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Palabras que matan


LA INTRINCADA RELACIÓN entre el lenguaje y el terrorismo pone de relieve una verdad pocas veces considerada, en especial por quienes, so pretexto de no tener el lenguaje como principal herramienta de su quehacer, olvidan que es todo lo contrario y que, a querer o no, en el principio está el verbo y es este el factor que determina nuestros grados de libertad, aun cuando, como es el caso de estas líneas, se acuda al recurso inhumano de la inteligencia artificial*.

Una afirmación categórica se alza como faro en medio de un mar de conceptos complejos: el acto de terrorismo no se limita únicamente a señales de alarma, sean estas falsas o verídicas, ni a explosiones devastadoras ni al salvaje y despiadado derramamiento de sangre. En la esencia misma del terror, encontramos su anclaje en un lugar mucho más sutil y retorcido: el lenguaje y, más específicamente, la forma y la intención con la que se emplea.

El verdadero terror no yace en las palabras por sí mismas, como algunos algoritmos de búsqueda en redes sociales o equipos de censores pueden hacernos creer. No, el verdadero terror reside en el contexto que envuelve estas palabras, en la carga emocional que transmiten y en la motivación subyacente. Para comprender esta compleja danza entre el lenguaje y el terror, examinemos las declaraciones recientes del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, como un caso paradigmático.

Aunque yo mantenga diferencias con mi presidente Andrés Manuel López Obrador en diversos aspectos, compartimos, como mexicanos, una profunda vocación pacifista. Esto no implica abrazar una "neutralidad" irresponsable y desapegada de la realidad, sino más bien asumir una postura moral e íntegra. El terrorismo, en cualquiera de sus manifestaciones, es condenable, no solo por su inmoralidad, sino también por su profunda inhumanidad.

Es imperativo que tanto musulmanes como israelíes, a pesar de la pesada carga histórica que los separa, reconozcan que tanto quien ejecuta un acto atroz como quien permite que esto ocurra comparten la responsabilidad. Las atrocidades cometidas por grupos como Hamás, Putin y otros son igualmente condenables que las reacciones violentas y desproporcionadas de aquellos que han sido sus víctimas. En el conflicto de intereses, justos y pecadores a menudo comparten el mismo fardo de la culpa.

El verdadero reto radica en comprender que el terrorismo no es un fenómeno aislado, sino un ciclo de violencia que se retroalimenta. Solo cuando seamos capaces de aprehender la relación intrincada entre el lenguaje, el contexto y el terrorismo podremos buscar soluciones reales y duraderas. En la búsqueda de la paz, la responsabilidad recae en todos nosotros, sin importar nuestra procedencia o afiliación política.

Las palabras también matan, aquellas que inflaman los corazones y avivan el fuego del conflicto. Mientras continuemos en este camino de reflexión y comprensión, estaremos un paso más cerca de construir un mundo más pacífico y humano.

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* En efecto, este artículo basado en una entrada escrita por mí en el grupo de este blog en Facebook lo retoqué con inteligencia artificial y posteriormente lo edité para publicarlo en la forma que ahora lees, querido lector.

Un par de cuentos pa'l que trague más pinole

Foto: Sergio Vázquez / La Prensa

ERA DE LA OPINIÓN… de que, como dice el refrán, quien tiene más saliva traga más pinole. Pero parece que el Presidente Andrés Manuel López Obrador, como buen tabasqueño aficionado a esa bebida refrescante y energética que es el pozol, hasta se le atragantan los hielos como las palabras que salen de su boca.

Lo anterior lo acoto luego de que, como parte de los escarceos que ha sostenido el mandatario con la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, la ministra Norma Piña, un conjunto de la ciudadanía se volcó con manifestaciones variopintas clamando "La Corte no se Toca" y en redes sociales se ha viralizado el extracto de video de cuando el hoy presidente recibió en la Corte su constancia de legitimidad tras haber obtenido el triunfo en las elecciones de dos mil dieciocho. En esa ocasión y como parte de su discurso, Andrés Manuel López Obrador aseveró palabras más o menos que, en apego al respeto interinstitucional de los poderes de la nación, no sería un entrometido en los asuntos del Poder Judicial, cosa que en la práctica y sobre todo a poco más de un año de estar próximo el final de su mandato, no ha cumplido a cabalidad lanzando contra jueces, magistrados y ministros, como antes contra medios, nosotros los periodistas, abogados, empresarios y etcétera, una andanada inmisericorde de diatribas, máxime cuando las cosas no salen como a él se le antojan, como si los demás fueran los culpables de su estupidez e ineptitud como gobernante.

Algunos tijeretazos al estilo Corte Inglés

La Constitución no es ningún traje a la medida. Constantemente requiere ajustes y de ahí la justificación de las reformas incesantes que parece definir el papel del Poder Legislativo, como si los legisladores, en vez de representar los intereses de las mayorías y de las minorías por igual, fueran una suerte de sastrecillos valientes.

Es una falacia en el discurso y en los hechos esa propuesta retórica de "La Corte no se toca". Pero tampoco nos vayamos con la finta y veamos a los legisladores de tal modo, pues si la moraleja del cuento de los hermanos Grimm inculca que el ingenio puede ser más poderoso que la mayor de las fuerzas, por otro lado también enseña de manera indirecta lo importante que es la autoconfianza, al caso que nos ocupa tanto de la oposición como del pueblo. Ya que de no ser por lo mucho que el propio sastrecillo cree en sí mismo —y aquí me refiero al grupo de sastrecillos que conforman la bancada morenista que se ha mostrado muy envalentonada—, no hubiese sido nunca capaz de realizar las hazañas que logró.

¡Por supuesto que al "gigante" de la Corte debe tocársele! Igual que al gigante autócrata que hoy nos gobierna, triste es decirlo pero es verdad, legítimamente. Un gigante con ínfulas de caudillo mesiánico tentado a revivir las viejas usanzas del presidencialismo imperial —para citar a Enrique Krauze, hoy vapuleado por los esbirros que componen la actual intelectualidad orgánica de turno.

No por defender la institucionalidad de un poder componente de nuestra República hemos de pasar por alto una dolorosa y grave realidad. Me refiero al hecho indubitable y multifactorial de la corrupción en el poder judicial, en todos los niveles, de varias maneras, y que hemos padecido todos los mexicanos en mayor o menor medida. Corrupción dada en la impartición de justicia además coludida por la existente en la procuración de justicia dependiente del ejecutivo, y amparada en la perversa interpretación de las leyes de la mano de la ineptitud o la socarronería de abogados, asimismo de la ignorancia y analfabetismo legal del grueso de la población, por no mencionar la artera voluntariedad del gobernante en turno en cualquier nivel, del municipal al federal. ¿O no ha utilizado el propio AMLO los argumentos judiciales para pararse el cuello cuando las sentencias salen a su favor? Y, cuando fue Jefe de Gobierno en la Ciudad de México, ¿no dio trazas de ser un un atrabiliario capaz de saltarse leyes y sentencias? Ahí están los ejemplos de la construcción de los segundos pisos y más recientemente la arbitraria manera de expropiar las vías de Ferrosur, que podría ser un acto justificado pero en la práctica mostró la calaña de presidente que elegimos, para el que sus dichos lo definen de pies a cabeza cuando ha expresado con exabruptos: "A mí no me vengan con que la ley es la ley", o "Quien no está conmigo está contra el movimiento".

En esta sastrería, para muestra basta un botón

Ministerios públicos, jueces, magistrados y ministros tanto como los legisladores y los funcionarios dependientes del poder ejecutivo hoy deben ceñirse, entre otras, a una ley de salarios máximos que está mal redactada y en el texto falla a su espíritu desde el momento que toma como cota superior el sueldo de una función como la del Presidente del Ejecutivo, cuando en realidad la cota tendría que ser pareja como techo igualando el sueldo de los presidentes de los tres poderes y de ahí, hacia abajo, disminuir proporcionalmente los emolumentos.

Hoy, ese hueco en la ley es uno de los factores interpretativos para que por un lado los consejeros del INE y por otro los ministros devengaran y devenguen más que el Presidente del Ejecutivo. El alegato es atendible, razonable, aunque se preste también a triquiñuelas políticas por parte de los partidos.

Yendo más allá, esa ley de salarios máximos, como propuse hace años, justo cuando estaba por crearse dicha ley, tendría ya que hacerse extensible al resto de los mexicanos para impedir la concentración de la riqueza en unas pocas manos y propiciar una mejor distribución de la riqueza en general, así en el gobierno como en la empresa privada. Ningún empresario, ninguna celebridad del medio del espectáculo o los deportes, por ejemplo, tendría por qué obtener como salario más que las cabezas de los poderes estatales, aquí o en China, aunque la dinámica económico-financiera sea distinta. Eso lo expliqué en un conjunto de textos de mi autoría en mi blog añales atrás: 

Entonces, para terminar. la SCJN está tan sujeta a revisión y reformas constitucionales como cualquiera de los otros poderes e instituciones gubernamentales. Toda ley es perfectible y la división de poderes no significa que no puedan incidir unos sobre otros en una constante labor de equilibrio, por supuesto sin que ello signifique la violación de las atribuciones respectivas. Si a la Corte la imaginamos intocable, es tanto como prohijar los abusos desde las existente lagunas constitucionales.

El verdadero problema no estriba en la crítica dizque injerencista que AMLO ha hecho sobre la Corte u otras instituciones autónomas como el INE o el INAI, sino en el tono y la dudosa intencionalidad de sus querellas y diatribas a las que, como si también hubiera salido de un cuento, personajes como la ministra Norma Piña han salido al paso como Juan Sin Miedo.

La inseguridad en México: entre la percepción y la realidad


HE LEÍDO con interés y cuidado la información dada a conocer recientemente por el Secretario de Marina, Almte. José Rafael Ojeda basada en los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y el INEGI sobre seguridad. Con franqueza digo: lo que me parece más relevante de la información presentada sobre la inseguridad en México no es tanto el ranking de las cincuenta ciudades con más violencia, entre las que se cuenta mi terruño, Naucalpan, como el contraste, por primera vez expuesto de forma mediática como nota informativa, entre las cifras oficiales con base en delitos denunciados y/o perseguidos y los datos de medida de la percepción ciudadana. Estos últimos se han venido recabando mediante la Encuesta de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública desde hace por lo menos una década, pero no se habían mostrado al público sino como datos aislados o en abstrusos informes que casi nadie consulta. En 2017 el gobierno de Enrique Peña Nieto cambió la metodología para recabar y medir estos datos, haciendo más precisa la información y dicho método es el que aún hoy se sigue, para despecho del actual gobierno y sus simpatizantes que orondos se paran el cuello como inventores del hilo negro y el agua tibia.

En este tema cabe destacar la publicación poco difundida del Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia 2014-2018 publicado en el Diario Oficial el 30 de abril de 2014, como uno de tantos ejemplos que podrían citarse.

Denunciar o no denunciar es el dilema

Ayer yo compartía en el grupo de estos Indicios Metropolitanos en Facebook mi experiencia personal respecto del espionaje, dada la noticia sobre el programa de espionaje Pegasus y sobre el acercamiento que tuvieron hacia mí funcionarios del ámbito de la seguridad local, estatal y federal en 2015. Lo que no conté, para no abusar en detalles fue que, del tiempo dedicado a la charla con ellos destacaron los cuestionamientos que me hicieron en la línea de obtener de mi parte (como si yo fuera quién) sugerencias para el mejoramiento de la seguridad.

Recuerdo que les dejé bien asentado que las autoridades estaban en un dilema, pues mientras por una parte aparentemente estaban haciendo su trabajo en la consecución y disminución de los índices de inseguridad, por otro, la percepción de la gente indicaba lo contrario y ello sustentaba el descontento y el temor que había llevado entonces y aun antes (y todavía) a las manifestaciones y protestas en diversos lugares del país como las ocurridas en Las Torres de Satélite y de las que di puntual reporte aquí. Es decir, les enfaticé que en temas de percepción se debe considerar la doble cara de la misma frente a los datos recabados en la realidad ominosa: mientras el ciudadano percibe un panorama, el gobierno construye su propia percepción a partir de los datos oficiales, algunos de los cuales pueden presentarse maquillados y por lo tanto distorsionan la verdad.

Nunca olvidaré que les sugerí entonces, entre otras cosas, que se hiciera una doble medición, por una parte la dura, basada en los datos concretos de denuncias, aprehensiones, y similares, y por otro lado medir la opinión popular siempre basada en datos más cualitativos que cuantitativos como los que resultan de los sentidos, con su grado de sesgo e inexactitud, pero nada despreciables al momento de formar un criterio acerca de un hecho específico. Es decir, les dije que el gobierno y los partidos tienen que conocer de veras a su "consumidor" gobernado, cosa que nunca han hecho, por lo menos hasta ahora.

En la medida que se conoce a fondo al consumidor, en este caso de los efectos del poder, es decir al ciudadano, entonces partidos, candidatos y gobiernos pueden orientar más efectivamente las políticas públicas para satisfacer necesidades reales y no nada más dar respuestas instrumentales, efímeras y de relumbrón. Como consecuencia derivada, la confianza en el gobierno se ve modificada tanto para bien como para mal según los resultados palpables, calificables frente a los resultados patentes con registro cuantificable. Y hasta hoy todos los gobernantes de todos los niveles junto con sus asesores en comunicación y mercadotecnia política han adolecido de no mirar al ciudadano como beneficiario de sus virtudes e incluso sus defectos, a pesar incluso de la transparencia que hoy tanto se prodiga.

Se ha criticado que los publicistas ofrezcan en las campañas a los candidatos y las marcas de sus partidos como "productos"; pero, sí, eso son, guste o no. Productos ideológicos que los votantes compran una vez en los comicios para consumir por todo el período para el que son electos y cuando un diputado cambia de bandera y color, la sensación, la percepción que deja en el consumidor es la del fraude  moral: El votante ha comprado un detergente con aroma equis, pero la fórmula impresa en el envase individual o de coalición no advierte que a la primera de cambios, apenas se quite la tapa, el cloro contenido habrá de descomponer las moléculas aromáticas hasta eliminarlas por puro proceso químico. ¡Si por lo menos apestara, pero ya ni eso! O sea,  la obsolescencia política también existe y también se nos presenta programada.

Luego, los chapulines son causa primordial del desencanto y así, toda confianza se esfuma más pronto de lo esperado. ¡Cómo no desilusionarse y mirar a todos bajo el mismo rasero!, cuando todos o la mayoría de los políticos y funcionarios burócratas, antes que procurar el bien común propenden al propio. Así, el dilema frente a la inseguridad es más pedestre, denunciar o no. Lo denunciado genera registro y dato y riesgo y, en un sistema corrompido, incertidumbre más que certitud; lo no denunciado abulta la percepción y consuela con la conformidad de que al menos hay certeza de haber sido o ser posible víctima hasta de uno mismo.

Poniendo remedios con carácter preventivo

El gobierno actual, aun más que los anteriores, ha dedicado un espacio para abrir la información estadística oficial acerca de la incidencia delictiva. El colega periodista Jorge Ramos, entre muchos otros, ha utilizado esa información oficial para cuestionar los avances en el tema, obteniendo de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador una respuesta cínica y tangencial siempre: "Yo tengo otros datos". Pues, si es así, entonces la misma presidencia desacredita los datos oficiales presentados, presumidos y valorados por su gobierno; es tanto como darse un balazo en el propio pie, un balazo como aquel que AMLO diera por juguetón y caprichoso a su hermano en una nalga y que le costara la vida.

Fuente: Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (marzo 2021), INEGI


2021 presenta la medida más baja en la percepción sobre inseguridad para algunas ciudades del país desde que comenzó a levantarse anualmente la Encuesta sobre Seguridad Urbana (ENSU) por el INEGI en 2013. Si bien tiene razón el presidente al señalar que estadísticamente la incidencia no ha ascendido, también es verdad que no ha disminuido notablemente. Y los factores son muchos, el más evidente descansa en la lucha encarnizada de los cárteles del crimen organizado por ganar plazas, territorio e influencia, lo que sin duda eleva los índices de determinados delitos. No obstante, el cruce de información entre lo percibido y lo hecho tendría que permitir tanto al gobierno como a los gobernados y medios un panorama más claro y balanceado  del estado que guarda el tema con miras a la certidumbre y la prevención, pues resulta falso y odioso que la gente diga que ahí viene el lobo mientras el gobierno, hacha en mano, clama ya haberlo destripado y Caperucita temerosa ya ve lobos hasta debajo de las piedras.

Del modo como para los alimentos se decidió incluir etiquetas gazmoñas para indicar y ayudar al consumidor a decidir sobre su consumo razonado tras notar cuándo un alimento tiene exceso de azúcares o de sodio o carbohidratos, algo semejante tendría que hacerse en dos vías.

En lo electoral, para etiquetar a los candidatos de modo que su ideología, promesas y propuestas sean obvias a los ojos de los votantes y, de incumplirse el contenido, puedan ser incluso desechados a medio camino o juzgados sin miramientos (de ahí la importancia de las consultas venideras, la primera de las cuales ha de ser respondida en estricto sentido de la pregunta planteada y no de la entelequia morenista, lopezobradorista de pretender enjuiciar sólo a ciertos y muy específicos personajes; o todos coludos o todos rabones, AMLO incluido, por "las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos".

La segunda vía, en la seguridad, haciendo no nada más el cruce de la información perceptual y dura, sino, a partir de ese cruce hacer contrastes entre logros y objetivos, entre promesas y resultados, entre expectativas ciudadanas y bienestar real obtenido. En salud, por ejemplo, se cometió el craso error de explicar a la población el comportamiento de la pandemia a partir de una curva normal, cuando el desenvolvimiento es logarítmico, razón por la que la curva jamás descenderá y el "aplanamiento" es paulatino sin límite matemático a cero. El virus Covid-19 y sus mutaciones llegaron para quedarse de por vida y lo más que podemos hacer es adaptarnos a controlar sus efectos.

Reza el dicho: "por sus obras los conoceréis"; y parece —es percepción— que las obras de López Obrador en varios rubros todavía dejan mucho que desear. Y entre las fallas están los procedimientos mismos para garantizar la procuración de la justicia, asunto que pasa por los tres poderes del Estado y no solo los atribuidos al Ejecutivo.

Es muy común desacreditar los datos perceptuales por implicar equívocos; pero, vistos con sensatez, muchas veces son más determinantes en la consciencia que los datos duros, oficiales o no y de ahí también el peso que las noticias falsas o las verdades a medias han tenido hoy en la desinformación y la mala información del público más acostumbrado a leer de pasadita que a detenerse en el análisis de las cosas. De ahí también, hay que decirlo, la importancia y el tino (mejor que el desatino) de la nueva "sección" de "Quién es quién en las mentiras" incluida como parte del programa de entretenimiento en que se ha convertido, desvirtuado, el noble ejercicio de comunicación que deberían ser las "mañaneras".

Los ciudadanos ya son distintos, más politizados y esto sin importar si son o no de clase media o por lo menos de esa con la que sueña el presidente. Ya no se tragan cualquier cuento, cualquier promesa, cualquier dato lanzado al viento con singular irresponsabilidad retórica. Cada día exigen, exigimos más certidumbre, pues mientras la autoridad dice que en tal ciudad los datos arrojan un índice más elevado de inseguridad, el miedo a flor de piel y entre los miembros de la sociedad del poblado de enfrente dicen lo contrario, que los bueyes del compadre están mejor resguardados que los propios y solo así se justifica aquello otro de que, viceversa, se haga justicia entre los bueyes propios antes que en los ajenos.

La igualdad femenina, entre la realidad y la falacia



UNO VE LA INFORMACÍON publicada en el resumen de una infografía publicada recientemente a ojo de pájaro y lo primero que piensa es que estamos muy mal en México en lo que a la igualdad de las mujeres se refiere. Aunque México no aparece enlistado en el resumen, el estudio del Banco Mundial que lo origina permite notar que nuestro país no está tan mal en el mejoramiento de la igualdad de las mujeres, aunque manifestaciones feministas a ultranza pretendan señalar lo contrario igual que alguna mujer arraigada en el miedo o el rencor, o algún varón trasnochado.

Claro, aún falta mucho por hacer y en eso debemos aplicarnos todos (en sentido general, sin discursos eufemísticos repetitivos y fastidiosos con base en una pretendida "corrección política") y no cejar ninguna. Ni tanto que queme a la santa ni tanto que alumbre a los diablos.

México, de acuerdo con este estudio ocupa un honroso lugar 45 con una calificación de casi 90 puntos, muy por arriba del promedio general de los países que es de 76 puntos.

El estudio se base en un cuestionario aplicado en los países que permite el análisis de la creación, aplicación efectiva y seguimiento de leyes tendientes a configurar la igualdad de la mujer en temas como la movilidad, acceso al trabajo, salarios, relaciones matrimoniales y de pareja, maternidad, emprendimiento, activos y propiedades, pensión digna.

Hay rubros que México debe superar y en ello, el papel de los legisladores, al margen de los intereses electorales del momento, es fundamental.

Parece inconcebible, absurdo, que las "adelitas" defensoras de AMLO desde aquella primera campaña presidencial que derivó en el plantón de Reforma, hoy hagan tan poco por las mujeres y, en cambio, ciegas, aplaudan y toleren el ninguneo del gobierno actual que, aun teniendo féminas en puestos clave las tiene en calidad de floreros, como adorno retórico contra el "qué dirán", para que se note que la igualdad "es un hecho" aun cuando, también hay que decirlo, algunas y no por su condición de mujer, dejan bastante que desear respecto de las expectativas de la nación sobre sus respectivos desempeños. En eso, hoy, todos son coludos y rabones.

En las elecciones venideras en México, siguiendo lo que anoté en un artículo anterior, la pandemia que ha hecho estragos en el padrón electoral hará notar también el específico peso de las mujeres y de los jóvenes. Las mujeres, vapuleadas literal y metafóricamente por el actual gobierno, tanto más o menos como los anteriores, tomarán la batuta y sentarán tendencias de voto. No tengo duda de ello. Y, aunque parezca contradictorio, estoy cierto que, siendo una mayoría de simpatizantes de MORENA y de Andrés Manuel López Obrador, junto con los jóvenes inclinarán la balanza a que continúe dicho partido manteniendo una mayoría significativa en el congreso. La explicación adicional está en el el hecho de que, quienes hoy podemos estar señalando que el actual gobierno implica una regresión a las formas de administración pública (y mal hecha, además) de los años setenta, muchos de esas generaciones están muriendo por la pandemia, hayan o no votado por la llamada 4T. Los jóvenes, en cambio, en especial las mujeres jóvenes, no tienen idea de lo que eso significa, para ellas lo importante es el ahora, lo que ellas experimentan en temas de feminicidios, acoso, abusos. Ahí está la clave que, por ahora, no he visto en ningún partido abrazar en la promoción del voto. Todos están dependientes de la inercia de lo ocurrido en 2018 y en la ilusión de que el desencanto es lirio que florece en el estanque pútrido de un país que no avanza.

Sí, lo que la posición de México en este estudio revela no es nada más que vamos bien, sino que también vamos mal y que, dato tras dato, tras cada uno de esos "otros datos" tan cacareados y sin embargo tan opacos, la realidad muestra que la igualdad de la mujer en México no deja de ser una simulación y por tanto parte de la gramática de ese imbécil discurso de género políticamente correcto.

Insisto, ese discurso, lo único que hace es separar, más que unir, marcar la diferencia en vez de enfatizar las igualdades. Ellas, tercas, necesitadas de atención e igualdad, no quieren verlo. Ellos, condescendientes, les siguen el juego como el niño malcriado que le da el avión a la madre para que lo deje jugar.

Otros indicios a destacar de este estudio son los relativos a que, aun cuando tenemos leyes en México preocupadas por los derechos de las mujeres, en la práctica la aplicación de las mismas o es marginal o nulo en todos los rubros, especialmente los relativos a la remuneración por el trabajo y la seguridad (incluida la seguridad sanitaria), y no por fuerza en razón de que las leyes no se apliquen o no existan o estén en calidad de adefesios, sino porque las personas encargadas de ello son las que fastidian todo: varones y mujeres en puestos como médicos legistas, ministerios públicos, jueces, funcionarios, patrones, policías, sacerdotes, maestros, los mismos padres y madres inciden en replicar los patrones de conducta, los usos y costumbres nocivos que la modernidad, aun en los pueblos indígenas, no hace más sino refinar en un caldo de cultivo donde la ignorancia es el nutriente principal. Basta ver las estúpidas declaraciones de algunas feministas que ahora traen y llevan el dicho de acabar con el "pacto patriarcal", ¡cómo si el patriarcado fuera el culpable de todo mal y el matriarcado fuera la virtud en sí misma! A ésas les he dicho abierta y públicamente que les hace falta conocer, estudiar, abundar en la historia y antropología de la familia, pero eso lo trataré en otro u otros artículos, lo creo necesario ¡ya!

El día que nos veamos como personas, nada más, y nos olvidemos de las obvias diferencias de sexo, entonces podremos hablar de igualdad hasta en la cama. Pero, hablando en plata, de veras la igualdad absoluta nunca se conseguirá, ni entre ricos y pobres, ni entre mujeres y hombres y sus concepciones genéricas intermedias, sino en ciertos aspectos, los elementales y que descansan justo en la diversidad y no igualan, sino distinguen y justo por ello dan al ser su exacta dignidad. Las leyes no tendrían por qué hacer distinciones entre homicidio y feminicidio, que ya la raíz "homo" incluye a todo ser humano. No tendrían por qué establecer jornadas laborales y tratamientos distintivos para hombres y mujeres, mencionándolo. ¿No debería bastar con hablar de los derechos que todos tenemos como personas independientemente de lo que tengamos entre las piernas y en nuestras mentes?

Saber decir "No"


ERA DE LA OPINIÓN... de que decir No era un asunto muy simple. Amable lector, perdona la explicación abstrusa y quizá pedante que sigue. Lo hago por el bien de muchos.

Que sí, que no, que más o menos

La teoría neurolingüística, con base en la teoría de la información, explica que el sí y el no tienen valores binarios, sí=1 No=0, por lo tanto está demostrado que el cerebro no registra el No, en cambio sí registra el sí, cuando se los pone al comienzo de una proposición o sueltos.

El No, para ser registrado en el cerebro, depende del contexto. Es insuficiente, no basta una tipografía más grande o de distinto color (cada color tiene significado distinto para el cerebro en relación a toma de decisiones y hacia la acción) para hacerlo memorable, el cerebro solo registra lo que antecede o prosigue al no y es el contexto el que le da su lugar en la valoración final negativa, es la manera como las neuronas discriminan los impulsos a favor o en contra de una acción o decisión.

Lectores, ¿quieren demostrar la oposición contundente a algo? Entonces utilicen otras formas de redacción, como "Estamos opuestos a", "Negamos...", "¡Nada de nuevo Plan...!, "¡Vayamos contra...", "¡Todos contra el Plan!", en fin, muchas manera más. Ese clamoroso No a secas, es diferente si es escrito "¡No, por favor!", los signos y la frase ampliada dota de valor metalingüístico aclaratorio, definiendo el peso de la palabra; el no, así, puede equivaler a una operación multiplicadora en que la nulidad del cero se transforma en uno. Es como estar ante una máquina de focos que se encienden y apagan al accionar un botón, luz apagada = 0, luz encendida = 1; para que el cero dé luz sobre el asunto de interés y alerte de veras, necesita que se accione el switch con la señal que lo transforme.

No basta la voluntad, la convicción del redactor ni del lector, del orador ni del valor del texto legible, sino es necesario un conjunto de estímulos a los sentidos para que una idea consiga concretarse como positiva o negativa, favorable o contraria a un interés específico. Si el segundo, el lector o intérprete del mensaje, tiene conocimiento marginal sobre el tema, peor aún, pues discrimina más rápidamente el No, anulándolo de manera automática reforzando el resto del enunciado. Si no, el reforzamiento natural da pie a la reacción visceral, imitativa, sin comprensión cabal de lo protestado. Manifestar en una manta: "No al Plan de Desarrollo Municipal" es infructuoso, neurolingüísticamente hablando, en su pretensión de llamar a oponerse activamente por las razones expuestas y, en cambio, resulta en la acción contraria al implicar, por causa de la nulidad del No, una propensión hacia ("al") lo mismo que pretende descalificar, es decir, el plan en cuestión

Pongo un ejemplo final, brusco, brutal: la mujer que es violentada y grita a su agresor un simple ¡No! Este no lo registra, es un cero en su mente, no por su perversidad de manera necesaria, aunque pueda ser un factor adicional, sino porque así sucede dado lo dicho.  ¡No me toque! implica en la mente del violador lo contrario: ¡Tóqueme!, porque el cerebro sustituye el cero del No, reordenando las palabras para llenar el vacío significativo, convirtiendo una frase reprobatoria en una aprobatoria que motiva al criminal. De ahí la importancia de "saber decir no". Es insuficiente con pronunciar la palabra, hay que rodearla de contexto para que adquiera el significado que se busca y pretende.

Ahora, ¿a qué viene esta reflexión?

En las semanas recientes se ha experimentado en algunos círculos sociales naucalpenses un revuelo, descontento, inquietud por la propuesta para que se someta a consulta el Plan Municipal de Desarrollo Urbano de Naucalpan entre otros municipios que hacen lo propio y entre los argumentos, mantas y arengas abundan las que, recurriendo al simplón No pretenden frenar los temores, suspicacias o certezas que los acompañan en su pensar trazado con argumentos las más de las veces anodinos, cuando no fracamente estúpidos o al menos imprecisos.

Un Plan de Desarrollo Urbano entre mentiras y exageraciones de propios y oportunistas

No cabe duda de que, cuando se acercan los tiempos electorales, todos buscan hacer su agosto o su año de Hidalgo, sacar raja y sorprender a los incautos ciudadanos con protestas, manifestaciones, conferencias, artículos, notas serias o pintorescas, planes de gobierno, decisiones legales que, sin ser del todo falsas o ciertas en la superficie o en sus propósitos, lo son desde el momento que distorsionan la información para llevar agua al molino de alguien. ¿Dije artículos? ¡Chispas! No faltará quien incluya estsas letras en esa tómbola. Y es lo que últimamente estamos viendo entre quienes gritan y manotean en favor o en contra del Plan Municipal de Desarrollo Urbano de Naucalpan y otros municipios para el período 2021-2024, en la creencia de que es la ominosa sombre de determinados ayeres. Y, en cierto modo, lo es.

Como dije en mis videos en el grupo de estos Indicios Metropolitanos en Facebook, el Plan Municipal de Desarrollo Urbano y de Obras Públicas de Naucalpan (y otros municipios del Edomex) está en una larga línea conectado con el plan estatal, el plan nacional (desde el gobierno de Enrique Peña Nieto presidente, del cual el actual es una calca acomodada como síntesis) y las agendas Hábitat y 2030 de la ONU. Y, para evitar que al conjunto de los vecinos los engañen ya gobierno o "activistas sociales" disfrazados de paladines de la justicia chabacana, hay que decir:

  1. En las más de 400 páginas del documento la frase "uso de suelo" se menciona ocho veces, ninguna de las cuales hace referencia a que haya una línea de acción para construir edificios de 25 pisos. Si bien las leyes y reglamentos relacionados contienen vacíos por donde se antoja que se cuelen los oportunistas inmobiliarios y los corruptos, ninguna parte del documento da pie para una afirmación tal como que "en el documento persisten diferentes puntos oscuros como son justamente los cambios de Uso del suelo de manera deliberada, proyectando edificios multifamiliares de más de 25 niveles". El documento se ciñe a presentar en tres grandes partes: a) el marco legal; b) los datos estadísticos del contexto; c) las estrategias de acción, metas y objetivos de administración pública, sin que en ellos se traduzca o lea siquiera entre líneas algo semejante a lo dicho por este y otros personajes. En cambio, en el documento estatal, de más de 300 péginas, la frase aparece solo dos veces y, también, sin referencia expresa acerca de lo alegado por los quejosos, y ,menos se hace referencia a la construcción de edificios en los términos referidos por el personaje.
  2. La palabra "multifamiliar" a la que se refiere el personaje conocido como "Mister Cívico", héroe anónimo sacado de alguna olvidada tira nunca publicada de "La Famila Burrón" de una ocurrente nota no es mencionada ni una sola vez.
  3. La palabra "ocioso" acusada por el enmascarado no aparece ni una sola vez en el documento, bajo ningún contexto, menos el planteado por el personaje asociándolo a una supuesta descripción sobre "los fraccionamientos urbanos medios y residenciales [...] por su población adulta y así también por el tiempo de construcción muchos de ellos de más de 50 años". Lo que sí menciona el documento es la palabra "envejecimiento" cuatro veces y en relación a los datos estadísticos poblacionales solamente, datos incluidos como parte del "big data" con que se pretende justificar al documento dotándolo de un retrato contextual.
  4. En cambio, la palabra "subutilizado", nunca mencionada por el capirotado (y la cual podrìa ser la que implicara la preocupación de los quejosos), no aparece ni una vez en el Plan Municipal, mientras en el Estatal es mencionada dos veces, a saber, en los párrafos donde se asienta:
    1. Actualmente, no existen programas que aborden integralmente la necesidad de contener la expansión de la mancha urbana, principal amenaza ambiental de las ciudades por su impacto en áreas naturales, patrones de consumo energético y capacidad de recarga de los acuíferos. En este sentido, son necesarias iniciativas para estandarizar y coordinar el proceso de elaboración de Programas Municipales de Desarrollo Urbano (PMDU) que trasciendan los límites administrativos para encontrar sinergias y estrategias implementadas territorialmente congruentes entre sí, localizando predios subutilizados que pudieran desahogar zonas sobreexplotadas.
    2. Asimismo, durante el periodo de 2011 a 2017, se construyeron más de 118 mil viviendas en 88 conjuntos urbanos, pero la gran mayoría se localizó en zonas desarticuladas y lejanas a fuentes de trabajo, infraestructura y servicios. El impulso a la vivienda intraurbana representa una opción para mejorar esta vinculación espacial, por medio de incentivos que permitan la utilización de lotes baldíos o subutilizados en las zonas urbanas céntricas y dotadas ya de servicios.

Personajes como "Mister Cívico" o la Prof. Rocío Rosete Denis (miembro del COPLADEMUN), entre otros, ni siquiera se ponen de acuerdo en los datos a alegar, pues mientras por una parte el primero esgrime la cifra de 25 pisos para los supuestos edificios multifamiliares que pretendidamente podrían construirse a raíz de la "aprobación" del Plan, la segunda, en una carta pública afirmó que, tras las modificaciones al Reglamento del Libro Quinto del Código Administrativo del Estado de México por parte del congreso local y publicadas el 31 de agosto de 2020 y consta de 115 páginas "se pretenden autorizar edificios de hasta 12 niveles de altura".

Una revisión cuidadosa de dicho reglamento permite observar:

  1. El tema del "uso de suelo" es mencionado once veces, de las cuales las que podrían ser consideradas problemáticas desde la óptica de los quejosos son las relativas a las fracciones I-III del inciso H del artículo 146 sobre el procedimiento para la autorización (o cambio de) uso de suelo donde a la letra dice sobre los requisitos:
    1. H) Para los casos que no causen impacto urbano, dictamen de factibilidad de servicios de agua potable y drenaje, así como de incorporación a los sistemas de agua potable y alcantarillado, en el que se definan los puntos de conexión de agua potable y los de descargas de aguas residuales, el cual será emitido por el organismo o autoridad municipal correspondiente;
    2. I) Opinión favorable y técnicamente justificada de la Comisión de Planeación para el Desarrollo Municipal (COPLADEMUN), en caso de no estar instalada la Comisión, bastará con la opinión favorable y técnicamente justificada que emita la autoridad encargada del desarrollo urbano municipal previo dictamen técnico que elabore, aprobado por el Cabildo Municipal; la compatibilidad de usos de suelo, será aplicable en aquellos casos en los que por las condiciones del entorno, seguridad, salud, integridad de las personas, capacidad de los servicios de agua, drenaje, electricidad, y movilidad, así lo permitan, debiéndose justificar el interés social que dicha compatibilidad genere, respetando los planes de desarrollo urbano respectivos, para lo cual se deberá emitir la opinión favorable y técnicamente justificada referida en el inciso inmediato anterior. Lo anterior no será aplicable en áreas no urbanizables. La Secretaría y los municipios realizarán las modificaciones necesarias a los planes y programas de Desarrollo Urbano y ordenamiento territorial, para que las zonas consideradas como de riesgo no mitigable se clasifiquen como no urbanizables o con usos de suelo compatibles con dicha condición.
    3. II. Recibida la solicitud con la documentación a que se refiere la fracción anterior, dentro de los cinco días siguientes la dependencia municipal de desarrollo urbano expedirá la autorización de cambio de uso del suelo, del coeficiente de ocupación del suelo, del coeficiente de utilización del suelo o el cambio de altura de edificaciones, o en su caso denegará la solicitud, y
    4. III. No procederá el cambio de uso de suelo, de coeficiente de ocupación del suelo o coeficiente de utilización del suelo o el cambio de altura de edificaciones de los lotes con uso de instalaciones hoteleras, moteles, casas de huéspedes, posadas, bungalows, para uso habitacional.
  2. Por lo que toca al concepto de "subutilizado", este es mencionado una sola vez en la definición "XXIII. Vivienda en Zonas Urbanas Consolidadas: A la modalidad en la ejecución de vivienda que se realiza a través del desarrollo de inmuebles o con usos mixtos compatibles en vacíos urbanos, áreas subutilizadas o deterioradas" dentro de las disposiciones generales.

En conclusión, estimado amigo, vecino, lector y colaborador de Indicios Metropolitanos, que no te soprendan. Lee, infórmate, consulta con los expertos y no te dejes llevar, en favor o en contra de alegatos sin el debido sustento. Está bien exigir a las autoridades de gobierno, a tus gobernantes, la transparencia de todos sus actos y motivaciones; pero, que ello también aplique a quienes se escgrimen como tus representantes populares y defensores de los derechos ciudadanos. ¿Cuántas veces hemos visto que usan tales pretextos para conseguir, por debajo de la mesa, algún "hueso" que roer, enarbolando estandartes como los relativos a temas como los baches, el comercio ambulante, la tala inmoderada, la basura, la tramitación de permisos diversos, y un largo etcétera.

Un país inmaduro con un patrimonio ignoto



LA CEPAL (Comisión Económica para America Latina y el Caribe) nos informó, entre noviembre de 2019 y marzo de este 2020, que la edad promedio del mexicano era de 29 años. Fue un dato en el que no muchos repararon.
Este año INEGI arrancó el censo poblacional, pero la pandemia interrumpió su levantamiento, obligando a improvisar su realización por vías electrónicas, lo que también nutrió las intenciones de algunos políticos, como Alfonso Ramírez Cuéllar ,secretario general de MORENA, para promover reformas constitucionales que permitan definir y medir el bienestar del Estado.


Los efectos de la pandemia, con la mortandad de personas en edad senil o anciana, y los no tan numerosos casos de defunciones en infantes, quizá no modifiquen demasiado esa edad promedio, pero seguro se desplazará en la curva de la campan normal.
La población tendía a envejecer y a feminizarse (en el sentido de contar con un mayor número de mujeres de lo que resultaba normal en censos anteriores, generalmente siempre había sido mayor la cantidad de féminas frente a varones en una proporción variable de 3/1), y esto ya empezaba a ser un problema lejos de un discurso de género que incidió sobre la estructura y funcionamiento de los sistemas de salud en todo el mundo y no se diga México, afectando de manera asociada al sistema económico con una cada vez más onerosa carga de pensiones por pagar y gastos relacionados con las llamadas "enfermedades y padecimientos del desarrollo": diabetes, afecciones cardíacas, a los que habría que sumar seguros por desempleo, prestaciones laborales por motivo de preñez y un largo etcétera.
El aumento de la longevidad de la mano de una "mejora" en la expectativa de vida, aun cuando no tanto en su calidad, junto con otros datos, no dejó de ser un indicio capaz de movernos a reflexionar acerca de qué calidad de población tenemos y cómo, su grado de madurez-inmadurez puede ser un factor que explique las decisiones tanto de electores como de elegidos antes y durante el presente régimen lopezobradorista.

Generaciones trenzadas

Siempre que conversa uno con las amistades sale a relucir esa época de los "años dorados" de la juventud cuando uno se muestra con hartos arrestos para hacer cosas, para "comerse el mundo a puños" sin detenerse uno en mientes o en temores o en estupideces, que para todos, invariablemente y aun con las mejores intenciones, son muchas.
El capital de muchos políticos y al que apuestan con regular frecuencia cuando de campañas electorales se trata es ese sector poblacional de los jóvenes. Esos jóvenes que apenas despiertan a una conciencia política; que aun maman de las opiniones chuecas o derechas de los ancestros distorsionadas por los conocimientos y experiencias recientemente adquiridas de la mano de profesores, líderes de opinión, círculo social, medios de comunicación; que se rebelan ante la autoridad pervertida por la corrupción; que anhelan un futuro mejor para sí y sus descendencias; pero, aun no tienen el don de mando para guiar con sus decisiones finales el rumbo de una nación. Que viven ilusionados o padecen, además, las frustraciones ocasionadas por el sistema social y económico.
Preguntémonos hasta qué punto esta inmadurez social de los mexicanos como país a visto socavada su vocación. Hasta dónde ha sido caldo de cultivo para añejos rencores sin resolver y que hoy, tras abrirse la economía en el coletazo de la pandemia, se manifiesta acre y violentamente en expresiones que propugnan por una anarquía o a un híbrido esperpento intrínsecamente contradictorio como es el llamado "anarcomunismo", que de anárquico solo tiene lo rijoso y de comunista solo el alienismo reaccionario. Hasta qué punto están impulsados por la desesperación causada por el deterioro del desarrollo y el decrecimiento de las oportunidades. Hasta dónde se han convertido, en la Primavera de Praga, en la Primavera Musulmana, en expresiones de una vergüenza oportunista como la mostrada en el "Perdón de Rodillas" de autoridades y legisladores estadunideses tras el asesinato de George Floyd, en EE.UU, o la indignación de dientes para afuera de los políticos mexicanos abrazados de uno u otro modo al duelo tras el asesinato de Giovanni López, en Jalisco.

Foto: Ringo H.W. Chiu (AP), tomado de "¿Qué es ANTIFA[...]?", Milenio

Foto: Omar Flores | Sol de México

Policías de Washington piden perdón de rodillas


Congresistas de EE.UU. piden perdón de rodillas


Más de una vez se ha dicho y se los ha tomado a los jóvenes en calidad de carne de cañón en revoluciones, rebeliones, manifestaciones de toda índole, cuando no de instrumental extensión del poder instaurado para "remover conciencias" y controlar ímpetus. En otras veces han sido el motor de las protestas a las que se han sumado luego las generaciones mayores. ¿Cuán manipulables pueden ser sus conciencias? ¿Cuán inspiradoras pueden ser sus acciones que pueden rayar en la imprudencia heroica? ¿Cuánto aportan sus procederes a la clarificación del patrimonio, en sus diferentes aspectos definitorios, desde el económico al cultural, y por ende a la comprensión y medida real, fáctica del bienestar?
Los "ninis" o los "milenials" no lo son porque quieran, aunque puede ser, o mera etiqueta, sino porque las generaciones previas acabaron cerrando, desde su respectiva juventud y con sus reacciones en el pasado, las posibilidades a futuro de los que mañana tendrán que tomar decisiones para jóvenes y ancianos, tal como ahora es nuestro turno hacer, quienes rondamos las edades previas a la senectud y en la limitación de nuestras particulares posibilidades.
La antropóloga Margaret Mead apuntaba en su libro Cultura y Compromiso. Estudio sobre la ruptura generacional:
[...L]a liberación de la imaginación del hombre respecto del pasado depende [...] del desarrollo de un nuevo tipo de comunicación con quienes están más hondamente comprometidos con el futuro: los jóvenes que nacieron en el nuevo mundo. O sea que depende de la participación directa de aquellos que hasta ahora no han tenido acceso al poder y cuya naturaleza no pueden imaginar plenamente quienes sí lo ejercen. En el pasado [...] se cercenó gradualmente el derecho de los adultos a limitar el futuro de los hijos. Ahora [...], el desarrollo [...] depende de que se entable un diálogo continuo en el curso del cual los jóvenes gocen de libertad para actuar según su propia iniciativa y puedan conducir a sus mayores en dirección a lo desconocido. Entonces la vieja generación tendrá acceso al nuevo conocimiento experimental, sin el cual es imposible trazar planes significativos. Solo podremos construir el futuro con la participación directa de los jóvenes, que cuentan con ese conocimiento [MEAD, 1970: 122]

México entonces, el México post Covid-19, se antoja un país inmaduro con un patrimonio ignoto en parte por el descuido, la indolencia o soberbia con que las generaciones hemos actuado en nuestros respectivos momentos, en el empalme natural de por lo menos tres generaciones que Mead categorizaba ya en 1970 como postfigurativa, cofigurativa y prefigurativa, explicando por la primera que es aquella en la que los niños aprenden primordialmente de sus mayores; la segunda es esa en la que tanto niños como adultos aprenden de sus pares, y la tercera, en la que los adultos también aprenden de los niños.





"Ahora ingresamos en un período, sin precedentes en la historia, en el que los jóvenes asumen una nueva autoridad mediante su captación prefigurativa del futuro aun desconocido", afirmaba Mead y, en los días que vivimos, cuando los avances tecnológicos nos enfrentan a una –esta sí y lejos de vacuas y vanas promesas de campaña política– cuarta transformación civilizacional, sus palabras cobran un peso específico sin parangón. El mañana, ahora sí, ya está aquí, aunque tenga visos de ciencia ficción y corte apocalíptico.
El inminente advenimiento de la tecnología 5G y el internet de las cosas (internet 6) aunados al cambio climático y otros asuntos que nos tienen asolados, angustiados, temerosos nos hacen ¿desconfiar o  confiar en la juventud? Si lo primero, es tanto como desconfiar de nuestros sueños, porque hemos sido nosotros quienes hemos puesto en sus manos los avances de que hoy gozan; si lo segundo, es tanto como pecar de confiados en la bondad de las ambiciones depredadoras que nos han llevado con socialismo real, con capitalismo real, al punto de inflexión que ahora nos constriñe.
Es cierto que la continuidad de todas las culturas depende de la presencia viva de por lo menos tres generaciones. La característica esencial de las culturas postfigurativas consiste en una hipótesis de que la vieja generación expresa en todos sus actos, a saber, que su forma de vida [...] es inmutable, eternamente igual.
[...] Las respuestas a las preguntas ¿Quién soy? ¿Cuál es la naturaleza de mi vida como miembro de mi cultura; cómo hablo y me muevo, como y duermo, hago el amor, me gano la vida, me convierto en padre, me encuentro con la muerte? se experimentan como predeterminadas. Es posible que un individuo no consiga ser tan valiente o paternal, tan industrioso o generoso, como lo estipulan los mandatos que le transmitieron las manos de su abuelo, pero en medio de su fracaso es un miembro más de su cultura, en la misma medida en que lo son otros en medio de su éxito [op.cit: 39]
Pero, si bien el intercambio intergeneracional es básico y fundacional en tiempos de crisis como los que estamos experimentando, es de resaltar la observación de Mead en el sentido de que "la grandeza pasada no basta para llenar la olla vacía y no sirve para taponar el viento que se cuela por las hendijas". De ahí que ni todo tiempo pasado fue mejor ni todo mañana es esperanzador; que no todo lo bueno dura para siempre ni todo lo efímero pasa sin dejar huella; que a veces el vino nuevo madura en odre añejo y otras el jocoque demasiado aireado acaba enmohecido. Que no siempre quien no aprende de la Historia repite los mismos errores, ni quien aprende de ella garantiza no caer en la necedad de repetirlos pues nadie escarmienta en cabeza ajena.


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MEAD, Margaret. Cultura y Compromiso. Estudio sobre la ruptura generacional. Gedisa, México, 1990.

La piel de un candidato. Sobreviviendo a la crítica



ERA DE LA OPINIÓN… de que, si alguna criatura tenía la piel tan gruesa como la de un rinoceronte o un reptil, esa era precisamente cualquier candidato a elección popular. Y cada vez confirmo semejante creencia con la cercanía que Indicios Metropolitanos me ha permitido tener con distintos actores de la política, al menos la tocante a mi localidad, Naucalpan, en el Estado de México, aunque no exclusivamente.

Todo candidato —la generalización no excluye el género, por lo tanto, ¡insisto!, la redundancia imbécil del discurso “políticamente correcto” de decir “todo candidato, toda candidata” es no nada más inoperante, gramaticalmente estúpido, sino una innecesaria inversión de tiempo, esfuerzo mental y lingüístico so pretexto de la indiscriminada consideración por la diversidad humana—; todo candidato, decía, es sujeto de crítica como cualquier persona.

Criticando, que es gerundio

Todos criticamos y a todos se nos critica, por angas o mangas, seamos candidatos o no. Es, de alguna manera, parte de nuestra característica humana la de emitir juicios de valor, acertados o no, acerca de los actos, dichos o apariencias de personas o cosas con las que no estamos de acuerdo, no nos agradan o en las que notamos la posibilidad de una “mejoría” o transformación más afín a nuestro parecer.

La crítica toma muchas formas que van de la argumentación fundamentada en pruebas y evidencias hasta la opinión sarcástica anclada en creencias e incluso prejuicios.

Un dato tergiversado en la comprensión de un hecho, dicho, persona o cosa o situación o circunstancia es suficiente para desatar la reacción de o hacia la crítica de parte de quien es foco de la misma. Tal enrevesamiento de lo veraz, por resultar de la percepción e interpretación de quien critica, con base en sus conocimientos, experiencias, ideas, enfoque, perspectiva sobre lo criticado, ocasiona que la reacción pueda darse ya de modo virulento, con violencia, de manera contradictoria o, al contrario, aceptando, asumiendo la parte de veracidad que puede tener el discurso crítico al señalar lo que sale de lo común, de lo aceptado, de lo esperado.

En pleno período de campañas electorales, como las que estamos experimentando ahora en México, es esperable que los candidatos se den entre sí hasta con la cubeta, incluso falseando si es pertinente [ (ANIMAL POLÍTICO, 2018); (SDP Noticias, 2018)] y que, lo mismo simpatizantes, militantes o quienes emitimos análisis profesional a través de los medios de comunicación, o la variopinta opinión del ciudadano usuario de redes sociales que conforma esa llamada por mí opinioncracia, conlleven una marcada dosis de crítica. Algunos la harán con una tendencia destructiva, otros, con preferencia por construir vasos comunicantes y entendimiento, a veces acuerdo o incluso consenso. Todo cabe en la viña del señor convertida en red social por virtud o vicio de la tecnología.

La piel capaz de tolerar, mejor que soportar, los “insultantes” dardos de la crítica —parafraseando a Hamlet— no tiene que ser por necesidad gruesa, refractaria, impermeable; se es o no se es, y, en esto, la paciencia tanto como la apertura son factores determinantes. Al contrario, a veces la piel más sensible y permeable hace posible que los efectos de la crítica incidan en la reconstitución de lo que subyace en las ideas y conductas de quienes, criticados con o sin razón, muestran una actitud estética y abren los sentidos no solo a los paradigmas que los sostienen, sino a las paradojas que en apariencia los pueden contradecir, por serles, no tanto opuestas como complementarias. ¡Simple ósmosis conceptual!



En el marco de estas campañas por la presidencia o por cargos de elección popular a nivel local, no hace mucho el diario El País recordaba cómo el afán político “revivió” en Twitter una “vieja” crítica del candidato morenista Andrés Manuel López Obrador a los profesionales egresados del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) [ (RODRÍGUEZ, 2018); (LÓPEZ OBRADOR, 2016)], haciendo una generalización institucional como recurso retórico para señalar lo criticable en los entonces probables candidatos a competir con él por la presidencia de México, como Luis Videgaray y el hoy, ya en efecto, candidato por la coalición “Todos por México” formada por los partidos PRI-PVEM-Nueva Alianza, José Antonio Meade Kuribreña.

La construcción del significado político del devenir

A AMLO, el tiempo, los años, lo han mesurado… y cansado; pero, también le han dado perspectiva. No por ello ha de descalificársele rabiosamente como hicieran sus contrincantes Meade y Anaya durante el segundo debate, cuando le señalaron:
El problema, Andrés Manuel, no es tu edad, en lo absoluto. El problema es que tus ideas son muy viejas […] Tampoco me parece, en lo absoluto, un problema que no entiendas inglés. El problema, Andrés Manuel, es que no entiendes el mundo. Ese sí es un problema (ANAYA, 2018).
Y también resulta petulante y miope, cuando no necio, creer que, de las ideas añejas, no puede todavía extraerse lo providencial para atajar dificultades del presente o para vislumbrar el porvenir.

Quien no aprende de la historia tiende a repetir en el futuro los mismos errores (frase hecha). Ha habido ideas enterradas por decenios en, por ejemplo, revistas científicas de medicina, olvidadas y que, por tozudez o curiosidad crítica de un investigador, de pronto se encuentra en ellas la simiente para nuevos procedimientos, metodologías o prognosis sobre tal o cual remedio para alguna enfermedad. Y esto ocurre en todas las áreas del conocimiento.

El desdén por las “ideas preconcebidas” puede estar fundado cuando se comprueba que estas derivan en maleficio o distorsión de las respuestas anticipadas. Empero, también propende a distanciar de puntos de vista a veces visionarios o provenientes de la sabiduría popular, milenaria, aun cuando no hayan sido producto de la descripción del presente que interesa. La caducidad, cuando mucho, solo es un indicio de que algo añejo puede no funcionar a plenitud o, en el peor de los casos, ocasionar efectos colaterales más nocivos de lo que se pretende remediar.

De ahí que no concuerde por completo, a título personal, con lo expuesto por el joven orador conferencista Iván Adel Chipeña ante políticos y estudiantes reunidos en el recinto del Senado de la República cuando examinó:

Las vanguardias [en oratoria] del siglo XXI tienen que ver con [estas] premisas fundamentales: la pragmática, el pathos y, sobre todo, la dialéctica. ¿Esto qué quiere decir? Que no hay un mensaje sin retroalimentación, sin un ejercicio de ida y vuelta. Pero, este mensaje tiene que ser proporcionado en emoción y en racionalidad.

¿Qué observamos hoy? Las grandes narrativas tecnócratas no funcionan para resolver los problemas nacionales. O sea, si te dicen que “el problema lo solucionas con un sello de política pública el cual tiene que estar segmentado a través de la estratificación de los deciles poblacionales”, eso no conecta con nadie. Eso no soluciona los problemas de fondo. […Hoy…] nos encontramos en el gran divorcio de la tecnocracia, que ha fallado para conectar con la gente y sus grandes narrativas, y los problemas micro que tenemos que aprender a resolver.
[…] Mucho del siglo XXI tiene que ver con aprender y conectar grandes narrativas; y esas grandes narrativas tienen que ver con la construcción de mensajes sencillos a la audiencia. Pero, la sencillez no tiene que ser pariente de lo raro [… o] de lo burdo, sino que tiene que ser doblemente explicado con mayor facilidad. Si [se logra] que un tema complicado como el de Ley de Seguridad Interior [pueda ser explicado] a un niño de primaria y [este] entienda, [se está] comunicando de forma efectiva. Pero, ustedes [políticos], están muy encaprichados en tratar de resolver la complejidad con complejidad, y seguirán fracasando en sus discursos con esas grandes propuestas. Hoy, lo que necesitamos son estas micro narrativas que construyan un acercamiento con las personas.
[…] Las vanguardias del siglo XXI en la oratoria tienen también que ver con un punto fundamental. Yo respeto mucho el pensamiento de los autores del siglo XX de México, son profundos, son claros; pero, hablan del siglo XX. Y este es otro de los grandes déficits que yo noto: [los oradores] quieren describir la realidad del siglo XXI con autores del siglo XX.
Ustedes tienen que darle cauce y voz a su tiempo y es ahí donde la pragmática tiene un elemento fundamental. Y eso implica un reto aún mayor […:] estar con los autores del siglo XXI y tomarlos y hacerlos propios […,] porque seguimos describiendo un México de Carlos Fuentes de 1954 […]
Es algo muy complicado reconocer que el tiempo y el pensamiento caducan en tiempo y espacio […] Las generaciones siempre están en una lucha constante entre el pasado y el presente […] ¿Cómo construir una idea de prospectiva o de futuro en el siglo XXI? […] En la política, para resolver los problemas sociales, le tenemos mucho miedo a decir “yo siento esto y mi intención es esta” (CHIPEÑA ESTRADA, 2018).

Lo de hoy descansa en el ayer, todavía

Estar con los autores del siglo XXI, propone el joven orador y conferencista. Sí, puedo estar de acuerdo. Solo que Chipeña olvida que estamos empezando el siglo XXI, es 2018 y “los autores del siglo XXI” son apenas unos adolescentes sin mucha idea siquiera de su presente. Los que sí actuamos como autores del siglo XXI somos todavía esos adultos de mediana edad nacidos, le guste o no a Chipeña —él incluido—, en la segunda mitad del siglo XX. Es lógico que nuestras referencias básicas partan de lo experimentado a lo largo de nuestras vidas en el transcurso del tiempo a la fecha de hoy. Somos, por más que describamos lo que ocurre actualmente, autores de la transición entre siglos. No somos todavía ni de aquí, ni de allá temporalmente. Aún estamos acomodando los nombres, las aportaciones de quienes pudiéramos ser considerados como los autores de nuestra mexicanísima versión de la Generación del 98. Y somos autores en la medianía de la edad, hoy más próximos a la senectud que a la adolescencia que apenas va abriéndose paso.

AMLO, de haber sido totalmente sensible e intolerante a la crítica, hoy parece haber cambiado un poco asumiendo que se puede nadar mejor “de muertito” (como hace el pejelagarto) que hacerlo a contracorriente —en realidad siempre ha reaccionado así, taimado, de ahí su mote desde su juventud—, aun cuando ello no implica de pronto actuar con la enjundia del salmón, sobre todo si se trata de oponerse a un sistema señalado de corrupto o clamar el desmantelamiento de instituciones [ (MONROY, 2018); (PÁRAMO, 2018)].

Esto es en síntesis el enfoque crítico de AMLO frente a la que él ha calificado como “mafia en el poder”, pero de la que no ha negado ni reconocido su influencia en la propia trayectoria personal, como ese conjunto de ideas viejas cargadas en su talega de formación política e intelectual. Las mismas, por cierto, que cargan los otros candidatos, aunque acomodadas de distinta manera en su bagaje. Tiene razón AMLO cuando dice que vamos siendo testigos de la cuarta transformación del sistema político mexicano, aun cuando lo mira con la óptica del viejo sistema en que se crio; y todos vamos siendo pieza primordial en esta transformación lenta, penosa, incierta.


La confrontación de las ideas y propuestas de los candidatos, tengan su base en lo viejo o en lo nuevo, al final nos deja, a los mexicanos electores, con un palmo de narices, boquiabiertos porque, jóvenes o viejos, los candidatos acaban diciendo las mismas promesas de siempre, aun cuando las vistan con joviales ropajes de modernidad. ¡Cuánta razón tiene el poeta León Felipe! Aunque la forma cambie, en el fondo son las mismas ideas, las mismas guerras, los mismos hombres, las mismas ambiciones, las mismas diatribas, las mismas necesidades.

¡Qué pena!¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguasy siempre se repitieranlos mismos pueblos, las mismas ventas,los mismos rebaños, las mismas recuas! ¡Qué pena si esta vida tuviera—esta vida nuestra—mil años de existencia!¿Quién la haría hasta el fin llevadera?¿Quién la soportaría toda sin protesta?¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierraal ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?Los mismos hombres, las mismas guerras,los mismos tiranos, las mismas cadenas,los mismos farsantes, las mismas sectas¡y los mismos, los mismos poetas! ¡Qué pena,que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!


Con melón o con sandía

Los partidos, en general, también fueron mucho tiempo reaccionarios a cualquier crítica interna o externa, escudándose en estatutos, ideologías, administraciones, leyes. La animadversión creciente de la ciudadanía frente a los efectos nocivos de la partidocracia como han sido el ninguneo de la participación ciudadana, el acaparamiento avaro y ególatra del poder para beneficio de una variedad de minorías empoderadas, insaciables, así en el medio empresarial como el político, la trampa bien armada de la transparencia; esa animadversión, decía, los puso más tarde que pronto contra la pared y todos, sin excepción, decidieron olvidarse de principios y dar eco a las voces de inconformidad —adaptándolas a sus intereses, como si patadas de ahogado o gato boca arriba—, padeciendo en seguida rompimientos, divisiones, individualismos que produjeron una casta de políticos aun más oportunistas, los chapulines brincadores de una fórmula a otra, de una plataforma a otra, de una institución a otra, en busca del follaje apetitoso del cual nutrirse: “si no me hallo en esta mata, salto a la de enfrente”, piensan.
Los jóvenes “ninis” y “milenials” no han sino seguido el mal ejemplo, brincando —cuando y si lo hacen— de una oportunidad laboral a otra, o a ninguna, esperando por el mejor postor o esperado simplemente nada. Estos saltamontes, langostas en potencia, empiezan a proliferar como plaga así en las izquierdas como en las derechas —etiquetas cada vez más inoperantes en su caducidad—, arrasando con campos enteros de esperanza, enmascarados muchas veces bajo la figura ilusoria de un ciudadanismo que es expresión de hartazgo y que, en la figura del “candidato independiente” creyó encontrar la fórmula para alejarse de los partidos clásicos, para encontrarse, ¡oh desilusión!, con que, a querer o no, también el ciudadanismo es una forma de “tomar partido” así sea por la orfandad política e ideológica.


Qué tristeza ver que las candidaturas independientes para presidente terminaron sirviendo solo para el reciclaje político. ¡Y lo peorcito de los políticos! Aquí perdimos todos. (LUNA, 2018)
Así, el PRI decidió por proponer a los mexicanos un “candidato ciudadano” en Meade, para hablar el mismo idioma y esconder, ya no detrás de la atractiva figura personal, sino del concepto, la trampa del continuismo. Ricardo Anaya representa el sincretismo ramplón de los fundamentos panistas con el conformismo moderado perredista, sombra vaga de lo que dio origen a ambas fórmulas políticas. Y este sincretismo ramplón desafortunadamente se ha extendido hasta las bases mismas, generando un confuso fango donde solo el voto popular se verá estancado, disperso, difuso, forzado a ser emitido en favor de “alguna izquierda”, que hoy todos los son, de cierto modo, como ya he escrito en otros textos.

Indicios Metropolitanos ha podido atestiguar cómo, entre personas comunes que antes simpatizaban, por ejemplo, con Josefina Vázquez Mota o Margarita Zavala, hoy apoyan a Patricia Durán Reveles, las tres oriundas del PAN, la segunda hoy ex candidata independiente por propia voluntad y convicción frente a la desventaja numérica de las estadísticas. La tercera, cobijada hoy por un Andrés Manuel López Obrador acusado de dar entrada a quien caiga. Esas personas comunes son simpatizantes del PAN a disgusto con las decisiones partidistas y que, en vez de inclinarse ahora por la casa, se inclinan mejor por cualquier demiurgo que les ofrezca lo mínimo de sus esperanzas, necesidades, ilusiones. Pero también los hay que son de MORENA, del PRD, del PRI que deambulan como migrantes desamparados en busca de una ideología, una bandera, un color del cual asir la identidad, donde asilar las creencias. Es como si quisieran borrar con la goma de sus desesperanzas las traiciones acomodaticias, los golpes de timón que llevan a los candidatos a presentarse como “opciones ciudadanas” de moda. Y, como todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar, vemos que las canicas de todos los colores encuentran su espacio al cobijo del candidato más cómodo, próximo o afín, ya por género, ya por estrato. ¡Caray, creo que hay más lealtad entre los aficionados al futbol!



Así como en el futbol, los políticos también han hecho suya la costumbre
de intercambiar camisetas al pasar de un partido a otro.

Todo, pues, es una revoltura, una “coalición” esperpéntica, suerte de cubeta donde los cangrejos intentan salir jalándose los unos a los otros. Los chapulines, entonces, ya no solo son políticos profesionales, también el viandante común se ha puesto a saltar de una opción a otra, tratando de hallar qué arbusto le ofrece las mejores hojas, la más placentera sombra bajo la cual progresar. Ya no solo son perros persiguiendo un hueso, ahora son parias nómadas sin un asiento para sus sueños. ¿Esto los convierte en apóstatas de sus ideales?

Noticias falsas, guerras sucias, candidatos desollados

Desde que el presidente Donald Trump estaba en su campaña electoral tomó como bandera política el concepto de las “noticias falsas”, en especial luego de que los medios de comunicación contrarios a su candidatura comenzaran a publicar información variopinta, atacando o exhibiendo a su persona, a veces sobre la evidente base de una campaña negra, a veces con fundadas, aunque discutibles, razones.

Con iracundia flamígera, el entonces candidato Trump y aún hoy inyectó, en el ámbito de lo que yo he llamado opinioncracia, la insidiosa sospecha de que todo o casi todo lo que circula en las redes sociales y los medios tradicionales es falso, desacreditando así el grado de influencia que pueden tener los solos ciudadanos y sus pares entre sí a efectos de orientar el sentido del voto, y no se digan los colegas periodistas “intencionados” cuando de elegir o generar contenidos al margen de los canales oficiales se trata. Toda proporción guardada, recuerda esto la paranoia que en su momento experimentó el presidente Richard Nixon en contra de los diarios de su época.



El antropólogo Clifford Geertz nos explicaba ya, a finales del siglo pasado, que “algo que todo el mundo sabe, pero que nadie siquiera piensa cómo demostrar es el hecho de que la política de un país refleja el sentido de su cultura” (GEERTZ, 1991, pág. 262). El mayor problema no es solo este no reconocimiento, sino lo fácil que es contagiar o corromper dicho sentido desde la base del poder en su incesante búsqueda por construir un significado a modo y apartado del significado que implica la cada vez más determinante influencia que la diversidad propicia al interior de cualquier nación.

Los ataques de Trump contra esa diversidad étnica, contra los inmigrantes, tiene su justificación, para mal o bien, en las reacciones que en otras latitudes como Europa han ocurrido tras las andanadas de refugiados provenientes de países de África o Medio Oriente, y por supuesto con la migración que se da de América Latina a Estados Unidos.

Lo que vemos ocurriendo en Estados Unidos como en algunos de los países de Europa, como Alemania o Francia, recuerda bastante lo descrito por Geertz para el caso de Indonesia. Para el antropólogo cuya visión crítica ha sido determinante para las nuevas tendencias en las ciencias sociales:
La principal tentación que hay que resistir es hacer conclusiones generales y la principal defensa contra esta tentación consiste en rastrear explícitamente los lazos sociológicos que hay entre temas culturales y fenómenos políticos, y no en moverse deductivamente de una esfera a la otra. Las ideas –religiosas, morales, prácticas, estéticas–, como Max Weber, entre otros, nunca se cansó de decir, deben ser sustentadas por poderosos grupos sociales para tener poderosos efectos sociales; alguien debe reverenciarlas, celebrarlas, defenderlas, imponerlas. Las ideas tienen que ser institucionalizadas para cobrar en la sociedad no solo una existencia intelectual sino, por así decirlo, también una existencia material [op.cit. pág. 264].
Así como en Indonesia, a mediados del siglo pasado, resultó sintomático que fue justo la negación de la diversidad interna lo que impidió a Indonesia encontrar una forma política efectiva para el desarrollo de la región, así también sucedió en Estados Unidos, en Europa y en América Latina.
La diversidad fue negada por considerársela una calumnia colonial y deplorada como un resto feudal al tiempo que se la sustituía por sincretismos, historias tendenciosas y fantasías utópicas; pero, mientras tanto, el enconado combate de los grupos (que se ven como rivales no tan solo para lograr poder político y económico, sino para conquistar el derecho de definir la verdad, la justicia, la belleza, la moral y la naturaleza misma de la realidad) se desarrolla desenfrenadamente sin que lo guíen instituciones políticas formales […]
Esta política del significado es anárquica en el sentido literal de que no está gobernada; pero, no en el sentido popular de desorden […] Los procesos políticos de todas las naciones son más amplios y más profundos que las instituciones formales destinadas a regularlos; algunas de las decisiones más críticas relativas a la dirección de la vida pública no se toman en los parlamentos ni en los comités gubernamentales; se las toma en las esferas no formalizadas de lo que Durkheim llamó “la conciencia colectiva” [loc.cit. pág. 265-266]
Dicha “conciencia colectiva” es lo que yo, de forma más actualizada y para efecto de lo que la tecnología ha propiciado como derivación por intermedio de las redes sociales, he denominado opinioncracia y el ámbito donde antes se desarrollaba eran las pláticas de café, los artículos periodísticos, las revistas del corazón. Hoy, además, ha germinado de manera ¿valiosa? en el territorio de la Internet y las redes sociales donde todo no es lo que parece y nada parece a ciencia cierta ser lo que dice ser.



Las elecciones recientes en Venezuela pusieron de manifiesto que, muy al margen de la certitud y veracidad de los resultados, la legitimidad del presidente Nicolás Maduro está no solo en tela de juicio, sino sostenida con alfileres. Las elecciones por suceder en México el próximo mes de julio también pondrán en tela de juicio la legitimidad de quien gane pues, dadas las condiciones de la competencia y la dispersión que sufrirá el voto ante el descontento popular por diversas circunstancias que aquejan al país, quien triunfe llegará con un abultado porcentaje apenas superior al 40% absoluto que será maquillado por medios y analistas como poco más de un “digno” 60% una vez descontados los otros datos estadísticos relativos al voto nulo y voto blanco. Geertz escribió sobre Indonesia, pero parecería estarse refiriendo a México:
El clásico problema de la legitimidad —el de saber cómo algunos hombres llegan a adquirir el derecho de gobernar a otros— es peculiarmente agudo en un país en el que un largo dominio colonial creó un sistema nacional en su alcance, pero no en su naturaleza. Para que un estado haga algo más que administrar privilegios y defenderse de su propia población, sus actos deben estar en conformidad con los de aquellos que según él pretende son sus ciudadanos y, en un sentido amplificado, deben ser actos de sus ciudadanos. Aquí no se trata de una mera cuestión de consenso. Un hombre no tiene por qué estar de acuerdo con los actos de su gobierno para considerarse identificado con ellos, así como no tiene por qué aprobar sus propios actos para reconocer que fue él mismo quien los realizó. Es una cuestión de experiencia inmediata, de experimentar lo que el estado “hace” como actos que proceden naturalmente de un “nosotros” familiar e inteligible. Siempre es necesaria cierta dosis de malabarismo psicológico por parte del gobierno y de la ciudadanía, en el mejor de los casos.
[…] Es mucho más fácil percibir [el] cambio de mentalidad que documentarlo, no solo porque sus manifestaciones son muy variadas e indirectas, sino porque son vacilantes, inciertas y contradictorias. Una creencia, una práctica, una idea o una institución condenada por atrasada a menudo es celebrada por la misma gente como la esencia misma de la contemporaneidad; y otras ideas o instituciones o creencias atacadas por extranjeras [o innovadoras] suelen ser saludadas como la expresión sagrada del alma nacional.
En esos asuntos no hay un simple paso de lo “tradicional” a lo “moderno”, sino que se trata de un movimiento espasmódico, retorcido, sin método que a menudo tiende a recuperar las repudiadas emociones del pasado [op.cit. pp. 266-268].
Si aplicáramos la Teoría Cuántica a este tema, Schrödinger no me dejaría mentir. Miremos el voto, expresión individual de la voluntad política de un ciudadano, como ese gato encerrado en una urna. Creemos que se trata de un gato porque alguien nos ha dicho que ahí hay un gato. ¿Lo hay? ¿Quién define lo que es verdadero o falso en cuanto a la información circulante? ¿El gato dentro de la caja negra sometido a radiación, que la vive, la sufre, la experimenta o el investigador-espectador que, con su ciega interpretación, ha de concluir con la poca o mucha información a su alcance y en un instante si el gato está muerto o vivo aún? ¿Quién define lo que es verdadero o falso de entre los datos con que nos abruman los políticos en sus discursos? ¿Quién define si una noticia o una decisión de gobierno es una mera ocurrencia bien elaborada o la verdad tras un drama cotidiano? ¿Quién garantiza y asegura que aquello que no me consta en carne propia es verdad del Osito Bimbo?




Las noticias falsas, aun cuando han existido siempre, hoy van cobrando carta de naturalidad; pero, más que por causa del buen o mal uso de las redes sociales y los medios tradicionales de comunicación, más que por perversas y aviesas maquinaciones de presumibles villanos o perversos desadaptados, lo van haciendo por vicio de la ignorancia de que vamos siendo objeto todos por nuestra incapacidad para administrar y asimilar el cúmulo de información circundante. Nuestra impericia para la selección de las fuentes de información es harina de otro costal y más en tiempos cuando dicha impericia resulta irrelevante frente al solo prurito de acceder a lo que satisface de manera placentera y ofrece la sensación de completud.



Los críticos de la información alertan a los usuarios de la misma para que sean cuidadosos al seleccionar sus fuentes o ser críticos en su interpretación de los datos relativos a los hechos y dichos publicados y, en el proceso de advertir, van sembrando igualmente las semillas de lo que, quienes aspiran a gobernar con cierta legitimidad, pretenden afianzar como base conceptual desde la cual partir para sus proyectos individuales o del grupo en el poder que define, por propia conveniencia, lo que es bueno, malo, bello, feo, útil o inútil, para transmitir al pueblo y a las generaciones el modelo de utopía sobre el que construyen su idiosincrasia, aunque esto signifique un grosero atropello a la inteligencia de las personas.

Llegados a este punto —si es que llegaste aquí, amable lector— tal vez critiques mi texto por profuso y extenso. ¡Qué bah! ¿No dije al comienzo que todos somos sujetos de crítica? Pues, ¡venga! Reflexiona sobre lo contenido y ejerce tu derecho a criticar.



Referencias

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