Las cifras hablan
Foto: Eduardo Miranda, Revista Proceso. |
EL FRACASO DE
JOSEFINA era uno cantado a voces aun desde antes de las elecciones internas en
el PAN para elegir a su candidato a la gubernatura del Estado de México, el de
mayor relevancia de entre los comicios a celebrarse en este 2017.
Pero, ¿el fracaso
de Josefina Vázquez Mota es de ella o de Ricardo Anaya o del partido de derecha
en su conjunto? Me parece que la respuesta la dan bastante clara las cifras.
Mientras en la
elección al gobierno del Estado de México Josefina no pudo levantar más del 12%
de las preferencias, yendo sola. El PAN, acompañado de la izquierda que podemos
llamar moderada consiguió ganar con amplitud estadística el gobierno de
Nayarit, obteniendo más del 40%, al menos hasta el corte efectuado al momento
de escribir estas líneas.
En Veracruz, donde
se eligieron ayuntamientos, el PAN, de nuevo en coalición con la izquierda
moderada del PRD, consiguió 111 del total de 212 municipios.
Si en el Estado de
México la pelea se hallaba a la media noche entre el PRI y MORENA con una
diferencia de menos del uno por ciento, en Coahuila la diferencia entre PRI y
PAN con sus candidatos Miguel Ángel Riquelme y Guillermo Anaya, respectivamente,
los ubicaba también en un empate técnico alrededor del 37% de las preferencias,
mientras el candidato de MORENA, Armado Guadiana Tijerina, se había declarado
vencido antes de terminar el domingo.
Las cifras, como
decía, aclaran con creces qué está pasando con la política y los partidos políticos
en México, ya no nada más con las preferencias e inclinaciones de los votantes,
sobre los que hemos escuchado infinidad de veces el hartazgo que los caracteriza
frente a la clase política.
Las cifras nos
dicen que el sistema político de la partidocracia está ya tan agotado que solo
mediante las esperpénticas y contra natura coaliciones partidarias es posible
hacerse con alguna victoria pírrica con la que apenas pueda alcanzarse una
oportunidad para compartir el poder.
Al rechazar ir en
coalición con el PRD por la gubernatura del Estado de México, como se propuso
en 2016, el PAN firmó su sentencia de muerte. Pero lo hizo a sabiendas y a
ciencia y paciencia, y para asegurar una derrota concertada (en Los Pinos), debía
elegir un candidato o candidata que tuviera muy pocas oportunidades como lo era
Josefina Vázquez Mota, quien ya había contendido por la presidencia de la República
siendo duramente derrotada por el actual Enrique Peña Nieto.
Las cifras nos
dicen que la derecha ha agotado sus fórmulas y ha caído en el descrédito y,
como una salida de populismo acomodaticio, se aproxima a la izquierda moderada
en el interés de insertarse en el ánimo del pueblo y ya no solo de ciertas élites
intolerantes y soberbias.
Las cifras nos
dicen que la izquierda moderada está sin orientación, perdida en el desierto de
las respuestas, sin proyecto claro, con una ideología que ya no es mi sombra de
una socialdemocracia como la que la sustentara años atrás. Habiendo entrado en
el juego de la corrupción, habiendo caído en las tentaciones que tanto
criticaba, sencillamente la izquierda acabó igualándose con el resto del
sistema de partidos.
La persistente
anulación en el orden del 3% no es un dato menor. Es el equivalente del grito
ahogado de los que no se sienten representados ya por nada ni por nadie. Es
dato que nos coloca frente a la fragmentación ya no nada más de un proceso
decisorio como son las elecciones, sino de la fragmentación de la conciencia de
un electorado que reclama una transición radical del sistema democrático, tal
vez hacia uno más de índole parlamentaria, como alguna ocasión apunté en estos Indicios
Metropolitanos.
Josefina Vázquez
Mota fue la pieza de cambio para los comicios de 2018, para asegurar el camino
de la alternancia que permita a nuestra democracia mexicana transitar hacia su
consolidación, porque ya venía resultando necesario, obligado que, para de
veras ser democrática, todas las fuerzas y colores y tendencias políticas
tuvieran la oportunidad de tener acceso al poder de manera franca y
determinante.
El fracaso de
Josefina, no será, sin embargo, el fracaso de la mujer mexicana. Porque,
ganando Delfina o Del Mazo, el papel que la mujer ha desempeñado en el buen
curso de las elecciones y la política asegura cambios importantes que ya los
predecesores han venido construyendo.
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