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Las tentaciones del cuarto poder


Del extracto de la mañanera que incluye el video debajo de estas líneas rescato a mi vez el momento donde arranca el vínculo. Un cuestionamiento interesante, "sensato" en apariencia de parte del colega Luis Guillermo Hernández, pero que implica una tramposa tentación de la izquierda desde siempre. Contrarrestar la desinformación no se consigue con "políticas públicas" tendientes al "control de la información" como censura velada y oportunista o a modo de los intereses de un conjunto de liga de la moral periodística. Aunque se antoja virtuoso crear una "regulación" que meta al gremio periodista en cintura, siempre cabrá la duda de quién sostendría la vara con que sería medido el ejercicio de nuestras libertades de expresión y de publicación e incluso de equivocación. Mírese lo ocurrido en la ex URSS o lo que pasa ahora en China con el exacerbado e incisivo pretendido control de los medios por parte del PCCH.

El ejercicio de la mañanera, lo he dicho, en su espíritu es buena cosa, pero está podrido por causa de los intereses gubernamentales y la distorsión del usufruto que se consigue de la dizque conferencia de prensa convertida en un show distractor más que orientador, determinante de la agenda informativa de forma más escandalosa en contraste con el modo sutil como se hacía antaño y aún mediante el "boletín de prensa".

La nueva sección de "Quién es quien en las mentiras" ya con un mes de antigüedad, aun siendo una buena oportunidad para el análisis equlibrador, en realidad ha resultado un torpe y perverso juego de espejos donde, como en la casa del jabonero, quien no cae, resbala, incluido el propio Presidente, ese "viejo culero de Palacio Nacional" como dijera un tuit apócrifo atribuido presuntamente al magistrado Reyes Rodríguez Mondragón.

La respuesta dada por el Presidente al colega Hernández es sin duda de las mejores que insistentemente da y con la que siempre concordaré y no por remembrar a Sebastián Lerdo de Tejada: "a la prensa se la controla con la prensa". Sino porque detrás de esa frase lapidaria subyace una estrategia asaz inteligente: al fuego se le combate con fuego, aunque también se trata de una estrategia de riesgos contraproducentes si no se toman las precauciones respectivas.

Una válvula de presión para controlar a la válvula misma

Una de las preguntas que personalmente como profesional de la comunicación me hago constantemente aun desde antes de la pandemia es qué tanto es tantito en materia de información y qué hace que el bombardeo informativo pueda ser considerado infodemia, como se ha calificado hoy a la abundancia de informaciones de toda índole, incluso falsas, que se distribuyen a diestra y siniestra por las redes sociales. ¿A quién culpar de dicha infodemia? ¿A los creadores de las noticias falsas, mentirosas y que sí los hay? ¿O al público crédulo, ignorante que en su pereza, abulia o incapacidad e impericia no verifica los datos, no cuestiona lo presentado como evidencia, lo que se reporta como hechos consumados? Los primeros siembran, pero los segundos cosechan y distribuyen, replican, multiplican, distorsionan. ¿Aquí cabe aquello de que tanto peca el que mata a la vaca como quien le agarra la pata? ¿Quién agarra la pata a la información y quién asesta el golpe que descabella a la razón con despropósitos?

Los afanes más denodados por conseguir una prensa más ética se dieron a finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventas del siglo pasado, cuando importantes cadenas noticiosas de medios impresos y televisoras se adelantaron a las preocupaciones gubernamentales con el interés de conservar a las audiencias, conscientes de que estas estaban ya evolucionadas y resultaban menos manipulables que en la primera mitad del siglo XX; audiencias que además reclamaban sus derechos específicos los que creían podrían garantizarse mediante la creación del ombudsman de las audiencias (que no todas las empresas mediáticas han implementado e integrado a no ser como un recurso retórico y legaloide). Entonces plantearon códigos de conducta, deontologías que, de la mano del esfuerzo de desarrollo organizacional buscaba consolidar una visión administrativa asentada en una filosofía capaz de presentar a la empresa de medios como una con responsabilidad social en una línea semejante a la expuesta por otras empresas de distintos giros como las automotrices, las farmacéuticas, etc. ¿Maquillaje? Quizás, si seguimos la crítica al respecto elaborada por filósofos como Jean-François Lyotard o Gilles Lipovetsky. Y tal vez el planteamiento de la nueva sección de la mañanera es un reciclaje de lo mismo, pero desde la óptica gubernamental y como una consecuencia extensiva y heredada de las inquietudes surgidas entre los parlamentarios ingleses ante el descontrol por los cáusticos arranques críticos y sasrcásticos de la prensa allá a finales del siglo pasado, o de las consecuencias excesivas de la crítica de medios como la revista francesa Charlie Hebdó derivados en peores excesos terroristas como el atentado a la misma.

Pretender regular a la prensa es casi tanto como pretender regular el pensamiento, algo que también ya antaño algunos propusieron a través de pedagogías perversas como la fascista, la puritana, la jacobina.

Se antoja admirable que entre los mismos periodistas halla quienes se muestren indignados, preocupados por el tema y las prácticas torcidas, pero ni ellos tienen la fórmula para un periodismo ciento por ciento neutral, objetivo, edulcorado. Todo periodismo es comprometido, más o menos, para empezar con el registro de la verdad y ya se se que esta es no nada más parcial sino depende del color y la pureza del cristal con que se mira.

"Tome nota, tinterillo"

Cuando la ausencia se hace presencia

Multitudinaria e histórica marcha de mujeres en CDMX contra la violencia de género, 8/marzo/2020.
Foto: Archivo Cuartoscuro, tomada de UNO TV

SI SOMOS CORTESES, solidarios, podemos decir: la ausencia de las mujeres en este #UnDíaSinMujeres, #UnDíaSinNosotras en protesta posterior, secuela del Día Internacional de la Mujer y la marcha multitudinaria contra la violencia de género, se hizo notar, se resintió su falta. Pero tal vez nos tachen de hipócritas.

Si somos crudamente realistas, la verdad es que nadie es indispensable, insustituible en esta vida, en el ámbito de la convivencia social, en lo productivo; acaso en lo afectivo, pero, sin duda no es igual en lo biológico a contrapelo de cualquier discurso político.

Si los hombres hiciéramos lo propio y dejáremos de asistir un día a nuestras labores, siendo como somos mayoría proveedora (que no mayoría de la población), a querer o no, hecho promovido y prohijado por ellas en su a veces artera conveniencia que las "victimiza", ¿las cosas serían distintas? Lo dudo, ellas ocuparían nuestro sitio y tan mal o bien, mejor o peor que cualquiera de nosotros, jalarían o empujarían la carreta. ¿De verdad hicieron falta en las empresas o para resolver las calenturas? Mi amiga Manuela supo llenar el vacío; aunque, claro, no es lo mismo huele a traste que atrás te huele. ¡Perrooo!

Jamás olvidemos que reinas y reyes, aunque tengan su respectivo puntaje y valor, y aun cuando ellas tengan extrema libertad de movimiento, solo somos fichas del mismo ajedrez donde, es preferible perder un caballo que una reina y cualquier peón llegado a la otra orilla puede ejercer funciones de reina sustituta y concubina, tantas como sea posible, para proteger la idea de lo masculino al que, si se le hace jaque mate, sobreviene el fin del partido, es decir de la especie. ¡Así de vulnerables somos nosotros los varones, a pesar de nuestra vanagloria! Así de determinadas son ellas a pesar del acoso de alfiles y torres que pretenden arrinconarlas, anularlas. Cada cual debe saber y honrar su función en esta existencia a despecho de machismos, hembrismos y chauvinismos que no son sino caras de la misma moneda cuyo canto lleva siglos atorado en la misma grieta.

En eso no se han detenido a pensar. Son ellas las que definen la masculinidad de nosotros; no lo hacen nuestros puños, pendencias y baladronadas. Y, si milenariamente las vírgenes han sido motivo de santificación normalizada, la castidad en cambio ha sido motivo de estigma, vergüenza, anomalía que se explica con la tergiversación pervertida, para algunos más bien divertimento. Y aquí sí hablé solo por mí con todos los grados de libertad que me da mi pobre sesera.

Puedo y quiero acompañar la lucha, justa, que fundamenta la marcha; pero, no soporto, no tolero ni de ellos ni de ellas que al amparo de la misma se trastoque nuestra lengua aun cuando entiendo la idea reivindicadora detrás del juego de palabras y a despecho de las raíces etimológicas completamente desconectadas, en lo gramatical y lingüístico, con la confrontación entre géneros, cuando la oradora en el video debajo de estas líneas, en el minuto 4:15 osa decir "cuerpos, cuerpas" ¡Mi madre! Si no cabe duda que el "discurso políticamente correcto" apela más a la desmemoria y la ignorancia que otra cosa.

Son indicios, nada menores empero lo parezcan, que nos hablan del grado de descomposición social, de la desesperación en que unos y otras estamos en el afán por recomponer al mundo, ese que hace 10 mil años, aproximadamente, surgió precisamente del enfrentamiento entre dos sistemas de gobierno neolítico de la Edad del Bronce: el matriarcado asentado cm comunidades agrícolas en la antigua Anatolia y el nómada paternalismo basado en clanes, cazador, conquistador proveniente del norte de los urales. De ambas formas fundidas surgió lo que hoy somos como civilización, nos guste o no. De esa fusión surgieron las instituciones del matrimonio, del patrimonio, la familia, y más y más y más.

Pero, la modernidad y el necesario afán por balancear las equidades está trastocando los cimientos de la civilización misma, los roles que determinaban el funcionamiento, la manera de delegar tareas en el sistema laboral. La base antropológica es clara: cuando ambos padres se ausentan para laborar, la casa y en ella la crianza quedan a merced de los depredadores, de las fuerzas de la naturaleza (social) y se espera que la fámula, miembro familiar por antonomasia, y el maestro se conviertan en suplentes parentales.

Que ha habido y hay injusticias, arbitrariedades, abusos, ni quien lo niegue. Pero, justos (la infancia) pagan por pecadores. Las demandas son legítimas y no pueden ni deben menospreciarse, sin embargo es momento de detenernos seriamente a ver a dónde nos están conduciendo las resistencias y reacciones de unos y de otras. Máxime cuando ellas, quejándose del lenguaje soez, del albur, hoy hacen lo propio albureando, vejando con la lengua y a la lengua en ese anejo afán por autovalidar el carácter predatorio de quien compite por denigrar al otro y demostrar su poder.

Ya quiero ver a las estudiantes, a las niñas, haciendo bullying a algún niño tachándolo, humillándolo "¡eres macho, eres macho!", en contraste con el que "normalmente" hacían ellos y ellas contra otros etiquetándolos "eres marica, eres marica, mariquita quiere llorar". ¡Ah, si ya hasta confrontan al director de la escuela, verdad! Aunque al presidente Andrés Manuel López Obrador se le salgan las cosas de las manos y recrimine: "a la autoridad se le respeta". ¿Quién determina la autoridad? ¿El cargo? ¿El voto? ¿La gente? ¿Los reyes destronados? ¿Las reinas en rebeldía?






A otro Perro con Ese Hueso



LEO CON CUIDADO el interesante reportaje de la colega Nancy Flores, colaboradora de la revista Contralínea, y no me cabe duda: lo que no entienden algunos colegas periodistas es que las transacciones de orden publicitario, las estrategias de campaña publicitaria apelan, por parte de los anunciantes, a llegar a la audiencia, abarcar más mercado de audiencia, alcance, proyección, cobertura, por consecuencia venta para pagar a la runfla de empleados que hacen posible que la información, chueca o derecha, se difunda, se ocasione entretenimiento y las familias de esos mismos empleados tengan un mendrugo para nutrir a sus crianzas, y para ello es parte fundamental el prestigio de los canales, las firmas, las personas, independientemente o justo por su perfil y capacidad para atraer a las audiencias y formar opinión pública hacia determinado producto o servicio; y los políticos,desde hace añales, a ojos de la mercadotecnia, eso son: productos, consumibles, con una caducidad específica. No se diga lo contrario de muchos comunicadores sea en lo local, lo estatal, nacional o internacional.

Si la campaña establece que se hable de un determinado producto y la personalidad incluida (contratada) al efecto se ciñe a los lineamientos de quien lo contrata, entonces el "chayote" no es para el individuo tanto como para el medio para el cual labora y fija la línea editorial, lo que no es tampoco cosa del otro mundo ni para satanizar. El "chayote" en su definición más básica no es eso, sino el pago directo en moneda o especie al individuo en concreto, a la persona física, no a la persona moral. ¿O sí?

Aquí quiero recordar las atinadas conclusiones de uno de muchos estudios que se han hecho recientemente, tanto como 2015, acerca del papel de los medios en la formación de la opinión pública, concretamente lo dicho por la académica e investigadora Bernardette Califano:
Concebir a los medios de comunicación como actores políticos implica entender que no son simples intermediarios entre los hechos y las audiencias, sino actores sociales con intereses particulares. En su quehacer diario, los medios comunican su discurso a una gran audiencia en un proceso en el que entran en contacto con otros variados actores. Su capital simbólico principal reside en la concentración de “recursos de influencia”, que hacen valer frente a cualquier otro actor social con el que entren en conflicto.
Las organizaciones de medios pueden perseguir objetivos políticos mediante formas diferentes, una de las cuales es el logro de políticas públicas particulares relacionadas con sus intereses. Sus actuaciones pueden ser públicas (en la publicación diaria de la actualidad periodística) y no públicas (tanto en el proceso de producción de las noticias como en otros ámbitos de negociaciones políticas). El objetivo permanente de la empresa mediática es “lucrar e influir”, al que se subordinan los objetivos específicos diseñados en cada caso.
La prensa posee un triple papel en relación con el proceso político: como observadora, como participante y como catalizadora. Como observadora es narradora y comentarista de conflictos en que no se involucra como empresa; como participante es actora de conflictos cuando la firma periodística es parte involucrada, y como catalizadora puede influir sobre los actores no gubernamentales del proceso político.
Y no importa la tendencia, inclinación, filia o fobia, la ideología del periodista en cuestión. Negocios son negocios y cada cual ha de resolver su hambre, sea esta de poder, de comida, de fama, de lectores, de influencia, etc. Ahí tenemos ahora al mismo Polemón y a Sin Censura con Vicente Serrano y muchos más, hoy favorecidos por la línea actual del poder, aunque digan lo contrario y se den golpes de pecho y griten su pureza. Quizá en la austeridad republicana inaugurada por el régimen de Andrés Manuel López Obrador no puedan hacer contratos millonarios, pero su "chayote" está a la vista al enarbolarse, queriendo o no, en voceros del régimen en turno tanto como lo hicieron aquellos que hoy son señalados: Carlos Loret de Mola, Denis Maerker, Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Óscar Mario Beteta, y muchos más. Quizá aquellos resultaron más habilidosos en su negociación, quizá estos son más torpes y se invisten con ropajes de santidad. A saber.


Periodistas enfrentados en la lucha por el hueso

Con este comentario, aclaro, no salgo a la defensa de unos o de otros, sino pretendo poner el fiel de la balanza en vez de andar mordiendo a diestra y siniestra como perro rabioso que no se halla.

Que pueden definirse formas menos pervertidas de pagar la relación medios-poder económico, sí, se puede. Pero no se conseguirá con pesquizas puritanas. Porque tan perverso es tirar la piedra cuando no se recibe el estímulo, como arrojarla antes de firmar de recibido o hacerlo después de embolsarse el cheque o ante la promesa de sacar una tajada de parte del representante. Aquí nadie está libre de culpa.

Lo cierto es que hoy, en vez de abonar a la concordia y la legalidad, tal parece que las envidias de unos respecto de otros, así entre medios, comunicadores, políticos y partidos, el afán por montarse en los hombros de los cangrejos solo está logrando hacer insípida sopa de jaiba, por no saber hacer un sabroso chilpachole.

Si la audiencia se quejó tras la creación del Sistema ECO—creado Jacobo Zabludovsky, otro estigmatizado por la "izquierda" y, sin embargo, con quién más a gusto se sentía AMLO al dar entrevistas—, porque resultaba excesivo un sistema de noticias 24/7, hoy, abusando de las redes como hacen, entre otros, Sin Censura con Vicente Serrano (que ya harta su constante bombardeo de "noticias" y comentarios insidiosos en Twitter), resulta sintomático que hoy suceda lo contrario y hasta parezcamos adictos a semejantes contenidos, independientemente de su calidad discursiva. Como he dicho, los que ayer fueron acusados de medrar, o ya no están o fueron sustituidos o en vías de serlo por parte de los que ayer acusaban tal cosa. En esto, la navaja de Ockham hinca su filo con sutil precisión.








Cuando el hambre de rating aprieta

La cacería de brujas es lo de hoy y México ya lleva un año convertido en un mal remedo de Salem y la vieja URSS, con purgas soterradas, inquina y divisionismo por donde se vea, bajo la máscara de una supuesta "cuarta transformación". Digo "supuesta", por la manera como la pintan sus actores, porque sí, es verdad que estamos viviendo, mundialmente una cuarta transformación muy dolorosa que pasa, primero, por el desmantelamiento del viejo orden del capitalismo real, las nuevas tecnologías de comunicación y la construcción de nuevas formas de relaciones sociales mediante la recuperación de valores determinados. Y, lo peor, el ciudadano del día a día, vulnerable, cae con singular gusto en la trampa propagandística de la transparencia, formándose en la fila de su antojo: la de la descalificación constante del otro o la del terror asociado a los efectos del crimen organizado.

Por supuesto, esta es una primera impresión de mi parte hacia lo que ya viene ocurriendo desde mediados del año pasado; aseguro, no será la última. Solo venía esperando a que se asentara el actual gobierno para, o corroborar lo dicho en estos Indicios Metropolitanos desde 2007 o/y, además, ahondar en los análisis hechos desde entonces por este humilde plumífero. Ya entonces había anunciado, auguruado quién gobernaría desde 2018 y ahora afirmo: tendremos dos sexenios de MORENA, tal como sucedió con el PAN. Nuestro sistema político mexicano está pensado y estructurado de tal forma pendular.

Cierro solo cuestionando, ¿y Carmen Aristegui con su Aristegui Noticias? O qué, ¿a qué esquema publicitario se ha ceñido su equipo de mercadotecnia?

Es claro que las estrategias mercadológicas no sólo apuntan a señalar lo positivo de algo. Poner el dedo flamígero hacia lo negativo también da raiting como queda expuesto en la publicación de SDP, un medio otrora lopezobradorista. Y se antoja escribir un epigrama:

En el juego de pisotones,
quienes más se quejarán siempre
serán los que no sepan limar
sus incómodos espolones.


Los hijos de Mercurio


  • El efecto AMLO "tú te callas porque tengo otros datos"
  • Conductores y comunicadores de Televisa y TVAzteca, y otros, migran a LatinUS ¿ante la falta de garantías a la libre crítica?

ERA DE LA OPINIÓN..., un asunto cantado desde hace varios meses, el que varios comunicadores y colegas periodistas ya no "se hallaban" bajo el régimen lopezobradorista o bajo la austeridad republicana o bajo la pérdida de credibilidad y ganancias publicitarias de los medios de los cuales formaban parte, entre muchas otras razones y motivos.

Escribe Matilde Fernández-Cid Enríquez en un artículo intitulado "Las rugosidades de la piel: la construcción de imágenes sociales" acerca de la creación de estereotipos:
Cuando nos aproximamos al análisis de la realidad social, sea cual sea el motivo de estudio y antes incluso de iniciar su potencial medición o lectura, nos encontramos con representaciones sociales. Este concepto remite a formas de percibir el mundo circundante, de otorgar sentido a objetos, lugares, acontecimientos, sujetos… y, muy vinculado a esas peculiares percepciones, orienta también valores y actitudes. Es lógico, pues, que ocupe un lugar central entre quienes se interesen en una aproximación al proceso de conformación de nuestra vida social; también, por supuesto, para quienes se aproximan a esa realidad social con objetivo transformador.

Cuando la jauría empezó a contagiarse la rabia

Así, en busca del bolillo y nuevos horizontes expresivos, vamos sabiendo de la incorporación de varios famosos a las filas de Central FM, LatinUS y otros nuevos medios asentados en el vecino país del norte, con fuerte sustento en plataformas de streaming: Víctor Trujillo "Brozo", Pedro Ferriz de Con, Galilea Montijo, Luis García Postigo, Carlos Loret de Mola, por mencionar unos pocos, sin incluir a los reporteros y corresponsales despedidos de Notimex.

En cambio, las empresas mexicanas de medios más acomodaticias han dado cabida a lo que antes era la "prensa libre", la "prensa de oposición", al "periodismo comprometido", a la "prensa vociferante", en una suerte de remake de la relación medios-gobierno de turno, incorporando a sus filas los otrora ninguneados por el sistema: Víctor Serrano, Julio Astillero, Ricardo Raphael, John M. Ackerman, Jesús Ramírez Cuevas (a cargo de la comunicación de Presidencia), etc. Radio Centro es un ejemplo del lado de la iniciativa privada. Otro es Canal 11, criticado por los que ahora se suman porque, en el afán de sobrevivir la competencia, entre los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto desarrolló una más "agresiva" estrategia mercadológica "impropia de una televisión pública" (según ellos). O sea, los gruñones de ayer hoy respiran bonanza justo en empresas mediáticas a las que antes les ladraban y de las que ahora lamen el bolo. Algunos aun víctimas de sus propias filias, fobias y complejos. Y el público, deslumbrado por el resplandor de la transformación, va poco a poco descubriendo que no es más de lo mismo, empero sigue siendo más de lo mismo. No hay nada nuevo bajo el sol ni pueden inventarse el agua tibia ni el hilo negro, aunque haya quien jure y perjure que hace un periodismo menos acartonado en programas como Rompeviento, con introducciones ceñidas a una música y un quehacer clásicos de debate y entrevista; o quien presume de hablar sin censura y bravucones, sin reconocerlo, censurando a quienes no piensan, sienten el mundo a través de sus ojos y oídos.

Si los de antes fueron considerados unos "vendidos", por mirar hacia otro lado o cantar al son que les tocara el régimen, los de ahora no cantan mal las rancheras ni las de banda. Y así como las mafias cambian de capos, los gobiernos de administraciones, también la información va de boca en boca, unas lavadas con jabón, otras destilando veneno.



Vamos a rifarnos, ¡me canso ganso! —dijo aquél, abordando el jet.

Apunta el colega Javier Fernando Díaz, hablando de ética periodística:
La lucha por las audiencias ha llevado a algunos periodistas a romper todos los principios éticos. Obtener el máximo número de espectadores, oyentes o visitantes lleva a los medios de comunicación a deformar la realidad, forzar las noticias e incluso crearlas de forma artificial.
Es comprensible y natural que la prensa de "izquierda" esté de plácemes, encontrando respiro para su respectivo nicho. Me da gusto por los colegas que se han rifado hasta la vida por ejercer la profesión con verdad y entrega. Lo malo es, y eso les ha pasado a los otros, que empoderados los periodistas pueden envalentonarse frente al régimen o con el régimen y, en el proceso, perder piso y, amparados en la creencia de que "hablan con verdad" y que la "objetividad" es una falacia olvidan, unos y otros, que la neutralidad a la que se deben es a la de un exclusivo partido: México. Pero, no el México de las fantasías de cada cual, sino el México real (parafraseando al tanto vilipendiado como loado Joaquín López-Dóriga). Ese México de cuya vasta y compleja realidad cada cual solo puede captar lo que en su parcela le rodea y en la que al final basa su verificación de los datos.

En el sentido de lo que aquí voy planteando, dos piezas invaluables son las entrevistas por parte de un académico en el centro de la polémica, a dos colegas hoy contrapunteados:





Tiene razón y habla con verdad Andrés Manuel López Obrador cuando esgrime como justificante de sus decisiones, acertadas o no, que tiene "otros datos". ¡Claro! Los datos oficiales del gobierno en turno, maquillados tal vez según las necesidades del gobernante y su administración (recordemos aquello de "¿Qué horas son? Las que usted diga, señor presidente"); o no, solo quien recaba la información, periodista o funcionario público, conoce la "veracidad" de sus fuentes, mismas de las que abrevan, guste o no, las noticias falsas o fake news al más puro, clásico y rancio estilo propagandístico de Goebels y sus once principios maquiavélicos para la comunicación de masas, tan socorrido no nada más por regímenes de izquierda como el nacionalsocialista o el soviético, sino también por los otros, se llamen de derecha, centro, arriba o abajo, con etiquetas entecas por caducas:

  1. Principio de simplificación y del enemigo único: Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
  2. Principio del método de contagio: Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
  3. Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
  4. Principio de la exageración y desfiguración: Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
  5. Principio de la vulgarización: Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
  6. Principio de orquestación: La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".
  7. Principio de renovación: Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
  8. Principio de la verosimilitud: Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.
  9. Principio de la silenciación: Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
  10. Principio de la transfusión: Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
  11. Principio de la unanimidad: Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.

El México en que crecieron Manuel Buendía, Miguel Ángel Granados Chapa, Jacobo Zabludovzky fue uno y su dinámica obligaba, hacía necesario, capotear los temporales, sobrevivir sin menoscabo de la dignidad, sin patear el pesebre. Hoy, parece que la consigna es patear al pesebre o a la mano que mece la cuna so pena del manotazo respectivo sea de la nana o del muñeco consentido, alegando respeto a la propia dignidad y el pundonor. Los periodicazos ahora van de arriba a abajo y no de abajo para arriba, como le sucedió al diario El Universal tras la pifia y exhibición sufrida en una de las chaquetas mañaneras del presidente AMLO: quiso sacar lana y salió trasquilado.


¡Calamidades o calumniedades?

Entre los vociferantes de hoy y los asimilados de ayer estamos dos generaciones sandwich de comunicólogos, periodistas, comunicadores que hemos, calladamente, abierto esas puertas que hoy gozan los primeros y que hubieron de padecer los segundos. Paco Huerta, inventor del periodismo ciudadano, Jorge Guitérrez Vivó, y hasta quien suscribe estas líneas pusimos ante los micrófonos palabras antes prohibidas como "bomba molotov". Encaramos al poder constituido e instituido y hemos pagado con el destierro, el exilio, el descrédito, la muerte social y no hemos chillado como los de ahora porque los pellizcan, ni hemos pecado de estoicos o hipócritas como los de antaño. Simplemente hacemos como que la Virgen nos habla y continuamos, algunos, examinando y exponiendo los indicios capaces de formar una opinión pública.

Y es que informadores hoy abundan, pero hacen falta formadores. Mírese el grueso de los columnistas y artículistas desde los años 90, en su mayoría políticos "sin chamba" o en la palestra que fungen como predicadores de las tendencias del momento, sin ahondar suficientemente en lo que las vuelve tendencias o lo que puede revertirlas, para bien o mal.

Si antes criticábamos que a cualquiera se le soltaba el micrófono y la cámara para hacerlo locutor, presentador, conductor, actor, periodista, fuera feo, bonito, culto o ignorante, ahora cualquiera con un mínimo de carisma y habilidad tecnológica se le abren las posibilidades de convertirse en influyente (influencer) de la opinión pública, así diga y sostenga sandez y media sin sustento. O sea, la plataforma es distinta, pero el trasfondo es el mismo.

El mundo ya es otro y la fuerza primordial conlleva adaptarse a las transformaciones. Octavio Paz, pese a quien pese, fue congruente en su relación con el poder y privilegió la crítica ácida, constructiva, analítica, nunca la corrosiva hasta la disolución (social) como la que vivimos hoy en un México dividido de manera fabril entre liberales y conservadores, fifis y chairos, los suyos y los nuestros, los políticamente correctos y la disidencia venga de donde provenga.

En el fondo no deja de ser triste reconocer el trasfondo que explica parte de esta diáspora de comunicadores otrora útiles a la opinión pública y hoy desechables para esa misma opinión pública tan voluble como desmemoriada. Solo queda recordarles a unos y a otros que como los vemos, nos vimos; como nos ven, se verán tarde o temprano.

Espero que la censura en los contenidos de la Internet, como bien conocemos muchos vlogueros y blogueros, no ceda a la moralina que campea oronda con sus ropajes reales invisibles y por la que solo los ciegos aplauden al rey tuerto y sus decretos y consignas y señalamientos.

Entre periodistas asesinados, demandados o simplemente acusados de colocar el espejo oprobioso de la infamia ante los rostros de los infames, corruptos, abusivos, oportunistas y demás caterva de incidiosos con cetro, hoy son pocos los que pueden ufanarse de no estár atados, así sea con un hilito discreto, a la corriente del poder imperante.

El chayote, como dije en un comentario que fue borrado ¿por el azar? tras el "bloqueo" que sufriera semanas atrás el canal de YouTube de Sin Censura TV, tiene muchos colores y formas (no olvidemos que hay con y sin espinas), pero una sola máscara: la connivencia que enreda sus ramas para ascender y colarse por los huecos de los hechos y los dichos. Por algo apunté en Twitter: si entre perros ya nos vamos a morder, pues por lo menos cuidémonos de no contagiar la rabia.

Lo cierto, y con esto termino, la prensa de hoy se ha vuelto vociferante, chillona, plañidera que en su afán de generar su propia forma de demagogia, se abraza a una manera equivocada de hacer populismo. El populismo en sí no es malo, pero cuando acaba supeditado a la demagogia, ¡cuidado! Si antes la preocupación radicaba en ganar rating, hoy radica en saberse querido y acompañado en la mar inmensa de la comunicación.

Por lo que a este Santoñito Anacoreta toca, hace tiempo que está hecho a la idea de vivir en su ermita y acaso salir a pescar, navegando solitario en su balsa maltrecha de náufrago entregado a su destino.


Datos de boca en boca


SIENDO QUIZÁS LAS MÁS COMPETIDAS elecciones en la historia de México, y no nada más de las entidades que las experimentaron, las efectuadas el 4 de junio de 2017 han dejado a electores, partidos, políticos, instituciones y analistas varias lecciones.

La primera de ellas, por ser la más evidente, es que ¿el tiempo de las encuestas y de los encuestadores prácticamente ya quedó rebasada?

Recuerdo que hacia 1989, cuando comenzaba en esto del periodismo iniciándome como columnista en el diario El Universal, mi buen amigo, colega y entonces editor de la sección donde yo escribía mis “Paréntesis”, Enrique Bustamante Martínez, tuvo la ocurrencia de incluir como elemento informativo los resultados de diversas encuestas y sondeos de opinión, algunas efectuadas por nosotros, los colaboradores, otras por las incipientes empresas dedicadas a esos menesteres o las ya muy añejas como IBOPE, Nielsen, etc.

Resultó entonces un boom. No solo El Universal dio la bienvenida en calidad de “género” periodístico a la encuesta y el sondeo de opinión que décadas luego derivarían en las infografías, hoy tan de moda. Otros diarios y revistas y canales de televisión y radio siguieron el juego.

Así, cundieron los despachos de toda calidad, nivel e índole para el análisis de información estadística. No habían transcurrido ni 15 años cuando ya, la sola abundancia de información muchas veces contradictoria por hacerse sin una adecuada y rígida metodología o con una acomodada a los intereses de los clientes, empezó a generar inquietud en los lectores, en los espectadores en general. Unos, comprando los datos como si se tratara de indulgencias a prueba de toda tentación demoniaca, otros mirando con suspicacia la cifra dura, la gráfica coloreada.

Gobernantes y empresarios se volvieron aficionados, casi adictos a las encuestas, como si los informes ejecutivos a partir de los cuales tomar decisiones no fueran suficientes para fundamentar su actuación. Vicente Fox Quezada gobernó buena parte de su presidencia decidiendo a partir de los índices de popularidad de su administración, aunque descreyendo del análisis periodístico emparejado “Yo no leo periódicos ni veo televisión”, llegó a afirmar. Los partidos políticos no quedaron exentos de esta marea de influencia internacional.



Hasta hace un par de años, era como si las nuevas generaciones nunca hubieran caído en cuenta del daño que ocasiona el abuso de la información estadística, abuso que ya había experimentado el mundo justo poco antes de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy, las encuestas y sondeos de opinión abundan como plaga imparable. Las redes sociales proveen herramientas para que cualquiera haga un cuestionario capaz de arrojar automáticamente datos estadísticos a partir de los cuales generar la ilusión de que la opinión de unos cuantos admiradores, curiosos o amistosos contactos es “la neta del planeta”. Y esos encuestadores basan su decir y hacer en el poder de esa opinioncracia, como la he llamado, para la que no hay mejor verdad que la surgida de entre sus militantes, más en tratándose de sus pares.

En comunicología esto se explica mediante uno de los modelos propuestos y estudiados desde los años 40, el conocido como “Modelo de dos pasos” que es derivación y consecuencia de la “Teoría de las Relaciones Sociales” trazada por Lazarsfeld, Berelson y Gaudet, antes de que la televisión llegara a ser un medio de masas.
Ellos elaboraron un complicado proyecto de investigación para estudiar el impacto que sobre los votantes provocaba la campaña electoral para la presidencia del país, que en 1940 fue la primera realizada con intervención directa de los medios de comunicación de masas. Al comienzo se interesaron en cómo los miembros de determinadas categorías sociales seleccionaban el material de los medios que se relacionaba con la elección, y cómo ese material incluía en sus intervenciones como votantes.
[…] Algunos de los efectos investigados eran la participación en la campaña (buscar información sobre los candidatos y sobre los temas en juego), la formulación de decisiones para el voto, la concurrencia misma a los comicios. Como se pudo comprobar, la campaña produjo también otros tipos de efectos. Algunos de los encuestados fueron activados por el material difundido en la comunicación de masas; es decir, tenían una predisposición latente a votar en un sentido determinado, pero esas predisposiciones necesitaban cristalizar para hacerse manifiestas. Otros miembros del electorado habían ya adoptado una decisión al comienzo de la campaña, decisión que fue reforzada por una selección continua y partidista del material adicional que aportaban los medios. Las intenciones iniciales para el voto solo fueron rectificadas en unos pocos casos. Así, la campaña solo obtuvo éxito limitado en la conversión de las personas, pasándolas de un partido a otro.
[…] La edad, el sexo, el lugar de residencia y el nivel de educación, eran las variables esenciales. Estas integraciones dentro de una categoría social determinaban el “interés” y llevaban a una decisión temprana o tardía. Este complejo de variables, actuando en consumo, influían no solo en el grado y orientación con que las personas se enfrentaban al material electoral en la comunicación de masas, sino que determinaban también los tipos de efectos que este material ejercía sobre ellas
(DE FLEUR & BALL-ROKEACH, 1989, págs. 251-256)
Lo experimentado en estas recientes elecciones, especialmente las del Estado de México y Coahuila, refuerzan lo que ha venido sucediendo en México desde la elección que llevó a Ernesto Zedillo a la presidencia. El electorado ya no depende solo ni exclusivamente del material que a efecto de campaña política le proveen los agentes políticos, sino que cada vez más, con ayuda de las redes sociales, como potenciadoras del “Modelo de dos pasos”, acomodan sus decisiones en función del grado de certitud —así sea ilusoria— que les genera la opinión de aquellos pares a los que consideran más enterados sobre cierto asunto y, con base en ello, inclinan su preferencia hacia cierto lado. En este caso, ese lado ha sido el del hartazgo y fastidio que provoca el estatus quo. Así, cualquiera que opine en contra del establishment y provea mínima información sintética que refuerce el sentimiento generalizado cobra en poco tiempo carácter de líder de opinión en el círculo de relaciones sociales de su competencia. Ese es parte del fundamento de lo experimentado en los comicios que llevaron al Brexit y a Donald Trump a colocarse en la cabeza de las preferencias.

La publicidad de boca en boca, la más poderosa de todas, adquiere así una nueva dimensión al tener la capacidad de transformar mentiras en verdades y, viceversa, verdades en mentiras que, narradas y descritas de manera digerible consiguen prender en el ánimo y la conciencia de los electores provocando ya no la inclinación hacia un actor específico, sino la fragmentación del voto por virtud del reconocimiento de la libertad que lo sustenta. Lo que aplica, también, en la conformación de una imagen pública de marca basada en la creencia mucho más que en la verificación.

La distorsión que ha sufrido ese “Modelo de dos pasos” por influencia de la evolución social y de las nuevas tecnologías es notoria pues, mientras en 1940
Se descubrió que existían, en realidad, muchas personas cuyo contacto directo con los medios era bastante limitado. Estas personas obtenían casi toda su información sobre la campaña electoral a través de otras personas que a su vez sí la habían obtenido de primera mano. La investigación comenzó a poner de manifiesto que el desplazamiento de la información se operaba en dos escalones básicos. En primer lugar, la información pasaba de los medios a aquellos individuos relativamente bien informados, que atendían con frecuencia a la comunicación de masas. En segundo lugar, esos individuos la transmitían, por canales interpersonales, a otros individuos que tenían menor contacto con los medios y que dependían de los demás para obtener su información [ibid. ].
Pero no solo obtener la información, sino además y más importante formar su opinión.

Las redes sociales, al potenciar ese intercambio interpersonal de información, sin miramientos, sin hacer hincapié en la fuente de la misma, es uno de los factores que ha definido el casi ilimitado poder —me atrevo a decir fundamentalista— de la opinioncracia.

Al caer en el descrédito políticos, sistemas, instituciones, el electorado busca de qué aferrar su fe y en quien más confía ya no es el más enterado, sino el más cercano (no necesariamente de forma física, sino al menos dentro de los seis grados que implica toda construcción estructural de relaciones sociales entre conocidos). Sin el conocimiento de base, sujeto a los vaivenes de la información, el individuo adherido a la opinioncracia termina por caer en una suerte de fundamentalismo donde aquella información que le da sentido a su razón de ser, pensar o sentir es la válida, la verdadera, aun cuando pueda provenir de fuentes no fidedignas.

Parte de esto es lo que ha preocupado, por ejemplo, al presidente Donald Trump cuando argumenta en contra de las “noticias falsas” que han distorsionado su imagen.


Las noticias falsas siempre han existido y han sido empleadas como recurso de campaña y mercadológico, porque apelan al sensacionalismo, sorpresa e indignación de los desinformados, los que ya, hoy, yendo a un extremo, llegan a desacreditar a los informados, aun cuando estos tengan “los pelos de la burra en la mano”.

Las noticias falsas hoy, incluso y además, se han convertido en un perverso modelo de negocio (HAZARD Owen, 2017) sobre el cual algunas empresas de medios como Facebook, Google, Reuters, New York Times, ya comenzaron a tomar sus providencias. Los blogs, como estos Indicios Metropolitanos, han sido un fiel de la balanza en estos asuntos, pero también quizá la más peligrosa piedra en el camino de informarse.


Si, en un principio, se señalaba a Wikipedia como madre de todas las confusiones y la desinformación, por su base cooperativa que permite a cualquiera añadir datos sobre diversos temas, algunas veces sin la debida confirmación o referencia verificable, los blogs y los sitios de contenido autorreferencial, los motores de feed para compartir noticias y la perversa práctica de replicar la información mediante plagios, todo eso ha llevado a los internautas, en tanto consumidores de información, por un lado, a creer casi cualquier cosa publicada o, al contrario, a descreer de casi todo lo que leen, reforzando más esa confianza en los pares aparentemente más enterados.

Pongo un ejemplo, en mi carácter de periodista autor de estos Indicios Metropolitanos, estuve dedicado a dar seguimiento a las distintas informaciones y fuentes —empezando por las oficiales— para dar a conocer los resultados de las elecciones, en concreto del Estado de México y publicando, como puede verse, entregas diversas basadas en esa información.

En algún momento, los datos duros los compartí a través de un grupo de WhatsApp al igual que las redes sociales y no faltaron los que, aduciéndose más enterados que un servidor, desacreditaron esos datos, solo por no convenir a su creencia o sus intereses. “Esa información no es verdad, no es lo que aparece en las redes sociales, el PRI en su ambición desmedida e intolerante puede provocar una bronca inmensa y todo por la irracionalidad de unos cuantos”, argumentó una persona. Horas más tarde, la misma información ya circulaba en los medios tradicionales y ni así se le daba crédito al virtual triunfo del candidato Alfredo Del Mazo, el cual se confirmaba todavía más luego de la captura del 98% de las actas de escrutinio, hacia las 13:00 hrs. del día siguiente de las elecciones.


Las encuestas más cercanas a las elecciones reflejaban esos posibles y ahora verídicos resultados. ¿Qué hace distintas a las encuestas en México respecto de las de otros países donde se las ha cuestionado? ¿Aquí todavía son creíbles, funcionan?

Por supuesto que uno mismo, al confrontar los datos, es el primero en cuestionarse qué tan duro es lo que se presenta como duro, sobre todo en vista de lo fácil que puede ser manipular la información para favorecer a uno u otro actor. Pero, tampoco puede uno andar por la vida sospechando de toda sombra y es preferible asentar la información con la mayor neutralidad de que se es capaz.

Estos comicios dejan más lecciones que ya iremos comentando en ulteriores entregas.

Referencias

DE FLEUR, M., & BALL-ROKEACH, S. (1989). Teorías de la comunicación de masas. Barcelona: Paidós.
HAZARD Owen, L. (2 de junio de 2017). "Fake news might be the next issue for activist tech-company investors". Recuperado el 5 de junio de 2017, de Niemanlab: http://www.niemanlab.org/2017/06/fake-news-might-be-the-next-issue-for-activist-tech-company-investors/?utm_source=Weekly+Lab+email+list&utm_campaign=d06a69eb9d-weeklylabemail&utm_medium=email&utm_term=0_8a261fca99-d06a69eb9d-392034301



Cuestión de tercios

Monosabios cumpliendo su labor levantan del albero a la torera herida y le llevan rumbo a la enfermería ante la mirada amenazante del cárdeno.

EN ESTOS INDICIOS METROPOLITANOS, he comentado en diversos momentos acerca del peso que la percepción tiene en la opinión pública, en esa opinioncracia que hoy nos gobierna tristemente y no nada más eso, sino se ha erigido incluso en algunas ocasiones en un ominoso tribunal donde los necios ejercen de jueces y partes.

Este artículo breve puede ser considerado un apunte al vuelo para señalar de nueva cuenta ese odioso divorcio entre lo que creemos y lo que pasa en la realidad.

Cuando somos jóvenes, listos para abrazar una vocación, la realidad nos da un frentazo, uno de los primeros, cuando nos confronta con el hecho de que las cosas en lo laboral no son como imaginamos o nos cuentan la escuela, el coach, nuestros padres o los medios de comunicación. Más pronto, quizás antes o más tarde ocurre algo similar con las relaciones de pareja. Así, en distintos rubros parecemos avanzar sobre un camino pavimentado de frustraciones, mentiras, falsedades, lucubraciones, ilusiones vanas.

Y eso que aplica al desarrollo personal de cada quien, a veces con más fortuna que otras, sucede también a los gobiernos y a las sociedades en general.

Sin ir lejos, pensemos en Naucalpan, Estado de México, centro de atención básico de estos Indicios Metropolitanos sin ser el único tópico de interés para mí. Municipio de vocación industrial y comercial que, aun habiendo seguido su llamado, no ha atendido las vocaciones alternativas de mucha de su población, descuidando asuntos como la cultura, por ejemplo, tema sobre el que hablaré en otro momento.

Diariamente recibo en los correos asociados a este blog alertas distintas acerca de temas relacionados con Naucalpan.

Te habrás dado cuenta, estimado lector, que es raro que yo publique nota roja o que acaso me atreva a hacer análisis al respecto de lo contenido en las noticias policiacas, unas más sensacionalistas que otras. Esto es por dos razones: primero, porque creo que es poco lo que puedo aportar sobre ello por no ser experto en la materia, pero también porque me parecería un abuso caer en la insistencia que ya otros hacen bien o mal, a veces con obsesión, echando sal en la herida como si lo disfrutaran. Además, desde la definición misma de lo que es este blog en tanto “Revista unipersonal sobre temas de actualidad, comunicación y humanidades”, aun siendo un asunto muy humano, hacerlo desviaría el espíritu que fundamenta su esencia en tanto medio.

Por eso, este artículo solo anotará unos, eso, indicios. Ni siquiera pruebas, evidencias, o datos estadísticos capaces de revelar más que lo que da pie para la especulación.

Decía que diariamente recibo alertas distintas acerca de temas varios sobre Naucalpan. La nota roja está entre ellos y es de destacar que, solo un día como hoy, 3 de mayo de 2017, dos tercios de las noticias se refirieron a hechos policiacos ocurridos durante el puente largo del fin de semana, asaltos en su mayoría. En cambio, un tercio de las alertas se referían a ofertas laborales, en su mayoría para adultos no mayores de 35 años.

Para quien no sabe “leer”, esos “datos” podrían resultar alarmantes. Seguro un nutriente más, delicioso, para engordar esa percepción que permite a la opinioncracia cebarse sobre los logros y los fracasos, en este caso, del gobierno municipal de Naucalpan encabezado por el alcalde Edgar Olvera. Pero, sería solo eso, percepción.

Muchos han sido los estudios, unos más sesudos y serios que otros, encuestas también, que han planteado la desproporción entre la cifra de desempleados, en especial jóvenes o adultos jóvenes y las cifras en aparente aumento de los delitos, no nada más en Naucalpan, sino en el país. Parecería que nos regodeáramos lacerándonos la conciencia con el silicio de la vergüenza de haber elegido gobiernos y autoridades ineptas e incapaces —al menos a nuestros ojos de víctimas de la circunstancia, cuando no cómplices victimarios.

Mientras el presidente de la república, Enrique Peña Nieto, ajusta sus cifras sobre el desempleo para hacerlas, en lo que cabe, más realistas, los candidatos al gobierno del Estado de México incurren en los mismos errores de siempre al prometer lo que viene a la mente de ellos y de su equipo de asesores. Al fin, prometer no envilece, dar es lo que aniquila mientras duren las campañas electorales. Total, ¡qué tanto es tantititito!

Josefina Vázquez Mota reculó en ese mismo periodo de las alertas que comento cuando, tras el debate, hubo de someter a telefónico sondeo de opinión su promesa de generar 1 millón de empleos.
Y es que las cifras visten, aunque no siempre visten de la mejor manera. También en ello, los estadísticos y los mercadólogos de la política se han hecho a la idea de que el maquillaje de los porcentajes puede ser una buena manera de inclinar la balanza hacia tal o cual candidato. Al fin y al cabo, el grueso del pueblo, piensan —y no sin razón— no guarda memoria y también incurre en la misma torpe ingenuidad, la misma mezquina dependencia.

Desde antes del debate, y como dije aquí mismo, quedó claro que la contienda por el Estado de México quedará dirimida entre dos candidatos. Ahora es cosa de ver cómo los partidos políticos acomodan a sus caballos en las infografías y las encuestas hechas a modo, pues mientras unos cantan en la lotería a Del Mazo como puntal de la esperpéntica coalición PRI-Verde-Nueva Alianza, otros hacen lo propio con “Chepina” y ni qué decir de Teresa Castell, la candidata independiente; o la morenista Delfina Gómez, de la que puede decirse que es todo menos una “Juanita” más en las filas tras AMLO. Por contraste, mientras, aquel infame “Juanito” original colorea hoy las pantallas televisivas en calidad de patiño de ese otro esbirro conocido como el “Abogado del Pueblo”, Christian Sánchez, dentro del contenido del furris reality show de TVAzteca Enamorándonos y del que solo rescataría yo a dos o tres bellezas.


En fin, que en el coso de la democracia el primer tercio ha pasado y va siendo hora de que salgan al ruedo los monosabios para hacer las delicias y la entretención de los aficionados. Aquel que consiga saltar el burel de la verdad con más gracia sin recibir cornada grave o mortal, podrá llamarse a cortar oreja junto al valiente de la tarde. Por ahora, todos están en la fila, alternando posiciones, aguantando, cansando los ímpetus de la bestia popular. Es probable que, ya en el último tercio y para el 4 de junio el juez de plaza se incline más por agitar el pañuelo del fastidio y nombrar triunfador al menos malo entre los malos.


Yo soy el responsable


DÍAS ATRÁS, escribíal empresario regiomontano Gilberto Lozano un apunte, comentario, debajo de cierto video en el que llamaba a la movilización contra el gasolinazo, entre otras cosas. Esto en respuesta al hecho del aumento en los precios de los combustibles y la serie de protestas que a lo largo y ancho del país se suscitaron.

En su video, el empresario responsabilizaba a los funcionarios públicos corruptos y al sistema político imperante de este y todos los demás males que aquejan a México, excluyendo al resto de los mexicanos más dados a identificarse con la idea del “pueblo bueno” Asimismo conminaba a exigir a políticos y gobernantes no solo resultados sino apego a los compromisos en congruencia con las necesidades del país, sin que ello supusiera exigir algo en particular al ciudadano común. Por mi parte, en mi comentario, le dije:

[…] estimable Sr. Lozano. Eso de que no se le puede exigir a usted o a mí, es una falacia discursiva, un sofisma demagógico.

 Por supuesto que le puedo exigir a usted o usted a mí. Claro que no será lo mismo que a los funcionarios públicos, pero sí algo mucho más fundamental y tan compartido con aquellos como son las obligaciones ciudadanas que acompañan a cada derecho.
Yo puedo exigirle a usted, como usted a mí, que cumpla con esas obligaciones en los distintos niveles, aspectos y rubros. Podemos exigirnos mutuamente cumplir con las leyes, para empezar. Pero ahora circula en el aire y el ámbito de lo que yo he llamado la “opinioncracia” que cualquiera se siente mejor que los demás y adopta actitudes tan reprobables como las mismas que pretende señalar o en efecto denuncia de, por ejemplo, sus funcionarios […]
Quiero recordarle que usted también es partícipe del sistema, aunque desde su trinchera. Abreva, por lo pronto para sus negocios, de las virtudes y vicios del mismo sistema que lo sostiene como parte de un desarrollo económico y social […]
La exigencia del ciudadano al gobierno, como viceversa del gobierno al ciudadano es de doble vía, bidireccional (VEGA Torres, 2017).
Desconozco hasta qué punto pudieron haber calado en el ánimo del empresario mis palabras, mi opinión. Sí sé, en cambio, la reacción que provocaron en otro de los dialogantes debajo de la publicación en el canal YouTube de Lozano.

Un joven ciudadano, de nombre Alejandro Montoya, tuvo a bien responder a mi crítica con la propia, en los siguientes términos [edición, corrección de estilo y notas aclaratorias mías, para efecto de legibilidad]:
Por personas como usted estamos como estamos, que viven de lo mucho que conocen y la educación de letra que poseen.

Se lo digo a usted en personal, a simple vista una persona insensible del tema México.
Por su propia ideología cree tener la razón de lo que dice, pero no es más que eso, señor Antonio de La Vega, solo palabras, usted no es más que otro con la soberbia de una persona influyente.
Quiere convencer a cualquier débil de razonamiento con su aburrida conceptualización de la problemática mexicana de vieja escuela priista.
Se equivoca, señor, la nueva generación de mexicanos —y no hablo por aquellos jóvenes mexicanos clasicistas con creencias de virreyes que creen que ni el gasolinazo ni la política putrefacta como la que usted defiende son problema de ellos— [no termina la idea].
Soy un joven que vive bien, gracias a Dios, pero no me agrada ver a las grandes mayorías en condiciones tan exageradamente desiguales.
[retoma la idea] A esta nueva generación de mexicanos es a la que me refiero: a los que estamos conscientes de la problemática de la espantosa realidad mexicana, aun perteneciendo a una clase cómoda. Y por supuesto que hay derechos y deberes, pero le pregunto yo usted, señor José Antonio: ¿conoce algún mexicano sus derechos? Porque, si los conociéramos, fuera nuestro deber, como dice usted, expulsar de inmediato al presidente Peña Nieto de Los Pinos, eso es conocer nuestros derechos; y pasará pronto, porque el pueblo se levanta y despierta y ahí entenderá la obligación, como usted dice, con el gobierno; y esa obligación es reclamar nuestros derechos, porque los derechos emanan del pueblo. 
Días después, ocurrió el triste y trágico suceso del suicidio de un adolescente regiomontano luego de atentar contra la vida e integridad física de sus compañeros de clase y su maestra en una escuela de Monterrey. Gilberto Lozano pareció entonces comprender el trasfondo, aún más que del hecho, de lo que pude haber sugerido con mi crítica y, casi como en una respuesta en consecuencia, publicó un nuevo video insistiendo en la necesidad de una revolución pacífica y en el que afirmó apasionadamente responsabilizarse de manera tanto directa como indirecta de lo acontecido, señalando a la vez, cómo parte de esa responsabilidad deriva de la omisión tanto como de la comisión y permisividad de delitos y atropellos diversos a las libertades de los mexicanos:
[…] Hoy no le voy a echar la culpa a los políticos. Me la voy a echar yo como “responsable”. Porque a mí me toca salvar la tierra de mis hijos […]

Yo soy responsable de haber comprado cosas americanas y no haber entendido que a México lo vamos a rescatar los mexicanos comprando las cosas nuestras.
Yo soy también responsable de lo que ocurrió en la guardería ABC. Soy responsable de Ayotzinapa y de permitir la mentira, las llamadas “verdades históricas” de los políticos y no ponerlas en la basura […]
Yo soy el responsable de decir “¡Ya basta!” […]
Yo me hago responsable como campesino, también, de haber dejado que las tierras se murieran. De haber permitido que los Salinas de Gortari y toda esa gente las convirtiera en traspatio […]
Yo soy responsable también de los 130 mil asesinados que se han dado en los últimos cinco años […]
Yo soy el responsable como transportista, de ver por mis intereses y no ver que tenemos que poner un “¡hasta aquí!” en México muy en breve […]
Yo soy el responsable porque me tengo que sentir dueño de México […] y que cuando aprendí a no meterme con políticos, hoy me doy cuenta que ellos se meten hasta la cocina de mi casa.
Soy responsable porque, aunque pintando canas, muchos de nosotros preferimos arreglar a México en un café, en una cantina, cuando debemos salir a las calles y no lo hacemos porque nos pueden llamar agitadores […]
Soy responsable de seguirme tragando esa píldora de la esperanza […]
[…] me siento responsable como policía […] como soldado […] (LOZANO, 2017).
En su video, Lozano se cuestionó —usándose como ejemplo— en qué momento los mexicanos dejamos de hacernos responsables y convocó a hacer un boicot y parar a México el domingo 22 de enero, pasando de las marchas a la toma de gasolineras —algo a lo que ya, en algunas entidades, días atrás, otros se le adelantaron— tema que yo mismo, en un video propio transmitido por Facebook, mencioné con sorna crítica, en calidad de reto, al no ser esta la primera vez que se ha propuesto semejante acción en protesta por la misma causa.

¿Será que esta vez sí se consiga paralizar al país durante un día? Se verá.

En su airada alocución, Lozano, quien critica a los intolerantes y describe que “solos, somos una gota; ¡unidos somos un tsunami!”— señaló y calificó de “gusanos” a quienes no tengan la entereza, la decisión de participar de la revolución que propone, como si opinar distinto supusiera, mejor que matices, todo lo contrario de lo que propugna.
¡No grites cuando te pisoteen! […] Porque, o eres parte de esta revolución pacífica o eres alguien que nos estorba [ib.]
Hasta aquí los dichos asociados a específicos hechos que de alguna manera resumen el hartazgo y la descomposición de la sociedad mexicana.

Personalmente, si tomo este texto como una respuesta además al joven Montoya, no tengo mucho más por decir, sino que me congratulo de que el señor Lozano haya construido este discurso reflexivo, aun cuando en el tono raye en cierta intolerancia. Declarándome como siempre apartidista y contra lo que piensa Montoya, en mi crítica original justo apelé a esto que ahora pone en sus palabras Lozano, a hacernos responsables cada uno de nosotros los mexicanos de lo que nos sucede tanto como de lo que no nos sucede, porque no somos entes aislados.

Quizá mi forma de expresión puede resultar chocante a más de uno, pero jamás he considerado a nadie con alguna suerte de debilidad racional que le haga incapaz de comprender el papel que cada uno juega en el devenir de las cosas y los hechos.

El refrán es claro, tanto peca quien mata a la vaca como quien le amarra la pata. Y poco ganamos mirando con recelo a nuestros semejantes, en especial a aquellos que, ya por miedo, vulnerabilidad, reticencia, optan por mantenerse inmóviles, pasivos, resignados o conformes.

Sí, al igual que Lozano, en todas las cosas que yo escribo pretendo despertar la conciencia de quienes me puedan llegar a leer. No digo las cosas como este o aquel otro, pero ello no obsta para que conste que mi principal centro motivador de lo que pienso y siento en materia social, política y económica se llama México.

Así como hay quienes toman las armas, quienes toman las calles, quienes arengan, quienes juzgan, quienes procesan, quienes producen o administran lo que a la mayoría le parece justo, también habemos los que no, necesariamente en la corriente de todos, comulgamos de forma crítica con determinadas causas. No toda acción implica estruendo y alharaca. No todo silencio implica consentimiento.

Me preguntó Montoya si conozco a algún mexicano que sepa sus derechos, y aquí ahora le respondo que sí, no solo a los cercanos a mí, sino a muchos otros más que, como el propio joven Montoya, los ejercen a diario empezando con la oportunidad de expresar su pensamiento y su sentir. Tal vez no conozcan esos derechos a cabalidad o como para enlistarlos uno a uno, pero claro que cuentan con la idea más amplia y general que deriva de saberse libres, acotados pero libres.
Lo que Montoya toma como una “defensa de un sistema putrefacto” es resultado de una lectura sesgada, una mala interpretación que ha venido añejando la gente que, como en una vieja revancha, mira con el mismo desprecio segregacionista del colono dueño de encomiendas o el criollo hacendado a los que, por decisión propia o llevados por la corriente han abrevado del servicio público, para bien o mal de todos.
En mi comentario a Lozano comenté también:
Los funcionarios públicos no son, como pretenden y alegan hacer creer los enamorados del clientelismo, “empleados nuestros” por elemental principio de lo que significa la relación obrero-patronal. Esa es una postura equívoca que más apela al resentimiento acumulado a manera de reacción frente al sojuzgamiento experimentado en épocas anteriores. La “oligarquía explotadora” no la constituyen solo los gobernantes respecto de los ciudadanos y por supuesto tampoco y menos estos respecto de los que en teoría los representan o administran los bienes públicos. El gobierno no es una empresa y las categorías para definir los roles no se equiparan.
Otra persona, discrepando con esta idea, insistió en que sí, “por lo menos los candidatos elegidos mediante el voto son empleados directos del pueblo”.

El error consiste en ver a México como una “empresa” sujeta a los designios de un “pueblo patrón”.
Todo Estado está conformado de tres entidades coherentes, es decir conectadas entre sí: pueblo, territorio y gobierno.

Es verdad que los mexicanos nos creemos dueños de estas tierras y lo que hay en ellas, pero en realidad solo estamos de paso y somos parte de lo mismo que hay en ellas. Cuando mucho tenemos en nuestro derecho y obligación administrar lo que nos ha sido dado por ¿destino?, ¿naturaleza?, ¿origen?

Es verdad que el gobierno emana del destino manifiesto y la voluntad del pueblo, mediante las instituciones y los procedimientos creados para el efecto, pero eso no nos convierte en los “gerentes” del territorio, del que dependemos, ni en los capataces de la burocracia, de la cual formamos parte en tanto sujetos electores.

El concepto de soberanía nacional, en tiempos de globalización, ya no puede ni debe ser visto y entendido como la posesión a ultranza del espacio contenido entre unas fronteras y lo que en ese espacio se produzca. Insistir en ello es necio.

Ni los representantes populares ni los funcionarios públicos firman un contrato de trabajo con un ente empresarial llamado México, pues no existe. A lo sumo se adhieren, asumen y aceptan las responsabilidades adquiridas de manera voluntaria (por lo general) para ejercer un servicio público, y esto independientemente de que lo efectúen a cabalidad o de forma deshonesta (lo que por supuesto reprueba cualquiera con un mínimo de conciencia ética).

Ojalá más mexicanos, como los que pudieron anotar su parecer n ese como en otros contenidos, asuman su responsabilidad y actúen de forma congruente, cada uno desde el ámbito de su competencia, para hacer de este nuestro México un país cada día mejor.


Por lo pronto yo, como Lozano, me hago responsable de estas palabras y las que he escrito por años y las que vengan; de haber confrontado cara a cara a Enrique Peña Nieto cuando fue gobernador de mi entidad, el Estado de México, o a mis presidentes municipales; y no para atacar gratuitamente, sino para hacer la crítica propositiva, constructiva en el interés de alcanzar mejores condiciones para mi gente, mi comunidad. Ahí están quienes pueden atestiguar mi compromiso y que, sin necesidad de baladronadas, simplemente no me arredro ante el poder establecido.

Referencias

LOZANO, G. (19 de enero de 2017). "Enero 22, vamos al México Nuevo, hasta aquí". Recuperado el 20 de enero de 2017, de Gilberto Lozano (canal YouTube): https://youtu.be/WPUnejv8t_U
VEGA Torres, J. (9 de enero de 2017). "Promueve Gilberto Lozano #RevoluciónPacífica". Recuperado el 20 de enero de 2017, de Indicios Metropolitanos: https://indiciosmetropolitanos.blogspot.mx/2017/01/promueve-gilberto-lozano.html