¡Y vuelve Chencha con calentura!

Era de la opinión... de que los cuentos comenzaban con un verbo...

Hace unos días el político de filiación panista Carlos Manuel Treviño Núñez, quien fuera secretario de Desarrollo Social en Querétaro entre 2006 y 2009, publicó en Twitter el siguiente mensaje ―borrado instantes luego― en relación al alboroto ocasionado por la llegada a México del jugador brasileño de fútbol Ronaldinho y la afectación que significó para el tránsito:
En serio trato de ser tolerante, pero DETESTO EL FÚTBOL, y el fenómeno idiotizante que produce... Lo detesto aún más porque la gente estorba e inunda las avenidas para hacer que tarde dos horas para llegar a casa... Y todo para ver a un SIMIO... Brasileño, pero si-mio aun. Esto ya es un circo ridículo.
Tras las reacciones yo me dediqué a leer y escuchar a algunos colegas comunicadores y opté por la postura que publiqué (en Facebook) de la siguiente manera:

Ay, ¡cómo les encanta buscarle chichis a las víboras! (sí, algunas tienen, lo reconozco, y dos patas). ¡Si todos somos simios! Evolucio-nados pero simios. ¡Bola de jarritos de Tlaquepaque que al primer soplo se sienten! Ignórenlo y ya. Ya están como los holandeses con el grito de guerra de ¡Puto! No sean ¡putos!

A ver, algunas incongruencias y contradicciones que he escuchado y leído hoy de colegas comunicadores. Chillan porque el politiquete mentado usó el sustantivo (que no adjetivo, como algunos apuntaron) "simio" para referirse despectivamente al jugador de fútbol Ronaldinho Gaúcho recién llegado (comprado, como se hacía con los esclavos, y como se hace hoy con toda esta moderna forma de gladiadores que son los deportistas) por el equipo de Los Gallos de Querétaro propiedad de, entre otros, Olegario Vázquez Saldir uno de "los amos de México" (dicen).

También escuché y leí por ahí, en contraste, justificaciones a este tal Treviño (de los tantos Treviños como Pérez hay, con perdón de mi carnalito Alex Trevino G) en el sentido de "estar en su derecho de expresar su malestar" en la forma de un exabrupto semejante, pero eso no le da derecho ―consideran― a ofender a nadie "y menos utilizando adjetivos". ¡Caray! ¡Que alguien me explique!
Voy por partes. Si quiero ofender a alguien sin emplear adjetivos, tendría yo que construir un enunciado como el siguiente: "El señor Toño es", punto. Sujeto y predicado; y en el predicado solo el verbo, ningún objeto directo, ningún objeto indirecto, ningún complemento circunstancial de modo, tiempo o lugar.

Quienes hacen esa crítica se ponen en evidencia en su supina ignorancia de la herramienta de trabajo que deberían conocer y dominar más: el lenguaje, el propio idioma. Porque el lenguaje, sin importar el idioma, tiene una función primordialmente descriptiva, secundaria-mente narrativa. La proporción estadística de usos adjetivales, de partículas adjetivales, de palabras adjetivas, de combinaciones retóricas descriptivas es notablemente superior a los sustantivos y sus empleos. Basta que revisen todo lo que llevo escrito aquí para que se den color de lo que señalo. Son idiotas quienes apelan heridos por las palabras a que no se usen por temor de "ofender" a alguien.

Lo he dicho y repetiré hasta el cansancio y más si es preciso, la ofensa no está en la palabra, sino en la intención, en el propósito de quien la emplea. Que el politicucho ese, al calor del enojo haya dicho misa, no implica por fuerza que su propósito haya sido fríamente calculado para denigrar al jugador. Y que conste que no lo estoy excusando.

Por otra parte, insisto, la ofensa está también del lado del presunto ofendido, siempre y cuando este se dé por tal o simplemente por aludido. ¡Cuántas veces me han dicho que soy un pendejo! Y yo no me ofendo, sí, lo soy, como cualquiera, cuantas veces sea necesario o innecesario. Me han tildado de puto y yo respondo que sí, Chucha, como no, lo que tú digas y sigo mi camino como el otro el suyo. El valiente vive hasta que el cobarde quiere, dice el refrán.

Al jugador brasileño le quedan dos caminos: darse por ofendido y reclamar la disculpa en réplica pública, para que sea equivalente a la causa, incluso demandar una reparación monetaria por difamación discriminatoria; o no darse por enterado y dejar que el "ofensor" se arregle con su conciencia.

Al político panista le quedan dos caminos: agachar la cabeza ante la opinión pública recalcitrante, chueca o derecha, y reparar el daño ya sea del modo antedicho o cara a cara y en privado; o mandar a tiznar a su madre a todos los criticones y dejarlos con su muina acumulada en algún rincón del hígado.

Otra... De esos mismos comunicadores. Se llenan la boca de propiedad moral republicana ¿democrática? en casos como estos o incluso en aquellos donde las "víctimas" son los animales, pero si tratan la noticia de las atrocidades de, digamos los terroristas, a ellos sí les aplican todos los adjetivos habidos y por haber y hasta de "bestias", "animales" los califican "porque no queda de otra". Entonces, ¿dónde quedan los animales? ¿Son o no sujetos de derechos? Por aquí iba mi publicación de hace unos días en cuanto al absurdo de la defensa a ultranza de los derechos. O todos coludos o todos rabones.

O sea, ¿quién puede resultar más ofendido, el simio con quien se compara en un exabrupto a Ronaldinho? ¿El futbolista a quien tachan de simio o tratan de distraer al grito de ¡puto!? No me cabe duda que los ofendidos son otros, ni más ni menos que los que viven del qué dirán, esos a los que les hace tiritar hasta el viento que cruza la ventana de un vecino del otro lado del mundo, esas pieles delgadas que toman todo a pecho. Cuando me topo con semejantes "críticos" es cuando admiro a los gringos con sus calzones reproduciendo su bandera (aun cuando no comparto la irreverencia, la aplaudo), por ejemplo.


Sí, ya sé que a esta altura me saldrán los defensores de los derechos humanos a ultranza: ¡es que la discriminación y patatí y patatá! Les digo: ¡la manga del muerto! Y ¡negra! a quien me discrimine por expresar esto así, aquí, ahora. Bola de simios putos. Y ojalá el gobernador de Michoacán apruebe el decreto para hacer de la Tauromaquia un patri-monio cultural de ese estado (y de México todo, ojalá), pero también, para dar lugar a las contrapartes, ojalá los defensores de la tauromaquia opten por cambiar sus formas y erradiquen, mejor que la fiesta, las prácticas que lastiman al animal y a la sensibilidad de los quejosos, tan respetable como todo lo otro.

Y ya me voy, porque uno de mis gatos ya se puso de impertinente a reclamar atención, comida y me reclama que esté escribiendo estas "sandeces" (así dijo... huy me ha ofendido, marramiau).

Y vino la segunda parte
En las redes sociales no es infrecuente encontrarse con personas que son dadas a poner palabras en la boca y el espacio del otro. No ha faltado quien, ante mis dichos y mis consiguientes aclaraciones tras alguna reacción me califica de huidizo, de salirme por la tangente y afirmar que no he dicho lo que he dicho.

No me salgo por ninguna tangente. Si digo algo, y lo hago patente a la letra, lo sostengo. Y si hace falta ampliarlo lo hago. Y si es necesario aclarar, lo hago. Igual si se presta la ocasión a la disculpa o al señalamiento.

En relación al tema del dicho del panista Treviño, en ningún momento dije, a la letra o entrelíneas ―como se constata en los antecedentes anteriores― algo semejante a una justificación, o una loa o una defensa abierta o velada. Que alguien quiera leerlo así y tomarlo como palpable "evidencia" será su lectura. Por fortuna me tienen a mí como autor directo para aclarar cualquier duda que tengan, que de lo contrario una discusión como la que se ha suscitado alrededor del tópico  terminaría no solo tergiversando el sentido de mis palabras ―por ausencia― como derivando en una cena de "negros", tan simios como tú y yo. Y a quien le duelan las palabras que aprenda a convivir con sus silencios.

Nadie ha dicho, cuantimenos yo (me remito a lo que publiqué), que no se entienda lo que quiso decir el panista Treviño. Sí, es y fue claro; como claridoso el decir de alguien que, tras mi opinión dijo: «Las cosas por su nombre, no nos hagamos pendejos que se entiende perfecto (sic) lo que el politiquillo quiso decirle al futbolista. A mí no me jodan con eso de que todos somos simios». Pero el hecho de que se entienda no obsta para que conste mi punto de vista, con todo lo pendejo o hipócri-ta (como alguno lo calificó) que pueda parecer ―y que ya está visto que en tales calificaciones ya se me está marginando en una también clara manera de discriminación por pensar distinto y atreverme a expresarlo.

Quienes me conocen de veras saben que de ningún modo soy "apologista" de lo que va contra la persona y su dignidad, pero también saben ―aunque les choca― que soy el primero en acentuar el hecho innegablemente natural de la discriminación como proceso. Y, de nuevo, ya se va viendo que entre discriminadores me estoy viendo, que como en el trabalenguas discriminan al discriminador porque quien logre discriminar a los discriminadores buen discriminador será.

Aquí yo no he ni siquiera intentado callar a nadie ni menospreciar ninguna crítica y menos siendo sensata; mi única intención ha sido y será la de servir de fiel de la balanza cuando leo tanto en una parte como en la contraria el desatino de calificar a la ligera, así, justo como lo hizo Treviño por causa de su exabrupto. ¡Caminemos de exabrupto en exabrupto!, dando a cada cual que le sigue el "toque" de razón suficiente y veremos dónde acabaremos, unos contra otros, jugando el juego que todos jugamos. Yo por eso, no le busco chichis a las víboras, sino las trato como lo que son.

Como dijo alguien más, parafraseo, no me jodan, no nos hagamos pendejos, todos pero TODOS discriminamos de uno u otro modo. Como eso en México es un delito, TODOS somos delincuentes más de una vez en el día, a querer o no. Y quien esté libre de diatribas que tire el primer resorterazo, porque mucha de la discriminación que se comete es a sotto voce, en lo oscurito, en el callado "¡fúchila! que te apesta el sobaco"; y nos pavoneamos con el sombrero lleno de plumas de los derechos humanos y la igualdad. Sí, todos queremos esto, la igualdad, pero para llegar a ella tenemos que aprender primero el valor de aceptarnos diferentes como somos. Pero siguiendo el camino que algunos andan hoy, terminaremos ―mi perspectiva casi siempre arranca en la trinchera lingüística y comunicativa― erradicando palabras que lesionan por punzantes (ya lo intentaron los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los del Registro Civil) y apostaremos al discurso del silencio. Cuando no tengamos palabras suficientes para describir lo que nos corroe en un momento, así nos tachen de discriminadores, lerdos, majaderos, entonces quizá ¿podríamos llamarnos más humanos? Perdónenme, pero lo dudo. Más me parece que el ejercicio humanizador va en sentido totalmente contrario; y aclaro, por aquello del no te entumas, que no me refiero a ir en el sentido de hacernos más majaderos o insensibles.

P.D. Una cosa me queda prístina: las sobre reacciones siempre se dan cuando cosas así le suceden a algún ente público, a que sí cualquiera de nosotros lo hubiera dicho en una esquina nadie siquiera nos habría chistado.

Y que sigue una tercera parte
El reclamo por mis dichos siguió. Una de las personas en la discusión retomó:

Es que la forma en que lo presentas es: "todos discriminamos, to-dos somos discriminadores, en consecuencia hagamos nuestro exa-men de consciencia" el resto se sigue por lógica elemental. Escribes como si dijeras: "es que no sabes leerme"....es absurdo que preten-das regañarnos sin regañarnos, que digas que dices pero no dices, sutilmente nos llamas al silencio, e insistes en ello....Tu estilo es com-plejo pero no imposible. Y por cierto, éste no es tu espacio, es el espacio de […], al cual estamos invitados. [Las omisiones son mías].

Debía contestar y lo hice de la siguiente manera, no por necedad o pundonor, sino por consecuencia lógica.

  1. Sí, eso justo digo: "todos discriminamos, todos somos discriminadores, en consecuencia hagamos nuestro examen de consciencia", lo derivado dependerá del proceso lógico, chueco o derecho, de cada cual; y si me “saben” leer o no, depende de mí solo en la estricta y mínima medida de mi forma de expresión y depende de los otros en la estricta mínima o máxima medida de su capacidad de comprensión.
  2. Yo no soy quién para regañar a nadie, menos cuando soy muy mal portado; no tengo vocación de acusador moral ni mi dedo es tan flamígero que queme lo que señala.
  3. Puedo, esto lo concedo, y lo hago, sugerir entre líneas muchas cosas; sugerir no es decir. Cuando digo que he dicho algo me refiero estrictamente a lo "evidente", no a lo supuesto; y eso lo tengo clarísimo tanto por profesión como por oficio. Porque lo sugerido tiene una doble finalidad, mover a reflexión por lo no revelado o confundir por lo que se presume revelado.
  4. Yo no he dicho ni diré jamás a nadie que se calle, a menos que lo amerite y me colme ―en eso sí soy como el Rey Juan Carlos de Borbón, hoy abdicado , y aun así lo pienso dos y más veces antes de amordazar― aun cuando lo que pueda decir me incomode, hiera, insulte u otra cosa; al contrario, promuevo que se expongan las posturas y más, así como tú, que se sostengan en ellas o abracen aquellas otras con las que quizá no comulguen pero les den una ampliación en su perspectiva. También, al contrario de como lees, no orillo al silencio tanto como quien, señalando el vicio discriminador pretende ―llevado al extremo― erigirse tan intolerante como el intolerante, y ajustar a este y su conciencia a acallar su modo de comprender el mundo, aun cuando no sea compartido por otros. Mi postura es darle cabida a todos, sin excepción. Lo que sí puedo y de hecho señalo y re-pruebo es que tirios o troyanos, al amparo de exclusión preten-dan que el mundo gire conforme a su parecer por considerarlo el más moralmente sensato. 
  5. Y cierto y no que este espacio es de […]; lo es porque ella lo ha abierto y lo administra como parte de su perfil y en ese tenor tiene a bien compartirnos sus inquietudes, invitarnos, tolerar-nos, o no; cosa que siempre es de agradecer porque abona al diálogo y todos, en la medida de la configuración del propio perfil lo hacemos igualmente; y no, porque en el momento que a Facebook se le antoje, por causa de sus políticas, puede con la mano en la cintura moderar, censurar o eliminar este espacio o el perfil completo, así haya sido puesto con configuración privada.


Incidencia de la tecnología en la habilidades de pensamiento

Mira el siguiente vídeo, amigo lector. Y míralo y lee el siguiente texto solo como quien se asoma a un resquicio en la ventana de los acontecimientos. El tema da para más, pero por ahora mi comentario queda en lo escrito. Reflexionaré más a fondo y escribiré más al respecto en ulteriores ocasiones.




Sean tontas, torpes o se trate de una vacilada, esto sí está ocurriendo con más frecuencia y en más de un aspecto.

En una ocasión discutí con algunos jóvenes con quienes compartí banca en la maestría en sistemas de información (otra que no pude terminar por razones de dinero, a pesar o quizá justo por la misma beca-financiamiento de la universidad donde daba clases y donde estudiaba dicha maestría junto con la de educación, también trunca); discutía, contaba, alrededor de este tema. La mayoría de esos jóvenes eran diseñadores web, diseñadores gráficos e ingenieros en sistemas y estaban tan confiados en sus conocimientos y los avances de la tecnología que al momento de someterlos a la prueba de dibujar a mano o confrontar una tecnología análoga de plano le sacaban la vuelta. No sabían hacer nada ni imagina un mundo sin la tecnología actual. Entonces les expuse el caso hipotético: supongamos que se suscitan en efecto las anunciadas guerras apocalípticas y todo el sistema actual como lo conocemos colapsa; nos vemos obligados a comenzar de nuevo y solo encontramos entre los restos de civilización viejos aparatos, cables, carcasas deformes, no hay energía eléctrica y un largo etcétera de calamidades. ¿Cómo lo resuelven? Por ahí uno dijo que tomaba un teléfono viejo y hacía las conexiones necesarias para transmitir un mensaje vía satélite. ¿Cuál, pregunté, ya no hay, ya no existen? Otro dijo lo construimos y ponemos en órbita. ¿Cómo, con qué combustible, con qué economía? Y así seguimos.

Se les dificulta a las nuevas generaciones, en su ensoberbecida confianza y simplicidad de miras al momento de enfocar la vida por delante que puedan quedarse sin nada de lo conocido. Las escuelas y los maestros no resuelven el tema enseñando lo BÁSICO, descartan los conocimientos "viejos" por "inoperantes" en la "actualidad", y con ellos si bien "desarrollan habilidades para lo de hoy", anquilosan la imaginación y las habilidades asociadas a lo elemental y que nos hizo llegar a tener lo que hoy gozamos, no nada más en lo tecnológico. No dibujan, no planean, no efectúan operaciones...

La dependencia de la tecnología es cada vez mayor y eso, si por un lado está generando un nuevo tipo de hombre, dudo que este nuevo hombre tuviere la capacidad de sobrevivir ya no digamos a condiciones como las de la Edad Media o más atrás, sino de hace escasos cincuenta o setenta años. Algo debe hacerse al respecto. No podemos ni debemos retroceder. McLuhan lo planteó con cuidado, la espiral tecnológica es imbatible, irrefrenable y la teoría de sistemas lo deja claro, ciertos cambios sistémicos son irreversibles.

Aun estamos a tiempo de reconsiderar hacia dónde y como nos encaminamos tecnológica y educacionalmente hablando. Mejor el progreso que el retroceso, pero nada nos asegura que en un punto del progreso debamos, por alguna circunstancia anómala, recurrir al conocimiento histórico y "regresivo". Creemos que ninguno sabemos "escribir en una tableta de barro con signos cuneiformes", no obstante escribimos con una vara en la arena, con el dedo y nuestras manos dejamos huellas en el concreto y llamamos escritura digital a presionar unas teclas que hacen posible generar estos caracteres en un soporte de comunicación. El conocimiento está ahí, ya dado históricamente, es cosa nuestra soterrarlo en el olvido, quizá como una curiosidad, o darle su justo valor evolutivo, mismo que nos ha posibilitado llegar hasta aquí hoy y tal vez más lejos mañana.

De lo fácil se habla fácilmente

Alguna vez compartí en cierta red social el siguiente enunciado invitando a mis lectores y amigos ahí a señalar el error gramatical:

Juegue fácil desde su hogar

Más tarde hice mi propio juego siguiendo la norma propuesta observando:
Solo dos amistades icieron la intentona de hayar el error, sin ati-nar. Doy ahora nueva oportunidad en el supuesto de que han tenido tiempo de pensar, inbestigar o restarle importancia.
Para volverlo un poco más interesante y balioso el ejersisio, sú-mense los fallos (13 en total de esta publicacion. No tengo mucho que ofreser, pero ¿querría el ganador qué recompenza? ¿Y en caso de empate, qué?
De nuevo la respuesta fue tan numerosa que eso y no haber publicado este ejercicio era lo mismo. No obstante, de las siempre amables contestaciones obtuve suficiente material como para ampliar el comentario con miras a redactar la presente lección explicativa.

Destaco la colaboración de un contacto que obedece al pseudónimo de L’Homme Revolté quien señaló atinadamente que el Diccionario de la Real Academia incluye bajo el registro “Fácil”, la acepción de “fácil-mente” equiparando el adjetivo con el adverbio. A lo que repliqué que el hecho de que la RAE incluya una acepción por causa del uso, abuso o mal uso de un vocablo no obsta para que consten las reglas gramaticales al respecto, las que también hay que decirlo no son inamovibles.

De hecho, revisando la enmienda a la entrada para la vigésima tercera edición del DRAE no especifica siquiera que se lo considere como sinónimo.

Es un error muy generalizado creer, porque una palabra está aceptada por la RAE o dada de baja de los registros lexicológicos a causa del desuso, cualquier hispanohablante cuenta con el "permiso autorizado" para emplearla indiscriminadamente sin el adecuado y previo análisis de los casos.

En este caso nos enfrentamos a un uso indiscriminado aunque "socialmente natural" o mejor dicho “convencional” de una figura retórica como lo es la elipsis y que consiste en omitir una o más palabras en una cláusula, las cuales, aun siendo necesarias para la correcta construcción gramatical, su ausencia no afecta al contexto mismo que permite a la idea sobreentenderse (de ahí la importancia del contexto siempre por encima de las palabras aisladas).

El abuso en la aplicación de la ley del menor esfuerzo, so pretexto de pragmatismo lingüístico aunado al abuso o mal uso de determinadas figuras retóricas (muchas veces de forma inconsciente, a causa de la misma dinámica del habla, que no de la escritura) ha llevado tanto a enriquecer como a empobrecer nuestra lengua de esta forma.

El error gramatical está: tenemos un adjetivo calificando a un verbo. La forma correcta de escribirse el enunciado puede ser una de dos: 1)  Juegue fácilmente en casa 2) Juegue de manera fácil en casa. La elipsis aplicada al segundo caso omite por desidia la frase "de manera". Tenemos pues aquí un ejemplo, toda proporción guardada, equivalente a lo que sucede en el ejercicio de las normas legales cuando se enfrentan a la presunción de que mor est iure (costumbre es ley), si bien sabemos que no siempre ocurre ni es cierta ni deseable como pasa con determinados usos y costumbres contrarios a hecho y derecho.

Para terminar, y a reserva de dejar al ánimo del lector ejercitarse localizando y corrigiendo los restantes errores gramaticales, baste dar dos pistas.

La primera. Uno de esos gentiles contactos apuntó como error el fragmento en mi texto: … Doy ahora nueva oportunidad en el supuesto de que han tenido tiempo …, considerando que el verbo empleado “han” debió haber sido conjugado mejor como “hayan” para decir: … Doy ahora nueva oportunidad en el supuesto de que hayan tenido tiempo …

Al respecto de su aportación expuse que ese se trataba de un distractor.

No hay fallo en realidad. Yo estoy utilizando en ese enunciado el presente histórico. En todo caso detectó bien un sutil error (no contabilizado para el ejercicio) de concordancia en relación al tiempo verbal, pues voy del pretérito al presente histórico.
Si se lo toma literalmente, el error es indiscutible y merecería yo un coco. Si se lo lee en contexto, el error es aparente, porque el presente histórico es a final de cuentas una forma literaria de referirse a un hecho transcurrido entre un pasado definido (aquí 10 días) y el momento de escribir el apunte en cuestión.
Lo deseable en este caso concreto es que el cambio de uso verbal se efectúe en un párrafo aparte, así que puede considerarse también como error ortográfico el uso de punto y seguido tras la expresión "atinar", en vez de punto y aparte.

Y la segunda consideración final es un exhorto a mirar la lectura actual reflexionando sobre la importancia de observar, examinar el valor de las palabras y lo signos en general en función del contexto que los contiene, pues si hay adjetivos que pueden ser usados como adverbios (como se ha destacado líneas arriba), los hay que pueden tomar carácter de sustantivo. Véase esto a la luz de lo dicho:

Perfecto me dijo perfecto que el vestido me quedaba precisa y perfectamente.

Podredumbre humana

Alrededor del llevado y traído tema de Mamá Rosa, más que y además de ver moros con tranchete, exorcizar fantasmas morales so pretexto de probables comisiones de delito deberíamos atender el trasfondo de las circunstancias de miseria y mezquindad con que tratamos todos a los migrantes, a los reos, a los ancianos, a los huérfanos, a los discapacitados, a los enfermos mentales, a los animales.

No por ser historias de horror y vergüenza asaz conocidas deben de redundar en la indiferencia de todos nosotros. Las condiciones de insalubridad, indigencia, promiscuidad (entiéndase lo que es: hacinamiento y lo que de él deriva) que imperan y describen nuestras cárceles y reclusorios (hágase la distinción), asilos, orfanatos, guarderías, internados, separos, "toritos", hospitales, clínicas, gasolineras y muchos otros sitios, unos más visibles que otros, públicos y privados, donde se coleccionan las consecuencias de la necesidad, la pobreza y la corrupción rayan francamente en la más grosera de las porquerías que humanamente podemos realizar.

Gobiernos van y vienen, generaciones van y vienen y seguimos leyendo, escuchando, viendo, olfateando, atestiguando la mendicidad, así la de la calle como la que se suscita entre las paredes de lugares hechos en principio con la intención de ayudar pero que, por causa de los mezquinos, requieren aún más de auxilio que los socorridos.

Que se dan abusos. Cierto. Y cierto es que no en todos los casos, aunque digan que en todos lados se cuecen habas.

En vez de dedicarnos a santiguar y darnos golpes de pecho y arrancarnos las vestiduras y señalar con dedo flamígero culpables a diestra y siniestra y espantarnos por lo que aparente o evidentemente puede estar sucediendo en lugares así, mejor deberíamos poner el remedio y hacer que la dignidad humana cobre carta cabal, una carta que no se escribe solo por afán caritativo o determinación de los ogros filantrópicos,  ni con el tizón de la ardiente justicia moralina, sino con la pluma de la conciencia de estar construyendo los cimientos de un mañana donde los únicos deportados de la existencia sean el sentimiento de abandono, la dejadez, las reservas discriminadoras, los prejuicios.

Ignoro todo lo relativo a Mamá Rosa, fuera de lo publicado recientemente y que se encuentra en el atril para disfrute de los oradores más disímbolos. Por ello, era de la opinión como lo sigo siendo, de que más pronto cae un hablador que un cojo. Habrá que ver en casos como este quién es más hablador, quiénes han salido a la defensa o los acusadores, porque me parece que el cojo ya va siendo desde siempre nuestra ínclita sociedad.

P.D.: Comulgo con la afirmación que escribe al final de su colaboración semanal en el diario El Universal (mi antigua casa) la periodista y colega Denise Maerker:

Ninguna explicación puede ni debe servir de justificación. Cada responsabilidad tiene que ser atribuida y asumida en lo individual. Pero el contexto importa si no queremos caer en juicios fáciles.

Humano, demasiado humano

Esta meditación no tratará sobre el libro de Friederich Nietzsche intitulado del mismo modo, ni será un resumen de su filosofía, aunque de alguna manera está inspirada en ambas cosas. Más bien la detonaron las noticias recientes (que se apetecen tan antiguas por repetitivas) sobre lo sucedido en Israel (como podría y ha sucedido en tantos lados más en la historia), y contribuyeron los comentarios de ciertos contactos en la red social Facebook.

Elena Estrello comenta en alguna publicación compartida por Mireya Maldonado:

"No me gusta hablar de Dios en las redes pero es cuando me pregunto...¿Dónde estás?"

Permítanme responder, sin ánimo de ofender a nadie, creyente o no, que en circunstancias como estas, más frecuentes de lo que quisiéramos Dios es como la Puerta de Alcalá: ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo.


El problema no es dónde está Dios, sino qué hacemos los hombres en la construcción de ese tiempo que nosotros y solo nosotros podemos controlar por ser consecuencia de nuestra voluntad. El odio interracial, intergenérico, entre credos, naciones, es de lo más humano que tenemos.  Nos resulta muy cómodo, en la impotencia, desear que venga una mano sobrenatural y nos tome de los cojones para devolvernos al redil, cuando ha sido decisión nuestra y de nadie más seguir la senda del bien, del mal o de la mediocridad, soñando con aspirar a la excelencia en cualquiera de esas tres opciones.

La respuesta a lo execrable de nuestros actos sólo puede provenir de dos fuentes: nuestra conciencia arrepentida y nuestra disposición al perdón. Mientras eso no suceda o siga dándose de manera eventual, efímera e hipócrita, seguiremos siendo tan irracionales como esos otros animales a los que pretendemos defender de nosotros mismos y nuestra crueldad.

Para hacer un parangón, el problema no es la fiesta brava, no lo es el circo, no lo es la experimentación científica; lo doloroso no es la sangre y los bufidos del burel, no lo es las risas a costa de la domesticación y el maltrato, no lo es el sufrimiento en aras de conocer lo que nos puede hacer más sanos, fuertes, inteligentes, capaces. El problema es la actitud con la cual afrontamos las consecuencias de nuestros actos. No se trata de prohibir la tauromaquia o el circo o la experimentación científica, sino de transformar esas actividades con responsabilidad, y eso implica transformarnos nosotros esencial más que sustancialmente.

Dicho esto...

A veces me da tanto asco ser humano... Pero de esto estoy hecho, del humus de una conciencia que entiendo y supongo divina, y de la cual, por lo mismo de mi origen metafísico, obtengo lo magnifico y lo deleznable que soy. En tanto lodo, en mí puede germinar la belleza, la vida; pero también en mí se gesta la podredumbre de la existencia y que hace posible que esa misma vida florezca y resulte sublime. Soy la encarnación de los contrastes, Eros y Tanathós me constituyen. A veces me maravilla tanto ser humano...

Como dicen...

 

Francisco Arias Solís,
perdona a tus enemigos.
―No puedo― dijo el tirano
al morir―, ya no los tengo:
a todos los he matado.
Yo puedo decir lo mismo:
que no puedo perdonarlos
porque no tengo enemigos:
a todos los he olvidado.

Este poema "Tolerancia" escrito por el español José Bergamín (1895-1983) me ha puesto a reflexionar... ¿Alguna vez en la vida he tenido enemigos? He tenido opositores, detractores incluso; estos, algunos muy cercanos, muy proclives a proscribirme a la menor provocación, al menor indicio de vergüenza ajena, los tengo muy presentes y brotan como liquen tras la humedad de mis palabras sembradas de melancolía, cuando no de amor o de rabia; o como polvo disfrazado de silencio bajo la yesca, mimética posibilidad de ardores encendidos por la envidia cuando no por la admiración o el deseo de ser lo que no son: Yo mirándose en una mirada que mira a la mirada que se mira siendo mirada, verde espejo recurrente constructor de verdes laberintos de verdes ideas de verdes ayeres de verdes mañanas.

¿Enemigos? Dicen que, por cada amigo, un hombre tiene en la vida el doble o triple de enemigos. Mis amigos, esos que se cuentan con la punta de los dedos de una mano son tan pocos (o he sido tan ciego para verlos) y están unos tan lejos… Como si mis manos hubieran sido mutiladas por el ánimo secuestrador de algún halcón llegado desde las alturas de la conciencia. Si tengo enemigos, deben estar ocultos entre la maleza del sueño, quizá se han sumado a las sombras tristes de lo ido y desde ahí, en la madriguera de la falsedad acechan a que se llegue el momento de mi último suspiro para desgarrar esta piel aún no tocada por la caricia de tus ojos verdes.

Si tengo quien desee mi muerte, mi mala fortuna, no lo conozco... aún; creo. O quizá le perdoné sin siquiera haber tenido motivo para el perdón, el rencor, el olvido o la amargura. Tal vez yo mismo estoy en la lista de ciertas personas como enemigo privado o público, amenaza a la tranquilidad de sus despropósitos y les resulto poco más que ominosa advertencia de algo que ni yo mismo imagino.

Debe ser de alguna manera grato tener al menos un enemigo mío, exclusivo. Pienso que, aunque monserga, sería una forma de no saberme tan solo, pues en algún lado habría alguien, una némesis preocupándose de cada uno de mis pasos con sus huellas, sus impulsos, avances y estaciones.

Quisiera que cada musa fuera una enemiga, porque así tendría pretexto para combatirlas cuerpo a cuerpo, una a una; para penetrarlas inmisericordemente con mi pluma hasta inflamar su entraña, infectarla con el germen de la insolencia de hacerlas saberse amadas sin remedio. Pero las musas eso son, al menos mientras no se hacen presentes cual carne sobre mi carne, sal ungiendo mis ansias, voz consoladora de mis noches y días. Y yo, no digamos Zeus, ni a Orfeo llego.

Me miro al espejo y supongo, como dicen otros, hallar al más cruento contrincante que me soy yo mismo. Gesticulo con coraje y tratando de expresar odio auto infligido y acabo riendo, reconciliado con el Pantagruel determinado a hacer de mí ridícula onda en la mar del tiempo.

No obstante lo meditado, no presuma el lector de esto que ando en busca de un enemigo a fuerza. Si he de tenerlo, ha de ser por mérito propio. Porque eso de ser centro de aborrecimiento condescendiente o gratuito, como que no va conmigo tampoco.

Si del amor al odio, como dicen, hay un paso, dalo genuinamente. Ámame con todo tu odio para luego odiarme con todo tu amor y entre tanto házmelo, a saber, por favor. Así como yo ahora he incrustado la cacofonía en la prosa, así, en medio del éxtasis sensual, murmura a mi oído: «te detesto, corazón»; y quédate a mi lado para siempre y nunca jamás.

Piropeando, que es gerundio

‪Leo por ahí en una red social como Facebook el comentario de un caballero queriendo alagar a un grupo de bellas damas. Dice (sic transit): "4 bombonas!!!"

No pude contenerme y hube de intervenir así:

¡Qué feo eso de "bombonas"! Por querer a fuerza (esa tendencia tan actual) feminizar toda palabra que se encuentran, las personas terminan diciendo cada barrabasada, cada desatino, cada cosa... ¿Sabes qué es una bombona? No has hecho el favor a ninguno de los bombones que están sentadas a la mesa. Disculpen lo "pedante" del comentario, pero honor a quien honor merece y qué mejor que decirlo con propiedad.
Entrada: "Bombona" [Cf. Diccionario de la RAE]



Natural congruencia

Hemos idealizado tanto a la infancia que se nos olvida que como con cualquier especie animal está sujeta a los instintos y queremos darles características y raciocinio adultos cuando para ellos muchas cosas, a veces incluso el delito, son consecuencia de la "natural" irresponsabilidad del juego. No pequemos de naif y recordémonos cómo éramos de niños.

Nos espanta y duele la crueldad o estupidez de muchos adultos, pero hay que ver (como consta en muchas fuentes) la crueldad tan terrible que, jugando, pueden cometer los niños. Pero a los adultos nos es más fácil mirarlos como puros e inocentes y culpar a la sociedad adulta, a los profesores, a los padres, a las instituciones; demandar, exigir atención a lo que, primeramente, no atendemos ni observamos para "refrenar" y "canalizar" en nuestros hijos y cosijos.

Nos espantan los juegos violentos, los que incluyen armas y olvidamos que la explicación antropológica del juego es simple: es una preparación para las expectativas de la vida adulta: jugar al doctor, al maestro, al guerrillero o soldado, a ladrones y policías, al constructor, incluso el fútbol soccer y el americano y el ruggby tienen su razón de ser (no me crean a mí si soy nadie, lean mejor a McLuhan y otros más reconocidos) en la idea de la guerra vuelta metáfora civilizatoria; el box y sus variantes y las artes marciales y la esgrima son modos de volver "civilizada" la agresividad contra uno y el otro, unas maneras revestidas de normas, de políticas, otras de credos, filosofías, metafísica.

Queremos culpar a esos instrumentos de distorsionar, torcer la mente de nuestros infantes para pervertirlos, cuando esa perversión ya es parte de nosotros, con o sin juegos de vídeo o filmes. El acoso escolar no necesitaba de Internet para dimensionarse como ahora lo sobre dimensionamos los adultos. Ocurría con la misma terrible gravedad en siglos pasados, pero no se sabía en el orbe, nomás en el pequeño pero suficiente mundo de los allegados a la víctima.

Y digo suficiente porque bastaba que la niña de mis ojos me supiera, digamos, cobarde para defenderme de los cábulas gañanes, para que me sintiera un pusilánime con ganas de quitarme la vida, por ejemplo, o incidir en mi desarrollo ulterior hasta hacerme quien soy.

Quisiéramos que los juegos de vídeo y los programas de TV y el cine y los cómics fueran más "edificantes". ¿En qué modo? ¿Del modo que al final de cuentas no ocurren las cosas en la vida? La vida no es color de rosa y no es la más excitante aventura. Los juegos, el mito y los ritos de diversa índole tienen su función clara: proveer de una proyección de las expectativas de la vida y la existencia, preparar al futuro "guerrero", "sacerdote", al "oficial" (especialista en algún oficio), al "profesionista", a la "madre", la "esposa", etcétera para desempeñarse con relativo éxito en una lucha cotidiana donde, a querer o no, Darwin tenía razón y sobrevive el más fuerte o por lo menos el que no es tan torpe o deficiente.

La aventura de ir al Mundial es equivalente a un mito de transición, en el que un pueblo entero adolescente, espera mediante enfrentar enemigos y dificultades, pasar las pruebas que le permitan trascender a un estado mayor en el reconocimiento propio, generacional y general. Pero ya quiero ver con las primeras fallas mínimas cómo esos mismos que se escandalizan del "bullying" lo pondrán en práctica en contra de la selección o de algunos seleccionados así en Twitter como en los periódicos o las pláticas de café.

Ante esta cruda realidad sólo me resta solicitar: congruencia señoras y señores; que sin congruencia no hay sentido común que valga.

Tengo todo excepto a ti...


Se ve que no te voy,
se ve que no me vas.
Se ve que en realidad sólo me quieres
como un amigo más, como algo de siempre.

Ya ves, me equivoqué, creí que era feliz.
Pensaba que yo lo tenía todo,
tantos amigos, caprichos,
amores locos...

Tengo todo excepto a ti
y el sabor de tu piel.
Bella como el sol de abril.
Qué absurdo el día en que soñé
que eras para mí.

Tengo todo excepto a ti
y la humedad de tu cuerpo.
Tú me has hecho, por que sí,
seguir las huellas de tu olor,
loco por tu amor.

Se ve que no te voy,
se ve que no me vas.
Pues tengo todo menos tu mirada
y sin tus ojos, mis ojos ya no ven nada.

Tengo todo excepto a ti
y el sabor de tu piel.
Bella como el sol de abril.
Qué absurdo el día en que soñé
que eras para mí.

Me sobra juventud,
me muero por vivir,
pero me faltas tú.

Tengo todo excepto a ti
y la humedad de tu cuerpo.
Tú me has hecho, por que sí,
seguir las huellas de tu olor,
loco por tu amor.

Esta frase encierra un absurdo, pues significa que en realidad no lo tiene uno todo. Y no es para sentirse mal, ninguno estamos del todo plenos en la vida, siempre hay algo que sentimos que nos falta o nos sobra. O estamos colmados o estamos insatisfechos y es causa de las expectativas que nos hacemos de las cosas y las personas, somos dados a poner todos los huevos en el mismo canasto cuando en verdad la fe, siendo una, es divisible entre las posibilidades que la vida ofrece.

En realidad, de todo tenemos todos algo, aunque sea un triste indicio, mismo en que se encierra la esperanza de más y mejor.

Si nos metemos en honduras metafísicas, los seres humanos, en tanto seres, es decir entes, somos tan cosas como lo que denominamos así.

Cosificarnos no es sino entendernos lo más humildemente posible como uno entre tantos entes que existen; lo que en todo caso nos distingue del resto es que somos animados, esto es, tenemos un ánima, a la que damos características de espíritu (inteligencia) y alma (forma de manación o fluctuación).

En el afán de considerarnos además únicos, nos queremos separar del resto de los animales aduciendo que los otros tienen una inteligencia, cierta manera de conciencia, pero no espíritu y ya no digamos alma (aún hoy la discusión clásico-griega y medieval al respecto se sostiene a pesar de los avances científicos en pro o en contra).

Más que plantear que la frase mentada se trata de una frase "vacía", lo que afirmo es su carácter de ab-surdo, o sea de "lo totalmente otro, distinto" (de acuerdo con la etimología del término).

El enunciado expone el trasfondo de una creencia compartida por todos nosotros: creo tener todo (dinero, poder, fama, dicha, etcétera), pero también hace evidente la conciencia que alcanza quien, más allá de su acto de credulidad o su fe, en un lapso, en un instante cae en cuenta que ante el impedimento de tener (que no poseer) a ese otro (humano o divino) para sí tanto o más valioso que el resto, sencillamente no lo tiene todo (ni el mismo Dios lo tiene todo, puesto a reflexionar sobre su particular situación agravada por la eternidad, por más que lo definamos como omnipotente y omnisciente y ubicuo).

Ese hueco, ese (eso sí) vacío, esa nada consciente, impertinente insight existencial es efecto de alguna causa, de una falla, ya en lo humano como en lo divino; por ejemplo, el rechazo de la persona querida, deseada o necesaria para considerarse uno pleno, satisfecho. O más simple, la espera en soledad de la réplica del otro.

La totalidad no significa completud como la solitud no supone aislamiento o abandono. Esto es, para ponerlo con otras palabras quizá más llanas, como la imagen que esboza en su letra el tango "Fumando espero":

Fumar es un placer, genial, sensual
fumando espero a la que tanto quiero
tras los cristales de alegres ventanales
y mientras fumo mi vida no consumo
porque flotando el humo me suelo adormecer
tendido en mi sofá, fumar y amar
vera mi amada feliz y enamorada
sentir sus labios o besar con besos sabios
y el devaneo sentir con mas deseo
cuando en sus ojos veo sedientos de pasión
por eso estando mi bien
es mi fumar un edén
dame el humo de tu boca
dame que mi pasión provoca
corre que quiero enloquecer
de placer sintiendo ese calor
de el humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.
dame el humo de tu boca
dame que mi pasión provoca
corre que quiero enloquecer
de placer sintiendo ese calor
de el humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.

Mientras espero a la que quiero (una de esas tantas musas que pueblan mi poesía y otros escritos) las tengo a todas, ¡sí, soy el "todas mías"!, me hago a la idea de que tengo todo, lo prescindible y lo imprescindible a mi alrededor, mas no la tengo a ella en específico como ni ella a mí (independientemente de que pueda tener a otro más acomodado a su existencia).

Por eso hablé en un comienzo de expectativas, de esperanza. Y esta conciencia comporta tanto placer como dolor que encierra un absurdo, pues significa que en realidad uno no lo tiene todo. Y no es para sentirse mal, ninguno esta del todo pleno en la vida, siempre hay algo que todos sentimos que nos falta o nos sobra. O estamos colmados o estamos insatisfechos y es causa de las expectativas que nos hacemos de las cosas y las personas, somos dados a poner todos los huevos en el mismo canasto cuando en verdad la fe, siendo una, es divisible entre las posibilidades que la vida ofrece.
En realidad, de todo tenemos todos algo, aunque sea un triste indicio, mismo en que se encierra la esperanza de más y mejor.

Ni aunque se escriba con cepillo dental…

Ni aunque se escribiere con cepillo dental habría lengua pura. Lo anterior obedece a la reflexión derivada respecto de esta imagen alrededor de la que he afirmado: el primero en pedir disculpas ya perdió, porque las disculpas se ofrecen no se piden.

Hay una lógica y paradigmática diferencia entre ofrecer disculpas y pedir perdón, como bien escribí hace tiempo en uno de mis blogs en mi artículo "Aprender a perdonar". Cierta amistad comentó sobre mi apunte (sic transit):

"Ah pues don Antonio , esta bien que seas puritano de la sintaxis, pero dale oportunidad al inspirado e ingenuo autor de este pensamiento".

Ahora yo me pregunto desde cuándo propugnar por la corrección en el significado de lo que se dice para erradicar los equívocos causados por la indolencia gramatical es purismo lingüístico.

Es verdad que en el decir cotidiano poseemos y empleamos fórmulas idiomáticas que apelan a un conjunto de funciones metalingüísticas que dan por sentados determinados significados connotativos, en pocas palabras, apostamos a que con decir "pío" nos damos a entender cabalmente. El problema con esta apuesta es que presume la posibilidad de que dichas fórmulas obedecen a estructuras de pensamiento fijas, al margen de cualquier interpretación. La indolencia gramatical al hablar o escribir deriva de esta ingenuidad, a veces justificada por la ignorancia, a veces por la irresponsable y soberbia creencia de que, pues el lenguajes es flexible y dinámico, igualmente lo son las sigas significativas que unen a las palabras.

Esta indolencia, no obstante lo reprobable y nociva, debo darle crédito de que también es portadora de algunas virtudes en la evolución del mismo lenguaje, como bien hice notar en mi artículo sobre los cambios en el vocablo "chido".

Ahora bien, si somos permisivos a ultranza y abrazamos la máxima de dejar hacer, dejar pasar sin detenernos a ver las consecuencias de nuestros actos (y el acto verbal no es menor comparado con los de otra índole), entonces lo que propiciamos no es simplemente el “mal decir” como forma aceptada de conducir nuestros pensamientos y expresiones, sino más grave aún, extendemos mediante la principal herramienta de comunicación justo esa indolencia a otras maneras de ser y expresar que descansan en el lenguaje.

Por otra parte, el puritanismo también es odioso. Lo sé. Por lo mismo lo que practico en mis escritos y llamados de atención a diestra y siniestra distan de ser puritanos. Porque es una aberración prohibir lo que nos es connatural. No podemos atar las palabras. Su destino es evolucionar, pero la evolución forzada por la indolencia, la ignorancia o la tergiversación programada no es evolución sino involución. Aunque parezca exagerado el ejemplo, imagina una rosa a la que le arrancas los pétalos a la vez que rezas dubitativo “me quiere, no me quiere”; imagina regalar margaritas rojas a tu amor.

La mutación es intrínseca al lenguaje, y está visto que de esa mutación, cuando es ficticia, surgen esperpentos. ¿Por qué hacer de la indolencia el campo fértil donde germinen monstruosidades idiomáticas? La indolencia no es fruto de la espontaneidad, las transiciones lingüísticas a lo largo de siglos sí.


¿Qué es la antropología de la imagen? Entrevista con Hans Belting

Satelucos sospechan ampliación del Viaducto Bicentenario

Vecinos de Satélite protestaron recientemente en sospecha por la probable construcción de una rampa que conectaría el Viaducto Bicentenario con el distribuidor vial en Puente de Vigas que forma parte del Circuito Interior Mexiquense.

Respecto de esta nota relacionada con el Viaducto Bicentenario sólo digo: en su momento los vecinos de La Florida alertamos lo pertinente, Satélite no quiso escuchar ni participar como consta también a varios de los presentes en las conversaciones con personal de las empresas OHL y Rioboo, y la dependencia SAASCAEM (a la sazón dirigida por el Ing. Manuel Ortiz hoy Secretario de Obras del gobierno de Eruviel Ávila).

En esas conversaciones, muchos de los cambios sugeridos sobre el proyecto original por los vecinos de La Florida en atención a las observaciones de vecinos de colonias aledañas y sobre el tramo en cuestión evitaron que Satelite quedara encerrada. En esas mismas charlas quedó asentado, claro y comprometido que no habría conexión con el distribuidor vial de Puente de Vigas a través o sobre el Río Chico de los Remedios (donde sobre el Viaducto Bicentenario aún queda un "pantalón" pendiente), sino que dicha conexión se haría justo donde ahora los vecinos de Satélite se oponen tardíamente. La razón: es la salida más lógica, más directa y con menos afectación.

Ahora los vecinos de Satélite claman errando el argumento en su comunicación (como nos sucedió al comienzo a los vecinos de La Florida), alegando "ecocidio" lo  que resulta exagerado y resta justificantes a su oposición.

Sí, hay que decirlo, que todos debemos mantenernos observantes y no gratuitamente obsequiosos. Todos, seamos o no de Satélite debemos cerrar filas para que las afectaciones sean verdaderamente las mínimas y no sólo obstaculizar sino mejor proponer soluciones viables.

LO MEMORABLE COLECTIVO

21 de abril de 2014

Foto: Archivo VETA Creativa
Revisando mis materiales en archivo, al fin pude encontrar la copia fotostática ampliada del fragmento de artículo publicado en una conocida revista de espectáculos hacia 1993, y en cuyo final incluí (cosa prácticamente inusual en ese tipo de revistas de contenidos de información ligera y de entretenimiento) una nota de corrector. Ilustro la publicación de ahora con dicha imagen. Para ser más exacto se trata de la copia de la prueba de corrección tras ser revisada por el jefe de información y cuyos apuntes, añadidos y taches manuscritos destacan la forma como una aportación puede ser borrada literalmente por algo así como 10 plumazos, lo cual acepto sin guardar rencor. Ahora, pongamos el tema en contexto.

A 24 años de introducida una palabra: memorabilia

Entre los años 1992 y 1994 fungí como corrector de estilo de la revista TVyNovelas a la sazón dirigida por su creador, el periodista de espectáculos Jesús Gallegos. Entonces también trabajaba como formador de la revista su hijo, Armando Gallegos que en la actualidad se desempeña como director de la misma en consecución de Juan José Origel.

En esos años uno de los negocios de restaurante más pujantes por novedosos a causa de su concepto temático era el Hard Rock Café. Entre muchas de las cosas que lo destacaban era lo que llamaban su “memorabilia”.

Sería el año 1993 cuando la mentada firma, que entonces tenía entre sus accionistas a Miguel Alemán Magnani, hijo de Miguel Alemán Velasco socio de Emilio Azcárraga Milmo en Televisa; la mentada firma, decía, contrató además de espacios publicitarios para anuncios uno para un publirreportaje en la revista. La gente de la empresa envió la información y el director de la revista me pidió hacerle la corrección de estilo. A sabiendas que se trataba de un publirreportaje era poco, muy poco lo que podía yo hacer (por políticas empresariales y criterios editoriales), sin embargo consideré importante y pertinente que una palabra nueva y que tras una larga investigación apoyada por otros correctores de revistas vecinas de la misma editorial Intermex, por cierto entonces recientemente comprada por Grupo Televisa; consideré importante y pertinente, repito, incluir una nota para beneficio de los lectores que, me constaba, estaban en la misma duda que yo respecto de la palabreja, misma que tampoco tenía registro en inglés dado el origen de la información, siendo la franquicia estadounidense (y vaya que consulté diccionarios de varias lenguas).

Volviendo a la idea. Tras una acuciosa consulta, la mejor solución fue recurrir a las etimologías toda vez que es relativamente usual que muchas palabras anglosajonas conserven la etimología y fonética casi igual de vocablos originarios de las lenguas indoeuropeas. Así, me di a la tarea de ir más allá de la descripción básica y mercadológica que Hard Rock Café hacía de su “memorabilia” sin definirla a carta cabal.

Sobre y desde la tauromaquia (otra vez)

Cada tanto se da en las redes sociales una ya odiosa discusión alrededor de temas como la tauromaquia. Esto generalmente propiciado por aquellas almas sensibleras, moralinas que lloriquean hasta porque se arrastra la mosca moribunda.

En más de una ocasión he entrado al debate y he escrito tanto en los comentarios como en mis espacios líneas alrededor del tema. Ahora, otra vez, me dan pie para abordar el tópico. Más que ser repetitivo, el conjunto habrá de leerse con el tiempo como una aproximación caleidoscópica a una práctica que equivale a la punta de la flecha anclada en el talón de Aquiles del hombre.

Esta vez un amigo y colega escritor muy querido, Joaquín Guerrero Casasola, con quien sustuve en la juventud debates álgidos sin que ello merme nuestro mutuo afecto, expone su parecer al respecto y, de la mano de otros contactos suyos, en resumen argumenta que:

... hay cosas que son demostrables objetivamente, que no son subjetivas. El sufrimiento físico es una de ellas. Ejercer dolor y sufrir. ¿Podemos situar eso en el ámbito de ser tolerantes? ¿Tolerar que se ejerza dolor? Puedo entender que la gente exprese su parecer de una forma dura o apasionada o lo que sea y que eso parezca virluento. Pero eso es la forma, no el fondo. Bien, eso es lo que creo. Ahora bien, es verdad que hay personas que defienden a los animales y para otras causas no mueven un dedo, pero eso no hace inválido lo primero, es decir la defensa de los animales. Si para defender una causa debiéramos ser congruentes y defenderlas todas no habría quien pudiera defender ninguna [...] Por otra parte, entiendo que cambiar de visión para muchas personas y aceptar lo inaceptable de la fiesta brava es imposible, pues es algo profundamente cultural. Uno de mis mejores amigos va cada ocho días a los toros. ¿Voy a dejar de quererlo por eso? No, pero no puedo decir que una verdad demostrable, palpable, deja de serlo. Asimismo, como algunos saben uno de mis escritores predilectos, Hemingway, era fanático de los toros y de la cacería. Leo gustosamente, incluso con deleite relatos que hablan de eso como las nieves del Kilimanjaro. Pero eso no significa que, como lo dije antes, ejercer sufrimiento sea cosilla de nada.
Al ir exponiendo mi parecer, mi pensamiento al respecto, solté la idea (hecho indubitable, verdad palpable, demostrable) de que el dolor es parte de la vida. Sufrir es vivir es padecer. Vivir es morir y aprender a morir es aprender a vivir, tanto en carne propia como ajena, pero ¡tenemos tanto miedo al dolor! A esto él reviró:

El dolor es parte de la vida, pero eso no me da derecho a pegarte cuatro tiros.

Así, siguiendo el diálogo construí la siguiente réplica:
Tendrías tanto derecho como el derecho mismo te asistiere. El derecho (aun el derecho natural como concepto) como la tauromaquia son invenciones humanas; la segunda muy anterior al primero, por cierto. Ese derecho natural del que ya nos hablaba en época muy reciente Rousseau no se contrapone en nada a lo que su contemporáneo Sade mostraba como la mayor hipocresía del hombre. De hecho, es muy curioso que en ambos coexistieran ideas semejantes en cuanto al "derecho" que da la brutalidad del hombre para ejercer actos que la moral sensiblera y sensacionalista considera deleznables, pecaminosos, reprobables, "contra natura". La consigna revolucionaria en que se desarrollaron sus ideas sobre dejar hacer y dejar pasar, aplicadas a la convivencia armónica con la naturaleza no olvidaba la obligación fundamental del hombre de confrontar o infligir el dolor y el placer necesarios para ser eso, humano. Garaudy deja claro, en el más sesudo tratado sobre la libertad que se ha escrito, que los animales no son libres por estar determinados por la necesidad y el hombre, antes que hombre, es animal; es cuando hace conciencia de esto que accede a la posibilidad de ser libre, pero jamás logrará liberarse de la necesidad que fundamenta su derecho natural.

Cuando Xicoténcatl (un contacto de mi amigo) argumenta: "el arte se ubica en el ámbito de la sensibilidad, por lo tanto no pueden coexistir sensibilidad y dolo para causar el dolor en otro ser" parece olvidar, o quizá pesa más en su ánimo la vergüenza ajena, incluso la adoración más extendida al dolor y que encontramos ni más ni menos que en el arte sacro de todas las culturas y muy acentuadamente en el cristianismo (en todas sus formas, de manera especial el catolicismo; y no menciono esto aquí y ahora usando cual pretexto la proximidad de la Semana Santa, que conste). Que se supla la imagen del cordero sacrificial con la del "hijo de Dios" no hace menos excecrable el derramamiento de sangre per se. Pero decir esto sin considerar el trasfondo cultural es simplificar tanto el cristianismo como el derecho y la tauromaquia que aquí nos ocupa. La sensibilidad emocional o intelectual detrás de la manifestación artística del ritual de la misa o de la tienta cumplen con un conjunto de funciones lingüísticas muy específicas cuya finalidad es justamente sensibilizar respecto del objeto o sujeto central del rito.

El hombre honra a quien entrega su vida valerosa y dignamente más que a quien deja de existir en la placidez del camastro. Cada elemento de la fiesta brava tiene su razón de ser, grata o ingrata y va mucho más allá que la sencilla y vana apetencia.

Las culturas orientales conminan a no temer al dolor, mientras las occidentales conminan a soportarlo. Ambas ven en el dolor, más que el final del camino o el último recurso, ven en él la antesala al placer de la liberación, el camino por el cual se arma de valor el guerrero, la senda hacia la trascendencia, la gloria y el nirvana. Freud mismo lo comprendió al explicarnos la importancia existencial entre Eros y Tanathos. El erotismo de la fiesta brava la inviste de un aire conciliatorio mejor que vindicatorio. En la confrontación no están nada más un hombre y una bestia, sino cada cual poniéndose a prueba a sí mismos con sus limitaciones, y no porque el hombre lleve un estoque o una pica es menos vulnerable. La crueldad y la saña que se alega en el matador quizá sea más una proyección simpática de parte del espectador respecto de lo que no querría experimentar en carne propia, siendo ya el toro o el torero mismo. Pero bien haría en preguntarse si no aplica esa misma saña y crueldad de otras maneras no menos reprobables o excusables en su cotidianidad.


Yo no trato de convencer a nadie de volverse aficionado a la fiesta taurina, villamelón de la misma como soy; me agrada la parafernalia pero me impresiona como a cualquiera la sangre sea del toro o el torero (simpatizo con ambos). Tampoco pretendo prohibir por simplista horror una tradición que es mucho más que un espectáculo y que dice más de mí como ser humano que otras prácticas. Cuando vemos las imágenes rupestres de cazadores nos imaginamos un mundo prehistórico pastoril, romántico donde todo lo excusa la necesidad de sobrevivir, pero pasamos por alto los rituales y prácticas asociadas. Cuando vemos en National Geographic la sangría de vacas por los Masai, la excusamos alegando que la vaca no sufre el pinchazo (por que no muere desangrada) y nos parece de nuevo romántico y bucólico, gracioso, semejante modo de comulgar con la naturaleza y los dioses, o lo justificamos apelando a un argumento más relacionado con la necesidad de sobrevivencia de la tribu, pero pasamos por alto que previo y posterior al sacrificio hay danzas, cantos, rezos, aplausos, vítores de contento, tantos como olés o luces alrededor del toro.

Mientras mi amigo "cree" (a creer al templo) que "hay verdades demostrables objetivamente, que no son subjetivas" y que la evidencia del pesar sangrante de la bestia es suficiente razón para horrorizarse, la experiencia demuestra que la relatividad cultural es un hecho en sí y ninguna verdad, por demostrable que sea (y menos en tratando de "verdades sociales") es absoluta. Así como ha habido naciones con pretensiones imperialistas que han impuesto ya la monarquía o la democracia en su afán de prevalecer y dominar, ha habido ideologías variopintas con semejante aspiración de ser las únicas, las mejores, las más asequibles, las más centradas o las más generalistas. Y en el andar creímos necesario ubicarnos a derecha o izquierda, a nivel de piso o en gayola para abrazar el presumible mejor punto de vista.

En el contraste que los hombres"civilizados" damos a lo crudo y lo cocido, invariablemente terminamos por retirar nuestros sentidos de lo crudo, horrorizados; preferimos lo cocido. La sangre dentro del cuerpo es vida en cocimiento continuo, en consumo hacia la muerte. La sangre fuera del cuerpo es vida en crudo que mana o coagula la idea de lo exangüe, el escatológico e irremisible final de todo, sea que haya sido extraída por ceremonia conciliatoria con lo divino o por necesidad sanitaria y médica. Pero si esa misma carne desnuda de toda "dignidad" epitelial es cocida por el arte flamígero y consumida en comunión y hermandad, ¿acaso no cobra nuevo significado? ¿Qué nos lastima más en nuestra sensibilidad, la expresión y los rastros sanguinolentos de la bestia herida o la dicha y admiración de los espectadores a nuestro lado conformando con nosotros esa masa anónima, enajenante de la que quisiéramos separarnos para validar nuestra autonomía e independencia egotistas? ¿Qué nos lastima más la crudeza de la existencia o el cocimiento cultural que nos la hace más digerible? ¡Nos avergüenza tanto todo lo que nos hace más humanos! Cuando no es una ceremonia, nos indignan la ropa o la desnudez o la palabra grotesca o lo que nos hace aparentemente distintos a unos de otros. Nos creemos el culmen de la creación, cuando solo somos un eslabón de la misma; ni siquiera EL eslabón, ni el perdido.


Antropológicamente todos los rituales, nos gusten o no, tienen una finalidad didáctica o paidética (para ser más exacto), son susceptibles de modificación como todo en esta vida, maxime tratándose de cosas hechas por voluntad humana. Claro que siempre es deseable erradicar los usos y costumbres dañinos, perniciosos, más cuando terminan desvirtuando la idea original y son contrarios a los derechos fundamentales, pero no deja también de ser una práctica intolerante de unos pocos o unos muchos que buscan imponer su manera de comprender la vida, los haceres del hombre a otros pocos o muchos; es finalmente otra forma de discriminación contra la que esos mismos dicen estar.

Comencé este apunte refiriendo a revolucionarios y termino con un antecedente ilustrado. Diderot alertaba sobre la filosofía idealista y lo nocivo de su ingenuidad cuando abrazaba la grosera sensiblería. En el complejo teatro que es el mundo, cada escena, por catártica que parezca en su modo de herir nuestra sensibilidad hace del drama de la vida la idea misma de ser.

Yo amo a los animales y amo al hombre, pero no por eso tiendo a sobrevalorarlos ni a menospreciarlos. Dejo a cada cual en su justo sitio de la existencia.

La estética del horror es quizá la más terrible de todas las formas de sensibilidad, no por ello puede o debe ser mirada de soslayo con vergüenza o asco. Una actitud legítima y auténticamente estética pasa por lo bello tanto como por lo feo, por lo horrendo y monstruoso tanto como por lo sublime y lo proporcionado. El horror de algo es un recordatorio de lo perfectible, de lo que nos es excelsamente humano.

Y sin embargo, se mueve

Una amistad en Facebook afirma en su muro: "Los verdaderos amig@s siempre llegan a tiempo y los demás cuando tienen tiempo. !!"

A lo que respondo:

Noooo, pues si con semejantes argumentos se mide a la gente, pues ya me fregué para toda la vida y con toda la gente, al menos contigo, porque yo, que creo ser buen amigo jamás he tenido entre mis virtudes la puntualidad, vaya ¡ni para nacer! (mis padres y hermanas no me dejarán mentir). Eso sí, quien me busca, para bien o mal, siempre me encuentra.

El tiempo es (demostrado científicamente) cosa relativa como muchas otras, pero nos empeñamos en quererlo usar como la medida más determinante de la exactitud. Es, parece, el último bastión que nos queda para aferrarnos a una dignidad de lo que creemos netamente humano. ¡Qué estúpidos somos!

Primero dejamos la tierra plana y llamamos loco al que afirmara su redondez; luego dejamos de ser el centro del universo (sistema solar) y tachamos con el sambenito de hereje o nigromante al que demostrara lo contrario; después nos supimos emparentados con los primates y cínicos nos burlamos de todo lo que implicara el término evolución hasta que estalló la revolución de las clases y puso en tela de juicio la brutalidad humana; enseguida y más recientemente nuestro ego se atomizó por causa nuestras culpas por más que querramos soterrarlas en el subconsciente y aunque optemos por fincarlas en nuestros ancestros; casi a la vez se nos dijo eso, que el tiempo es relativo y de pronto nos dimos cuenta que casi todo en esta vida y la sociedad también lo es, pero los principios administrativos con que nos guiamos se aferran a contradecir los hechos porque "así funcionamos bien".

Más para acá que para allá, se nos advirtió que el fin de la historia estaba cerca y ocurrió y como no leímos o ni siquiera ojeamos a Fukuyama y malinterpretamos a Huntington en su observaciones sobre el choque de civilizaciones pues nos reímos, como nos espantamos en cambio (a querer o no) con el advenimiento de las fechas límite 2000, 21 de diciembre de 2012, y remitiéndonos a las profecías más abigarradas nos investimos de apologistas del final de los tiempos. Pero insisto, el tiempo es algo relativo y lo que no acabó para ti hoy, acabará en algún mañana.

El ser humano todavía transita su párvula edad, pero se cree como señalaba Dalí en broma surrealista: el non plus ultra. Como el artista, aun cuando pelea por la igualdad y la libertad propende a proclamarse monárquico en sus aspiraciones capitalistas e imperialista en sus pretensiones de solidaridad socialdemócrata, entre doloridos golpes de pecho exultados por una pederastia santificada por los medios.

En otra ocasión, otro amigo, de mucho más tiempo en mi vida, afirmó palabras más o menos aquí: estar ocupado no es lo mismo que ser productivo. ¿Será? Miro hacia arriba el tiempo, espacio y palabras y signos que he ocupado para escribir ¿o producir? estas líneas y, lejos de toda tentación keynesiana, tayloriana o fayoliana o mayoyiana (Elton Mayo) estoy claro que no supondrán en conjunto la equivalencia esperada de time = money para un sistema social como el nuestro, sin embargo, la productividad asociada está aquí, presente, como lo está en las ruinas piramidales en Giza o en las ruinas humanas de cientos de miserables pernoctando bajo los puentes de las grandes ciudades. Mis dedos son máquinas que avanzan a una velocidad de ¿cuántos caractéres por minuto? Mis ojos son máquinas que leen ¿cuántas palabras, cuántas imágenes por minuto? Mi mente, tan inasible, de manera misteriosa produce ¿cuántas ideas por minuto? Esas ideas, ¿valen dinero por lo que son o son por lo que pueden valer en dinero o simplemente son aun cuando no valgan ni un centavo a los ojos de quien hasta aquí ha llegado, pacientemente, para extraer alguna utilidad y beneficio de ellas?

Ensayar con las palabras es esto. Hablar aparentemente de todo y nada. Tomar un tema y desde él derivar las reflexiones capaces de construir un discurso que llegue (o no) a una conclusión específica. ¿La pregunta que sigue para terminar por ahora es? ¿Importa lo que yo colija? Si expongo mi corolario, no faltará quien me tache (ya ha sucedido más de una vez entre propios y extraños) de petulante engreído rollero que por mi manera de decir las cosas pretendo imponer mi razón. Si dejo el espacio abierto para que tú, amable lector, concluyas... ¿qué dirías sobre lo escrito? ¿Cuántas palabras, signos, tiempo emplearías en las empresas de pensar, organizar ideas, expresarlas en un medio como este? ¿Tu brevedad o largura serían efecto de tu capacidad o de tu incapacidad de síntesis o de análisis? 

Tiempo, medida, relatividad, evolución, ego, administración, ocio y negocio, sociedad, ser humano, productividad, fueron algunos conceptos literal o marginalmente tratados aquí a partir del dicho de una par de amistad o contactos tan comunes como tú o yo, tan poco o muy enterados en los autores mentados como tú o yo. ¿Sabios... como tú o yo? La palabra, sin embargo, se mueve.

Mi guerra más breve


Al expresar sus recuerdos, un buen amigo, ex condiscípulo preparatoriano, colega y la primera persona que me entrevistó en la vida (y no por las causas que más hubiera querido yo) ha removido mis recuerdos...

Con quien yo jugaba más era con mamá, era en realidad mi única compañera de juegos, considerando que la diferencia de edad con mis hermanas además del género suponía intereses muy distintos. Los amigos de la escuela o vecinos eran eso, solo eso y para esos momentos del patio o la calle. Con mi madre jugué casi todo incluso a los soldaditos. Sólo una vez jugué con papá y fue la guerra más determinante, la más breve de la historia.

Recuerdo que tardé poco más de una hora en acomodar los soldaditos en los diversos rincones de la sala, pensando en las estrategias, las mejores localizaciones, colinas, valles, cañadas donde emboscar, trincheras, poblados, caminos para pertechos... Había lo mismo soldados medievales, abigarrados caballeros andantes, que tropas de la primera guerra, guerreros aztecas... Mientras mamá hacía la comida.

Era miércoles, el día de la semana cuando papá llegaba a comer. Ese día llegó antes, unos minutos antes de lo esperado y lo vi como la oportunidad dorada para jugar juntos. Él aceptó de buen grado, tiró una, dos canicas ocasionando pocas bajas entre mis fuerzas, de pronto su diminuta estatura encuclillada se levantó con un mirar mezcla de fastidio y tiranía, sonrisa maléfica, enfiló el pie derecho a mis baterías y arrasó rápidamente (bueno, yo lo ví ocurrir en cámara lenta) con ellas al grito emocional de "¡Y cae una bomba atómica!; y ¡se acabó la guerra!"... Me quedé helado, en menos de un minuto el esfuerzo de más de una hora para levantar un ejército acabó disperso por la estancia. Imaginé cientos de mutilaciones, sangre por todos lados, restos, ruinas. Enseguida ordenó: "Vete a lavar las manos, vamos a comer ya" y se dirigió al baño a hacer lo propio. Escuché a mi madre anunciar desde la cocina que la comida estaba lista para servir.

Desde entonces mis juegos predilectos incluso por computador son los de soldaditos, los de estrategia, los que puedo jugar en solitario y, aun cuando me puede frustrar la inhabilidad con los controles, sé que puedo repetir hasta el cansancio la escena con el fin de vencer la adversidad, lo inesperado. Mi padre no fue de juegos ni de deportes, en cambio fue de discusiones, de charlas, de palabra, de ambición, de lucha, de paciente y amorosa impaciencia. Hoy quisiera saberlo del otro lado de la línea, escuchar su voz, tener la oportunidad de volver a acariciar su hermosa faz.

A veces no sé dónde publicar las cosas que escribo. Y no tanto porque tenga creados alrededor de 20 blogs distintos, sino porque algunos textos caen en varias categorías. Desde la muerte de papá el 18 de agosto de 2013 me hice la promesa de destinar uno de mis espacios para asentar mis memorias alrededor de él. Hacer una especie de mausoleo públicamente personal o personalmente público para honrar a quien fue raigambre, parte de mis fundamentos. Es la fecha que no lo hago, porque estoy dando vueltas a la idea de reducir el número de blogs, achicar el agua del bote de mis pretensiones antes de naufragar por ambicioso. Solo que decidir qué se va y qué se queda, dónde es más prudente y justo incluir qué clase de textos no me ha sido sencillo. Por lo pronto quede este texto aquí, un monólogo de entre mis varios, en lo que escombro la casa.

El futuro es de quien se atreve



BAJO EL ESPÍRITU CRÍTICO del pensamiento de Octavio Paz, la promulgación efectuada por el presidente Enrique Peña Nieto de la Reforma Energética cifró el momento culminante de su primer año de mandato en una nueva democracia mexicana hoy marcada por las venturas de la alternancia.

El PRI, que hoy gobierna, se distingue claramente del PRI de antaño al menos en un aspecto: está "reformado". Era necesario "reformar" para que el peso específico, no de una persona como la presidencial bastante disminuida por las reformas políticas de años anteriores, sino de los jóvenes cuadros que comienzan a despuntar pudieran asomarse como promesas del México que queremos.

Las paleontológicas generaciones de políticos de todo tinte y logotipo tenía y aún tiene atorados en los gañotes así como en el alma, la leyenda, el mito, los dogmas a los que aludía Octavio Paz en muchos de sus ensayos críticos como esas anclas densas que han mantenido a la barcaza encallada en el estero. La izquierda, la derecha, la etiqueta que se quiera mencionar han coexistido con sus temores, sus ensueños, sus ambiciones, sus intereses particularísimos pasándose por el arco del triunfo las necesidades verdaderas del pueblo, de la nación entera. La acumulación de poder político, de riqueza, de mendicidad ha hecho de México un país que, siendo mosaico natural, se ha convertido en un caleidoscopio de vergüenzas. Quien mira a través de su lente solo puede sentir tristeza, asco, y esbozar una sonrisa irónica. Sin embargo, quien sabe mirar, entre esos trozos de cristal halla el verde de la esperanza.

México, con todo el dolor que la incertidumbre de hoy le lacera, es más fuerte que cualquier mezquindad barata. Los recursos en su subsuelo, mares, terreno y atmósfera son y seguirán siéndole propios, empero compartidos —como debe ser— con el resto de la humanidad que conforma el planeta, y esto sin importar la nominación monetaria del dinero invertido en su explotación y aprovechamiento.

Los de hoy son tiempos de transformación. Un pueblo que se entiende como dador de parte del patrimonio de la humanidad ya no puede apostar a la exclusividad de nada y menos en una era donde la interdependencia es más que marcada, es la consigna cotidiana.

Cada vez, los seres humanos nos encaminamos más y más a la unidad necesaria. Y lo estamos haciendo por vía de la integración sistemática, ora de los recursos, ora de los afectos, ora de la economía, ora de la ecología. En la medida que nos vayamos entendiendo más como administradores obligados solidarios de la necesidad y menos como abusivos mercedarios de la abundancia, entonces la caridad, que siempre debe comenzar por casa, tendrá más sentido y sus huellas serán los indicios de un mejor mañana.

Una reforma energética, una educativa, una hacendaria, una anticorrupción, etc., son apenas el primer paso para modificar lo justo. Pero como bien apuntó Ricardo Anaya, cuando fuera presidente de la Cámara de Diputados, aún falta lo más arduo y clave que es la implementación de dichas reformas. Ponerlas en práctica va revelando la pertinencia y bondad de las mismas o todo lo contrario. Entonces y al cabo de un plazo mediano de unos 20 años sabremos los mexicanos si la promulgación fue un acierto o un yerro, como por ahora nos va pareciendo en algunos puntuales aspectos.

La historia se construye paso a paso, con buenas y malas intenciones, pero también con el reconocimiento del infortunio o la fortuna de las decisiones de unos pocos que, al amparo del poder presumiblemente otorgado por el libre sufragio, pretenden signar como afirmaciones de lo promisorio.

Es la primera ocasión que las fuerzas políticas de México hacen algo ¿realmente pensando a futuro?; quizá porque los problemas que se vislumbran van materializándose lenta, paulatina, irremisiblemente. No son tiempos de gobernar solo en función del ahora, así en lo privado como en lo público, sino de hacerlo con la claridad de que el futuro pertenece a quien se atreve al cambio.

No debemos olvidar que somos, como decía Octavio Paz, "contemporáneos de los otros hombres".