Un día de margaritas... para los cerdos
DE VERDAD QUE SOMOS HIPÓCRITAS los mexicanos, cuando del lenguaje se trata.
¿Por qué nos lastiman tanto las palabras altisonantes? Las palabras están ahí, para usarse y no para abusarse o de adorno. El contexto es lo que define el valor y peso de una palabra. Lo que hoy nos dieron a conocer los medios fue a todas luces descontextualizado, toda vez que los mismos diputados que se escandalizaron tras el posicionamiento del del Dip. Mario Ariel Juarez Rodriguez de MORENA no atendieron al contexto de la propuesta, un contexto además en dos niveles:
En cuanto a Pedro Ferriz de Con, quien el mismo día que el diputado calificó de "pendejo" a un estudiante de la Universidad Autónoma de Nuevo León, luego que este lo cuestionara forzando el tema de la infidelidad marital con la posibilidad de que el aspirante a candidato presidencial pudiere ser "infiel a la nación", no lo exculpo (de hecho él ya se disculpó públicamente tras el incidente y luego de la andanada de reacciones virulentas a su respuesta exaltada):
¿Por qué nos lastiman tanto las palabras altisonantes? Las palabras están ahí, para usarse y no para abusarse o de adorno. El contexto es lo que define el valor y peso de una palabra. Lo que hoy nos dieron a conocer los medios fue a todas luces descontextualizado, toda vez que los mismos diputados que se escandalizaron tras el posicionamiento del del Dip. Mario Ariel Juarez Rodriguez de MORENA no atendieron al contexto de la propuesta, un contexto además en dos niveles:
1) Derogación de un artículo a su juicio redundante (y vago) como es el 23 de la Ley Federal de Transparencia que reza:
Artículo 23. Los sujetos obligados que posean, por cualquier título, sistemas de datos personales, deberán hacerlo del conocimiento del Instituto o de las instancias equivalentes previstas en el artículo 61, quienes mantendrán un listado actualizado de los sistemas de datos personales.
2) La razón principal del alegato: la modificación del manual de percepciones laborales de los trabajadores del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos personales, dato que, a juicio del diputado es amañado y a lo cual obedeció su cita irónica de un albur muy coloquial que ha de leerse no solo como exabrupto, sino como señalamiento de las dobles intenciones que luego alguien puede tener en cierto acto. No hay, pues, tal ofensa, si no es la registrada en la susceptibilidad de los aludidos, que por cierto no fueron los diputados sino los senadores, como queda claro cuando uno atiende con cuidado su comparecencia en el pleno:
No es la primera ocasión que sucede el hecho de aflorar "palabrotas" en sus labios de periodista culto, que lo es; una primera ocasión polémica la tuvimos cuando Presidente Enrique Peña Nieto estaba en campaña:
Una posterior cuando el caso Moreira y el destinatario del señalamiento adjetivo, un colega:
Hay que decirlo, las más de las veces, en México, la ligereza con que se usan las palabras altisonantes las ha naturalizado al punto que cuando las empleamos en circunstancias bien identificadas y justificadas, nos escandalizan por salir del discurso esperado como lo "políticamente correcto"; y pasa igual o peor con las "palabras domingueras", esas florituras lingüísticas que los ignorantes y los pendejos, ¡no me jodan!, terminan viendo como una mentada de madre a su pobre nivel intelectual de iletrados, porque simplemente las desconocen y son perezosos para remitirse al diccionario y asimilarlas como parte de su bagaje cultural. Hasta ese nivel tenemos el déficit en la lectura de comprensión aderezada con prejuicios moralinos.
Así que, amigo lector, que no te de "pena ajena" cuando escuches a los políticos y figuras públicas expresarse con modismos que llevan a las "buenas conciencias" a poner el ¡Jesús! en su boca tan llena de procacidades como la de cualquiera. Seguro más de una vez te han dado ganas de llamar a más de uno así, sobre todo mirando, pronosticando las consecuencias de determinadas decisiones que, ahí están, derivaron en lo que ahora, para mal, padecen propios y ajenos.
Por eso yo hago caso a mi siempre mentada madre: nunca te quedes con las ganas. Claro que, en la forma de pedir está el dar; y esto tanto de un lado como del otro; y hay que ver que, sí, muchas veces tú, yo, ellos, todos nos ganamos a pulso la bofetada al orgullo propio... por pendejos.
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