Un día antes

Foto: Cuartoscuro. Fuente: Animal político.

DICE Lorenzo Córdova, titular del INE: el fraude está acotado y yo no puedo estar más de acuerdo como ex funcionario de casilla que he sido por cinco veces (dos de las cuales como presidente). Confío en mis vecinos para tan grave responsabilidad como confío en la autonomía e imparcialidad del INE.

Esta vez no resulté insaculado para formar parte de la mesa. Por una parte, qué bueno, qué descanso. Por otra, qué pena. Sin embargo, se me ha invitado a fungir como representante de partido, aun siendo yo apartidista. Así, estaré presente en la casilla indicada observando, siguiendo de cerca del desenvolvimiento de estas elecciones tan históricas como las de 2018, las de 2000 y 2012.

Reitero mi postura: no está dirimiéndose la democracia vs. la posibilidad de una "dictadura". Lo que está en cuestionamiento es el sistema de partidos, la partidocracia que ha dado ya de sí y está agotada, resultando inservible para la democracia mexicana. Lo que atestiguaremos y protagonizaremos en estas elecciones no será una confrontación entre partidos sino de la ciudadanía, de la sociedad contra los partidos en general.

Y quiero dejar también constancia de mi opinión: yerran los que, sea como simpatizantes de MORENA o como opositores a la misma se cuelgan de la figura presidencial de Andrés Manuel López Obrador para hacer valer sus argumentaciones, vituperios de ida y vuelta, sus divisionismos incluso hacia adentro de sus respectivos partidos. La codicia por el poder los ha cegado a todos. El presidente SÍ aparece en la boleta porque ustedes así lo quieren ver, y muy aparte de las torpezas y necedades o aciertos, así sean pocos, del mismo AMLO. Ese afán de verlo como el paladín enemigo, o de él en ver a los otros como conservadores contumaces, gigantes con pies de barro y aspas como brazos, no nos ha llevado ni nos está llevando ni nos llevará por un camino virtuoso. Todo lo contrario.

Amigos lectores, no pierdan de vista que lo que está en pugna es el poder local, no el federal, aunque así nos lo han querido vender los partidos políticos de toda bandera y factura. No esperen ni apuesten a que se producirá una participación ciudadana masiva, estableciendo récord frente a otras elecciones intermedias anteriores y por más que los votos duros de los partidos acudan de dos en montón a depositar su sufragio. El porcentaje promedio, por mucho que pueda elevarse, no lo hará más allá del 48% por una razón simple: el común denominador de los ciudadanos no entiende esta etapa del proceso democrático, lo local les parece secundario y siguen valorando más la figura presidencial como razón de ser de los destinos de los mexicanos. Otro motivo por el cual aparece por tirios y troyanos la sombra presidencial en las boletas, porque restarle peso en el contrapeso legislativo unos lo toman como afrenta a esa figura y otros lo ven como necesidad imperiosa, cueste lo que cueste.

Estoy seguro de que el Congreso quedará dividido. Que MORENA obtendrá casi la mayoría absoluta, pero con tal margen que se verá obligada a negociar con los restantes partidos al no gozar de la mayoría calificada que es la más importante, como expliqué en un video en mi canal.

Contrario a lo que creen el común denominador de la gente, la democracia no se hizo para dar voz a las mayorías, sino a las minorías; y en una circunstancia como la planteada, los minoritarios venderán caro su voto en el Congreso para la promulgación de leyes. Ya veo a esos mismos partidos hoy de oposición o satélites cobrando sus intereses a una y otra fuerzas con más escaños y curules, para sumarse a las mayorías. Todos tienen su precio y no es necesariamente el relativo a las necesidades de sus supuestos representados dentro del pueblo, como sí entre los representados dentro de los intereses que los impulsaron a ocupar el cargo. Por eso, nada garantiza que las cosas realmente cambiarán de forma muy notable para el siguiente periodo legislativo. No soy pesimista, soy analista y realista. Los datos los tenemos a la vista y basta mirar la calidad de muchos de los candidatos a legisladores, ya no digamos a ayuntamientos y gobiernos locales.

Entre la incongruencia y la conciencia

Seguro se preguntarán algunos, bueno, si así pienso y vislumbro el porvenir cercano, ¿por qué aceptaría yo representar a un partido determinado? Y mi respuesta es sencilla: para estar, atestiguar lo que de otra manera quedaría en el nivel de la especulación. Sí, dirán, también pudiste hacerlo como observador independiente. Lo que no sabe la gente es que los observadores electorales solo pueden estar durante unos pocos minutos, sin intervenir, en las casillas que visitan durante el periodo de emisión de votos. En cambio, los representantes de partido, además de vigilar el proceso y que transcurra conforme a la ley, registran y reportan de manera constante las irregularidades e incidentes que pudieren suceder.

Mi afán reporteril, aquí, justifica mi presencia. Por supuesto que, estando en la representación de un instituto político, como cuando fui funcionario, mi comportamiento será eminentemente institucional: como funcionario lo fui en tanto árbitro, haciendo valer el proceso en sí mismo; ahora, aunque mis inclinaciones personales y civiles puedan parecer incongruentes, la misión será cuidar y hacer valer el voto hacia el partido representado, sin ánimo de generar conflictos, respetando a la autoridad, señalando lo injusto y lo extraordinario, validando lo correcto.

Estar de ambos lados de la mesa será sano para tener el panorama completo de cómo se preparan los partidos para estos momentos, para no quedarme como antes con el solo dicho de los actores; y del contraste con las experiencias previas seguro hallaré conclusiones interesantes.

Por lo pronto, una primera que me queda clara es que los partidos no confían en los ciudadanos, fuera de aquellos que les son simpatizantes o militantes. Siembran la suspicacia de que, incluso por la pandemia, pudiera un ciudadano ceder a la tentación de "vender su voto", y los partidos (todos) están dispuestos a comprarlos y trazan artimañas para, en el medio del proceso, justificar conductas por lo menos sospechosas cuando no francamente reprobables, todo en el afán por obtener de la duda sembrada la ganancia efectiva. Así, a sus ojos, de suceder algún fraude este halla su razón de ser en el uso y abuso de las fuerzas políticas de las necesidades de los votantes. O también por causa del recelo, del resentimiento de los mismos, más dispuestos a sumarse al mejor postor. Me parece esa una posición no solo mezquina sino injusta y estúpida de parte de los partidos que siguen menospreciando al electorado como un sujeto manipulable.

Llegando a este punto, también no faltarán los lectores que cuestionarán cuál fue mi precio para aceptar representar a un partido. Y digo pronto que ninguno. Lo hice por convicción y conveniencia personal y ciudadana, sin obtener ninguna paga fuera de los alimentos que me darán esa mañana y esa tarde de la jornada electora, mientras otros partidos darán alimentos y tal vez pago en efectivo, mientras a los funcionarios de casilla, en el mismo tenor que ya viví, percibirán una ridícula dieta de escasos $250 pesos por cabeza o un alimento, a pesar de, ellos y representantes, llevarse la soba de la vida en toda la jornada. ¿Eso no cuenta para valorar a los ciudadanos, vecinos dispuestos a realizar la democracia mexicana? Ahí radica la democracia.

Y seguramente también en este punto te preguntarás si, por aceptar ser representante de partido estaré obligado al menos moralmente a emitir mi voto en favor del mismo. Y también pronto respondo que no, el voto es individual, propio de mí, no es ni inducido ni impuesto ni comprado, ajustado a mi sola conciencia y abiertamente reitero lo que dije en otro artículo: votaré para alcalde en blanco, anotando mi nombre: José Antonio de la Vega Torres, el mismo que les presto a todos si ninguna otra opción les convence; para diputaciones locales y federales anularé mi voto, porque nada ni nadie me obliga a sufragar en favor ni del "menos pior", ni del "malo por conocido que bueno por conocer". Porque esta forma de votar asegura la redistribución estadística y no implica, a pesar de las mentiras de los que gustan de espantar a los incautos con el petate del muerto, que son "votos inútiles" o que serán "destinados" a tal o cual partido, como si se tratara de repartición de tortillas en la mesa. Y quepa decir que, aun cuando no hubiera sido invitado a participar de esta manera, mi voto lo tenía decidido desde antes que comenzara el periodo de campañas.

Un apunte final sobre las líneas últimas del párrafo anterior. No olvides, amigo lector, que:

1) Al dar un voto a un partido específico se lo das a su candidato y por consecuencia a su grupo de legisladores nominales y plurinominales.

2) Cuando das el voto a uno o varios de los partidos que conforman una coalición, das el voto a su candidato común y los legisladores nominales y el voto se reparte proporcionalmente entre los legisladores plurinominales de los partidos favorecidos con el voto, lo que de manera teórica implica un control de la sobrerrepresentación partidista en las cámaras.

3) Al anular o votar en blanco, tu voto no se desvía, no se cancela, no se suma o resta a los otros partidos y candidatos, no se queda como un mero dato estadístico, aunque los oportunistas así lo plantean para incentivar un voto dirigido. Ese voto, dado el caso de resultar mayor puede dar la vuelta a toda la elección en una casilla, un distrito o un proceso entero, abriendo la posibilidad de anularlo partial o totalmente, si hablamos del voto nulo, o abriendo la posibilidad de que un candidato o partido no registrado resulte triunfador a despecho de los registrados.

Entonces, piensa tu voto. No lo emitas ni por miedo, ni por resentimiento, ni por conveniencia, sino en estricto apego a tus razones y afectos.

En fin, ya estaré narrando en este espacio la nueva experiencia, para dejar asentados los hechos en una especie de continuidad autobiográfica.

Apostillas preelectorales para las intermedias de 2021

ERA DE LA OPINIÓN...  de que todo iba mal y podría ir peor, sin embargo...

Aun a despecho de algunos de quienes me hacen la deferencia de leer las cosas que escribo y que tienen a bien seguir mis publicaciones y compartir sus comentarios y contenidos que consideran de interés común dentro del grupo de este blog en Facebook, estoy consciente de que mantener o procurar una postura relativamente neutral, objetiva se antoja casi imposible. Sin embargo, en Indicios Metropolitanos trato de hacerlo con base en un análisis crítico serio de la información y las opiniones seleccionadas por un servidor para difundir entre y desde ustedes, en el afán de formar un criterio sensato, modesto, equilibrado, fundado en las voces más disímbolas.

No siempre estoy ni estaré de acuerdo con ciertos dichos y hechos, y así lo he expresado sin ánimo de erigirme en sabihondo, no sea que hasta el presidente Andrés Manuel López Obrador me tache de lacra intelectual como ha hecho con algunos muy reconocidos y respetables colegas y escritores de aquí y allá, solo por contradecirlo, ejemplo más reciente es el insigne Gabriel Zaid. Este "no sea", no significa sin embargo un temor al poder o al qué dirán, sino en todo caso irónica prudencia más para no faltar al respeto a quienes, con todas sus razones, pudieran sentirse heridos en sus particulares susceptibilidades, inclinaciones, preferencias, gustos, pensar y sentir y disentir.

Hoy, por ejemplo, leo el artículo intitulado "AMLO, el 'dictador' que no reprime, no asesina y no desaparece" escrito por Alejandro Cardiel Sánchez dentro del portal de la revista Polemón y no puedo sino coincidir, así sea parcialmente con la mayoría de lo dicho, aunque preciso hacer algunos matices. Primero, cito. Dice Cardiel:

En 2018, los mexicanos elegimos cambiar de régimen. Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia con una votación histórica. Los cambios que ha venido trabajando responden a las necesidades y los anhelos de la mayoría de la población. Las encuestas elaboradas por los medios afines a los regímenes anteriores le siguen reconociendo un apoyo superior al 50%.

Eso como toda la relación que precede en su artículo es indudable, incuestionable, irrebatible. Pero, en otra parte afirma:

Los procesos democráticos son complejos y de largo aliento. Como ciudadanos podemos equivocarnos, tal como lo hicimos con Fox o con Peña Nieto. También podemos rectificar el camino y dar un golpe de timón tal como sucedió en 2018 [y en 2000 y en 2012, añado yo]. ¿Nos equivocamos al haber elegido a López Obrador como presidente? Mi opinión personal es que no. Sin embargo, será la historia y el tiempo los que nos permitirán ver este momento en perspectiva [corrección de estilo mía].

La pregunta está en el aire y las elecciones del próximo domingo serán una respuesta inequívoca a tal pregunta, muy independientemente de los resultados, pues es sabido que el porcentaje de participación en intermedias no rebasa el 46% (como señalé en mi artículo "Políticos mostrencos", por si no lo han leído ya).

A las urnas no deberemos ir pensando en esa pregunta concreta, a diferencia de lo que piensan unos y otros. No es el cargo de presidente lo que está en sufragio, sino cargos de representación popular, legislaturas, cuando mucho gubernaturas y alcaldías, es decir poderes locales. El poder ejecutivo federal no está en la palestra ni en la boleta a no ser de manera indirecta mediante la tramposa sinécdoque publicitaria de "ya sabes quién", ni en estos últimos casos de gobernadores y ediles. No es una dicotomía entre democracia y dictadura, por mucho tremor paranoico y suspicacia que susciten las estupideces del actual gobierno y la tozudez del presidente en algunos miembros de la atolondrada oposición. Tampoco está a escrutinio la permanencia del ejecutivo ni el enjuiciamiento de los ex presidentes, aunque se la "consulta popular" para revocación de mandato sigue agendada para el 21 de marzo de 2022 en vez de la proposición original de que se efectuara a la par de las elecciones del 6 de junio de 2021. Tampoco ha de confundirse con la consulta ciudadana sobre el posible juicio a ex presidentes y cuya pregunta modificó la Suprema Corte de Justicia, consulta que se pospuso para realizarse el 1 de agosto de 2021. Lo que está a examen es el sistema de partidos, la partidocracia.

Al marcar en la boleta nuestra decisión, esta habrá de basarse en razones democráticas, pragmáticas, mejor que en resquemores sociales o políticos, o en temores quizás infundados o no. No votaremos por un individuo concreto, ni por un grupo de personas, sino por la permanencia o transformación (aquí sí) de un sistema de partidos que, ya está más que claro, dio de si hasta el hartazgo. Esta elección puede definir, entonces, el final o casi de la partidocracia y enfilarnos hacia la simiente de un sistema más bien parlamentario, tal vez de corte socialdemócrata.

Tras el análisis de la información y muy aparte de la más reciente encuesta efectuada por diversas firmas estadísticas, incluidos los sondeos de medios como el diario Reforma en conjunto con Latinus, estoy convencido de que MORENA no obtendrá mayoría en el Congreso. Pero, es necesario matizar y comprender a qué mayoría me refiero pues hay dos conceptos que aplican en este tema: la mayoría absoluta y la mayoría calificada.



Nuestras leyes definen mayoría absoluta:

Porcentaje de votación correspondiente a la mitad más uno de los integrantes de alguna de las cámaras del Congreso de la Unión al momento de tomar una decisión o realizar una votación.

También pueden considerarse las siguientes acepciones para ampliar el sentido del término: 1) es la suma de más de la mitad de los votos emitidos en un mismo sentido, cuando se opta entre dos propuestas; 2) es la mitad más uno de los votos que se diferencia directamente de la mayoría simple; 3) es aquella que se consigue con más de la mitad de los votos de los integrantes que componen la sesión; y 4) significa tener el 50 por ciento de una votación más uno.

Nuestras leyes definen mayoría calificada [énfasis mío]:

Es la que exige un porcentaje especial de votación. En el Congreso mexicano ésta corresponde a las dos terceras partes, cuando menos, de los legisladores que se encuentran presentes en el salón de plenos de alguna de las Cámaras del Congreso al momento de tomar una decisión o realizar una votación. Considerando que la Cámara de Diputados está integrada por 500 legisladores, se requieren 334 votos para alcanzar una mayoría calificada —o un número menor, según el total de asistentes a la sesión—; en la Cámara de Senadores se requerirían 85 de 128 legisladores para lograr dicha mayoría, variando el número en función de los senadores presentes en la sesión de Pleno.

En general, se considera mayoría calificada a aquella donde se exigen porcentajes especiales de votación, como dos tercios o tres cuartas partes del número total de votos o votantes. Su significado se explica en la necesidad de ampliar el consenso entre las fuerzas políticas integrantes, que vayan más allá de la simple mitad más uno de los votantes, sobre todo cuando se trate de determinadas reformas legales o asuntos trascendentes, donde se requiera por su importancia un apoyo considerable del cuerpo que integra un Parlamento o Poder Legislativo.

 

Eso no lo dijo quien tú crees


RECIENTEMENTE una amistad me hizo llegar mediante WhatsApp un ensayo que es conmovedor, reflexivo, cosa que siempre se agradece. Se trata de un conjunto de pensamientos que viene circulando por las redes sociales, como Facebook desde hace un año aproximadamente, atribuido de manera falsa al actor británico Anthony Hopkins, por lo que se trata de un bulo. No es que Anthony Hopkins no haya escrito algo, como podemos constatar en su misma lista de lecturas sugeridas en Goodreads, pero no eso en particular. El ensayo se intitula en español "Deja ir a la gente que no está lista para amarte" y en realidad es de la autoría de la joven escritora estadounidense Briana Wiest quien además no aparece en dicha lista de sugerencias del actor y cuyas ideas para algunas mujeres resultan o polémicas, por reaccionarias sobre el papel de la mujer actual, como contradictoriamente tradicionalistas.


La falta de aclaración al respecto de la fuente, la sospecha de que se tratara de un bulo, me llevó no solo a investigar sino motivó este artículo y más: decidir la creación de un blog a partir de un proyecto que barrunté muchísimos años atrás, cuando por mi amor por la lectura y el hallazgo de un viejo libro en mi biblioteca intitulado El Templo de la Idea, junto a otros sobre citas, frases célebres y aforismos, me dediqué a recortar, copiar, fotocopiar, extraer fragmentos de obras diversas de ficción, teatro, poesía, ensayos que llamaban mi atención por su fuerza, puntualidad, filosofía, sensibilidad, para acopiarlos sin catalogar en un juego de libretas y carpetas. Por desgracia dudo que vaya a llevar al efecto dicho blog o tal vez sí me anime, aún dudo y explico enseguida por qué.

La idea no es nueva, claro. Pero, lo nuevo está en que, de hacer ese blog, yo procuraría asentar de modo especial al autor o autores y la fuente de donde tomaría el aforismo o fragmento, tan cortos o largos como pudieren ser. Por supuesto, la labor se antoja exhaustiva, titánica y lo ha sido y seguirá siendo.

Por supuesto, en Internet encontramos ya muchos sitios web y blogs en forma de catálogos de aforismos. ¿Sería el mío uno más? Quizás, pero tendría esa mínima y gran diferencia ya descrita que, hasta ahora, no he hallado en ninguno. ¿Por qué lo escribo conjugando en condicional? Pues, de realizarlo, lo más probable es que me pondría en más riesgo de lo que podría suponerse; aunque, al no ser un bloguero muy solicitado, o eso creo, igual paso desapercibido hasta para los algoritmos.

Los derechos de autor, entre la atribución desprendida y el mercantilismo

Si bien hace tiempo hay una especie de reacción negativa de algunos académicos hacia la utilización de aforismos, en parte esta se explica por lo mismo que ahora y desde hace unos años vengo haciendo en defensa de los autores (#defensadelautor) todavía más que del derecho de autor, en el sentido de respetar la razón originaria de una idea y un pensamiento concretos mucho más que en el sentido mercantilista al cual ha derivado ese derecho, sentido que, lo he expresado abiertamente, execro inclinándome más por el derecho del uso común o copyleft por contra del copyright, sin que ello menoscabe el usufructo de los beneficios y regalías que en derecho corresponden al autor original, de nuevo, sin que ello implique tampoco medrar de cualquier manera incluso por el mismo autor codicioso y acaparador (sea un individuo o una firma editora o productora). Al final, cuando uno es autor lo que busca es que su obra se difunda, dejar algo en la mente, sentidos y memoria y vida de los otros que tienen a bien atender lo que uno crea. Por supuesto que también ganar y vivir de ello honestamente; pero, mezquino sería uno de estar reclamando propinas por cada mirada. ¡Ni las teiboleras!

Por esta última razón no haría el blog, porque no me expondría yo a una o muchas demandas de autores, agentes, abogados, organizaciones, empresas filmadoras, productoras, editoras, plataformas periodísticas o de estriming, medios en general señalándome de falsario, difamador, oportunista, descontextualizador, desvirtuador, matarife literario o, peor, jifero metodológico con eso de que ya ahora hasta existen programas de computadora y algoritmos para determinar cuando un texto, una obra, incurren en presunto plagio.

También por esa misma razón en muchos de mis artículos y publicaciones en estos Indicios Metropolitanos he optado por incluir una bibliografía y ser cuidadoso con que los vínculos sean evidentes, prístinos en tanto referencias, aun cuando puedan derivar a sitios dudosos o relativamente inseguros.

Esa maldita manía de algunos lectores; ¡honor a quien honor merece!

Volviendo al caso que nos ocupa, no es la primera vez que escribo sobre el tema del plagio ni en defensa de los autores. Ahí están, en el tiempo y con distintos enfoques en el contenido, mis artículos:

        ▶ ¡Que me plagien! (primera y segunda partes)
        ▶ Una metodología para el autoplagio

No es por lo mismo la primera vez que señalo el hecho del abuso o tontería de los lectores, famosos o incluso editores, y por supuesto escritores —no estamos exentos— de atribuir textos de unos a personalidades diversas, a veces por ignorancia, a veces con mala intención, a veces por simple estupidez, ocasionando o admiración en el vulgo hacia el orador como un "ilustrado" o sorna hacia el mismo por razón contraria, como le pasó al presidente Enrique Peña Nieto, o una confusión creciente.

Ejemplos sobran de poemas, cuentos, ensayos atribuidos digamos a Jorge Luis Borges ("Instantes", "Valgo", originales de Nadine Stair; "Dime", original de Gustavo Alejandro Castiñeiras, título original: "Poema de un Recuerdo"; "Con el tiempo" o "Después de un tiempo" o "Carta a un amigo", original de Verónica Shoffstall y también atribuido a William Shakespeare y a otros), Gabriel García Márquez, Mario Benedetti ("No te rindas", original de Guillermo Mayer) y un largo etcétera.





En ocasiones los autores originales se han enterado y no le toman importancia, en otras se ofenden con justa razón y en ocasiones han llegado a la demanda legal. Los fallecidos y los clásicos poco tienen qué decir en su defensa a no ser mediante los académicos o las editoriales que resguardan en exclusividad los derechos de regalías. Pero, también estos, a veces, se han prestado a inducir la confusión con sus especulaciones, inexactitudes y lucubraciones alrededor de, por ejemplo, textos inéditos o probables falsificaciones, o por motivos mercadológicos y publicitarios.

También ocurre que a las personalidades a quienes se atribuyen ciertas cosas sin ser suyas, lo toman como una puntada menor y hasta agradecen con ironía o gratitud que les atribuyan obras, dichos, hechos que pueden estar gozando de mayor popularidad que su obra original. Así hizo García Márquez cuando se enteró que le achacaron el poema "Marioneta de Trapo" original del ventrílocuo mexicano Johnny Welch. Claro, no faltan los que ya en el colmo de la inopia intelectual o falta de curiosidad optan hasta por catalogar obras conocidas como anónimas o de "dominio público" o le dan valor apócrifo (solo porque es muy socorrido).


Pero, la necedad de muchos internautas o incluso intelectuales y críticos literarios en insistir en el afán por compartir estos contenidos equívocos, si por una parte abona a que se lea más y se aprecie la literatura, se consuma más contenido de calidad, por otro abona, como bola de nieve en avalancha, a la distorsión y por tanto a la ignorancia, por no decir que a la falta de respeto hacia los autores, tanto los originales como los atribuidos, a los primeros porque los ningunea tal actitud del público imbécil, a los segundos porque los honra y ensalza inmerecidamente, llevándolos a hacer en el imaginario colectivo caravana con sombrero ajeno.

¿Indignarse? No creo que haya motivos. No hay que olvidar que, a pesar de todo, como lo muestra un ejemplo citado más arriba, hay personas a quienes la lectura de "Instantes" ha llevado a descubrir Ficciones. Quizá la historia de la literatura sea la historia de algunos grandes errores de lectura. [...] El problema es que la crítica literaria no obedece a la lógica binaria: poder afirmar que un texto no es de Borges no es haber probado que su autor es Nadine Stair. Así, los "stairistas" no han mostrado mayor rigor intelectual que los "borgistas" (ALMEIDA, 2001).

¿Qué hacer? Simple, dudar, investigar, verificar y respetar las fuentes. Así como he hecho ahora. Cuando se conoce el estilo de algún personaje en su obra, es relativamente fácil darse cuenta si algo que se le atribuye es o no verdad. Y la verdad siempre sale a flote, tarde o temprano. Y esto que aplica para las citas y aforismos, aplica también para las noticias falsas hoy tan llevadas y traídas con singular alegría y credulidad por parte de los usuarios de las redes sociales, los móviles, los mensajeros, incluso las citas entre políticos; para los descubrimientos científicos, las patentes de inventos (ejemplo, el teléfono), etc. Pues ese constante llevar y traer citas se presta para la desmemoria o la desvergüenza, como es el caso de la frase sobre el presidente de México Andrés Manuel López Obrador "AMLO es un peligro para México" expresada en algún momento y atribuida a Manuel Espino, quien a su vez ¿avergonzado? se deslindara de la misma y la atribuyera al experto en Relaciones Públicas asesor del entonces candidato Felipe Calderón Antonio Solá (por cierto, Calderón confirmó la autoría en una charla con el publicista Carlos Alazraki).

Lo único peregrinamente cercano que podría ligar al actor Anthony Hopkins con las ideas contenidas en el ensayo motivo de este que ahora lees, amable lector, es que en alguna entrevista de 2016 acerca de su participación en el filme Premonición, Hopkins refirió haber sugerido a la producción incluir en el guion un poema alusivo al tema de la muerte y el desapego escrito por el sacerdote jesuita y poeta británico Gerard Manley Hopkins intitulado "Eco plomizo" y que el tema, de alguna manera marginal surgiera de nuevo tras diversas afirmaciones del actor o críticos de su trabajo o entrevistas tras haber recibido otra vez el Óscar ahora por su trabajo en el filme El Padre.

Sea como sea vale traer a cuento la conclusión a que llega José Antonio Tejada:

Mientras la información fluye, el conocimiento permanece. Como reza el título de una obra que recoge las conversaciones que en torno a su pasión bibliófila mantuvieran Umberto Eco y el dramaturgo Jean-Claude Carrière, «nadie acabará con los libros». Y a estos deberíamos recurrir (sean digitales, físicos, o vivientes   —como pasaba con los libros parlantes de Fahrenheit 451 [de Ray Bradbury, aclaro; o la enciclopedia holográfica de la biblioteca futurista de La máquina del tiempo de H. G. Wells, agrego]—), o, en general, acudir a información confiable y legitimada en términos académicos, antes que al rumor que con irresponsabilidad juguetona se transforma en autoridad  —una autoridad inaudita— en la idolatrada Internet (TEJADA, 2018). 


Referencias

◾ ALMEIDA, Iván. "Jorge Luis Borges, autor del poema 'Instantes'"  Borges Studies Online. On line. J. L. Borges Center for Studies & Documentation. Internet: 17/06/01 Recuperado el 1 de junio de 2021 de http://www.borges.pitt.edu/bsol/iainst.php.

◾ TEJADA Sandoval, José Antonio. "Pobre Borges, o de la literatura en la era digital". Universidad Privada del Norte. Perú. Recuperado el 1 de junio de 2021 de https://blogs.upn.edu.pe/estudios-generales/2018/07/19/pobre-borges-o-de-la-literatura-en-la-era-digital/