Miguel Sabido y la cultura como medio de comunicación
Miguel Sabido. Foto: www.miguelsabido.com |
Siempre es un agasajo escucharlo. Gocé la oportunidad de conocerlo en persona durante una conferencia que impartiera en la Universidad Anáhuac siendo yo un estudiante. Esta vez tuvo a bien, además de hablar sobre teatro y su participación en la vida cultural de México, comentar acerca de las nuevas tecnologías y las redes sociales. Comunicólogo al fin, colega, destacó como varios hemos hecho aquí y otros sitios y momentos, la necesidad de que quienes nos dedicamos a estos menesteres de la comunicación hagamos énfasis en la educación del público consumidor de contenidos, no nada más por el hecho mismo de lo que los contenidos en sí conllevan, sino porque ese mismo público consumidor es ya también productor de los mismos.
Es en buena medida a este personaje que personalmente tomé la idea alrededor de la cultura y por ende el arte entendidos como medios de comunicacións, idea esta que exploré a fondo, o eso intenté, en mi tesis de licenciatura Estética y Comunicación. En busca de una actitud estética (próxima a publicarse).
Coincido con el maestro Sabido, actualmente con 72 años de edad, en la consideración de que, en la medida que los comunicólogos y comunicadores nos enfoquemos en dar elementos conceptuales y no solo informativos a la gente, esta podrá ir aprendiendo a explotar los potenciales de las redes sociales y de los nuevos medios ofrecidos por la tecnología digital. Pues si se vale cerrarse en un ámbito de seguridad extrema y sin dar paso a los desconocidos, también se vale abrirse al mundo para ampliar los horizontes culturales que supone cada mentalidad con la que podemos topar en las redes sociales, del modo como ya ocurría y sigue ocurriendo en los espacios socialmente naturales para el encuentro, como la plaza pública, los sitios para la convivencia, los templos y los foros donde las manifestaciones artísticas retratan en alguna medida la idiosincrasia del pueblo en que se gestan o representan.
Si se vale publicar banalidades hilarantes o triviales como lo que se hace en un determinado momento y lugar, siendo del interés casi exclusivo del creador del mensaje aún más que de quienes pudieren leerlo, también se vale hacer ojos y oídos no nada más a opiniones sino a conocimientos y experiencias capaces de, otra vez, ampliar nuestros criterios. Si se vale quedarse en un reducido círculo de personas con quienes se comparten gustos, intereses e ideas, se vale también explorar más allá de lo inmediato e incluso protestar responsablemente, disentir, denunciar lo que a juicio de uno o el grupo al que uno pertenece considera de un modo u otro pernicioso por lo pronto para sí mismos, claro está que con buena dosis de tolerancia pues es cosa por verse que lo calificado como pernicioso por unos cuantos lo sea realmente para todos y cualquiera.
Las redes sociales, como extensión de nuestros círculos sociales, los concéntricos y los intersectados, hacen un conjunto yuxtapuesto de posibilidades de ser real y virtualmente uno mismo en el medio de un escenario donde el espectáculo es la vida misma, minuto a minuto, tan plena y tan hueca como la podamos imaginar o como la alcancemos a manifestar.
Cuando el teatro virtual se antepone al teatro de la realidad de cada cual, este cada quien se convierte en personaje de la propia existencia, avatar en discrepancia con la presunción de lo que se cree ser.
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