de un nuevo concepto de uniformidad.

¿Estamos listos para uniformarnos con la idea de ser solo seres humanos independientemente de la ciudadanía, la etnia, el color de piel, el credo, el sexo o la condición social? ¿Estamos listos para dar el paso hacia la construcción de un gobierno global donde el único partido lo conforme la humanidad y quienes tomen las decisiones  locales, regionales, nacionales respondan a un súper emperador cabeza del planeta? ¿Estaría ese súper emperador listo y dispuesto a abrazar la diferencia inherente en el ser humano y dejarse elegir por los gobernados; o caería en la perversa y nociva autonoción del que se cree tocado por la mano de algo que unos llaman Dios y otros Razón?

Si se nos pusieran enfrente los extraterrestres para entablar relaciones diplomáticas interplanetarias, ¿quién sería más digno representante a nuestros ojos de lo que somos los seres humanos como especie, un demócrata o un tirano, un político, un sacerdote, un empresario, un filósofo, un poeta? ¿Quién lo sería a los ojos de los alienígenas? Porque quizá los alienígenas, para entrar en contacto abierto, podrían estar esperando una mano de hierro con guante de seda; o tal vez, al contrario, estarían esperando un amasijo de manos enredadas. O tal vez, como ocurre con todos los imperios y siguiendo la ley del más fuerte, nada de eso les importe y sólo piensen en conquistar, colonizar, explotar y cuando mucho designar el equivalente a un virrey mediocre pero capacitado para velar por sus intereses. ¡Qui lo sá!

Solo hay algo cierto: en nuestra orfandad ideológica postmodernista, los seres humanos hemos sido proyanquis, prorrusos, prochinos, pro-LGBT+ y muchas cosas más, menos prohumanos y eso hace el sustrato de nuestros grados de libertad.