Deshojando margaritas


En el segundo debate de los candidatos a presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (MORENA-PT)
calificó al candidato de la coalición "Por México al Frente" (PAN-PRD-MC), Ricardo Anaya,
llamándolo Riqui Riquín, "Canayín".
Foto: Archivo Indicios Metropolitanos
ERA DE LA OPINIÓN… de que los enamorados perdían un poco el tiempo, tratando de ajustar su suerte en el amor, arrancando pétalos de las margaritas; empero, la declinación reciente de Margarita Zavala a su candidatura a la presidencia de la República parece confirmar que algo hay en la estructura de una flor que permite vislumbrar y comprender lo que hay detrás de los afectos, al menos en política.

La imagen de un debate sin un quinto elemento —como en la película de ciencia ficción, femenino—, nos pone delante de dos cuestiones. ¿México está listo para ser gobernado por una mujer? ¿Las mujeres de México están listas para contender por el poder federal?

Más allá de las faldas

Sin duda la mujer en México ha conquistado y logrado muchas cosas, muchos avances en distintas materias relacionadas con sus derechos y sus ambiciones legítimas en tanto ser humano. Sin embargo, también es cierto que en muchos casos parece más entrampada en sus propios discursos igualitarios y reivindicatorios que en pulir las puntas de sus aguzadas flechas.

También es cierto que la imagen de un debate sin un quinto elemento, mucho más allá del valor estético (no me refiero solo a la belleza sino, como he planteado desde hace años tras mi tesis de licenciatura, en un sentido de sensibilidad y apertura de los sentidos, de una actitud estética); mucho más allá de ese valor, decía, nos pone ante otros cuestionamientos que pasan desde quién detenta más el poder de la corrupción hasta quién está más libre de pecado; quién tiene más experiencia o quién está más rancio en sus afanes.

Mientras el primer debate nos presentó más de lo mismo comparativamente con años anteriores, lo destacable del segundo debate presidencial, efectuado en la Universidad Autónoma de Baja California, en la ciudad de Tijuana, y que pudimos presenciar este domingo20 de mayo fue, sin duda, el formato.

Por primera vez en la historia electoral de México, un debate entre candidatos a la presidencia
incluyó la participación de ciudadanos.
Foto: Archivo Indicios Metropolitanos
Parece que ¡al fin le dieron al clavo! el INE y los partidos políticos y los media en armar una estructura de contenido no solo ágil y más atractivo, sino además con la posibilidad de dar flexibilidad, soltura tanto a preguntas como a respuestas de los candidatos. La intervención de un público —nada fácil de seleccionar, no cualquiera tuvo acceso al foro— introdujo un conjunto de elementos “novedoso”, relativa frescura y una imagen de mayor integración con las expectativas de los gobernados. Sin embargo, sigue siendo una asignatura pendiente la distribución del tiempo que, ante la ausencia de la ex candidata Margarita Zavala, de pronto pareció más de lo necesario para los conductores, León Krauze y Yuriria Sierra —cuyo desempeño inquisitivo a ratos rayó en lo contestatario— y menos de lo justo para los candidatos restantes.

Los peridiodistas León Krauze y Yuriria Sierra condujeron el segundo debate presidencial
Foto: Archivo Indicios Metropolitanos

Entrenando para gobernar

Un “Bronco” anclado en la imagen de su madre heroína, ave Fénix surgida de las cenizas, llenó de algún modo el hueco de Margarita por intermedio de la metáfora.

José Antonio Meade se presentó más plantado y más seguro, contundente en sus argumentos, tanto como en sus réplicas. ¿Convenció?



Ricardo Anaya, dio pauta anticipada para saber cómo sería su actuar desde el momento cuando difundió a través de las redes sociales un video ejercitándose con la pera. Así, llegó con los guantes puestos a confrontar a derecha e izquierda, soltando jabbings, ganchos y mostrándose nada dispuesto a cabecear; empero, eso sí, a desplazarse con rápidos pies, cada vez un paso más adelante hacia la proximidad del público, abarcándolo con una comunicación corporal indiscutiblemente acertada, salvo por mínimos yerros en su capacidad oratoria.

Andrés Manuel López Obrador… repetitivo, lento en el cabeceo, sin protector de boca sufrió dos que tres mordidas de lengua a consecuencia de los embates de los contrincantes. Más le valdría a AMLO descontinuar su botarga porque no tardará en fabricar algún oportunista una punching bag “inflable” con su efigie.



En cuanto a las propuestas de los candidatos, creo que es la primera vez, en muchos años, que de verdad se ponen al descubierto argumentos más propositivos que solo demagógicos; aun cuando, es cierto, la misma limitación del tiempo y la complejidad de los temas elegidos no permitió, para no variar, que pudieran presentarse de manera sintética los cómos por sobre los qués.

Llamó mi atención que predominara el color azul en la producción y transmisión en vivo del debate: colores de trajes, de corbatas, de fondos de escenografía. Hay un justificante técnico para ello que quienes hemos hecho televisión comprendemos. No obstante, eso es un factor que tendría que revisarse pues, desde la perspectiva de la influencia de los colores en este tipo de comunicación política, la inclinación hacia el partido o candidato ligado a un determinado color puede derivar en una planeada o una involuntaria influencia e inclinación hacia tal o cual candidato, en este caso, Ricardo Anaya quien, al final del debate se declaró ganador, un poco haciendo eco a las primeras encuestas elaboradas por distintas agencias y dadas a conocer por medios como la revista Forbes o Quadratín. ¿Qué tanto influyó esta minucia en el ánimo de los encuestados? ¿Qué tanto la actuación y cuánto más el contenido por sí mismo?


Espuma… que revienta

El repunte aparente de Ricardo Anaya de cerca de 18% para colocarse casi 3% por sobre Andrés Manuel López Obrador, en contraste con la abrumadora diferencia de 16% que tenía en desventaja antes de este segundo debate, sin embargo, no significa un cambio de tendencia como tal con miras a los resultados de las elecciones por venir. En tanto retrato del instante, el hecho de que Anaya resultara beneficiado por el debate más bien puso en evidencia que la estrategia de AMLO no está siendo la adecuada para los tiempos de medios, aun cuando sigue siendo efectiva para el público simpatizante del tabasqueño.






La clave, como siempre, siguen siendo los indecisos, los que hasta la fecha se estima sean alrededor del 30% de los electores encuestados. Esto es lo que podrá hacer subir la espuma o reventar las burbujas en la misma.

Como bien recordé en un artículo anterior, ya había algunas manos estrechadas bajo la mesa desde 2014 entre Peña Nieto y Anaya. Este segundo debate dejó entrever una suerte de función de lucha libre donde, para no variar, los rudos atacaron en banda a los presumibles luchadores técnicos, comenzando por debilitar no al puntero, sino al favorito —que no es lo mismo—. Y esto es, sin duda, un arma de dos filos; pues, desde la perspectiva del público muy dado a apoyar a quien considera injustamente vapuleado, el golpeteo puede erigir a la víctima de los ataques, AMLO, en sujeto de compasión y mayor simpatía. En el imaginario colectivo, puede pasar de “mesías” a “mártir de Tijuana”, en una versión lite del otro mártir de Tijuana que fuera Luis Donaldo Colosio, toda proporción guardada, y en una suerte de sinécdoque por la que puede asociarse el drama de un luchador fallecido entre las cuerdas del ring con la de un “luchador social” arrinconado por su incapacidad de resolver la esgrima mental y verbal sobre la marcha y ello opere en su contra, enredándolo entre las cuerdas de la opinión pública.




La declinación de Margarita se veía venir desde mucho tiempo atrás y tanto así que a mediados del año pasado hubo intentos de aproximación entre el grupo calderonista afín al ex presidente Felipe Calderón y quienes apoyan a Anaya, para que Margarita pudiera ser la “candidata de unión” frente a la ya marcada división interna del PAN que se agravó gracias al gobernador incómodo de Puebla, Rafael Moreno Valle, entre otras razones.

Ricardo Anaya, Margarita Zavala y Felipe Calderón.
Foto: Revista Proceso

Es obvio que la declinación se traducirá en la derivación de los votos que podría haber captado Margarita para alguien más. Dadas las diferencias entre Calderón y Anaya lo lógico es pensar que estos votos de simpatizantes de la ex primera dama inclinarán la balanza en favor de cualquiera o de todos, redistribuyéndose entre los restantes candidatos o que, incluso (esa es mi apuesta), para despistados y rencorosos, su retrato en las boletas electorales ya impresas servirá como una forma adicional de protesta y expresión, abultando el porcentaje absoluto del voto nulo, el que en la más reciente elección federal lo hizo elevarse hasta casi el 5% tal como predije en un artículo previo.

De suceder esto, el porcentaje de anulación en estas elecciones venideras podría levantarse por solo este hecho a cerca del 7%, cifra nada despreciable, si consideramos que la mayor parte de los casos de anulación obedece a razones de intención y no solo yerro (a razón de 65-35 % respectivamente de acuerdo con los estudios realizados por el INE en 2015). Quienes omitan o evadan ese espacio con la efigie de Margarita Zavala, o votarán en blanco o se abstendrán o votarán por el más próximo a sus “afectos”. Esto quiere decir que, sí, puede servir al PRI y a Meade; pero, también puede inclinar la balanza en favor de Anaya en tanto forma de unificación reaccionaria de parte de las “fuerzas vivas panistas”, el llamado “voto útil” —por cierto, nada fútil—; o incluso, por lo mismo, podrían salir volando los votos para favorecer a “El Bronco” o al mismo AMLO, cuyas cifras, por ahora, sí parecen apuntar a que “la tercera será la vencida” (como también he venido pronosticando: cualquiera de los de ahora representa alguna forma de “izquierda”).

Las boletas ya impresas para las elecciones próximas.
Foto: Archivo Indicios Metropolitanos

Algunos se ofenden porque toman los hechos o las especulaciones alrededor de las causas de la ¿defección? de Margarita Zavala como si ataques personales contra una mujer particular, como si el análisis tuviera un tufo misógino, cuando en realidad esos mismos olvidan que Margarita es no solo una mujer y muy sagaz, sino, principalmente, una mujer política y que conoce muy bien su oficio. No podemos olvidar que buena parte de las razones y gestiones que llevaron a su marido a la presidencia en 2006, y aun contra la preferencia del entonces presidente Vicente Fox, fueron sus hábiles manejos desde el Congreso. Felipe y Margarita son como la canción de Cri-Cri, pero no blancos palomos. Y es que, hablando de esponsales, la coalición “Por México al Frente” formada entre el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, y lo que estamos viendo en estas elecciones más me recuerda la canción de “El Piojo y la Pulga”, sólo falta saber quién es el gorgojo, aunque no es difícil imaginar.

En conclusión, aun ganando AMLO las elecciones, el mal llamado “peligro para México” quedaría acotado por la apuesta de los contrincantes para obtener un congreso con mayoría opositora. Ahora bien, aquí está la otra clave. Si a mí me preguntan hoy, como ayer, por quién votaré, digo que haré lo mismo de otras ocasiones: votaré en blanco anotando mi nombre completo “José Antonio de la Vega Torres”, como candidato no registrado. Y no trato de influir sobre nadie, no creo tener esa fuerza. Lo cierto es que, si yo votara por AMLO, votaría a mi vez por cualquier otro para el congreso. Es tan clara la apuesta de los otros partidos en este sentido de tomar la mayoría en el congreso por sobre la presidencia, que uno de los ataques más recurrentes contra MORENA han sido precisamente los señalamientos sobre los candidatos a diputados plurinominales Napoleón Gómez Urrutia y Nestora Salgado de fama entredicha.

Es sabido, aun cuando hay excepciones, que la mejor manera de llegar al centro de un intrincado laberinto, es tomar los caminos de la izquierda, mientras que, para salir, es necesario virar cada vez hacia la derecha. Mientras Margarita, como Felipe —el de Mafalda— clamó parar el mundo para poderse bajar ante la inevitable caída a causa de la inercia, los otros candidatos parecen desplazarse en deslizador sin más rumbo que, de nuevo, a la izquierda, con tal de llegar al centro del poder. Seguramente, realizado el cometido que los lleva en este vaivén pendular del sistema político mexicano, atestiguaremos, para el 2024, el afianzamiento de la izquierda gobernando, como diría mi abuela, “con verijas para nadar”.


Aún no está en la boleta y ya pusieron tache sobre Paty Durán

TEEM colocó un tache sobre la candidata de Andrés Manuel López Obrador para la alcaldía de Naucalpan


Por Mario Ruiz Hernández - Vallemex Noticias

MORENA arrancará las campañas electorales sin candidato a alcalde en Naucalpan, esto tras que el Tribunal Electoral del Estado de México (TEEM) ordenó a la Comisión de Honestidad y Justicia de ese instituto político resolver la queja presentada por Lorena Río de la Loza Robles en contra de la designación de Patricia Durán Reveles como candidata morenista a la alcaldía, impugnación que había declarado improcedente por el órgano partidista.

Por unanimidad de votos, los Magistrados Crescencio Valencia Juárez, Rafael Gerardo García Ruíz, Jorge E. Muciño Escalona, Leticia Victoria Tavira y Raúl Flores Bernal revocaron el acuerdo emitido el 15 de abril de este año por el órgano partidista de MORENA que además, en su momento, decidiera no aceptar la queja presentada por Río de la Loza Robles, argumentando que ésta fue presentada de forma extemporánea. Los juzgadores señalaron que el recurso no fue extemporáneo, toda vez que no se tomaron en cuenta las formalidades que debían seguirse en la notificación del acuerdo, ya que habría empezado a contar el plazo legal para la interposición de la impugnación a partir del momento en que se emitió el acto jurídico, y no a partir del día en que se hizo del conocimiento de los interesados.

Con esta resolución del TEEM, la Comisión de Honestidad y Justicia del partido de AMLO, debe admitir, analizar a fondo y resolver la queja presentada por Río de la Loza Robles.

La resolución pone en duda la de por sí cuestionada candidatura a la Presidencia Municipal en la persona de Patricia Durán Reveles, quien ha sido rechazada por los propios militantes de ese instituto político por haber sido impuesta por la dirigencia nacional.

Silogismos de campaña

Ricardo Anaya en el 29° Aniversario del PRD
Foto: Animal Político

ERA DE LA OPINIÓN… de que 2018 se lo llevará la “izquierda” en las urnas durante las elecciones en México el próximo mes. Y lo sostengo. Y era de la opinión, también, de que las cosas están de alguna manera orquestadas [ (GARCÍA SOTO, 2017), (SDP Noticias, 2014)] para que el PRD se vaya introduciendo, en calidad de “izquierda moderada” en el ejercicio del poder presidencial, teniendo acceso a la información que le daría la participación que lleva ya en la fórmula de la coalición conformada con el PAN y Movimiento Ciudadano. Este ¿ardid? —que ya la realidad va corroborando hecho tras hecho— no resta, sin embargo, peso a AMLO como uno más de esa “izquierda”, si bien representa al extremo más recalcitrante. Debo decirlo, tras dos intentos, para AMLO la tercera es la vencida y esta vez sí tiene muchas probabilidades —al margen de cualquier encuesta.

El reconocimiento de Ricardo Anaya al PRD (ARTETA, 2018) por su papel histórico en la democratización de México ha sido, entre líneas, un reconocimiento tácito al PRI mismo. Es difícil olvidar el papel que el ex presidente Ernesto Zedillo jugó al posibilitar la llegada del PAN al gobierno de la República en la persona de Vicente Fox Quesada, abriendo la oportunidad a la alternancia. Como es difícil olvidar el papel de Jesús Reyes Heroles padre en la creación y organización de los “partidos pequeños” que introdujeron un planificado equilibrio de fuerzas como base de la democracia mexicana, abriendo espacios institucionales para representaciones denominadas de “izquierda”.Tampoco es difícil olvidar el papel que su hijo, Jesús Reyes Heroles González-Garza tuvo en la elección de Felipe Calderón Hinojosa como pivote para el retorno del PRI en la persona del hoy presidente Enrique Peña Nieto, ejecutor de las reformas constitucionales largamente pospuestas, entre ellas la que incidió sobre PEMEX, dependencia de la que fuera director el primero, en el segundo sexenio panista. Y, por supuesto, es imposible olvidar el papel que el propio Andrés Manuel López Obrador, desde su juventud en el PRI, ha jugado por decenios para conjugar, concitar y aglomerar los de por sí dispersos esfuerzos opositores de quienes, en el ámbito más popular y sin liderazgo concreto, se han identificado con una “izquierda” que solo es eso, una simple etiqueta indefinida (VEGA Torres, 2007).



Claro que esta “certeza” se antoja propia de esas teorías de conspiración tejidas en algún café. Sin embargo, las charlas que uno puede ir teniendo con distintos actores de la política mexicana a distintos niveles permiten trazar algunas conclusiones que nos muestran cómo, en el derrotero de las campañas, la retórica partidista y la comprada al efecto por simpatizantes y militantes tiende a fracturar o desintegrar la lógica más elemental, para inundarnos con premisas que no acaban de completar silogismos con la fuerza suficiente para persuadirnos en favor de tal o cual candidato o propuesta, sino, al contrario, más bien se nos presentan con carácter de tautologías viciosas que más abonan al ruido, la confusión y el temor que a la certitud y la verdad.

La retórica del cepo

El cepo es un artefacto ideado para sujetar, retener o inmovilizar a personas como consecuencia de actos contrarios a las normas, alguna determinada conducta del inmovilizado, para la que ha sido ideado, y de la que deriva su forma o el estado de sujeción, la cual puede ser planificada o espontánea, incluso sorpresiva y pícara. Por supuesto, hay distintos tipos de cepos y, aunque no se quiera ver de tal modo, la urna electoral cae en una de las connotaciones tanto como cualquier alcancía.

La retórica de toda campaña política tiene más la apariencia de cepo que otra cosa. Porque busca inmovilizar al elector y su voto en una “trampa” de la cual la única salida, la llave, está atada a la cadena de circunstancias que conllevan al sufragio efectivo o incluso al cooptado. Las campañas, sean sucias o limpias, toman a candidatos y a electores como si pícaros para inmovilizarlos con argumentos o posiciones lógicas que los exhiben como contrarios a lo normal, temerarios o temibles, corruptos o coludidos con tales o cuales pillos y para hacer escarnio de la inteligencia que los acompaña.

En todos lados se cuecen habas.
Fuente: El Independiente.news (blog salvadoreño)

En el cepo electoral caben todas las decisiones, aun el voto blanco y el nulo, opciones pendientes de ser
legisladas para tener un peso y efectos específicos sobre la democracia mexicana.


Desde que Andrés Manuel López Obrador se lanzó por primera vez como candidato a la Presidencia de la República se sentó en la plaza y colocó pies y manos en el cepo bajo el escrutinio público. Así, todo viandante le ha lanzado lo mismo jitomates podridos que vituperios, con o sin razón, con o sin conocimiento de causa, con o sin miedo a lo que imaginan detrás suyo. Y lo mismo ha sido con otros candidatos. Cada uno tiene su propio cepo en la plaza pública. Cada uno sirve de escarmiento para quienes, creyendo en una democracia sin adjetivos, acaban poniéndola cual retablo, prendida de medallitas y milagros y rodeada de velas al mejor santo.




Entre unos y otros, los silogismos y las frases lapidarias son el arma favorita de todos los días, así en spots publicitarios como en templetes, sin detenerse a mirar si lo arrojado a la cara y el entendimiento de los electores y los candidatos obedece a una premisa mayor, una menor o se trata de una conclusión acabada, probada. Los hechos y los dichos, falsos o verdaderos, son lanzados con contundencia, enjundia y fervor tales que a más de uno convencen, persuaden de que, quien tira la piedra, realmente está libre de pecado.

En todas las campañas, mayores o menores, surgen las “evidencias” de cochupos, fraudes, corruptelas, trampas, fabricaciones: boletas quemadas, boletas duplicadas, urnas infladas o embarazadas previas las elecciones y un sinfín de escenas y sketches que más parecen una reminiscencia de las parodias de carpa de la primera mitad del siglo XX. La sofisticación tecnológica ha aportado su parte de “dudable veracidad” y la existencia de “fallos probables” en los sistemas de pre conteo de votos con asistencia de computadores, bases de datos y miles de voluntarios más o menos inexpertos en la materia mueve también a suspicacias sobre la posibilidad de “caídas del sistema” o de “manos negras”.

De la nota a la gota que derrama el argumento

Recientemente, tras la publicación e intercambio en redes sociales de una nota que recogía las acusaciones de miembros del “Movimiento un México sin corrupción y sin partidos políticos”, sobre la total intromisión al proceso electoral 2018 del Instituto de la Función Registral del Estado de México (IFREM), se dio materia para la reflexión de lo que experimentamos y lo que nos espera en estas campañas electorales.

Sin afán de armar polémica o entrar en discusiones bizantinas, acompaño la mayor parte de los dichos y las objeciones y preocupaciones de quienes participaron en los comentarios que siguieron a mi afirmación acerca de que, solo con pruebas fehacientes, pueden hacerse denuncias. El litigio mediático, propio de la que he llamado opinioncracia, siempre es una tentación para los escandalosos, periodistas o no, y las redes sociales han sido ideal caja de Petri para nutrir el caldo de cultivo donde crecen la duda y el temor.

Mi dicho, que no contradice ni desdice al hecho registrado en la noticia, y tanto como lo expuesto por los actores de la misma, gramatical y literalmente es una afirmación. Que yo haya comenzado mi dicho con una sola palabra a modo de frase “Pruebas”, no supone ni implica, como alguien supuso, una pregunta, un cuestionamiento acerca de lo informado.

La lectura es la que abre las otras posibilidades implícitas de interpretación según la óptica de cada lector, que no la del autor ni la del texto en sí y por sí. Es una respuesta a una premisa mayor silogística que aun hoy no halla el resto de las premisas menores complementarias para ofrecer alguna figura probatoria contundente o justificante de lo que, hoy por hoy, solo ha sido un recurso retórico a modo de tautología recurrente en el discurso político de la oposición (sin importar su tinte o bandera). Y es que el contexto de la discusión fue comenzado así cuando uno de los participantes escribió en reacción a la noticia: “Todas las dependencias estatales están desviando recursos a campañas del PRI”. Enunciado que he leído y escuchado campaña tras campaña desde que tengo uso de memoria.

La pregunta, aquí, sí, y aunque parezca ociosa, es si lo que se nos pone por delante es la conclusión de uno o muchos oscuros silogismos indefinidos o apenas las premisas mayores para comenzar uno. Porque, si lo examináramos al revés, puede estar ocurriendo que todas las dependencias estatales estén relacionadas con el PRI, en cuyo caso podríamos pensar en una conspiración orquestada desde el poder (sugestivamente se entiende el poder del gobierno estatal o incluso el federal). Pero, también puede suceder que algunas dependencias estatales no estén relacionadas con el PRI (como ocurre con aquellas relacionadas con los ayuntamientos), en cuyo caso la conclusión supondría una forma de coacción de parte del poder mayor sobre esas dependencias, a menos que estas estén jalando agua para su propio molino (cosa que ya ha sucedido, incluso en aquellas poblaciones regidas conforme a sus usos y costumbres [ (RUIZ Meza, 2015), (NÁJERA, 2018), (GARCÍA Castillo, 2014)], (ROBLES, 2016), (Notimex, 2017), (Nación 3-2-1, 2018), (VILLEDA, 2018), (OLVERA, 2017), (SDP Noticias, 2014), (SUÁREZ, 2018)]; lo que, de ser así, no las haría menos distintas de las otras aun cuando supusieran una minoría relativa.

Las dos lógicas o cuando el león cree que todos son de su condición

La tendencia es a acusar al otro de lo que se cree, se supone, se imagina o en alguna ocasión sentó precedente y se sospecha engendró una conducta viciosa frecuente, recurrente y continuada, como es el caso de los desvíos de recursos. Pero, quizá deberíamos preguntarnos seriamente qué alternativas tienen hoy los partidos políticos para su financiamiento fuera del presupuesto otorgado por ley. ¿Es insuficiente, tanto como para recurrir a artimañas? ¿Y si permitimos la entrada del capital privado? ¡No nos hagamos los inocentes! Los partidos están legalmente capacitados para recibir donaciones en líquido como en especie de parte de los particulares, desde las cuotas individuales de sus miembros y agremiados, hasta las aportaciones de simpatizantes (cualquiera sea el motivo que los hace a serlo). Aquí coincido con la idea de que “privatizar la política y hacer que sólo puedan ser candidatos las personas con el privilegio para financiarse, o con los contactos en la esfera empresarial, es muy peligroso” (VÁQUEZ Torres, 2017) y hasta injusto, como ya se experimentó ahora con el desequilibrio que, desde la misma ley, se impuso a las candidaturas ciudadanas.

Por supuesto, es claro que, con la historia de nuestra democracia mexicana, la mayoría de las baterías se enfocan en disparar las balas, de salva o cargadas, hacia quien fuera el partido hegemónico, el PRI y que, ya solo en el Estado de México suma 84 años en el poder, suficiente tiempo como para destilar la baba de la envidia o del rencor de más de uno, con o sin razón. Es comprensible.

Entonces... Como dijo alguno más de los participantes: es de sorprender que, no nada más en las campañas electorales, pero especialmente en ese período, no se diferencie entre las personas y los institutos; y esto, tanto desde la crítica como desde la práctica misma, sobre todo por parte de los simpatizantes que siguen dejándose llevar por la percepción para ajustar sus criterios de selección al momento del sufragio. Y, a la vez, no es de sorprender cuando desde la misma dinámica institucional se insiste en vanagloriar los triunfos de la hórrida meritocracia y de las figuras personalísimas erigidas en “liderazgos morales” a costa de los liderazgos naturales. ¿Por qué el candidato presidencial de la fórmula PAN-PRD-MC es Ricardo Anaya y no Alejandra Barrales? ¿Quién depende de quién a la hora de la suma de las "fuerzas vivas" en calidad de “voto útil”?

Margarita Zavala y Andrés Manuel López Obrador comenzaron marrulleramente sus campañas desde hace varios años, solo que las autoridades electorales ni las leyes sobre la materia contemplan tales marrullerías como “actos anticipados de campaña”, que si así fuera ni siquiera estarían en la boleta próxima.

La idolatría partidista sigue siendo un cáncer oprobioso para cualquier pretensión democrática de los simpatizantes, militantes y aspirantes que creen en los principios fundamentales de la Carta Magna. Idolatrar la imagen de la mujer con Margarita Zavala o al cacicazgo de viejo cuño con AMLO o la actuada valentía ciudadana de Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” o la jovialidad ilustrada que prefigura Ricardo Anaya o la institucionalidad aparentemente desmarcada de Meade pretende garantizar una continuación ahora con tinte de “izquierda”.

Comulgo con la preocupación de muchos acerca del interés vilipendioso de algunos, incluidos colegas periodistas, al denostar el trabajo honesto y dedicado de muchos militantes de los distintos partidos. Es injusto, aunque obedece claramente a una de dos lógicas mercadotécnicas: una que es planificada fríamente para insuflar los ánimos, provocar la animadversión o la adhesión a programas, banderas, personas, efigies en aras de esa idolatría antedicha; otra que es improvisada, menos sutil, más descuidada en sus fuentes y alcances, y, sin embargo, más potente en sus efectos en la conciencia colectiva. Esta última es la lógica de “mercado” surgida desde las creencias de los mismos simpatizantes, consumidores de mitos, de falacias tanto como de planteamientos verosímiles, y para los que la voz del líder de opinión más cercano a su modo de comprender es más valedero y no requiere cuestionamiento por la proximidad. Es en esta forma de mercadotecnia que se gestan las calumnias, las mentiras, las verdades a medias, los rumores, las falsificaciones que, cuando alcanzan el nivel mediático, se potencian irremisiblemente, para bien o para mal.

Una propende a ser la lógica del que se presume enterado de los dichos y los hechos, aun siendo estos productos edulcorados, pasteurizados por la mercadotecnia política para hacerlos asimilables, persuasivos a pesar de su carácter poco propositivo o de repetición de mentiras que aspiran a volverse verdades.



La otra surge desde las emociones mismas de los que, siendo pueblo, reaccionan visceralmente, de manera irracional, ante lo sucesos que consideran contrarios al interés y el bien comunes. Reacciones, a veces, similares a la que provoca el impertinente e irresponsable grito del bromista que exclama sin fundamento en medio de una turba ¡fuego! La política del miedo no tiene su raíz en la malicia de un demiurgo o un nigromante maquiavélico, sino en los fantasmas que alguna vez la realidad dejó impregnados en la piel de los desheredados.

Puedo decir lo mismo de quienes, dentro de esos mismos partidos y aun siendo militantes, ponen en tela de juicio el desempeño de muchos ciudadanos también honestos que, al momento de las elecciones, insaculados por suerte, nos hemos desempeñado en casillas y oficinas distritales con toda la seriedad de que somos posibles para hacer de cada nueva elección una ejemplar, impoluta en lo que a nosotros ha tocado y tocará, como es mi caso nuevamente, por quinta vez.

Esos que anticipan “fraudes” muchas veces solo lo hacen para generar ruido, confusión, duda que prende vacilante en el ánimo del ciudadano escamado por la historia vivida en el siglo XX. No estoy afirmando, nunca lo he hecho ni lo haré, que no haya una ventana de oportunidad para dichos “fraudes”, cométalos quien los cometa ya entrado en gastos. Sobre lo único que alerto es acerca del insistente afán, de unos y otros, para propiciar y propagar, en cada campaña y temporada electorales, una paranoia y una esquizofrenia colectivas.

La campaña del miedo no sucede nada más de un lado: miedo a lo que representa un candidato o una fórmula, sino miedo a lo que, en el imaginario colectivo es ignoto. Estas reacciones, muchas veces basadas en mitos o en francas mentiras, en fabricaciones o maquinaciones o simple repulsa es, a ciencia social cierta, otra manera aviesa de manipular las conciencias e inclinar balanzas. El poder, recuérdese, no solo puede detentarlo quien lo ostenta, sino también, viceversa, lo ostenta quien lo detenta.




Referencias

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