De lo fácil se habla fácilmente

Alguna vez compartí en cierta red social el siguiente enunciado invitando a mis lectores y amigos ahí a señalar el error gramatical:

Juegue fácil desde su hogar

Más tarde hice mi propio juego siguiendo la norma propuesta observando:
Solo dos amistades icieron la intentona de hayar el error, sin ati-nar. Doy ahora nueva oportunidad en el supuesto de que han tenido tiempo de pensar, inbestigar o restarle importancia.
Para volverlo un poco más interesante y balioso el ejersisio, sú-mense los fallos (13 en total de esta publicacion. No tengo mucho que ofreser, pero ¿querría el ganador qué recompenza? ¿Y en caso de empate, qué?
De nuevo la respuesta fue tan numerosa que eso y no haber publicado este ejercicio era lo mismo. No obstante, de las siempre amables contestaciones obtuve suficiente material como para ampliar el comentario con miras a redactar la presente lección explicativa.

Destaco la colaboración de un contacto que obedece al pseudónimo de L’Homme Revolté quien señaló atinadamente que el Diccionario de la Real Academia incluye bajo el registro “Fácil”, la acepción de “fácil-mente” equiparando el adjetivo con el adverbio. A lo que repliqué que el hecho de que la RAE incluya una acepción por causa del uso, abuso o mal uso de un vocablo no obsta para que consten las reglas gramaticales al respecto, las que también hay que decirlo no son inamovibles.

De hecho, revisando la enmienda a la entrada para la vigésima tercera edición del DRAE no especifica siquiera que se lo considere como sinónimo.

Es un error muy generalizado creer, porque una palabra está aceptada por la RAE o dada de baja de los registros lexicológicos a causa del desuso, cualquier hispanohablante cuenta con el "permiso autorizado" para emplearla indiscriminadamente sin el adecuado y previo análisis de los casos.

En este caso nos enfrentamos a un uso indiscriminado aunque "socialmente natural" o mejor dicho “convencional” de una figura retórica como lo es la elipsis y que consiste en omitir una o más palabras en una cláusula, las cuales, aun siendo necesarias para la correcta construcción gramatical, su ausencia no afecta al contexto mismo que permite a la idea sobreentenderse (de ahí la importancia del contexto siempre por encima de las palabras aisladas).

El abuso en la aplicación de la ley del menor esfuerzo, so pretexto de pragmatismo lingüístico aunado al abuso o mal uso de determinadas figuras retóricas (muchas veces de forma inconsciente, a causa de la misma dinámica del habla, que no de la escritura) ha llevado tanto a enriquecer como a empobrecer nuestra lengua de esta forma.

El error gramatical está: tenemos un adjetivo calificando a un verbo. La forma correcta de escribirse el enunciado puede ser una de dos: 1)  Juegue fácilmente en casa 2) Juegue de manera fácil en casa. La elipsis aplicada al segundo caso omite por desidia la frase "de manera". Tenemos pues aquí un ejemplo, toda proporción guardada, equivalente a lo que sucede en el ejercicio de las normas legales cuando se enfrentan a la presunción de que mor est iure (costumbre es ley), si bien sabemos que no siempre ocurre ni es cierta ni deseable como pasa con determinados usos y costumbres contrarios a hecho y derecho.

Para terminar, y a reserva de dejar al ánimo del lector ejercitarse localizando y corrigiendo los restantes errores gramaticales, baste dar dos pistas.

La primera. Uno de esos gentiles contactos apuntó como error el fragmento en mi texto: … Doy ahora nueva oportunidad en el supuesto de que han tenido tiempo …, considerando que el verbo empleado “han” debió haber sido conjugado mejor como “hayan” para decir: … Doy ahora nueva oportunidad en el supuesto de que hayan tenido tiempo …

Al respecto de su aportación expuse que ese se trataba de un distractor.

No hay fallo en realidad. Yo estoy utilizando en ese enunciado el presente histórico. En todo caso detectó bien un sutil error (no contabilizado para el ejercicio) de concordancia en relación al tiempo verbal, pues voy del pretérito al presente histórico.
Si se lo toma literalmente, el error es indiscutible y merecería yo un coco. Si se lo lee en contexto, el error es aparente, porque el presente histórico es a final de cuentas una forma literaria de referirse a un hecho transcurrido entre un pasado definido (aquí 10 días) y el momento de escribir el apunte en cuestión.
Lo deseable en este caso concreto es que el cambio de uso verbal se efectúe en un párrafo aparte, así que puede considerarse también como error ortográfico el uso de punto y seguido tras la expresión "atinar", en vez de punto y aparte.

Y la segunda consideración final es un exhorto a mirar la lectura actual reflexionando sobre la importancia de observar, examinar el valor de las palabras y lo signos en general en función del contexto que los contiene, pues si hay adjetivos que pueden ser usados como adverbios (como se ha destacado líneas arriba), los hay que pueden tomar carácter de sustantivo. Véase esto a la luz de lo dicho:

Perfecto me dijo perfecto que el vestido me quedaba precisa y perfectamente.

Podredumbre humana

Alrededor del llevado y traído tema de Mamá Rosa, más que y además de ver moros con tranchete, exorcizar fantasmas morales so pretexto de probables comisiones de delito deberíamos atender el trasfondo de las circunstancias de miseria y mezquindad con que tratamos todos a los migrantes, a los reos, a los ancianos, a los huérfanos, a los discapacitados, a los enfermos mentales, a los animales.

No por ser historias de horror y vergüenza asaz conocidas deben de redundar en la indiferencia de todos nosotros. Las condiciones de insalubridad, indigencia, promiscuidad (entiéndase lo que es: hacinamiento y lo que de él deriva) que imperan y describen nuestras cárceles y reclusorios (hágase la distinción), asilos, orfanatos, guarderías, internados, separos, "toritos", hospitales, clínicas, gasolineras y muchos otros sitios, unos más visibles que otros, públicos y privados, donde se coleccionan las consecuencias de la necesidad, la pobreza y la corrupción rayan francamente en la más grosera de las porquerías que humanamente podemos realizar.

Gobiernos van y vienen, generaciones van y vienen y seguimos leyendo, escuchando, viendo, olfateando, atestiguando la mendicidad, así la de la calle como la que se suscita entre las paredes de lugares hechos en principio con la intención de ayudar pero que, por causa de los mezquinos, requieren aún más de auxilio que los socorridos.

Que se dan abusos. Cierto. Y cierto es que no en todos los casos, aunque digan que en todos lados se cuecen habas.

En vez de dedicarnos a santiguar y darnos golpes de pecho y arrancarnos las vestiduras y señalar con dedo flamígero culpables a diestra y siniestra y espantarnos por lo que aparente o evidentemente puede estar sucediendo en lugares así, mejor deberíamos poner el remedio y hacer que la dignidad humana cobre carta cabal, una carta que no se escribe solo por afán caritativo o determinación de los ogros filantrópicos,  ni con el tizón de la ardiente justicia moralina, sino con la pluma de la conciencia de estar construyendo los cimientos de un mañana donde los únicos deportados de la existencia sean el sentimiento de abandono, la dejadez, las reservas discriminadoras, los prejuicios.

Ignoro todo lo relativo a Mamá Rosa, fuera de lo publicado recientemente y que se encuentra en el atril para disfrute de los oradores más disímbolos. Por ello, era de la opinión como lo sigo siendo, de que más pronto cae un hablador que un cojo. Habrá que ver en casos como este quién es más hablador, quiénes han salido a la defensa o los acusadores, porque me parece que el cojo ya va siendo desde siempre nuestra ínclita sociedad.

P.D.: Comulgo con la afirmación que escribe al final de su colaboración semanal en el diario El Universal (mi antigua casa) la periodista y colega Denise Maerker:

Ninguna explicación puede ni debe servir de justificación. Cada responsabilidad tiene que ser atribuida y asumida en lo individual. Pero el contexto importa si no queremos caer en juicios fáciles.

Humano, demasiado humano

Esta meditación no tratará sobre el libro de Friederich Nietzsche intitulado del mismo modo, ni será un resumen de su filosofía, aunque de alguna manera está inspirada en ambas cosas. Más bien la detonaron las noticias recientes (que se apetecen tan antiguas por repetitivas) sobre lo sucedido en Israel (como podría y ha sucedido en tantos lados más en la historia), y contribuyeron los comentarios de ciertos contactos en la red social Facebook.

Elena Estrello comenta en alguna publicación compartida por Mireya Maldonado:

"No me gusta hablar de Dios en las redes pero es cuando me pregunto...¿Dónde estás?"

Permítanme responder, sin ánimo de ofender a nadie, creyente o no, que en circunstancias como estas, más frecuentes de lo que quisiéramos Dios es como la Puerta de Alcalá: ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo.


El problema no es dónde está Dios, sino qué hacemos los hombres en la construcción de ese tiempo que nosotros y solo nosotros podemos controlar por ser consecuencia de nuestra voluntad. El odio interracial, intergenérico, entre credos, naciones, es de lo más humano que tenemos.  Nos resulta muy cómodo, en la impotencia, desear que venga una mano sobrenatural y nos tome de los cojones para devolvernos al redil, cuando ha sido decisión nuestra y de nadie más seguir la senda del bien, del mal o de la mediocridad, soñando con aspirar a la excelencia en cualquiera de esas tres opciones.

La respuesta a lo execrable de nuestros actos sólo puede provenir de dos fuentes: nuestra conciencia arrepentida y nuestra disposición al perdón. Mientras eso no suceda o siga dándose de manera eventual, efímera e hipócrita, seguiremos siendo tan irracionales como esos otros animales a los que pretendemos defender de nosotros mismos y nuestra crueldad.

Para hacer un parangón, el problema no es la fiesta brava, no lo es el circo, no lo es la experimentación científica; lo doloroso no es la sangre y los bufidos del burel, no lo es las risas a costa de la domesticación y el maltrato, no lo es el sufrimiento en aras de conocer lo que nos puede hacer más sanos, fuertes, inteligentes, capaces. El problema es la actitud con la cual afrontamos las consecuencias de nuestros actos. No se trata de prohibir la tauromaquia o el circo o la experimentación científica, sino de transformar esas actividades con responsabilidad, y eso implica transformarnos nosotros esencial más que sustancialmente.

Dicho esto...

A veces me da tanto asco ser humano... Pero de esto estoy hecho, del humus de una conciencia que entiendo y supongo divina, y de la cual, por lo mismo de mi origen metafísico, obtengo lo magnifico y lo deleznable que soy. En tanto lodo, en mí puede germinar la belleza, la vida; pero también en mí se gesta la podredumbre de la existencia y que hace posible que esa misma vida florezca y resulte sublime. Soy la encarnación de los contrastes, Eros y Tanathós me constituyen. A veces me maravilla tanto ser humano...

Como dicen...

 

Francisco Arias Solís,
perdona a tus enemigos.
―No puedo― dijo el tirano
al morir―, ya no los tengo:
a todos los he matado.
Yo puedo decir lo mismo:
que no puedo perdonarlos
porque no tengo enemigos:
a todos los he olvidado.

Este poema "Tolerancia" escrito por el español José Bergamín (1895-1983) me ha puesto a reflexionar... ¿Alguna vez en la vida he tenido enemigos? He tenido opositores, detractores incluso; estos, algunos muy cercanos, muy proclives a proscribirme a la menor provocación, al menor indicio de vergüenza ajena, los tengo muy presentes y brotan como liquen tras la humedad de mis palabras sembradas de melancolía, cuando no de amor o de rabia; o como polvo disfrazado de silencio bajo la yesca, mimética posibilidad de ardores encendidos por la envidia cuando no por la admiración o el deseo de ser lo que no son: Yo mirándose en una mirada que mira a la mirada que se mira siendo mirada, verde espejo recurrente constructor de verdes laberintos de verdes ideas de verdes ayeres de verdes mañanas.

¿Enemigos? Dicen que, por cada amigo, un hombre tiene en la vida el doble o triple de enemigos. Mis amigos, esos que se cuentan con la punta de los dedos de una mano son tan pocos (o he sido tan ciego para verlos) y están unos tan lejos… Como si mis manos hubieran sido mutiladas por el ánimo secuestrador de algún halcón llegado desde las alturas de la conciencia. Si tengo enemigos, deben estar ocultos entre la maleza del sueño, quizá se han sumado a las sombras tristes de lo ido y desde ahí, en la madriguera de la falsedad acechan a que se llegue el momento de mi último suspiro para desgarrar esta piel aún no tocada por la caricia de tus ojos verdes.

Si tengo quien desee mi muerte, mi mala fortuna, no lo conozco... aún; creo. O quizá le perdoné sin siquiera haber tenido motivo para el perdón, el rencor, el olvido o la amargura. Tal vez yo mismo estoy en la lista de ciertas personas como enemigo privado o público, amenaza a la tranquilidad de sus despropósitos y les resulto poco más que ominosa advertencia de algo que ni yo mismo imagino.

Debe ser de alguna manera grato tener al menos un enemigo mío, exclusivo. Pienso que, aunque monserga, sería una forma de no saberme tan solo, pues en algún lado habría alguien, una némesis preocupándose de cada uno de mis pasos con sus huellas, sus impulsos, avances y estaciones.

Quisiera que cada musa fuera una enemiga, porque así tendría pretexto para combatirlas cuerpo a cuerpo, una a una; para penetrarlas inmisericordemente con mi pluma hasta inflamar su entraña, infectarla con el germen de la insolencia de hacerlas saberse amadas sin remedio. Pero las musas eso son, al menos mientras no se hacen presentes cual carne sobre mi carne, sal ungiendo mis ansias, voz consoladora de mis noches y días. Y yo, no digamos Zeus, ni a Orfeo llego.

Me miro al espejo y supongo, como dicen otros, hallar al más cruento contrincante que me soy yo mismo. Gesticulo con coraje y tratando de expresar odio auto infligido y acabo riendo, reconciliado con el Pantagruel determinado a hacer de mí ridícula onda en la mar del tiempo.

No obstante lo meditado, no presuma el lector de esto que ando en busca de un enemigo a fuerza. Si he de tenerlo, ha de ser por mérito propio. Porque eso de ser centro de aborrecimiento condescendiente o gratuito, como que no va conmigo tampoco.

Si del amor al odio, como dicen, hay un paso, dalo genuinamente. Ámame con todo tu odio para luego odiarme con todo tu amor y entre tanto házmelo, a saber, por favor. Así como yo ahora he incrustado la cacofonía en la prosa, así, en medio del éxtasis sensual, murmura a mi oído: «te detesto, corazón»; y quédate a mi lado para siempre y nunca jamás.

Piropeando, que es gerundio

‪Leo por ahí en una red social como Facebook el comentario de un caballero queriendo alagar a un grupo de bellas damas. Dice (sic transit): "4 bombonas!!!"

No pude contenerme y hube de intervenir así:

¡Qué feo eso de "bombonas"! Por querer a fuerza (esa tendencia tan actual) feminizar toda palabra que se encuentran, las personas terminan diciendo cada barrabasada, cada desatino, cada cosa... ¿Sabes qué es una bombona? No has hecho el favor a ninguno de los bombones que están sentadas a la mesa. Disculpen lo "pedante" del comentario, pero honor a quien honor merece y qué mejor que decirlo con propiedad.
Entrada: "Bombona" [Cf. Diccionario de la RAE]



Natural congruencia

Hemos idealizado tanto a la infancia que se nos olvida que como con cualquier especie animal está sujeta a los instintos y queremos darles características y raciocinio adultos cuando para ellos muchas cosas, a veces incluso el delito, son consecuencia de la "natural" irresponsabilidad del juego. No pequemos de naif y recordémonos cómo éramos de niños.

Nos espanta y duele la crueldad o estupidez de muchos adultos, pero hay que ver (como consta en muchas fuentes) la crueldad tan terrible que, jugando, pueden cometer los niños. Pero a los adultos nos es más fácil mirarlos como puros e inocentes y culpar a la sociedad adulta, a los profesores, a los padres, a las instituciones; demandar, exigir atención a lo que, primeramente, no atendemos ni observamos para "refrenar" y "canalizar" en nuestros hijos y cosijos.

Nos espantan los juegos violentos, los que incluyen armas y olvidamos que la explicación antropológica del juego es simple: es una preparación para las expectativas de la vida adulta: jugar al doctor, al maestro, al guerrillero o soldado, a ladrones y policías, al constructor, incluso el fútbol soccer y el americano y el ruggby tienen su razón de ser (no me crean a mí si soy nadie, lean mejor a McLuhan y otros más reconocidos) en la idea de la guerra vuelta metáfora civilizatoria; el box y sus variantes y las artes marciales y la esgrima son modos de volver "civilizada" la agresividad contra uno y el otro, unas maneras revestidas de normas, de políticas, otras de credos, filosofías, metafísica.

Queremos culpar a esos instrumentos de distorsionar, torcer la mente de nuestros infantes para pervertirlos, cuando esa perversión ya es parte de nosotros, con o sin juegos de vídeo o filmes. El acoso escolar no necesitaba de Internet para dimensionarse como ahora lo sobre dimensionamos los adultos. Ocurría con la misma terrible gravedad en siglos pasados, pero no se sabía en el orbe, nomás en el pequeño pero suficiente mundo de los allegados a la víctima.

Y digo suficiente porque bastaba que la niña de mis ojos me supiera, digamos, cobarde para defenderme de los cábulas gañanes, para que me sintiera un pusilánime con ganas de quitarme la vida, por ejemplo, o incidir en mi desarrollo ulterior hasta hacerme quien soy.

Quisiéramos que los juegos de vídeo y los programas de TV y el cine y los cómics fueran más "edificantes". ¿En qué modo? ¿Del modo que al final de cuentas no ocurren las cosas en la vida? La vida no es color de rosa y no es la más excitante aventura. Los juegos, el mito y los ritos de diversa índole tienen su función clara: proveer de una proyección de las expectativas de la vida y la existencia, preparar al futuro "guerrero", "sacerdote", al "oficial" (especialista en algún oficio), al "profesionista", a la "madre", la "esposa", etcétera para desempeñarse con relativo éxito en una lucha cotidiana donde, a querer o no, Darwin tenía razón y sobrevive el más fuerte o por lo menos el que no es tan torpe o deficiente.

La aventura de ir al Mundial es equivalente a un mito de transición, en el que un pueblo entero adolescente, espera mediante enfrentar enemigos y dificultades, pasar las pruebas que le permitan trascender a un estado mayor en el reconocimiento propio, generacional y general. Pero ya quiero ver con las primeras fallas mínimas cómo esos mismos que se escandalizan del "bullying" lo pondrán en práctica en contra de la selección o de algunos seleccionados así en Twitter como en los periódicos o las pláticas de café.

Ante esta cruda realidad sólo me resta solicitar: congruencia señoras y señores; que sin congruencia no hay sentido común que valga.

Tengo todo excepto a ti...


Se ve que no te voy,
se ve que no me vas.
Se ve que en realidad sólo me quieres
como un amigo más, como algo de siempre.

Ya ves, me equivoqué, creí que era feliz.
Pensaba que yo lo tenía todo,
tantos amigos, caprichos,
amores locos...

Tengo todo excepto a ti
y el sabor de tu piel.
Bella como el sol de abril.
Qué absurdo el día en que soñé
que eras para mí.

Tengo todo excepto a ti
y la humedad de tu cuerpo.
Tú me has hecho, por que sí,
seguir las huellas de tu olor,
loco por tu amor.

Se ve que no te voy,
se ve que no me vas.
Pues tengo todo menos tu mirada
y sin tus ojos, mis ojos ya no ven nada.

Tengo todo excepto a ti
y el sabor de tu piel.
Bella como el sol de abril.
Qué absurdo el día en que soñé
que eras para mí.

Me sobra juventud,
me muero por vivir,
pero me faltas tú.

Tengo todo excepto a ti
y la humedad de tu cuerpo.
Tú me has hecho, por que sí,
seguir las huellas de tu olor,
loco por tu amor.

Esta frase encierra un absurdo, pues significa que en realidad no lo tiene uno todo. Y no es para sentirse mal, ninguno estamos del todo plenos en la vida, siempre hay algo que sentimos que nos falta o nos sobra. O estamos colmados o estamos insatisfechos y es causa de las expectativas que nos hacemos de las cosas y las personas, somos dados a poner todos los huevos en el mismo canasto cuando en verdad la fe, siendo una, es divisible entre las posibilidades que la vida ofrece.

En realidad, de todo tenemos todos algo, aunque sea un triste indicio, mismo en que se encierra la esperanza de más y mejor.

Si nos metemos en honduras metafísicas, los seres humanos, en tanto seres, es decir entes, somos tan cosas como lo que denominamos así.

Cosificarnos no es sino entendernos lo más humildemente posible como uno entre tantos entes que existen; lo que en todo caso nos distingue del resto es que somos animados, esto es, tenemos un ánima, a la que damos características de espíritu (inteligencia) y alma (forma de manación o fluctuación).

En el afán de considerarnos además únicos, nos queremos separar del resto de los animales aduciendo que los otros tienen una inteligencia, cierta manera de conciencia, pero no espíritu y ya no digamos alma (aún hoy la discusión clásico-griega y medieval al respecto se sostiene a pesar de los avances científicos en pro o en contra).

Más que plantear que la frase mentada se trata de una frase "vacía", lo que afirmo es su carácter de ab-surdo, o sea de "lo totalmente otro, distinto" (de acuerdo con la etimología del término).

El enunciado expone el trasfondo de una creencia compartida por todos nosotros: creo tener todo (dinero, poder, fama, dicha, etcétera), pero también hace evidente la conciencia que alcanza quien, más allá de su acto de credulidad o su fe, en un lapso, en un instante cae en cuenta que ante el impedimento de tener (que no poseer) a ese otro (humano o divino) para sí tanto o más valioso que el resto, sencillamente no lo tiene todo (ni el mismo Dios lo tiene todo, puesto a reflexionar sobre su particular situación agravada por la eternidad, por más que lo definamos como omnipotente y omnisciente y ubicuo).

Ese hueco, ese (eso sí) vacío, esa nada consciente, impertinente insight existencial es efecto de alguna causa, de una falla, ya en lo humano como en lo divino; por ejemplo, el rechazo de la persona querida, deseada o necesaria para considerarse uno pleno, satisfecho. O más simple, la espera en soledad de la réplica del otro.

La totalidad no significa completud como la solitud no supone aislamiento o abandono. Esto es, para ponerlo con otras palabras quizá más llanas, como la imagen que esboza en su letra el tango "Fumando espero":

Fumar es un placer, genial, sensual
fumando espero a la que tanto quiero
tras los cristales de alegres ventanales
y mientras fumo mi vida no consumo
porque flotando el humo me suelo adormecer
tendido en mi sofá, fumar y amar
vera mi amada feliz y enamorada
sentir sus labios o besar con besos sabios
y el devaneo sentir con mas deseo
cuando en sus ojos veo sedientos de pasión
por eso estando mi bien
es mi fumar un edén
dame el humo de tu boca
dame que mi pasión provoca
corre que quiero enloquecer
de placer sintiendo ese calor
de el humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.
dame el humo de tu boca
dame que mi pasión provoca
corre que quiero enloquecer
de placer sintiendo ese calor
de el humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.

Mientras espero a la que quiero (una de esas tantas musas que pueblan mi poesía y otros escritos) las tengo a todas, ¡sí, soy el "todas mías"!, me hago a la idea de que tengo todo, lo prescindible y lo imprescindible a mi alrededor, mas no la tengo a ella en específico como ni ella a mí (independientemente de que pueda tener a otro más acomodado a su existencia).

Por eso hablé en un comienzo de expectativas, de esperanza. Y esta conciencia comporta tanto placer como dolor que encierra un absurdo, pues significa que en realidad uno no lo tiene todo. Y no es para sentirse mal, ninguno esta del todo pleno en la vida, siempre hay algo que todos sentimos que nos falta o nos sobra. O estamos colmados o estamos insatisfechos y es causa de las expectativas que nos hacemos de las cosas y las personas, somos dados a poner todos los huevos en el mismo canasto cuando en verdad la fe, siendo una, es divisible entre las posibilidades que la vida ofrece.
En realidad, de todo tenemos todos algo, aunque sea un triste indicio, mismo en que se encierra la esperanza de más y mejor.

Ni aunque se escriba con cepillo dental…

Ni aunque se escribiere con cepillo dental habría lengua pura. Lo anterior obedece a la reflexión derivada respecto de esta imagen alrededor de la que he afirmado: el primero en pedir disculpas ya perdió, porque las disculpas se ofrecen no se piden.

Hay una lógica y paradigmática diferencia entre ofrecer disculpas y pedir perdón, como bien escribí hace tiempo en uno de mis blogs en mi artículo "Aprender a perdonar". Cierta amistad comentó sobre mi apunte (sic transit):

"Ah pues don Antonio , esta bien que seas puritano de la sintaxis, pero dale oportunidad al inspirado e ingenuo autor de este pensamiento".

Ahora yo me pregunto desde cuándo propugnar por la corrección en el significado de lo que se dice para erradicar los equívocos causados por la indolencia gramatical es purismo lingüístico.

Es verdad que en el decir cotidiano poseemos y empleamos fórmulas idiomáticas que apelan a un conjunto de funciones metalingüísticas que dan por sentados determinados significados connotativos, en pocas palabras, apostamos a que con decir "pío" nos damos a entender cabalmente. El problema con esta apuesta es que presume la posibilidad de que dichas fórmulas obedecen a estructuras de pensamiento fijas, al margen de cualquier interpretación. La indolencia gramatical al hablar o escribir deriva de esta ingenuidad, a veces justificada por la ignorancia, a veces por la irresponsable y soberbia creencia de que, pues el lenguajes es flexible y dinámico, igualmente lo son las sigas significativas que unen a las palabras.

Esta indolencia, no obstante lo reprobable y nociva, debo darle crédito de que también es portadora de algunas virtudes en la evolución del mismo lenguaje, como bien hice notar en mi artículo sobre los cambios en el vocablo "chido".

Ahora bien, si somos permisivos a ultranza y abrazamos la máxima de dejar hacer, dejar pasar sin detenernos a ver las consecuencias de nuestros actos (y el acto verbal no es menor comparado con los de otra índole), entonces lo que propiciamos no es simplemente el “mal decir” como forma aceptada de conducir nuestros pensamientos y expresiones, sino más grave aún, extendemos mediante la principal herramienta de comunicación justo esa indolencia a otras maneras de ser y expresar que descansan en el lenguaje.

Por otra parte, el puritanismo también es odioso. Lo sé. Por lo mismo lo que practico en mis escritos y llamados de atención a diestra y siniestra distan de ser puritanos. Porque es una aberración prohibir lo que nos es connatural. No podemos atar las palabras. Su destino es evolucionar, pero la evolución forzada por la indolencia, la ignorancia o la tergiversación programada no es evolución sino involución. Aunque parezca exagerado el ejemplo, imagina una rosa a la que le arrancas los pétalos a la vez que rezas dubitativo “me quiere, no me quiere”; imagina regalar margaritas rojas a tu amor.

La mutación es intrínseca al lenguaje, y está visto que de esa mutación, cuando es ficticia, surgen esperpentos. ¿Por qué hacer de la indolencia el campo fértil donde germinen monstruosidades idiomáticas? La indolencia no es fruto de la espontaneidad, las transiciones lingüísticas a lo largo de siglos sí.


¿Qué es la antropología de la imagen? Entrevista con Hans Belting

Satelucos sospechan ampliación del Viaducto Bicentenario

Vecinos de Satélite protestaron recientemente en sospecha por la probable construcción de una rampa que conectaría el Viaducto Bicentenario con el distribuidor vial en Puente de Vigas que forma parte del Circuito Interior Mexiquense.

Respecto de esta nota relacionada con el Viaducto Bicentenario sólo digo: en su momento los vecinos de La Florida alertamos lo pertinente, Satélite no quiso escuchar ni participar como consta también a varios de los presentes en las conversaciones con personal de las empresas OHL y Rioboo, y la dependencia SAASCAEM (a la sazón dirigida por el Ing. Manuel Ortiz hoy Secretario de Obras del gobierno de Eruviel Ávila).

En esas conversaciones, muchos de los cambios sugeridos sobre el proyecto original por los vecinos de La Florida en atención a las observaciones de vecinos de colonias aledañas y sobre el tramo en cuestión evitaron que Satelite quedara encerrada. En esas mismas charlas quedó asentado, claro y comprometido que no habría conexión con el distribuidor vial de Puente de Vigas a través o sobre el Río Chico de los Remedios (donde sobre el Viaducto Bicentenario aún queda un "pantalón" pendiente), sino que dicha conexión se haría justo donde ahora los vecinos de Satélite se oponen tardíamente. La razón: es la salida más lógica, más directa y con menos afectación.

Ahora los vecinos de Satélite claman errando el argumento en su comunicación (como nos sucedió al comienzo a los vecinos de La Florida), alegando "ecocidio" lo  que resulta exagerado y resta justificantes a su oposición.

Sí, hay que decirlo, que todos debemos mantenernos observantes y no gratuitamente obsequiosos. Todos, seamos o no de Satélite debemos cerrar filas para que las afectaciones sean verdaderamente las mínimas y no sólo obstaculizar sino mejor proponer soluciones viables.

LO MEMORABLE COLECTIVO

21 de abril de 2014

Foto: Archivo VETA Creativa
Revisando mis materiales en archivo, al fin pude encontrar la copia fotostática ampliada del fragmento de artículo publicado en una conocida revista de espectáculos hacia 1993, y en cuyo final incluí (cosa prácticamente inusual en ese tipo de revistas de contenidos de información ligera y de entretenimiento) una nota de corrector. Ilustro la publicación de ahora con dicha imagen. Para ser más exacto se trata de la copia de la prueba de corrección tras ser revisada por el jefe de información y cuyos apuntes, añadidos y taches manuscritos destacan la forma como una aportación puede ser borrada literalmente por algo así como 10 plumazos, lo cual acepto sin guardar rencor. Ahora, pongamos el tema en contexto.

A 24 años de introducida una palabra: memorabilia

Entre los años 1992 y 1994 fungí como corrector de estilo de la revista TVyNovelas a la sazón dirigida por su creador, el periodista de espectáculos Jesús Gallegos. Entonces también trabajaba como formador de la revista su hijo, Armando Gallegos que en la actualidad se desempeña como director de la misma en consecución de Juan José Origel.

En esos años uno de los negocios de restaurante más pujantes por novedosos a causa de su concepto temático era el Hard Rock Café. Entre muchas de las cosas que lo destacaban era lo que llamaban su “memorabilia”.

Sería el año 1993 cuando la mentada firma, que entonces tenía entre sus accionistas a Miguel Alemán Magnani, hijo de Miguel Alemán Velasco socio de Emilio Azcárraga Milmo en Televisa; la mentada firma, decía, contrató además de espacios publicitarios para anuncios uno para un publirreportaje en la revista. La gente de la empresa envió la información y el director de la revista me pidió hacerle la corrección de estilo. A sabiendas que se trataba de un publirreportaje era poco, muy poco lo que podía yo hacer (por políticas empresariales y criterios editoriales), sin embargo consideré importante y pertinente que una palabra nueva y que tras una larga investigación apoyada por otros correctores de revistas vecinas de la misma editorial Intermex, por cierto entonces recientemente comprada por Grupo Televisa; consideré importante y pertinente, repito, incluir una nota para beneficio de los lectores que, me constaba, estaban en la misma duda que yo respecto de la palabreja, misma que tampoco tenía registro en inglés dado el origen de la información, siendo la franquicia estadounidense (y vaya que consulté diccionarios de varias lenguas).

Volviendo a la idea. Tras una acuciosa consulta, la mejor solución fue recurrir a las etimologías toda vez que es relativamente usual que muchas palabras anglosajonas conserven la etimología y fonética casi igual de vocablos originarios de las lenguas indoeuropeas. Así, me di a la tarea de ir más allá de la descripción básica y mercadológica que Hard Rock Café hacía de su “memorabilia” sin definirla a carta cabal.

Sobre y desde la tauromaquia (otra vez)

Cada tanto se da en las redes sociales una ya odiosa discusión alrededor de temas como la tauromaquia. Esto generalmente propiciado por aquellas almas sensibleras, moralinas que lloriquean hasta porque se arrastra la mosca moribunda.

En más de una ocasión he entrado al debate y he escrito tanto en los comentarios como en mis espacios líneas alrededor del tema. Ahora, otra vez, me dan pie para abordar el tópico. Más que ser repetitivo, el conjunto habrá de leerse con el tiempo como una aproximación caleidoscópica a una práctica que equivale a la punta de la flecha anclada en el talón de Aquiles del hombre.

Esta vez un amigo y colega escritor muy querido, Joaquín Guerrero Casasola, con quien sustuve en la juventud debates álgidos sin que ello merme nuestro mutuo afecto, expone su parecer al respecto y, de la mano de otros contactos suyos, en resumen argumenta que:

... hay cosas que son demostrables objetivamente, que no son subjetivas. El sufrimiento físico es una de ellas. Ejercer dolor y sufrir. ¿Podemos situar eso en el ámbito de ser tolerantes? ¿Tolerar que se ejerza dolor? Puedo entender que la gente exprese su parecer de una forma dura o apasionada o lo que sea y que eso parezca virluento. Pero eso es la forma, no el fondo. Bien, eso es lo que creo. Ahora bien, es verdad que hay personas que defienden a los animales y para otras causas no mueven un dedo, pero eso no hace inválido lo primero, es decir la defensa de los animales. Si para defender una causa debiéramos ser congruentes y defenderlas todas no habría quien pudiera defender ninguna [...] Por otra parte, entiendo que cambiar de visión para muchas personas y aceptar lo inaceptable de la fiesta brava es imposible, pues es algo profundamente cultural. Uno de mis mejores amigos va cada ocho días a los toros. ¿Voy a dejar de quererlo por eso? No, pero no puedo decir que una verdad demostrable, palpable, deja de serlo. Asimismo, como algunos saben uno de mis escritores predilectos, Hemingway, era fanático de los toros y de la cacería. Leo gustosamente, incluso con deleite relatos que hablan de eso como las nieves del Kilimanjaro. Pero eso no significa que, como lo dije antes, ejercer sufrimiento sea cosilla de nada.
Al ir exponiendo mi parecer, mi pensamiento al respecto, solté la idea (hecho indubitable, verdad palpable, demostrable) de que el dolor es parte de la vida. Sufrir es vivir es padecer. Vivir es morir y aprender a morir es aprender a vivir, tanto en carne propia como ajena, pero ¡tenemos tanto miedo al dolor! A esto él reviró:

El dolor es parte de la vida, pero eso no me da derecho a pegarte cuatro tiros.

Así, siguiendo el diálogo construí la siguiente réplica:
Tendrías tanto derecho como el derecho mismo te asistiere. El derecho (aun el derecho natural como concepto) como la tauromaquia son invenciones humanas; la segunda muy anterior al primero, por cierto. Ese derecho natural del que ya nos hablaba en época muy reciente Rousseau no se contrapone en nada a lo que su contemporáneo Sade mostraba como la mayor hipocresía del hombre. De hecho, es muy curioso que en ambos coexistieran ideas semejantes en cuanto al "derecho" que da la brutalidad del hombre para ejercer actos que la moral sensiblera y sensacionalista considera deleznables, pecaminosos, reprobables, "contra natura". La consigna revolucionaria en que se desarrollaron sus ideas sobre dejar hacer y dejar pasar, aplicadas a la convivencia armónica con la naturaleza no olvidaba la obligación fundamental del hombre de confrontar o infligir el dolor y el placer necesarios para ser eso, humano. Garaudy deja claro, en el más sesudo tratado sobre la libertad que se ha escrito, que los animales no son libres por estar determinados por la necesidad y el hombre, antes que hombre, es animal; es cuando hace conciencia de esto que accede a la posibilidad de ser libre, pero jamás logrará liberarse de la necesidad que fundamenta su derecho natural.

Cuando Xicoténcatl (un contacto de mi amigo) argumenta: "el arte se ubica en el ámbito de la sensibilidad, por lo tanto no pueden coexistir sensibilidad y dolo para causar el dolor en otro ser" parece olvidar, o quizá pesa más en su ánimo la vergüenza ajena, incluso la adoración más extendida al dolor y que encontramos ni más ni menos que en el arte sacro de todas las culturas y muy acentuadamente en el cristianismo (en todas sus formas, de manera especial el catolicismo; y no menciono esto aquí y ahora usando cual pretexto la proximidad de la Semana Santa, que conste). Que se supla la imagen del cordero sacrificial con la del "hijo de Dios" no hace menos excecrable el derramamiento de sangre per se. Pero decir esto sin considerar el trasfondo cultural es simplificar tanto el cristianismo como el derecho y la tauromaquia que aquí nos ocupa. La sensibilidad emocional o intelectual detrás de la manifestación artística del ritual de la misa o de la tienta cumplen con un conjunto de funciones lingüísticas muy específicas cuya finalidad es justamente sensibilizar respecto del objeto o sujeto central del rito.

El hombre honra a quien entrega su vida valerosa y dignamente más que a quien deja de existir en la placidez del camastro. Cada elemento de la fiesta brava tiene su razón de ser, grata o ingrata y va mucho más allá que la sencilla y vana apetencia.

Las culturas orientales conminan a no temer al dolor, mientras las occidentales conminan a soportarlo. Ambas ven en el dolor, más que el final del camino o el último recurso, ven en él la antesala al placer de la liberación, el camino por el cual se arma de valor el guerrero, la senda hacia la trascendencia, la gloria y el nirvana. Freud mismo lo comprendió al explicarnos la importancia existencial entre Eros y Tanathos. El erotismo de la fiesta brava la inviste de un aire conciliatorio mejor que vindicatorio. En la confrontación no están nada más un hombre y una bestia, sino cada cual poniéndose a prueba a sí mismos con sus limitaciones, y no porque el hombre lleve un estoque o una pica es menos vulnerable. La crueldad y la saña que se alega en el matador quizá sea más una proyección simpática de parte del espectador respecto de lo que no querría experimentar en carne propia, siendo ya el toro o el torero mismo. Pero bien haría en preguntarse si no aplica esa misma saña y crueldad de otras maneras no menos reprobables o excusables en su cotidianidad.


Yo no trato de convencer a nadie de volverse aficionado a la fiesta taurina, villamelón de la misma como soy; me agrada la parafernalia pero me impresiona como a cualquiera la sangre sea del toro o el torero (simpatizo con ambos). Tampoco pretendo prohibir por simplista horror una tradición que es mucho más que un espectáculo y que dice más de mí como ser humano que otras prácticas. Cuando vemos las imágenes rupestres de cazadores nos imaginamos un mundo prehistórico pastoril, romántico donde todo lo excusa la necesidad de sobrevivir, pero pasamos por alto los rituales y prácticas asociadas. Cuando vemos en National Geographic la sangría de vacas por los Masai, la excusamos alegando que la vaca no sufre el pinchazo (por que no muere desangrada) y nos parece de nuevo romántico y bucólico, gracioso, semejante modo de comulgar con la naturaleza y los dioses, o lo justificamos apelando a un argumento más relacionado con la necesidad de sobrevivencia de la tribu, pero pasamos por alto que previo y posterior al sacrificio hay danzas, cantos, rezos, aplausos, vítores de contento, tantos como olés o luces alrededor del toro.

Mientras mi amigo "cree" (a creer al templo) que "hay verdades demostrables objetivamente, que no son subjetivas" y que la evidencia del pesar sangrante de la bestia es suficiente razón para horrorizarse, la experiencia demuestra que la relatividad cultural es un hecho en sí y ninguna verdad, por demostrable que sea (y menos en tratando de "verdades sociales") es absoluta. Así como ha habido naciones con pretensiones imperialistas que han impuesto ya la monarquía o la democracia en su afán de prevalecer y dominar, ha habido ideologías variopintas con semejante aspiración de ser las únicas, las mejores, las más asequibles, las más centradas o las más generalistas. Y en el andar creímos necesario ubicarnos a derecha o izquierda, a nivel de piso o en gayola para abrazar el presumible mejor punto de vista.

En el contraste que los hombres"civilizados" damos a lo crudo y lo cocido, invariablemente terminamos por retirar nuestros sentidos de lo crudo, horrorizados; preferimos lo cocido. La sangre dentro del cuerpo es vida en cocimiento continuo, en consumo hacia la muerte. La sangre fuera del cuerpo es vida en crudo que mana o coagula la idea de lo exangüe, el escatológico e irremisible final de todo, sea que haya sido extraída por ceremonia conciliatoria con lo divino o por necesidad sanitaria y médica. Pero si esa misma carne desnuda de toda "dignidad" epitelial es cocida por el arte flamígero y consumida en comunión y hermandad, ¿acaso no cobra nuevo significado? ¿Qué nos lastima más en nuestra sensibilidad, la expresión y los rastros sanguinolentos de la bestia herida o la dicha y admiración de los espectadores a nuestro lado conformando con nosotros esa masa anónima, enajenante de la que quisiéramos separarnos para validar nuestra autonomía e independencia egotistas? ¿Qué nos lastima más la crudeza de la existencia o el cocimiento cultural que nos la hace más digerible? ¡Nos avergüenza tanto todo lo que nos hace más humanos! Cuando no es una ceremonia, nos indignan la ropa o la desnudez o la palabra grotesca o lo que nos hace aparentemente distintos a unos de otros. Nos creemos el culmen de la creación, cuando solo somos un eslabón de la misma; ni siquiera EL eslabón, ni el perdido.


Antropológicamente todos los rituales, nos gusten o no, tienen una finalidad didáctica o paidética (para ser más exacto), son susceptibles de modificación como todo en esta vida, maxime tratándose de cosas hechas por voluntad humana. Claro que siempre es deseable erradicar los usos y costumbres dañinos, perniciosos, más cuando terminan desvirtuando la idea original y son contrarios a los derechos fundamentales, pero no deja también de ser una práctica intolerante de unos pocos o unos muchos que buscan imponer su manera de comprender la vida, los haceres del hombre a otros pocos o muchos; es finalmente otra forma de discriminación contra la que esos mismos dicen estar.

Comencé este apunte refiriendo a revolucionarios y termino con un antecedente ilustrado. Diderot alertaba sobre la filosofía idealista y lo nocivo de su ingenuidad cuando abrazaba la grosera sensiblería. En el complejo teatro que es el mundo, cada escena, por catártica que parezca en su modo de herir nuestra sensibilidad hace del drama de la vida la idea misma de ser.

Yo amo a los animales y amo al hombre, pero no por eso tiendo a sobrevalorarlos ni a menospreciarlos. Dejo a cada cual en su justo sitio de la existencia.

La estética del horror es quizá la más terrible de todas las formas de sensibilidad, no por ello puede o debe ser mirada de soslayo con vergüenza o asco. Una actitud legítima y auténticamente estética pasa por lo bello tanto como por lo feo, por lo horrendo y monstruoso tanto como por lo sublime y lo proporcionado. El horror de algo es un recordatorio de lo perfectible, de lo que nos es excelsamente humano.