Ser Yo aun muriendo en el intento 1

julio 28, 2015 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Introducción

A veces me entretengo leyendo lo que aconsejan otros sobre cómo y qué hacer los contenidos de un blog o las publicaciones en redes sociales. Invariablemente aconsejan: “sé auténtico y original” y de inmediato se contradicen aconsejando: “publica aquellas cosas que le interesen a los demás”, en el supuesto de que esto asegura lectores, seguidores y también en la presunción de que los contenidos generados así, pensando en un público específico, serán de utilidad general.

Y sí, lo vemos aquí y allá, abunda lo genérico, desde los memes y bromas hasta las lecciones de cocina. Cada cual tiene algo que decir que considera fundamental para el desarrollo personal, social, político. Ninguno ―ni yo mismo― está exento de tan seductora trampa. Y en el decir y hacer cada cual pone su alma, sus conocimientos y experiencias, incluso su cuerpo y su cara sin referirme solo a los autorretratos o selfies. Pero el primer consejo mentado en realidad nunca o rara vez consigue cumplirse, porque la autenticidad y la originalidad son más fáciles de imaginar que de realizar.

Como no hay nada nuevo bajo el sol y no podemos inventar el hilo negro ni el agua tibia preferimos creernos el poeta del momento, la belleza arrolladora y sin igual, el atleta ejemplar, el profesionista honesto e indiscutible, el profesor infalible, el político incorruptible, etcétera. Y en ello fincamos nuestras personales o grupales originalidad y autenticidad.

La Filosofía de la Comunicación, en este tema, nos da muchos elementos para discutir. Los enfoques desde los cuales se puede abordar son tantos como escuelas filosóficas y puntos de vista individuales. Y a tal grado que, al momento de estar diciendo esto me doy cuenta que cuando pretendía hacer un artículo como cualquiera tengo en mi nariz el germen de un ensayo más sesudo y complejo de lo que pude haber imaginado al comienzo.

Porque no se trata solo de hacer una crítica de la manera y las cosas como nos presentamos en las redes sociales como en la vida cotidiana. No es nada más centrarnos en el hecho superficial de que el conjunto de los lectores busca, en la generalidad, aquello que le resuelva cierta duda o le entretenga y divierta jocosamente.

Es cierto que la mayoría de los contenidos más solicitados en la Internet son de ese tipo. Que lo más visto, lo más publicado es lo más intrascendente, salvo honrosas excepciones. La clave para comprender este fenómeno no está en los contenidos mismos sino en lo que los impulsa: la persona y sus motivaciones.

En esas motivaciones está parte de la respuesta a la comprensión de lo que es la autenticidad y la originalidad, ambas raíces del estilo personal.
Desde adolescentes, antes, y ahora más desde la infancia, una consigna nos persigue y posee nuestro ánimo: sé diferente.

Amigos, familiares machacan la idea ya abierta o veladamente. Estamos educados para diferenciarnos del resto de los mortales, incluso respecto de nuestros pares más cercanos. No queremos ser como el otro y sin embargo hacemos todo lo posible para imitar a otro que, a nuestro juicio, nos provee lo elemental para ser Yo cada cual.

Esta consigna a la vez tan natural como artificial es una navaja de doble filo. Conseguir de veras distinguirse puede ser tan arduo y penoso como no lograrlo; o tan simple como dejarnos fluir. En ella está uno de los fundamentos de nuestros conflictos existenciales más determinantes y a veces bizarros.
Analistas van y vienen y norma en ellos la tendencia a fincar las causas de estos conflictos en las presiones y expectativas sociales. No dejan de tener razón en sus argumentos, sin embargo no dejan también de ser parciales, incompletos. 

Por supuesto este ensayo no pretende ni mucho menos llenar los huecos en tales aproximaciones al tema, que no problema. Sería no nada más una labor titánica sino absurda. De ahí que me concentraré en atajarlo desde la frontera que como comunicólogo e individuo puedo aportar dadas mis limitaciones de tiempo y espacio. Porque no se trata tampoco de cansar al lector con lucubraciones filosóficas y metafísicas quizá tan intrascendentes como puede antojársele a alguno el mismo tema. ¿Quién caramba se toma el lapso para abordar el trasfondo de la idea de “ser diferente”? ¿De qué sirve, si la humanidad siempre ha sido igual en sus aspiraciones?

Eras han transcurrido y las dudas esenciales reaparecen en la mente de cualquiera: quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Estas como muchas otras preguntas las tratamos de contestar durante nuestra vida y con cada nueva experiencia, con cada nuevo conocimiento, las respuestas van variando ¿por qué? Porque no hay respuesta definitiva en lo que al ser de cada quien concierne. Porque las respuestas que puede dar uno a cierto asunto será siempre aproximada, cuando mucho, pero distinta en esencia de la que puede dar aquel más.

Este ensayo está pensado para ayudarte a ti, padre, profesor, adolescente, viandante común a reflexionar sobre quién eres y por qué eres como eres.

Confrontarás en las líneas que siguen un conjunto de apuntes muy personales, de cuestionamientos muy míos con los que quizá te puedas sentir identificado o mediante los cuales puedas allegarte una limitada herramienta conceptual para comprender lo que sucede a otros como tú y como yo.
El tema pasa por la idea de la igualdad, pero también por el de la discriminación en su sentido más general y constructivo. Con anclajes tan poco inspiradores como los vaivenes de la moda o tan elevados como las propuestas de sabios pensadores.

No tienes en tus manos un libro de autoayuda. Soy en buena medida refractario a esa forma de literatura que empero respeto en lo positivo que tiene. Igualmente no tienes en tus manos un libro para solo divertirte y matar el tiempo, mi interés no es arrancarte la risotada y al final cierres las páginas y sigas como si nada hubiera escrito. Mi interés es que estas páginas puedan servir como agente de cambio y hacer de ti también un agente de cambio.

Pero no me malinterpretes, no hallarás aquí tampoco recetas transformadoras o mensajes para la conversión, pues antes que nada yo, como autor, tengo claro que estoy ante un lector inteligente que merece todo mi respeto en su forma de pensar, de sentir y de vivir.

No me importa si eres drogadicto, madre soltera, creyente o incrédulo, escéptico metódico o alguien que a falta de algo mejor decidió poner sus ojos en estas líneas. Si llegaste aquí fue por algo. Si continúas y te adentras más allá de esta introducción, será también por algo que solo tú y nadie más que tú sabrá. Claro que, si te llama la atención lo que sigue y gustas retroalimentarme para la continuación de este ensayo o para futuras obras, házmelo saber, escríbeme tu opinión, tu crítica, tus ejemplos, cuéntame anécdotas que consideres puedan servir a otros y yo aquí, sin mencionarte ―a menos que sea de tu interés que te dé crédito― tomaré tus enseñanzas y expectativas para ir dando forma, juntos, a esta disquisición que parte de mi intimidad para arraigar en la tuya.

Sin más preámbulo, ¡manos a la obra! con este ejercicio que me propongo desarrollar a lo largo de un mes, aun a despecho de otros proyectos pendientes en el cajón y gritando con ansias salir ya a la luz, con entregas más o menos diarias dentro de la sección “Meditaciones Antropológicas” de este blog Indicios Metropolitanos, sin preocuparme por la extensión.

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