Cuál izquierda, preguntas...
¿Con quién ir, con melón o con sandía o con la vieja del otro día? |
CUÁL IZQUIERDA, PREGUNTAS… Te diré. Porque estas elecciónes
Hoy, no solo porque estamos en período de elecciones, sino
porque algunos lo han querido colocar de nuevo en el pedestal de la moda,
escuchamos hablar de populismo aquí y allá. Que si este lo es, que si aquel
otro, que si este lo es más que esotro… Pero, al final, más pronto que tarde,
no nos queda si no reconocer que ¡todos son populistas, unos mejores que otros!
Lo peor, todos son demagogos.
No me queda duda que en cada uno de nosotros hay un
populista o popularista —el sinónimo—, ya en ciernes o en franca
reproducción. Sea con base en las definiciones de diccionario o desde la
perspectiva filosófica. Si lo primero, en cada uno de nosotros hay inherente la
“tendencia o afición a lo popular en formas de vida, arte, literatura, etc.”.
Porque nos gustan cierta música, comida, costumbre, o nos interesa y preocupa
algún tópico social y ponemos en práctica nuestros arrestos para que ocurran
las mejores soluciones que beneficien al pueblo somos popularistas. Si lo
segundo, en cada uno de nosotros hay inherente, ya que el hombre es una especie
definida como política en esencia, tenemos la “tendencia política que pretende
atraerse a las clases populares”. ¿Por qué? Por una razón muy simple y humana:
buscamos, necesitamos ser populares, reconocidos, sentirnos pertenecientes a
determinado grupo con el que compartimos pensamientos, sentires, incluso
carencias. Y esto lo aprendemos desde las más tiernas edades de la infancia y
se nos recrudece en la adolescencia, convirtiéndose, para algunos, en una
suerte de síndrome asociado a las deficiencias o autosuficiencias de
personalidad.
El populismo no tiene nada que ver con el liderazgo. La
demagogia sí desde que significa la “degeneración de la democracia, consistente
en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos
elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.
Hace un par de años se armó una discusión que algunos
miraron como bizantina. El detonante fueron las declaraciones del Presidente
Enrique Peña Nieto durante una conferencia de prensa en su encuentro con sus
pares de Canadá, el Primer Ministro Justin Trudeau y Barak Obama de Estados
Unidos.
Vale la pena recordar algunas de las expresiones expuestas
entonces tanto por Peña Nieto como por Obama, así que ellas serán la columna
vertebral de este artículo que ahora siguen tus atentos ojos, amigo lector.
De la dotrina a la palabra vacua
He dicho en varios artículos mis razones para explicar por qué
considero que el 2018 será para la izquierda. Y la pregunta que en muchos salta
de manera crítica a mis palabras es a cuál izquierda me refiero.
Es un cuestionamiento válido. He dicho también que me
muestro refractario a emplear estas etiquetas de izquierda, derecha y centro,
etc.; pero, que las uso a regañadientes pues, muy a mi pesar y aun cuando
caducos, siguen siendo referentes conceptuales a formas de oposición o adhesión
al grupo en el poder de un Estado y que encabeza un gobierno.
Por siglos, quienes representan de un modo u otro la
“derecha”, han temido a los que representan la “izquierda”. En la Revolución
francesa esas eran la aristocracia, la burocracia y la burguesía, frente al
“populacho”, los “desheredados”, las clases medias y bajas, en parte burguesas,
respectivamente. Mientras en el centro se n la monarquía y la burocracia
asociada a ella.
En los países llamados “democráticos”, la aristocracia dio
lugar a la oligarquía. México se considera un país democrático y la oligarquía
está conformada por aquellos potentados de la economía, la política o la
academia que se consideran ungidos de modo natural para ejercer alguna forma de
liderazgo sobre los destinos de la nación, aun cuando estos destinos estén
supeditados a sus intereses personales y/o de grupo. Unos llaman a esta
oligarquía, la “mafia en el poder” y se le oponen aun habiendo abrevado de sus
fuentes —o tal vez por ello mismo.
Fuente: The New Jersey Journal |
Los calificativos que los candidatos y los equipos detrás de
ellos utilizan, entre ellos el populismo, no dejan de ser más que eso,
calificativos que, dejando de lado la doctrina, hacen de la palabra un concepto
vacuo, maniqueo.
En México, cuando mucho, podríamos hablar de izquierda y
derecha, pero no de centro, sino hasta resuelta la Revolución. Antes de ella,
las facciones se dividían en dos: liberales y conservadores. Los primeros,
considerados herederos de los ideales ilustrados (por lo tanto de izquierda),
los segundos también aunque más en la línea de la norma moral que en la del
derecho. Los grupos anarquistas y luego los comunistas y los socialistas
desequilibraron el balance para crear uno nuevo. Los liberales cayeron al
centro, los conservadores fueron vistos como derecha y los nuevos abrazaron la
izquierda.
Existe la errónea inclinación a considerar la izquierda como
oposición, más precisamente como si fuera la única verdadera oposición a quien
ejerce el poder en un régimen. En realidad, cualquiera de las facciones sin
poder será opuesta a la empoderada, sin importar su “color”.
En México, las derivaciones y herencias ideológicas y de
procedimiento y método de los partidos políticos los hacen hijos de la misma
historia, reacciones virulentas de la misma cepa que los produjo. Los primeros
partidos de izquierda surgieron desde las camarillas sindicalistas formadas
dentro del sistema. La historia es larga y excede las pretensiones de este
artículo. Así, cuando uno revisa la historia indefectiblemente acaba
preguntándose si de veras existe una izquierda en México o si toda oposición no
es más que eso.
Las coaliciones que compiten ahora por el poder de gobernar
a México se formaron tras corroborar el descontento popular hacia los partidos
y los candidatos en lo individual. Coaligarse ha sido entonces una respuesta
planeada dentro de los límites del populismo para posibilitar que los programas
e idearios de los actores puedan insertarse en el ámbito del poder para
llevarse a efecto en el presumible interés de beneficiar al pueblo en diversos
aspectos. “Si quiero propiciar un cambio, concluyo que tengo que hacerlo desde
adentro del sistema”, comentó alquien en el pasado.
Fuente: "Geometría electoral en México: ¿cómo se han movido las izquierdas?por Consulta Mitofsky |
El discurso, sin embargo, sigue siendo el mismo: el de la
demagogia, promesas coincidentes, frases que la gente espera escuchar,
proyectos trazados en el aire para animar la imaginación colectiva y favorecer
al demiurgo que se yergue orondo en el templete o el pódium. Malabares con
palabras, cifras hipnóticas, tonos convincentes, reclamos persuasivos son el
pan nuestro de cada día y, en tiempos de campañas electorales, nos empachan a
querer o no.
En 2018 la izquierda accederá a la posibilidad de la
alternancia en el poder por la sencilla razón de que cada coalición y candidato
representa, así sea de manera mínima, alguno de los rasgos tradicionales de la
izquierda.
Votes por quien votes, amigo lector, representará a la
izquierda. Quizá te mueva la animadversión hacia AMLO y prefieras a un
independiente. Será inclinarte a la izquierda moderada que representa el
ciudadanismo, aun cuando en estos casos los antecedentes de los candidatos
ponen en duda su “lealtad” con el ciudadano independiente. Quizá te motiven las
frases coloquiales, contundentes, los lugares comunes y prefieras a AMLO.
Votarás por la izquierda emanada del PRI, Quizá te satisfagan las explicaciones
sencillas y directas, la juventud, y optes por Anaya. Votarás por la izquierda
que implica el PRD, surgido de la izquierda priyista. ¿Quién gobernará
entonces: PAN o PRD?
En esta cadena de consecuencias, siguen en calidad de
eslabones sueltos el voto blanco y el voto nulo, los más populistas de todos
que han demostrado su valía incrementándose con cada nueva elección hasta
alcanzar un “preocupante” seis por ciento del sufragio y que, auguro, dado el
panorama, ascenderá otro poco más para quedar cerca del siete u ocho por ciento
de las preferencias absolutas restando así, más, el porcentaje necesario para
dar una mejor apariencia de legitimidad a quien resulte triunfante en la
contienda.
Pero, a diferencia de lo que otros piensan, la pelea no solo
no es por la presidencia, tampoco lo es por el congreso y por las mismas
razones expuestas. El reparto y la distribución de curules estará sujeta a
proporciones relativas y, ya está visto, sobre la marcha acaban siendo los
legisladores más acomodaticios que los mismos cínicos que los encumbran.
Entonces, ¿qué está en concurso? Esto es lo que más confunde y provoca incertidumbre
hoy, en México. No es un hombre en particular o una ideología.
Así, no tengas miedo al populismo. Todos son populistas. No
tengas miedo de la demagogia. Son palabras vacuas. Los programas de unos y
otros son casi los mismos, así que tampoco son suficientes elementos para
formar un juicio al momento de decidir el sufragio. Quede uno u otra harán lo
mismo que todos dentro de los límites del poder. La arenga son palabras al
viento. Los buenos deseos, propaganda que acaba en el basural.
Insisto, creo que ha llegado el momento (planificado) para
dar a la “izquierda” la oportunidad de probarse en el máximo poder o, al menos,
mirarlo más de cerca. La decepción no es garantía asegurada como tampoco la
plena satisfacción.
0 comentarios:
Gracias por sus comentarios con "L" de Lector.