México en la Piel

febrero 24, 2017 Santoñito Anacoreta 0 Comments


HACE SIETE AÑOS, como si espejo, el 24 de febrero de 2010 y con un motivo muy particular como la construcción del Viaducto Bicentenario​, estos Indicios Metropolitanos, en el rostro de su autor, José Antonio de la Vega Torres​, también conocido como "Santoñito Anacoreta" y quien suscribe casi la totalidad de lo que aquí se publica, para bien o mal, encaró a Enrique Peña Nieto​ cuando todavía estaba a la cabeza del Gobierno del Estado de México​, antes de que llegara a la Presidencia de la República​.

Hoy, cuando el país se halla herido en su orgullo, dando tumbos por causa de la corrupción, la impunidad, la inseguridad, la economía que, aun cuando en lo macro avanza, sigue sin reflejar la bonanza en el bolsillo del viandante; y ofendido por las diatribas del vecino del norte encabezado por Donald J. Trump​, pero cobijado con la solidaridad de otras naciones, vuelvo a encarar al primer mandatario, ahora por este medio, para decirle como entonces "Quihubo, cuándo".

Foto: Unión de Periodistas
Jamás un presidente había experimentado un nivel de popularidad tan bajo como este con el 16% de aprobación. La factura tras poner en práctica reformas necesarias pero, unas más que otras, malhadadas, le ha salido muy cara. Y el discurso que apela a la unidad de los mexicanos ha caído en oídos sordos, como pudo atestiguarse en la "marcha por la unión" que tanto defendió, entre otros, Denise Dresser​.

El problema, insisto, no está en nuestros políticos, al fin, salidos de nuestras mismas filas ciudadanas, pues no provienen de otros mundos recién descubiertos o por descubrir, ya lo he dicho. El problema de México somos los mexicanos, ¡todos!, que, mientras no comencemos de veras a poner orden en nuestras cabezas, corazones, maneras, costumbres, modos, aspiraciones, ambiciones, expectativas, seguiremos siendo el pueblo jodido, pero chingón y gandaya, el del desmadre y el "ahí se va", porque, ¡total, qué tanto es tantititito! y nos conformamos con prometer nomás la puntita y resolver mañana lo que podríamos hacer hoy, hoy, hoy.

Con miras a las elecciones del 2018, los ojos se ceban sobre las elecciones a sucederse próximamente y que definirán, entre otros, el gobierno de mi entidad, el Estado de México.

Los candidatos independientes han brillado, entre broma y en serio, zapatistas indígenas o clasmedieros ansiosos, no por su ausencia, sino por su opacidad que los hace parecer más de hojalata que otra cosa. Los partidos "tradicionales", por llamarlos de algún modo, ya acomodaron sus piezas, pero parece que no se ponen de acuerdo si el tablero es de ajedrez o de damas chinas, turista, serpients y escaleras o monopolio.

El PRD anda desmadejado, sin encontrar el modo de recomponerse y ya no digamos un candidato que no equivalga a una plomada o rememore el mito de Santa Claus.


El PRI ya enfiló al que sabíamos desde hace esos mismos siete años que era el designado: Alfredo del Mazo Maza, exalcalde de Huixquilucan y némesis de quien señale el actual gobernador Eruviel Ávila.

Heredero de la alcurnia juarista, primo del presidente, miembro de una de las familias más pomadosas, aunque venida a menos por sus malos manejos y abusos: la familia Autrey Maza (para la que este plumífero laboró tiempo atrás), y que, entre las empresas que tronó hasta quedarse sin su "Casa Autrey" estaba Altos Hornos de México que dirigiera su también primo, Xavier Autrey Maza, Del Mazo sin duda busca, si no parchar la fortuna perdida, al menos revivir el espíritu de Don Benito Juárez, al que ni el viento lo despeinaba; o por lo menos el de su bisabuela, Margarita, quizá la única capaz de hacer a un lado a la tocaya Zavala con todo y su Calderón fuera de tono, según cantó hace poco la lira de algún sonero cubano.

El PAN, necio, tozudo, en la lista de cuatro aspirantes ha incluido a Josefina Vázquez Mota (dice el dicho que no hay quinto malo), a quien apoyan, entre otros, el alcalde de Naucalpan, Edgar Olvera Higuera (confrontado con el de Huixquilucan, Enrique Vargas, a su vez opositor de Del Mazo) y no se diga un Ricardo Anaya que, creyendo en las encuestas (que ya demostraron no ser más una herramienta fiable, de acuerdo con las experiencias más recientes), ha avalado como la precandidata más viable "por competitiva"; apuesta a que ella es el caballo de hacienda por sobre la senadora Laura Rojas o el exalcalde Ing. José Luis Durán y ¡ahí de aquél correligionario saboteador que se oponga a la voluntad de las estadísticas, porque lo corren del instituto político!, cuando en realidad es, en todo caso, el percherón más lento, pesado, parsimonioso y gris de toda la cuadra ya de por sí melancólica y desnutrida. No tengo nada contra mi monónota exvecina ni contra Acción Nacional, pero, al pan... pan,  al vino, vino como se fue. Como funcionaria puede ser que se destaque, sea capaz y eficiente, pero como candidata a las grandes ligas ya demostró en 2012 que deja bastante qué desear.

Así, no es la única, pero para algunos es la mejor. A mí me parece que allana el camino para Alfredo del Mazo en una especie de componenda por debajo de la mesa.


MORENA, sin duda, desde las elecciones anteriores, ha conseguido ascender en el interés de los electores y la ciudadanía en general, pero difícilmente conseguirá más que acomodar a una poco ocurrente Delfina Gómez Álvarez aspirante a la gubernatura, que no le va a la zaga a Chepina en aquello de ser azogue, lo que no le resultaría gravoso como sí, en cambio, lo es que no puedan zafarse ella ni el partido entero de la sombra ominosa de su caudillo, Andrés Manuel López Obrador quien, como el también iluso demagogo don Nicolás Zúñiga y Miranda en tiempos de don Porfirio Díaz, sigue empeñado en apostar su cabeza rumbo al 2018, por tercera ocasión.

Dice el refrán que la tercera es la vencida y sí, yo mismo he escrito aquí que vislumbro que en 2018 la izquierda accederá a la presidencia de la República. Pero esta afirmación no implica por fuerza una referencia a MORENA, al menos mientras AMLO insista en ser el galgo tras la liebre.

Así como Cuauhtémoc Cárdenas supo retirarse a tiempo de la contienda tras fundar el PRD (cuya escisión predije aquí en un artículo en tres partes) y ser candidato a la presidencia, evitando de ese modo convertirse en una caricatura de sí mismo, AMLO (quien sí tiene hasta su caricatura mu mona y simpática) debería bajar su soberbia y dejar de utilizar a los otros izquierdistas que, de buena voluntad, han creído en su noble proyecto, que lo es. Saber retirarse y dirigir la orquesta detrás del telón también tiene su gracia.


Aquí, en este mismo blog, años atrás, predije que MORENA derivaría al sistema, siguiendo las reglas del mismo en calidad de partido. Y lo mismo dije del zapatismo del EZLN. Le veo posibilidades como aglomerador de las varias manifestaciones de izquierda, así las más moderadas como las más rijosas. Por salud de nuestra democracia creo que sí es conveniente, útil, necesario y oportuno que en 2018 llegue la izquierda a gobernar la nación. Sin que este pensamiento se ubique en una filosofía meritocrática, en buena medida lo merece ya de perdida por su aguante de tendencia martirológica. Ello demostraría que nuestra "transición democrática" no solo está en vías de dejar de ser un mito, sino que garantizaría que la alternancia en el poder puede ser hasta rentable políticamente.

Por supuesto que hay izquierdistas de muy buena estatura y que no han caído en las tentaciones del poder; pero, están tan soterrados, que ni en un reality show los notaríamos.

Ahora bien, el factor Trump vino a cambiar la perspectiva y, si por un lado reforzó a Luis Videgaray que, con toda la barba, volvió del desempleo para tomar las riendas de la diplomacia mexicana enfilándolo hacia la carrera por la grande, confirmando lo que ya algunos preveíamos desde que se desempeñaba como Secretario de Hacienda, por su lado y en paralelo, explicando a los legos la importancia fundamental de México para EE.UU., Ricardo Anaya se encamina por el mismo rumbo, siendo, a mi parecer, que la contienda de 2018 por la presidencia tendrá a estos dos como los principales competidores y retos a vencer por la izquierda de la que hablaba líneas arriba. A menos que...


Por la década de 1970 don Daniel Cosío Villegas explicaba tras sus observaciones historicistas, que el sistema político mexicano es pendular. El régimen, aun en el tiempo del llamado "priato", en efecto transitó de derecha a izquierda, pasando por el centro y destacando con cada presidencia el estilo personal de gobernar. Aun luego de la transición que llevó a la alternancia entre PRI y PAN, la hipótesis teórica se sostiene. De ahí que yo piense y pronostique el turno de la izquierda. Una izquierda que hoy puede ser encabezada por quienes se han identificado como opositores al régimen del momento o, incluso, que puede ser puesta en práctica por un giro de timón de quienes por ahora han gobernado. Todos los partidos tienen sus extremos, así la ultraderecha se ancla en el Yunque, como la ultraizquierda se acomoda entre los anarquistas. La gama es amplia y cabe lo mismo en el PRI (de donde surgieron el PRD y el mismo MORENA) que en los "no alineados" a una ideología concreta, como los independientes.

Así, nacionalismos conservaduristas trumpianos o mexicas aparte, el recuerdo de aquel encaramiento con Peña Nieto en un Día de la Bandera viene a mi memoria para impregnar algo más que la piel.

México está en constante construcción y metamorfosis, es una crisálida de la que pronto, muy pronto, veremos surgir la más bella y humanista potencia mundial y muy a pesar de nosotros mismos en tanto detractores infieles de lo que somos y tenemos para dar. Como dijo Octavio Paz en su última aparición en público, en 1997, aludiendo a los cambios sociopolíticos del país y a su poema "Piedra del Sol": "El Sol está a la vuelta de la esquina".

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