Aún no está en la boleta y ya pusieron tache sobre Paty Durán

TEEM colocó un tache sobre la candidata de Andrés Manuel López Obrador para la alcaldía de Naucalpan


Por Mario Ruiz Hernández - Vallemex Noticias

MORENA arrancará las campañas electorales sin candidato a alcalde en Naucalpan, esto tras que el Tribunal Electoral del Estado de México (TEEM) ordenó a la Comisión de Honestidad y Justicia de ese instituto político resolver la queja presentada por Lorena Río de la Loza Robles en contra de la designación de Patricia Durán Reveles como candidata morenista a la alcaldía, impugnación que había declarado improcedente por el órgano partidista.

Por unanimidad de votos, los Magistrados Crescencio Valencia Juárez, Rafael Gerardo García Ruíz, Jorge E. Muciño Escalona, Leticia Victoria Tavira y Raúl Flores Bernal revocaron el acuerdo emitido el 15 de abril de este año por el órgano partidista de MORENA que además, en su momento, decidiera no aceptar la queja presentada por Río de la Loza Robles, argumentando que ésta fue presentada de forma extemporánea. Los juzgadores señalaron que el recurso no fue extemporáneo, toda vez que no se tomaron en cuenta las formalidades que debían seguirse en la notificación del acuerdo, ya que habría empezado a contar el plazo legal para la interposición de la impugnación a partir del momento en que se emitió el acto jurídico, y no a partir del día en que se hizo del conocimiento de los interesados.

Con esta resolución del TEEM, la Comisión de Honestidad y Justicia del partido de AMLO, debe admitir, analizar a fondo y resolver la queja presentada por Río de la Loza Robles.

La resolución pone en duda la de por sí cuestionada candidatura a la Presidencia Municipal en la persona de Patricia Durán Reveles, quien ha sido rechazada por los propios militantes de ese instituto político por haber sido impuesta por la dirigencia nacional.

Silogismos de campaña

Ricardo Anaya en el 29° Aniversario del PRD
Foto: Animal Político

ERA DE LA OPINIÓN… de que 2018 se lo llevará la “izquierda” en las urnas durante las elecciones en México el próximo mes. Y lo sostengo. Y era de la opinión, también, de que las cosas están de alguna manera orquestadas [ (GARCÍA SOTO, 2017), (SDP Noticias, 2014)] para que el PRD se vaya introduciendo, en calidad de “izquierda moderada” en el ejercicio del poder presidencial, teniendo acceso a la información que le daría la participación que lleva ya en la fórmula de la coalición conformada con el PAN y Movimiento Ciudadano. Este ¿ardid? —que ya la realidad va corroborando hecho tras hecho— no resta, sin embargo, peso a AMLO como uno más de esa “izquierda”, si bien representa al extremo más recalcitrante. Debo decirlo, tras dos intentos, para AMLO la tercera es la vencida y esta vez sí tiene muchas probabilidades —al margen de cualquier encuesta.

El reconocimiento de Ricardo Anaya al PRD (ARTETA, 2018) por su papel histórico en la democratización de México ha sido, entre líneas, un reconocimiento tácito al PRI mismo. Es difícil olvidar el papel que el ex presidente Ernesto Zedillo jugó al posibilitar la llegada del PAN al gobierno de la República en la persona de Vicente Fox Quesada, abriendo la oportunidad a la alternancia. Como es difícil olvidar el papel de Jesús Reyes Heroles padre en la creación y organización de los “partidos pequeños” que introdujeron un planificado equilibrio de fuerzas como base de la democracia mexicana, abriendo espacios institucionales para representaciones denominadas de “izquierda”.Tampoco es difícil olvidar el papel que su hijo, Jesús Reyes Heroles González-Garza tuvo en la elección de Felipe Calderón Hinojosa como pivote para el retorno del PRI en la persona del hoy presidente Enrique Peña Nieto, ejecutor de las reformas constitucionales largamente pospuestas, entre ellas la que incidió sobre PEMEX, dependencia de la que fuera director el primero, en el segundo sexenio panista. Y, por supuesto, es imposible olvidar el papel que el propio Andrés Manuel López Obrador, desde su juventud en el PRI, ha jugado por decenios para conjugar, concitar y aglomerar los de por sí dispersos esfuerzos opositores de quienes, en el ámbito más popular y sin liderazgo concreto, se han identificado con una “izquierda” que solo es eso, una simple etiqueta indefinida (VEGA Torres, 2007).



Claro que esta “certeza” se antoja propia de esas teorías de conspiración tejidas en algún café. Sin embargo, las charlas que uno puede ir teniendo con distintos actores de la política mexicana a distintos niveles permiten trazar algunas conclusiones que nos muestran cómo, en el derrotero de las campañas, la retórica partidista y la comprada al efecto por simpatizantes y militantes tiende a fracturar o desintegrar la lógica más elemental, para inundarnos con premisas que no acaban de completar silogismos con la fuerza suficiente para persuadirnos en favor de tal o cual candidato o propuesta, sino, al contrario, más bien se nos presentan con carácter de tautologías viciosas que más abonan al ruido, la confusión y el temor que a la certitud y la verdad.

La retórica del cepo

El cepo es un artefacto ideado para sujetar, retener o inmovilizar a personas como consecuencia de actos contrarios a las normas, alguna determinada conducta del inmovilizado, para la que ha sido ideado, y de la que deriva su forma o el estado de sujeción, la cual puede ser planificada o espontánea, incluso sorpresiva y pícara. Por supuesto, hay distintos tipos de cepos y, aunque no se quiera ver de tal modo, la urna electoral cae en una de las connotaciones tanto como cualquier alcancía.

La retórica de toda campaña política tiene más la apariencia de cepo que otra cosa. Porque busca inmovilizar al elector y su voto en una “trampa” de la cual la única salida, la llave, está atada a la cadena de circunstancias que conllevan al sufragio efectivo o incluso al cooptado. Las campañas, sean sucias o limpias, toman a candidatos y a electores como si pícaros para inmovilizarlos con argumentos o posiciones lógicas que los exhiben como contrarios a lo normal, temerarios o temibles, corruptos o coludidos con tales o cuales pillos y para hacer escarnio de la inteligencia que los acompaña.

En todos lados se cuecen habas.
Fuente: El Independiente.news (blog salvadoreño)

En el cepo electoral caben todas las decisiones, aun el voto blanco y el nulo, opciones pendientes de ser
legisladas para tener un peso y efectos específicos sobre la democracia mexicana.


Desde que Andrés Manuel López Obrador se lanzó por primera vez como candidato a la Presidencia de la República se sentó en la plaza y colocó pies y manos en el cepo bajo el escrutinio público. Así, todo viandante le ha lanzado lo mismo jitomates podridos que vituperios, con o sin razón, con o sin conocimiento de causa, con o sin miedo a lo que imaginan detrás suyo. Y lo mismo ha sido con otros candidatos. Cada uno tiene su propio cepo en la plaza pública. Cada uno sirve de escarmiento para quienes, creyendo en una democracia sin adjetivos, acaban poniéndola cual retablo, prendida de medallitas y milagros y rodeada de velas al mejor santo.




Entre unos y otros, los silogismos y las frases lapidarias son el arma favorita de todos los días, así en spots publicitarios como en templetes, sin detenerse a mirar si lo arrojado a la cara y el entendimiento de los electores y los candidatos obedece a una premisa mayor, una menor o se trata de una conclusión acabada, probada. Los hechos y los dichos, falsos o verdaderos, son lanzados con contundencia, enjundia y fervor tales que a más de uno convencen, persuaden de que, quien tira la piedra, realmente está libre de pecado.

En todas las campañas, mayores o menores, surgen las “evidencias” de cochupos, fraudes, corruptelas, trampas, fabricaciones: boletas quemadas, boletas duplicadas, urnas infladas o embarazadas previas las elecciones y un sinfín de escenas y sketches que más parecen una reminiscencia de las parodias de carpa de la primera mitad del siglo XX. La sofisticación tecnológica ha aportado su parte de “dudable veracidad” y la existencia de “fallos probables” en los sistemas de pre conteo de votos con asistencia de computadores, bases de datos y miles de voluntarios más o menos inexpertos en la materia mueve también a suspicacias sobre la posibilidad de “caídas del sistema” o de “manos negras”.

De la nota a la gota que derrama el argumento

Recientemente, tras la publicación e intercambio en redes sociales de una nota que recogía las acusaciones de miembros del “Movimiento un México sin corrupción y sin partidos políticos”, sobre la total intromisión al proceso electoral 2018 del Instituto de la Función Registral del Estado de México (IFREM), se dio materia para la reflexión de lo que experimentamos y lo que nos espera en estas campañas electorales.

Sin afán de armar polémica o entrar en discusiones bizantinas, acompaño la mayor parte de los dichos y las objeciones y preocupaciones de quienes participaron en los comentarios que siguieron a mi afirmación acerca de que, solo con pruebas fehacientes, pueden hacerse denuncias. El litigio mediático, propio de la que he llamado opinioncracia, siempre es una tentación para los escandalosos, periodistas o no, y las redes sociales han sido ideal caja de Petri para nutrir el caldo de cultivo donde crecen la duda y el temor.

Mi dicho, que no contradice ni desdice al hecho registrado en la noticia, y tanto como lo expuesto por los actores de la misma, gramatical y literalmente es una afirmación. Que yo haya comenzado mi dicho con una sola palabra a modo de frase “Pruebas”, no supone ni implica, como alguien supuso, una pregunta, un cuestionamiento acerca de lo informado.

La lectura es la que abre las otras posibilidades implícitas de interpretación según la óptica de cada lector, que no la del autor ni la del texto en sí y por sí. Es una respuesta a una premisa mayor silogística que aun hoy no halla el resto de las premisas menores complementarias para ofrecer alguna figura probatoria contundente o justificante de lo que, hoy por hoy, solo ha sido un recurso retórico a modo de tautología recurrente en el discurso político de la oposición (sin importar su tinte o bandera). Y es que el contexto de la discusión fue comenzado así cuando uno de los participantes escribió en reacción a la noticia: “Todas las dependencias estatales están desviando recursos a campañas del PRI”. Enunciado que he leído y escuchado campaña tras campaña desde que tengo uso de memoria.

La pregunta, aquí, sí, y aunque parezca ociosa, es si lo que se nos pone por delante es la conclusión de uno o muchos oscuros silogismos indefinidos o apenas las premisas mayores para comenzar uno. Porque, si lo examináramos al revés, puede estar ocurriendo que todas las dependencias estatales estén relacionadas con el PRI, en cuyo caso podríamos pensar en una conspiración orquestada desde el poder (sugestivamente se entiende el poder del gobierno estatal o incluso el federal). Pero, también puede suceder que algunas dependencias estatales no estén relacionadas con el PRI (como ocurre con aquellas relacionadas con los ayuntamientos), en cuyo caso la conclusión supondría una forma de coacción de parte del poder mayor sobre esas dependencias, a menos que estas estén jalando agua para su propio molino (cosa que ya ha sucedido, incluso en aquellas poblaciones regidas conforme a sus usos y costumbres [ (RUIZ Meza, 2015), (NÁJERA, 2018), (GARCÍA Castillo, 2014)], (ROBLES, 2016), (Notimex, 2017), (Nación 3-2-1, 2018), (VILLEDA, 2018), (OLVERA, 2017), (SDP Noticias, 2014), (SUÁREZ, 2018)]; lo que, de ser así, no las haría menos distintas de las otras aun cuando supusieran una minoría relativa.

Las dos lógicas o cuando el león cree que todos son de su condición

La tendencia es a acusar al otro de lo que se cree, se supone, se imagina o en alguna ocasión sentó precedente y se sospecha engendró una conducta viciosa frecuente, recurrente y continuada, como es el caso de los desvíos de recursos. Pero, quizá deberíamos preguntarnos seriamente qué alternativas tienen hoy los partidos políticos para su financiamiento fuera del presupuesto otorgado por ley. ¿Es insuficiente, tanto como para recurrir a artimañas? ¿Y si permitimos la entrada del capital privado? ¡No nos hagamos los inocentes! Los partidos están legalmente capacitados para recibir donaciones en líquido como en especie de parte de los particulares, desde las cuotas individuales de sus miembros y agremiados, hasta las aportaciones de simpatizantes (cualquiera sea el motivo que los hace a serlo). Aquí coincido con la idea de que “privatizar la política y hacer que sólo puedan ser candidatos las personas con el privilegio para financiarse, o con los contactos en la esfera empresarial, es muy peligroso” (VÁQUEZ Torres, 2017) y hasta injusto, como ya se experimentó ahora con el desequilibrio que, desde la misma ley, se impuso a las candidaturas ciudadanas.

Por supuesto, es claro que, con la historia de nuestra democracia mexicana, la mayoría de las baterías se enfocan en disparar las balas, de salva o cargadas, hacia quien fuera el partido hegemónico, el PRI y que, ya solo en el Estado de México suma 84 años en el poder, suficiente tiempo como para destilar la baba de la envidia o del rencor de más de uno, con o sin razón. Es comprensible.

Entonces... Como dijo alguno más de los participantes: es de sorprender que, no nada más en las campañas electorales, pero especialmente en ese período, no se diferencie entre las personas y los institutos; y esto, tanto desde la crítica como desde la práctica misma, sobre todo por parte de los simpatizantes que siguen dejándose llevar por la percepción para ajustar sus criterios de selección al momento del sufragio. Y, a la vez, no es de sorprender cuando desde la misma dinámica institucional se insiste en vanagloriar los triunfos de la hórrida meritocracia y de las figuras personalísimas erigidas en “liderazgos morales” a costa de los liderazgos naturales. ¿Por qué el candidato presidencial de la fórmula PAN-PRD-MC es Ricardo Anaya y no Alejandra Barrales? ¿Quién depende de quién a la hora de la suma de las "fuerzas vivas" en calidad de “voto útil”?

Margarita Zavala y Andrés Manuel López Obrador comenzaron marrulleramente sus campañas desde hace varios años, solo que las autoridades electorales ni las leyes sobre la materia contemplan tales marrullerías como “actos anticipados de campaña”, que si así fuera ni siquiera estarían en la boleta próxima.

La idolatría partidista sigue siendo un cáncer oprobioso para cualquier pretensión democrática de los simpatizantes, militantes y aspirantes que creen en los principios fundamentales de la Carta Magna. Idolatrar la imagen de la mujer con Margarita Zavala o al cacicazgo de viejo cuño con AMLO o la actuada valentía ciudadana de Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” o la jovialidad ilustrada que prefigura Ricardo Anaya o la institucionalidad aparentemente desmarcada de Meade pretende garantizar una continuación ahora con tinte de “izquierda”.

Comulgo con la preocupación de muchos acerca del interés vilipendioso de algunos, incluidos colegas periodistas, al denostar el trabajo honesto y dedicado de muchos militantes de los distintos partidos. Es injusto, aunque obedece claramente a una de dos lógicas mercadotécnicas: una que es planificada fríamente para insuflar los ánimos, provocar la animadversión o la adhesión a programas, banderas, personas, efigies en aras de esa idolatría antedicha; otra que es improvisada, menos sutil, más descuidada en sus fuentes y alcances, y, sin embargo, más potente en sus efectos en la conciencia colectiva. Esta última es la lógica de “mercado” surgida desde las creencias de los mismos simpatizantes, consumidores de mitos, de falacias tanto como de planteamientos verosímiles, y para los que la voz del líder de opinión más cercano a su modo de comprender es más valedero y no requiere cuestionamiento por la proximidad. Es en esta forma de mercadotecnia que se gestan las calumnias, las mentiras, las verdades a medias, los rumores, las falsificaciones que, cuando alcanzan el nivel mediático, se potencian irremisiblemente, para bien o para mal.

Una propende a ser la lógica del que se presume enterado de los dichos y los hechos, aun siendo estos productos edulcorados, pasteurizados por la mercadotecnia política para hacerlos asimilables, persuasivos a pesar de su carácter poco propositivo o de repetición de mentiras que aspiran a volverse verdades.



La otra surge desde las emociones mismas de los que, siendo pueblo, reaccionan visceralmente, de manera irracional, ante lo sucesos que consideran contrarios al interés y el bien comunes. Reacciones, a veces, similares a la que provoca el impertinente e irresponsable grito del bromista que exclama sin fundamento en medio de una turba ¡fuego! La política del miedo no tiene su raíz en la malicia de un demiurgo o un nigromante maquiavélico, sino en los fantasmas que alguna vez la realidad dejó impregnados en la piel de los desheredados.

Puedo decir lo mismo de quienes, dentro de esos mismos partidos y aun siendo militantes, ponen en tela de juicio el desempeño de muchos ciudadanos también honestos que, al momento de las elecciones, insaculados por suerte, nos hemos desempeñado en casillas y oficinas distritales con toda la seriedad de que somos posibles para hacer de cada nueva elección una ejemplar, impoluta en lo que a nosotros ha tocado y tocará, como es mi caso nuevamente, por quinta vez.

Esos que anticipan “fraudes” muchas veces solo lo hacen para generar ruido, confusión, duda que prende vacilante en el ánimo del ciudadano escamado por la historia vivida en el siglo XX. No estoy afirmando, nunca lo he hecho ni lo haré, que no haya una ventana de oportunidad para dichos “fraudes”, cométalos quien los cometa ya entrado en gastos. Sobre lo único que alerto es acerca del insistente afán, de unos y otros, para propiciar y propagar, en cada campaña y temporada electorales, una paranoia y una esquizofrenia colectivas.

La campaña del miedo no sucede nada más de un lado: miedo a lo que representa un candidato o una fórmula, sino miedo a lo que, en el imaginario colectivo es ignoto. Estas reacciones, muchas veces basadas en mitos o en francas mentiras, en fabricaciones o maquinaciones o simple repulsa es, a ciencia social cierta, otra manera aviesa de manipular las conciencias e inclinar balanzas. El poder, recuérdese, no solo puede detentarlo quien lo ostenta, sino también, viceversa, lo ostenta quien lo detenta.




Referencias

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Nación 3-2-1. (2 de mayo de 2018). "WTF! La campaña electoral que inició desde una regadera". Nación 3-2-1. Colima, Colima, México. Recuperado el 7 de mayo de 2018, de http://www.nacion321.com/elecciones/wtf-la-campana-electoral-que-inicio-desde-una-regadera
NÁJERA, L. (1 de mayo de 2018). "Desvían presupuesto de El Fuerte a campañas electorales". Río Doce. Culiacán, Sinaloa, México. Recuperado el 7 de mayo de 2018, de https://riodoce.mx/noticias/desvian-presupuesto-de-el-fuerte-a-campanas-electorales
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VILLEDA, M. (27 de enero de 2018). "SCT desvía recursos para carreteras a campañas electorales: alcalde de Ixmiquilpan". AM Hidalgo.com. Pachuca, Hidalgo, México. Recuperado el 7 de mayo de 2018, de https://www.am.com.mx/2018/01/27/hidalgo/mezquital/sct-desvia-recursos-para-carreteras-a-campanas-electorales-alcalde-de-ixmiquilpan---426658

Cuál izquierda, preguntas...

¿Con quién ir, con melón o con sandía o con la vieja del otro día?


CUÁL IZQUIERDA, PREGUNTAS… Te diré. Porque estas elecciónes

Hoy, no solo porque estamos en período de elecciones, sino porque algunos lo han querido colocar de nuevo en el pedestal de la moda, escuchamos hablar de populismo aquí y allá. Que si este lo es, que si aquel otro, que si este lo es más que esotro… Pero, al final, más pronto que tarde, no nos queda si no reconocer que ¡todos son populistas, unos mejores que otros! Lo peor, todos son demagogos.

No me queda duda que en cada uno de nosotros hay un populista o popularista —el sinónimo—, ya en ciernes o en franca reproducción. Sea con base en las definiciones de diccionario o desde la perspectiva filosófica. Si lo primero, en cada uno de nosotros hay inherente la “tendencia o afición a lo popular en formas de vida, arte, literatura, etc.”. Porque nos gustan cierta música, comida, costumbre, o nos interesa y preocupa algún tópico social y ponemos en práctica nuestros arrestos para que ocurran las mejores soluciones que beneficien al pueblo somos popularistas. Si lo segundo, en cada uno de nosotros hay inherente, ya que el hombre es una especie definida como política en esencia, tenemos la “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. ¿Por qué? Por una razón muy simple y humana: buscamos, necesitamos ser populares, reconocidos, sentirnos pertenecientes a determinado grupo con el que compartimos pensamientos, sentires, incluso carencias. Y esto lo aprendemos desde las más tiernas edades de la infancia y se nos recrudece en la adolescencia, convirtiéndose, para algunos, en una suerte de síndrome asociado a las deficiencias o autosuficiencias de personalidad.

El populismo no tiene nada que ver con el liderazgo. La demagogia sí desde que significa la “degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.

Hace un par de años se armó una discusión que algunos miraron como bizantina. El detonante fueron las declaraciones del Presidente Enrique Peña Nieto durante una conferencia de prensa en su encuentro con sus pares de Canadá, el Primer Ministro Justin Trudeau y Barak Obama de Estados Unidos.

Vale la pena recordar algunas de las expresiones expuestas entonces tanto por Peña Nieto como por Obama, así que ellas serán la columna vertebral de este artículo que ahora siguen tus atentos ojos, amigo lector.

De la dotrina a la palabra vacua

He dicho en varios artículos mis razones para explicar por qué considero que el 2018 será para la izquierda. Y la pregunta que en muchos salta de manera crítica a mis palabras es a cuál izquierda me refiero.

Es un cuestionamiento válido. He dicho también que me muestro refractario a emplear estas etiquetas de izquierda, derecha y centro, etc.; pero, que las uso a regañadientes pues, muy a mi pesar y aun cuando caducos, siguen siendo referentes conceptuales a formas de oposición o adhesión al grupo en el poder de un Estado y que encabeza un gobierno.

Por siglos, quienes representan de un modo u otro la “derecha”, han temido a los que representan la “izquierda”. En la Revolución francesa esas eran la aristocracia, la burocracia y la burguesía, frente al “populacho”, los “desheredados”, las clases medias y bajas, en parte burguesas, respectivamente. Mientras en el centro se n la monarquía y la burocracia asociada a ella.



En los países llamados “democráticos”, la aristocracia dio lugar a la oligarquía. México se considera un país democrático y la oligarquía está conformada por aquellos potentados de la economía, la política o la academia que se consideran ungidos de modo natural para ejercer alguna forma de liderazgo sobre los destinos de la nación, aun cuando estos destinos estén supeditados a sus intereses personales y/o de grupo. Unos llaman a esta oligarquía, la “mafia en el poder” y se le oponen aun habiendo abrevado de sus fuentes —o tal vez por ello mismo.

Fuente: The New Jersey Journal

Los calificativos que los candidatos y los equipos detrás de ellos utilizan, entre ellos el populismo, no dejan de ser más que eso, calificativos que, dejando de lado la doctrina, hacen de la palabra un concepto vacuo, maniqueo.

En México, cuando mucho, podríamos hablar de izquierda y derecha, pero no de centro, sino hasta resuelta la Revolución. Antes de ella, las facciones se dividían en dos: liberales y conservadores. Los primeros, considerados herederos de los ideales ilustrados (por lo tanto de izquierda), los segundos también aunque más en la línea de la norma moral que en la del derecho. Los grupos anarquistas y luego los comunistas y los socialistas desequilibraron el balance para crear uno nuevo. Los liberales cayeron al centro, los conservadores fueron vistos como derecha y los nuevos abrazaron la izquierda.
Existe la errónea inclinación a considerar la izquierda como oposición, más precisamente como si fuera la única verdadera oposición a quien ejerce el poder en un régimen. En realidad, cualquiera de las facciones sin poder será opuesta a la empoderada, sin importar su “color”.

En México, las derivaciones y herencias ideológicas y de procedimiento y método de los partidos políticos los hacen hijos de la misma historia, reacciones virulentas de la misma cepa que los produjo. Los primeros partidos de izquierda surgieron desde las camarillas sindicalistas formadas dentro del sistema. La historia es larga y excede las pretensiones de este artículo. Así, cuando uno revisa la historia indefectiblemente acaba preguntándose si de veras existe una izquierda en México o si toda oposición no es más que eso.



Las coaliciones que compiten ahora por el poder de gobernar a México se formaron tras corroborar el descontento popular hacia los partidos y los candidatos en lo individual. Coaligarse ha sido entonces una respuesta planeada dentro de los límites del populismo para posibilitar que los programas e idearios de los actores puedan insertarse en el ámbito del poder para llevarse a efecto en el presumible interés de beneficiar al pueblo en diversos aspectos. “Si quiero propiciar un cambio, concluyo que tengo que hacerlo desde adentro del sistema”, comentó alquien en el pasado.

Fuente: "Geometría electoral en México: ¿cómo se han movido las izquierdas?por Consulta Mitofsky


El discurso, sin embargo, sigue siendo el mismo: el de la demagogia, promesas coincidentes, frases que la gente espera escuchar, proyectos trazados en el aire para animar la imaginación colectiva y favorecer al demiurgo que se yergue orondo en el templete o el pódium. Malabares con palabras, cifras hipnóticas, tonos convincentes, reclamos persuasivos son el pan nuestro de cada día y, en tiempos de campañas electorales, nos empachan a querer o no.

En 2018 la izquierda accederá a la posibilidad de la alternancia en el poder por la sencilla razón de que cada coalición y candidato representa, así sea de manera mínima, alguno de los rasgos tradicionales de la izquierda.

Votes por quien votes, amigo lector, representará a la izquierda. Quizá te mueva la animadversión hacia AMLO y prefieras a un independiente. Será inclinarte a la izquierda moderada que representa el ciudadanismo, aun cuando en estos casos los antecedentes de los candidatos ponen en duda su “lealtad” con el ciudadano independiente. Quizá te motiven las frases coloquiales, contundentes, los lugares comunes y prefieras a AMLO. Votarás por la izquierda emanada del PRI, Quizá te satisfagan las explicaciones sencillas y directas, la juventud, y optes por Anaya. Votarás por la izquierda que implica el PRD, surgido de la izquierda priyista. ¿Quién gobernará entonces: PAN o PRD?



En esta cadena de consecuencias, siguen en calidad de eslabones sueltos el voto blanco y el voto nulo, los más populistas de todos que han demostrado su valía incrementándose con cada nueva elección hasta alcanzar un “preocupante” seis por ciento del sufragio y que, auguro, dado el panorama, ascenderá otro poco más para quedar cerca del siete u ocho por ciento de las preferencias absolutas restando así, más, el porcentaje necesario para dar una mejor apariencia de legitimidad a quien resulte triunfante en la contienda.

Pero, a diferencia de lo que otros piensan, la pelea no solo no es por la presidencia, tampoco lo es por el congreso y por las mismas razones expuestas. El reparto y la distribución de curules estará sujeta a proporciones relativas y, ya está visto, sobre la marcha acaban siendo los legisladores más acomodaticios que los mismos cínicos que los encumbran. Entonces, ¿qué está en concurso? Esto es lo que más confunde y provoca incertidumbre hoy, en México. No es un hombre en particular o una ideología.

Así, no tengas miedo al populismo. Todos son populistas. No tengas miedo de la demagogia. Son palabras vacuas. Los programas de unos y otros son casi los mismos, así que tampoco son suficientes elementos para formar un juicio al momento de decidir el sufragio. Quede uno u otra harán lo mismo que todos dentro de los límites del poder. La arenga son palabras al viento. Los buenos deseos, propaganda que acaba en el basural.

Insisto, creo que ha llegado el momento (planificado) para dar a la “izquierda” la oportunidad de probarse en el máximo poder o, al menos, mirarlo más de cerca. La decepción no es garantía asegurada como tampoco la plena satisfacción.