Televisión municipal y las fallas de Fayad
Mientras unos se preocupan por apretar el cincho a la Internet para poner un freno a los delitos cibernéticos, como el senador priyista hidalguense Omar Fayad —siguiendo en parte la línea trazada en la anterior legislatura por Manlio Fabio Beltrones y que traje a estos Indicios Metropolitanos en un fragmento de un artículo relativo al escándalo OHL—, casos como lo que ahora muestro se colocan en el otro extremo de las bondades de la red mundial de la información y los insistentes intentos globales por controlarla política y económicamente.
Gracias a la existencia de la Internet y de sus bondades más que de sus perversiones, gobiernos locales como el de Tlalnepantla de Baz, en el Estado de México, han podido incursionar en una vertiente de la “televisión pública” poco explorada tanto por productores como por comunicólogos.
Durante la administración de David Sánchez Guevara en el Gobierno Municipal de Naucalpan se experimentó con la idea de transmitir todos los miércoles Una hora con tu presidente, programa transmitido mediante streaming con el objetivo de “acercar al edil con la ciudadanía” e informar los logros del gobierno, en un canal de YouTube existente desde el 7 de septiembre de 2010, con poco más de mil suscriptores y algo más de 38 mil reproducciones. Ese canal más pronto que tarde derivó en un soporte mediático para apuntalar la campaña política rumbo a una nueva candidatura para una diputación federal del hoy exedil y preso por presumible peculado. Ahora me encuentro con que el municipio fronterizo hizo y hace lo propio.
Independientemente de que el Instituto Nacional Electoral no incluyó en su Catálogo de Medios de Radio y Televisión Aprobados por el Comité de Radio y Televisión aquellos transmitidos mediante streaming para medir su intervención en las pasadas campañas para las elecciones concurrentes de junio, estos últimos han comenzado a cobrar una importancia fundamental para la orientación de la opinión pública y de los electores, si bien en nuestro país quienes piensan de forma ortodoxa todavía ponen en tela de juicio su penetración y grado de influencia, como ocurre incluso con este blog.
Mientras el canal de Naucalpan de Juárez prácticamente quedó
en el olvido como estrategia y recurso de comunicación institucional tras la
aprehensión del exalcalde, en parte por la salida del exedil y en parte por
causa del escándalo en rededor suyo por involucrar en ciertos asuntos a su
amante Leticia Camacho, propietaria de la empresa Promoopción que intervenía en
la producción, el canal municipal de Tlalnepantla de Baz continúa transmitiendo
en su canal oficial en YouTube
abierto desde el 6 de junio de 2014. Tiene al momento de escribir estas líneas 219
suscriptores y poco más de 36 mil reproducciones. Sus contenidos los distribuye
en 14 listas de reproducción cuyos contenidos abarcan temáticas de interés no
nada más local:
- Pata de perro: un programa dedicado a mostrar lugares de interés turístico y comercial en el Distrito Federal y la zona metropolitana
- Correteando la chuleta tiene como objetivo mostrar comederos y restaurantes ubicados en el municipio de Tlalnepantla
- El universo de la actuación: un programa educativo enfocado al desarrollo de la personalidad y la comunicación interpersonal.
- El Wildcat, espacio interesado en mostrar el talento roquero de los pobladores de Tlalnepantla.
- La encrucijada TV, también enfocado en difundir grupos musicales oriundos del municipio en los géneros de jazz y blues.
- Corte informativo, noticiario municipal.
- Trabeleando desde adentro, programa con interés en la narración de historias y anécdotas de lugares tradicionales de Tlalnepantla.
- Instituto de Apoyo a Vivienda Social, programa relacionado con informar sobre las políticas de vivienda del gobierno municipal.
- Instituto Municipal de Salud, espacio dedicado a la promoción de la salud municipal
- Defensoría Municipal de los Derechos Humanos, programa con el objetivo de orientar sobre temas de Derechos Humanos.
A la fecha y luego que el expresidente municipal Pablo
Basáñez dejara el cargo de forma temprana para, como David Sánchez Guevara,
aspirar a una diputación federal, varios de los programas enlistados quedaron
en calidad de “pilotos”, es decir de propuestas que no pasaron de una primera
emisión, mientras otros han alcanzado lo que llaman una tercera temporada, si
bien hablar de temporadas en escaso un año de producción resulta pomposo.
Destaca, me parece, un programa que rememora en su título un
periódico satírico prerrevolucionario, fundamental para la historia de la
prensa mexicana, así como para comprender una etapa álgida de nuestra historia
nacional. Me refiero a El hijo del Ahuizote, publicado por
los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón.
El programa de televisión intitulado “El Show del Ahuizote
Blues” obedece al formato de revista miscelánea sujeta a poco más de una hora
de duración. Sus contenidos están sobre todo enfocados a temas culturales y
artísticos.
La producción del conjunto de los programas, por lo que toda
al trabajo de edición de cortinillas de presentación es destacable, no así los
contenidos mismos por lo que a conducción se trata desde el momento que los
rostros a cuadro son de ciudadanos comunes, amateurs en su mayoría o
funcionarios municipales, sin experiencia en televisión. No obstante, el
producto terminado resulta bastante decoroso, respetable por lo que toca al
espíritu que lo anima.
Desconozco la existencia de casos semejantes en otras
entidades de México, fuera de los muy conocidos casos de las televisoras
estatales de viejo cuño y las que han venido, sin quedar a la zaga de la
televisión privada, haciendo lo propio por sumar a sus recursos lo que proveen
las nuevas tecnologías y estrategias de comunicación. Desconozco también si
colegas comunicólogos han efectuado algún estudio reciente sobre el pormenor
desde la academia.
El tema central no lo es tanto la capacidad tecnológica de
los gobiernos municipales, la que definitivamente para unos será toral y
difícil de alcanzar; pienso en los municipios rurales. Los tópicos que me
interesa analizar aquí son: el relativo a los contenidos, así como el que pasa por
la legislación y las tentaciones para controlar la democratización de los
canales de difusión vía la Internet.
Es una verdad poco discutible que hoy, si por un lado
gozamos de una amplia oferta de canales tanto de medios abiertos, como en los
cerrados, de cobro y los virtuales, por otro lado es incuestionable la crisis
de contenidos en general. En todos lados se cuece lo mismo, quizá en unas
cacerolas con más condimento que en otras. Todos apuestan a las fórmulas
conocidas, aun alegando explorar nuevos formatos y maneras de presentar las
cosas.
Series, revistas misceláneas, telenovelas, noticiarios, y un
largo etcétera de géneros a la mano de los productores de contenidos hace notar
que no necesariamente más canales es mejor que menos, por mucho que en un
aspecto redunde en la atomización del pastel mercadológico y de información.
A tiro por viaje es fácil corroborar que de un canal y de
una empresa de medios a otra se “pelotean” los contenidos en una repetición
incesante y muchas veces fastidiosa, aunque también cómoda. Lo que no se ve en
su estreno aquí o allá, tarde o temprano podrá disfrutarse acullá y
probablemente sin costo alguno y casi con la misma calidad. Y no me refiero
solo a ver una misma película en Netflix, Cuevana y Fox o Sony a tiempo o
destiempo, en la comodidad de la casa.
Estamos descubriendo o, mejor dicho, cayendo en cuenta que,
si bien por una parte tener muchos canales redunda en beneficio económico y
mercadológico, pues amplía la gama de posibilidades y opciones para el
consumidor de medios gracias a una competencia reglamentada para contrarrestar prácticas
monopólicas, por otro lado no ocurre igual respecto de los contenidos con que
llenamos las opciones mediáticas tanto de radio como de televisión; y no se
diga en los equivalentes a los medios impresos como los blogs o las revistas
electrónicas como esta que ahora lees, amigo lector.
El creciente mercado de la transmisión mediante streaming está revolucionando los modos
como nos relacionamos con los medios de comunicación audiovisuales. La
confluencia tecnológica está orillando a buscar nuevas maneras no nada más de
comunicar, sino de ordenar y normar.
Legislaciones como las que pretende el senador Fayad pueden
estar aparentemente inspiradas por un espíritu de “desarrollo sensato” donde la
libertad para el acceso a la información y el respeto a los derechos humanos,
el cuidado de la identidad personal y la delimitación de las responsabilidades
respecto, por ejemplo, los derechos de autor, no se vean trastocados por la delincuencia
sea esta organizada o no. Desafortunadamente la óptica desde la cual se
plantean estas propuestas aquí en México o en Estados Unidos es una anclada en
formas de ejercer la comunicación que ya han sido rebasadas tanto por la
tecnología como por los criterios de los consumidores de información y
contenidos.
Hoy, los derechos autorales se han convertido en coto de
poder que ni siquiera redundan en el beneficio real de los creadores, como sí
en cambio de los dueños de los medios de producción.
Esfuerzos como los destacados aquí, con sus pros y contras,
sientan precedente válido para bajar al nivel ciudadano más elemental los
recursos comunicativos que acerquen a la población con sus gobiernos y, mejor
aún, acerquen a los miembros de dicha población con el resto de la sociedad
local.
Un principio elemental en comunicación establece que la armonía
de las relaciones comienza por la comprensión cabal de las posibilidades que el
individuo tiene para entrar en comunicación consigo, de forma reflexiva. Pues
este primer nivel permite a la persona tener claridad sobre lo que tiene de sí
para dar a los demás, de otro modo no puede suscitarse o esperarse una
comunicación recíproca. Lo mismo aplica para otros niveles como el grupal o el
social en general. El grupo, la colonia, el municipio que tiene claro lo que su
ciudadanía tiene para compartir entre sí en distintos rubros, como el comercial,
político, legal y un largo etcétera.
Desde este punto de vista, legislaciones como la propuesta
por el senador Fayad raya en la franca estupidez cuando se examina artículo por
artículo, porque en vez de regular lo de veras preocupante en cuanto a las
prácticas nocivas en internet, provee un catálogo de causas y supuestos efectos
que se prestan al arraigo de prejuicios tanto como de interpretaciones a modo
—como de costumbre en nuestro país— de la ley. Sólo para mentar un ejemplo, tenemos
la cláusula relativa que considera delito el daño de un equipo de cómputo. El
señalado de tal “crimen” tendría que probar las razones del daño, como el
acusador tendría que demostrar el dolo. Como si no ocurrieran hoy casos en que
las mismas empresas dañan los equipos para fincar responsabilidades fabricadas
para dotar de elementos para el despido “justificado” de un trabajador (es
ejemplo, pero a mí me sucedió).
Dicha ley, como en su momento la de Beltrones, peca de bien
intencionada tanto como de ignorante de los pormenores en el uso y abuso de la
tecnología. Cuando trata del tema del acoso, presenta elementos que bien
podrían convertir a más de uno, sin importar su edad, en un delincuente ya no
en potencia sino en ejercicio explícito de un delito contra la identidad
personal o la dignidad humana, cosa que al fin de cuentas cada cual define en
función de sus valores.
Estas leyes plagadas de yerros y huecos podrían implicar, de
refilón y de la mano de las reformas recientes en materia de telecomunicaciones,
de pasar, un golpe drástico a las libertades de expresión, publicación e
información de las comunidades locales, pueblos indígenas, universidades e
incluso de las instituciones de gobierno como las áreas de comunicación que,
como he apuntado, comienzan a explorar los “nuevos medios” más que nada por
limitaciones presupuestales.
Tecnológicamente la mesa está puesta. Basta ver, en
Naucalpan de Juárez, qué tiene previsto el gobierno entrante de Edgar Olvera
Higueras para efectos de políticas de comunicación política e institucional,
pues por ahora este ha sido un tema ni siquiera tratado. Dados los problemas
presupuestales del municipio, uno de los más endeudados del país, ¿retomará la
idea de generar un canal? ¿Tendría este como misión servir como vaso
comunicante entre gobierno y ciudadanía; o como un burdo recurso
propagandístico para la justificación de los errores, omisiones y estrategias
de gobierno? ¿Qué papel podría jugar la ciudadanía en la conformación del
canal?
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