Yo soy el responsable

enero 20, 2017 Santoñito Anacoreta 0 Comments


DÍAS ATRÁS, escribíal empresario regiomontano Gilberto Lozano un apunte, comentario, debajo de cierto video en el que llamaba a la movilización contra el gasolinazo, entre otras cosas. Esto en respuesta al hecho del aumento en los precios de los combustibles y la serie de protestas que a lo largo y ancho del país se suscitaron.

En su video, el empresario responsabilizaba a los funcionarios públicos corruptos y al sistema político imperante de este y todos los demás males que aquejan a México, excluyendo al resto de los mexicanos más dados a identificarse con la idea del “pueblo bueno” Asimismo conminaba a exigir a políticos y gobernantes no solo resultados sino apego a los compromisos en congruencia con las necesidades del país, sin que ello supusiera exigir algo en particular al ciudadano común. Por mi parte, en mi comentario, le dije:

[…] estimable Sr. Lozano. Eso de que no se le puede exigir a usted o a mí, es una falacia discursiva, un sofisma demagógico.

 Por supuesto que le puedo exigir a usted o usted a mí. Claro que no será lo mismo que a los funcionarios públicos, pero sí algo mucho más fundamental y tan compartido con aquellos como son las obligaciones ciudadanas que acompañan a cada derecho.
Yo puedo exigirle a usted, como usted a mí, que cumpla con esas obligaciones en los distintos niveles, aspectos y rubros. Podemos exigirnos mutuamente cumplir con las leyes, para empezar. Pero ahora circula en el aire y el ámbito de lo que yo he llamado la “opinioncracia” que cualquiera se siente mejor que los demás y adopta actitudes tan reprobables como las mismas que pretende señalar o en efecto denuncia de, por ejemplo, sus funcionarios […]
Quiero recordarle que usted también es partícipe del sistema, aunque desde su trinchera. Abreva, por lo pronto para sus negocios, de las virtudes y vicios del mismo sistema que lo sostiene como parte de un desarrollo económico y social […]
La exigencia del ciudadano al gobierno, como viceversa del gobierno al ciudadano es de doble vía, bidireccional (VEGA Torres, 2017).
Desconozco hasta qué punto pudieron haber calado en el ánimo del empresario mis palabras, mi opinión. Sí sé, en cambio, la reacción que provocaron en otro de los dialogantes debajo de la publicación en el canal YouTube de Lozano.

Un joven ciudadano, de nombre Alejandro Montoya, tuvo a bien responder a mi crítica con la propia, en los siguientes términos [edición, corrección de estilo y notas aclaratorias mías, para efecto de legibilidad]:
Por personas como usted estamos como estamos, que viven de lo mucho que conocen y la educación de letra que poseen.

Se lo digo a usted en personal, a simple vista una persona insensible del tema México.
Por su propia ideología cree tener la razón de lo que dice, pero no es más que eso, señor Antonio de La Vega, solo palabras, usted no es más que otro con la soberbia de una persona influyente.
Quiere convencer a cualquier débil de razonamiento con su aburrida conceptualización de la problemática mexicana de vieja escuela priista.
Se equivoca, señor, la nueva generación de mexicanos —y no hablo por aquellos jóvenes mexicanos clasicistas con creencias de virreyes que creen que ni el gasolinazo ni la política putrefacta como la que usted defiende son problema de ellos— [no termina la idea].
Soy un joven que vive bien, gracias a Dios, pero no me agrada ver a las grandes mayorías en condiciones tan exageradamente desiguales.
[retoma la idea] A esta nueva generación de mexicanos es a la que me refiero: a los que estamos conscientes de la problemática de la espantosa realidad mexicana, aun perteneciendo a una clase cómoda. Y por supuesto que hay derechos y deberes, pero le pregunto yo usted, señor José Antonio: ¿conoce algún mexicano sus derechos? Porque, si los conociéramos, fuera nuestro deber, como dice usted, expulsar de inmediato al presidente Peña Nieto de Los Pinos, eso es conocer nuestros derechos; y pasará pronto, porque el pueblo se levanta y despierta y ahí entenderá la obligación, como usted dice, con el gobierno; y esa obligación es reclamar nuestros derechos, porque los derechos emanan del pueblo. 
Días después, ocurrió el triste y trágico suceso del suicidio de un adolescente regiomontano luego de atentar contra la vida e integridad física de sus compañeros de clase y su maestra en una escuela de Monterrey. Gilberto Lozano pareció entonces comprender el trasfondo, aún más que del hecho, de lo que pude haber sugerido con mi crítica y, casi como en una respuesta en consecuencia, publicó un nuevo video insistiendo en la necesidad de una revolución pacífica y en el que afirmó apasionadamente responsabilizarse de manera tanto directa como indirecta de lo acontecido, señalando a la vez, cómo parte de esa responsabilidad deriva de la omisión tanto como de la comisión y permisividad de delitos y atropellos diversos a las libertades de los mexicanos:
[…] Hoy no le voy a echar la culpa a los políticos. Me la voy a echar yo como “responsable”. Porque a mí me toca salvar la tierra de mis hijos […]

Yo soy responsable de haber comprado cosas americanas y no haber entendido que a México lo vamos a rescatar los mexicanos comprando las cosas nuestras.
Yo soy también responsable de lo que ocurrió en la guardería ABC. Soy responsable de Ayotzinapa y de permitir la mentira, las llamadas “verdades históricas” de los políticos y no ponerlas en la basura […]
Yo soy el responsable de decir “¡Ya basta!” […]
Yo me hago responsable como campesino, también, de haber dejado que las tierras se murieran. De haber permitido que los Salinas de Gortari y toda esa gente las convirtiera en traspatio […]
Yo soy responsable también de los 130 mil asesinados que se han dado en los últimos cinco años […]
Yo soy el responsable como transportista, de ver por mis intereses y no ver que tenemos que poner un “¡hasta aquí!” en México muy en breve […]
Yo soy el responsable porque me tengo que sentir dueño de México […] y que cuando aprendí a no meterme con políticos, hoy me doy cuenta que ellos se meten hasta la cocina de mi casa.
Soy responsable porque, aunque pintando canas, muchos de nosotros preferimos arreglar a México en un café, en una cantina, cuando debemos salir a las calles y no lo hacemos porque nos pueden llamar agitadores […]
Soy responsable de seguirme tragando esa píldora de la esperanza […]
[…] me siento responsable como policía […] como soldado […] (LOZANO, 2017).
En su video, Lozano se cuestionó —usándose como ejemplo— en qué momento los mexicanos dejamos de hacernos responsables y convocó a hacer un boicot y parar a México el domingo 22 de enero, pasando de las marchas a la toma de gasolineras —algo a lo que ya, en algunas entidades, días atrás, otros se le adelantaron— tema que yo mismo, en un video propio transmitido por Facebook, mencioné con sorna crítica, en calidad de reto, al no ser esta la primera vez que se ha propuesto semejante acción en protesta por la misma causa.

¿Será que esta vez sí se consiga paralizar al país durante un día? Se verá.

En su airada alocución, Lozano, quien critica a los intolerantes y describe que “solos, somos una gota; ¡unidos somos un tsunami!”— señaló y calificó de “gusanos” a quienes no tengan la entereza, la decisión de participar de la revolución que propone, como si opinar distinto supusiera, mejor que matices, todo lo contrario de lo que propugna.
¡No grites cuando te pisoteen! […] Porque, o eres parte de esta revolución pacífica o eres alguien que nos estorba [ib.]
Hasta aquí los dichos asociados a específicos hechos que de alguna manera resumen el hartazgo y la descomposición de la sociedad mexicana.

Personalmente, si tomo este texto como una respuesta además al joven Montoya, no tengo mucho más por decir, sino que me congratulo de que el señor Lozano haya construido este discurso reflexivo, aun cuando en el tono raye en cierta intolerancia. Declarándome como siempre apartidista y contra lo que piensa Montoya, en mi crítica original justo apelé a esto que ahora pone en sus palabras Lozano, a hacernos responsables cada uno de nosotros los mexicanos de lo que nos sucede tanto como de lo que no nos sucede, porque no somos entes aislados.

Quizá mi forma de expresión puede resultar chocante a más de uno, pero jamás he considerado a nadie con alguna suerte de debilidad racional que le haga incapaz de comprender el papel que cada uno juega en el devenir de las cosas y los hechos.

El refrán es claro, tanto peca quien mata a la vaca como quien le amarra la pata. Y poco ganamos mirando con recelo a nuestros semejantes, en especial a aquellos que, ya por miedo, vulnerabilidad, reticencia, optan por mantenerse inmóviles, pasivos, resignados o conformes.

Sí, al igual que Lozano, en todas las cosas que yo escribo pretendo despertar la conciencia de quienes me puedan llegar a leer. No digo las cosas como este o aquel otro, pero ello no obsta para que conste que mi principal centro motivador de lo que pienso y siento en materia social, política y económica se llama México.

Así como hay quienes toman las armas, quienes toman las calles, quienes arengan, quienes juzgan, quienes procesan, quienes producen o administran lo que a la mayoría le parece justo, también habemos los que no, necesariamente en la corriente de todos, comulgamos de forma crítica con determinadas causas. No toda acción implica estruendo y alharaca. No todo silencio implica consentimiento.

Me preguntó Montoya si conozco a algún mexicano que sepa sus derechos, y aquí ahora le respondo que sí, no solo a los cercanos a mí, sino a muchos otros más que, como el propio joven Montoya, los ejercen a diario empezando con la oportunidad de expresar su pensamiento y su sentir. Tal vez no conozcan esos derechos a cabalidad o como para enlistarlos uno a uno, pero claro que cuentan con la idea más amplia y general que deriva de saberse libres, acotados pero libres.
Lo que Montoya toma como una “defensa de un sistema putrefacto” es resultado de una lectura sesgada, una mala interpretación que ha venido añejando la gente que, como en una vieja revancha, mira con el mismo desprecio segregacionista del colono dueño de encomiendas o el criollo hacendado a los que, por decisión propia o llevados por la corriente han abrevado del servicio público, para bien o mal de todos.
En mi comentario a Lozano comenté también:
Los funcionarios públicos no son, como pretenden y alegan hacer creer los enamorados del clientelismo, “empleados nuestros” por elemental principio de lo que significa la relación obrero-patronal. Esa es una postura equívoca que más apela al resentimiento acumulado a manera de reacción frente al sojuzgamiento experimentado en épocas anteriores. La “oligarquía explotadora” no la constituyen solo los gobernantes respecto de los ciudadanos y por supuesto tampoco y menos estos respecto de los que en teoría los representan o administran los bienes públicos. El gobierno no es una empresa y las categorías para definir los roles no se equiparan.
Otra persona, discrepando con esta idea, insistió en que sí, “por lo menos los candidatos elegidos mediante el voto son empleados directos del pueblo”.

El error consiste en ver a México como una “empresa” sujeta a los designios de un “pueblo patrón”.
Todo Estado está conformado de tres entidades coherentes, es decir conectadas entre sí: pueblo, territorio y gobierno.

Es verdad que los mexicanos nos creemos dueños de estas tierras y lo que hay en ellas, pero en realidad solo estamos de paso y somos parte de lo mismo que hay en ellas. Cuando mucho tenemos en nuestro derecho y obligación administrar lo que nos ha sido dado por ¿destino?, ¿naturaleza?, ¿origen?

Es verdad que el gobierno emana del destino manifiesto y la voluntad del pueblo, mediante las instituciones y los procedimientos creados para el efecto, pero eso no nos convierte en los “gerentes” del territorio, del que dependemos, ni en los capataces de la burocracia, de la cual formamos parte en tanto sujetos electores.

El concepto de soberanía nacional, en tiempos de globalización, ya no puede ni debe ser visto y entendido como la posesión a ultranza del espacio contenido entre unas fronteras y lo que en ese espacio se produzca. Insistir en ello es necio.

Ni los representantes populares ni los funcionarios públicos firman un contrato de trabajo con un ente empresarial llamado México, pues no existe. A lo sumo se adhieren, asumen y aceptan las responsabilidades adquiridas de manera voluntaria (por lo general) para ejercer un servicio público, y esto independientemente de que lo efectúen a cabalidad o de forma deshonesta (lo que por supuesto reprueba cualquiera con un mínimo de conciencia ética).

Ojalá más mexicanos, como los que pudieron anotar su parecer n ese como en otros contenidos, asuman su responsabilidad y actúen de forma congruente, cada uno desde el ámbito de su competencia, para hacer de este nuestro México un país cada día mejor.


Por lo pronto yo, como Lozano, me hago responsable de estas palabras y las que he escrito por años y las que vengan; de haber confrontado cara a cara a Enrique Peña Nieto cuando fue gobernador de mi entidad, el Estado de México, o a mis presidentes municipales; y no para atacar gratuitamente, sino para hacer la crítica propositiva, constructiva en el interés de alcanzar mejores condiciones para mi gente, mi comunidad. Ahí están quienes pueden atestiguar mi compromiso y que, sin necesidad de baladronadas, simplemente no me arredro ante el poder establecido.

Referencias

LOZANO, G. (19 de enero de 2017). "Enero 22, vamos al México Nuevo, hasta aquí". Recuperado el 20 de enero de 2017, de Gilberto Lozano (canal YouTube): https://youtu.be/WPUnejv8t_U
VEGA Torres, J. (9 de enero de 2017). "Promueve Gilberto Lozano #RevoluciónPacífica". Recuperado el 20 de enero de 2017, de Indicios Metropolitanos: https://indiciosmetropolitanos.blogspot.mx/2017/01/promueve-gilberto-lozano.html




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