Anomalía estelar o ¿quién se llevó mi estrella?
TENEMOS TANTAS GANAS de no estar solos en el universo, y sin
embargo damos más pie al escepticismo que a la esperanza.
Semanas atrás, el 15 de octubre, en algunos medios, incluida
la cadena CNN
en español, circuló la noticia del descubrimiento de lo que los colegas
periodistas más llevados por el sensacionalismo bautizaron como “estructura
alienígena en el espacio”.
La nota refería una investigación hecha por astrónomos de la
NASA mediante el telescopio Kepler y como parte del programa de “Cazadores deplanetas”, en el curso de la cual los científicos, como en una película de
misterio, cuestionaron ¿dónde quedó la estrella? cuando de pronto notaron su
desaparición.
La manera como se ha descrito el caso lleva a rememorar
aquellas historias legendarias sobre islas, montañas, ciudades, oasis mágicos
que aparecen y desaparecen ante el asombro de los viajeros.
Me gusta ir al fondo de las cosas y no me quedo solo con lo
que muestran los encabezados o los primeros párrafos de un reportaje y mucho
menos con los comentarios o lectura que puede hacer algún locutor radiofónico,
bloguero o televisivo en el afán de atraer a la audiencia y los lectores. Por
lo mismo, me dirigí cual debe ser a las fuentes originales de la información,
para descubrir que muchas veces, ya los colegas, ya los aficionados, ya los
trasnochados, ya los crédulos o los oportunistas acaban tergiversando todo en
especial cuando de información científica se trata, a veces por ignorancia o
poca comprensión de lo expuesto en un reporte de investigación o a veces por
tomar solo aquello que puede servir de “carnita sabrosa” para dar rienda suelta
a la imaginación.
Con lo que voy diciendo pudiera creer el amable lector que
soy reacio a la idea de la existencia de otras formas de vida en el universo,
pero no, todo lo contrario. Sería necio de mi parte alegar tal cuando ya se han
obtenido evidencias —faltan pruebas, que no es lo mismo— sobre el particular,
especialmente tras las recientes investigaciones en cometas y en el planeta
Marte, sin mencionar los descubrimientos de cuerpos celestes con
características similares a la Tierra y que los astrónomos estiman pueden tener
condiciones apropiadas para la vida, al menos como la conocemos.
Pero el caso al que me refiero en los medios ha saltado con
singular alegría, porque lleva a pensar y recordar un sinnúmero de obras de
ciencia ficción y de ficción científica —ambos géneros literarios son distintos
en el fondo— en los que los autores han planteado la construcción de
estructuras gigantescas alrededor de astros.
La nota, en resumen, plantea que alrededor de la estrella
KIC 8462852 existe una “estructura alienígena”. Y la elección de la segunda
palabra es lo que detona la suspicacia y el entusiasmo de los adeptos a los
temas sobre vida extraterrestre. Pues en la amplia y al mismo tiempo reducida
imaginación de muchos de ellos, la frase lleva a una sola idea: una
construcción hecha por seres inteligentes de otro planeta.
Para citar a un clásico: “¡Un mundo nos vigila!”, diría
Pedro Ferriz Santacruz; y eso lo exclamarían esos extraterrestres de percatarse
que somos nosotros quienes oteamos su supuesto campo de acción alrededor de la
mentada estrella en los linderos de nuestra galaxia con ayuda del telescopio
Kepler.
Una rápida visita al sitio de la misión Kepler de la NASA
puede resultar frustrante, porque no hay nada todavía publicado al respecto; o
la actualización editorial es muy lenta o los criterios de publicación
determinaron no dar a conocer el reporte científico. Por fortuna, varios de los
astrónomos implicados en la investigación, interesados en divulgar su trabajo
han hecho públicos sus hallazgos montando el documento en
el archivo abierto en línea de la Universidad de
Cornell mismo que ya he integrado a mi hemeroteca virtual.
Los científicos explican en dicho reporte que lo descubierto
se trata de una anomalía en el flujo lumínico de la estrella. La anomalía
consiste, para ponerlo en términos muy pedestres, en que la luz de la estrella
por momentos se ve “eclipsada”. El misterio radica en que esos momentos pueden
ser tan breves como durar ochenta días.
Los estudios espectrográficos han dado algunas pistas a los
investigadores como para trazar unas primeras hipótesis, siendo la principal de
ellas la que apunta a la existencia probable de alguna o algunas formas de “estructuras”
—no usan la palabra alienígena— que pueden estar surcando el espacio a
distintas distancias de la estrella. Los científicos no están pensando en naves
espaciales o bases interestelares o cosas semejantes. Más prudentes prefieren
explorar la idea de que puedan tratarse dichas estructuras de exocometas o
fragmentos de cometas que rondan en “enjambre” la estrella en cuestión. Esto no
significa de primera intención cerrarse a otras posibilidades. Pero ya se sabe,
en ciencia primero se explora lo probable y, agotada la vena lógica, se
incursiona en lo posible aunque difícil de probar.
Una de las conclusiones a las que llevan los investigadores
encabezados por el astrónomo T.S. Boyajian del Departamento de Astronomía de la
Universidad de Yale es, aparte de lo anotado arriba y por ello mismo, la
necesidad de estudiar más a fondo la anomalía para determinar sus causas y sus
efectos en el entorno de la estrella observada. Cualesquiera que sean las respuestas
ulteriores no dejarán de ser fascinantes como todo lo que sucede alrededor de
estos temas que, en medio de estas meditaciones antropológicas, son una invitación
a pensarnos los humanos desde lo mismo que nos hace lo que somos: polvo de
estrellas.
(Foto: Transbordador Atlantis atracando en la Estación Espacial, 10 de mayo de 2010, 13:28 hrs GMT, Thierry Legault)
0 comentarios:
Gracias por sus comentarios con "L" de Lector.