A palabras necias… locutores sordos

septiembre 14, 2016 Santoñito Anacoreta 0 Comments

EL OFICIO DE LOCUTOR prácticamente murió hace unos veinte años, cuando las estaciones de radio y los canales de televisión cerrada dieron entrada a los noveles comunicólogos, periodistas y actores y amateurs diletantes, y les soltaron el micrófono solo por contar con imagen agradable a la vista, o frescura.

Cierto, tanto lo uno como lo otro lo agradece uno como audiencia, pero no lo es todo en esta vida, como tampoco lo fue todo, hasta cierto punto, contar con una licencia otorgada por una institución gubernamental como la Secretaría de Educación Pública para certificar la valía y el oficio de una persona dedicada a hablar a través de los micrófonos y las cámaras. Tiempo atrás escribí (2010) y comenté al respecto en mi primer podcast.

Hoy, 14 de septiembre se celebra como todos los años el Día del Locutor. Pero, hoy, lo que parece celebrarse es, más que la alegría de dedicarse al oficio, la tristeza de saberse en un oficio en extinción.

Ya sé que me dirán que exagero, porque siguen abundando los contenidos que utilizan la voz en off o en on —para utilizar la jerigonza del gremio—, pero hay que ver ¡qué voces!, ¡qué calidad de expresiones, conocimientos, matices, pronunciaciones hay!

Pongo unos ejemplos; y conste que no utilizo nada más a jóvenes de las nuevas generaciones para que no se crea que arremeto contra un sector específico de la población.

Cuando mis pinitos en la XEW, entre 1987 y 1989, tuve ocasión de conocer a una pintoresca dama de extracción popular que tenía gran arrastre entre el público femenino que seguía los programas en que participaba, casi todos ellos mesas redondas o debates dándose interesantes ¡quién vive! con, ni más ni menos, Emma Godoy, escritora, psicóloga y filósofa mexicana, Alejandro Durán García de Lara, mejor conocido como “Padre Chinchachoma”, entre otros insignes comentaristas de la radio de aquellos años.

Todos ellos, independientemente de su voz y estilo, con la respectiva licencia que los certificaba como aptos para pararse ante micrófonos y cámaras. Esta dama se escuchaba llegar desde la entrada, por su estridente y pituda y taladrante voz aguardientosa, así como por su risa vulgar, Niní Álvarez Urquizo se llamaba. Siempre con una bolsa de malla, de esas del mercado, al brazo. Ataviada con un suéter viejo tejido a ganchillo, pero pulcro. Chaparrita, de cabello rojizo ensortijado, ojos saltones, barriga prominente; vaya, lo que en el cine mexicano se nos expuso siempre como el estereotipo de la verdulera. ¡Pero qué verdulera! Sus conocimientos, lecturas, su sentido común, su filosofía de la vida cotidiana, su sabiduría heredada no le iba a la zaga a los estudios del más pintado de los académicos. A pesar de lo penetrante de su voz, su forma de matizar, su cadencia, conseguían captar la atención del más refractario y reticente que, al cabo de un rato, escuchaba más la calidez de su perorata siempre bien pronunciada que el tipludo timbre de su gañote.

En cambio, más para acá, los periodistas que conducen el programa financiero Alebrijes, dejan más que desear. Sus lenguas corren, se tropiezan con sus dientes y belfos, se atragantan y arrastran las palabras pronunciando de la caramba lo que informan, dando impresión de que son tontos o de que no han terminado el bocado, aun pudiendo ser brillantes en su quehacer periodístico tan especializado.

Me voy a otro extremo, ahora sí en la línea juvenil. Yuya y Daniela Boss, en los nuevos medios que hayamos en plataformas como YouTube. Aun cuando las muchachas están de excelente buen ver, su voz chillona, melosa y aniñada, resta peso a los contenidos ligeros (la primera) o “cultos” (la segunda) que proveen bajo el disfraz de una apetecible nerd. Claro que comprendo que en este caso desarrollan cada una, sin ser actrices, un personaje con capacidad para atraer a cierto público al que quizá solo de esa manera le entran las ciencias en sus entendederas. En un caso similar está una de mis musas poéticas, Mujer Luna Bella, sobre la que ya escribí en este espacio.

No puedo estar más de acuerdo con lo que dice mi querido amigo y colega comunicador, locutor de excelsa voz, escritor, Fernando Zwain, cuando acota en las redes sociales, conmemorando este Día del Locutor:
Casi 30 años sin certificaciones de aptitud SEP y en 2016 oficializado, por eso hay Jordis, Chofis, Infantes... la mayoría gritona, sin dicción ni vocabulario... (ZWAIN, 2016)].
Y al mismo tiempo, ubicado en la modernidad, también no puedo estar más en desacuerdo. Me explico. Temas que se han descuidado y se descuidaron con las reformas actuales, sobre todo las de comunicaciones y educación:

1) Respecto de la calidad de los contenidos, si bien la voz y dicción no pueden ni deben ser ya un motivo de discriminación laboral en los medios, sí hay fundamentos psicológicos, literarios, foniátricos, mercadológicos, pedagógicos, acústicos que explican las razones por las que la variedad de voces debe ser normada y clasificada en cuanto a su uso, proyección, enfoque dentro de las distintas plataformas existentes. Por supuesto que cualquiera tiene derecho a abrir la boca y decir misa ante un micrófono y una cámara, pero vale también preguntarse si lo que puede decir y como lo puede decir ese cualquiera resulta edificante para quienes le atienden.

Claro que siempre está el recurso del zapping, y hoy se apela al criterio del público para determinar a quién, qué voz o imagen sigue y considera su foco de influencia, y este puede ser el vecino tartamudo o el cronista deportivo de voz engolada y estridente con años de experiencia.

Hoy, a cualquiera se le abre el micrófono, ya lo escribí. Peor, cualquiera toma el micrófono incluso mediante un adminículo móvil, a riesgo de transmitir parcialidades de parcialidades y además descontextualizadas. Incluso horrendas imágenes que, al subirlas a las redes sociales hace tanto como justificar el horror, la injusticia, el linchamiento y, so pretexto de la “transparencia”, incide en más incomunicación que en comunicación de lo necesario y esencial en nuestra sociedad. Es tanto como lo que ya ocurre y que hace a cualquiera con un celular un “reportero” en potencia. A veces oportuno y bueno; la mayoría de las ocasiones tanto o más sensacionalista y deleznable como los amarillistas profesionales.

2) Las fallas de dicción y pronunciación del español y de otros idiomas —por más que metan con calzador el inglés en las escuelas en un estúpido afán por hacer de esa lengua franca una casi primordial—, cada vez más plagado de anglicismos y neologismos tomados del quehacer cotidiano y conversacional asociado a las redes sociales y la tecnología (lo que no es para arrancarse las vestiduras, pero no abona mucha cosa buena al idioma materno); dichas fallas, decía, se relacionan de forma íntima con la pobre capacidad de comprensión con que se desarrollan las nuevas generaciones desde la escuela.

Si bien la reforma educativa (en su fase laboral) era necesaria, falta incidir en lo más importante que es la forma como son asimilados los contenidos por parte de maestros y estudiantes. Las evaluaciones apenas serán retratos momentáneos, fragmentos de realidad. Qué bien que se hagan, pero no puede ni debe ser el único recurso para poner orden a la idiosincrasia del mexicano.

3) Si hoy se busca certificar al profesorado en todos los niveles, cuantimás es necesario volver a certificar a quienes ejercen el oficio de locutores sobre todo porque detrás de ellos (un ellos que abarca de forma natural a las mujeres, sin imbéciles correcciones políticas para reduplicar innecesariamente la alusión); detrás de ellos, insisto, no hay nada más cierto grado de conocimientos, sino experiencia para pronunciar palabras extranjeras, nombres, matizar, controlar el volumen, la respiración, tonos, intenciones e intensiones, etcétera.

4) Cada nueva generación hay más sordos y esto es porque, aunado a la liberalidad en cuanto al uso del micrófono, no existe (ojo, señor Secretario de Comunicaciones y Transporte, Gerardo Ruiz Esparza, miembros de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT), Academia Mexicana de la Comunicación y otros); no existe, repito, una norma mexicana para establecer los límites en decibeles con que deben grabarse o transmitirse las voces, la música y otros contenidos así en radio, internet o televisión.

Es a tiro por viaje que hoy uno botonea, pero no tanto para cambiar de estación, sino para regular los ya fastidiosos cambios de volumen entre los espacios de contenidos programados por la estación o el locutor-productor en turno y los provistos por las agencias publicitarias.

Es cierto que por lo común la publicidad se graba ligeramente más arriba (desde los años setenta) para “competir” con el contenido programático, sobre todo luego y a sabiendas de lo expuesto por los estudios de mercado acerca de que el público utiliza el bloque comercial para hacer otras actividades incluso alejadas del aparato receptor, lo que hoy, con los adminículos móviles ha cambiado la dinámica.

Si a esto aunamos las malas costumbres auditivas de las nuevas generaciones desde los años 60 del siglo pasado, aficionadas a géneros musicales por lo general estruendosos como el rock pesado o ahora los metales de las bandas, o la proliferación de audífonos portátiles, entonces nos encontramos con que el nivel de sordera en el país y el mundo puede muy bien quedar cerca del nivel que experimentan otras afecciones de la salud y discapacidades, siendo esta, la sordera y de acuerdo con estadísticas de INEGI, la tercera forma de discapacidad en 2010 y aumentando con los años de forma preocupante, siendo este un dato que ya prendía focos de alerta en México y Puerto Rico en 2006 [(VALENCIA, 2012), (COMPARTIR SIGNOS, 2010), (HEAR IT, s/d)].

Si bien los estudios sobre este particular identifican las causas principales de la sordera y las edades y estados en que se presentan más, es cierto que no existen suficientes estudios que muestren causas relacionadas con los hábitos de consumo de contenidos en medios de comunicación, videojuegos, empleo de adminículos móviles como celulares, ipods, tablets, audífonos, auriculares, etcétera.

Sí, es triste que la locución actual sea más vacua y estentórea en su forma como en su fondo, pero son parte de los signos y yo diría de los síntomas de estos tiempos. ¿Causas?

Quizá este último apunte ayude a dar luz sobre una verdad inevitable y que bien apuntó Israel Martínez, columnista de Milenio en su momento, al poco rato de saberse que la SEP eliminaba la certificación para locutores de radio y televisión:
[…L]a certificación se había vuelto extremadamente simple y sencilla […] por lo que ya no contaba con el requisito de ser un filtro que garantizara calidad informativa.
[…S]e había vuelto anacrónica desde hace mucho y es que su creación fue pensada e impuesta en y para un tiempo en el que no existían escuelas de comunicación que (en teoría) ya […] preparan para ello.
[…] Su desaparición era un paso natural que, ahora, deja en manos de las universidades la obligación de preparar buenos locutores en sus aulas para mejorar los contenidos de los medios, pero también exige de las empresas la contratación de personal capacitado y preparado, liberando al Estado de esa supervisión.
La eliminación del certificado es un paso adelante en la democratización de los medios masivos, […] llega cuando los medios digitales ya habían superado esa barrera […] ¿eso mejorará o empeorará la calidad informativa? […] (MARTÍNEZ, 2016).
Y cabe preguntar también si las universidades están cumpliendo cabalmente con esa cesión, sobre todo en las décadas posteriores a los años ochenta del siglo pasado, cuando comenzaron a verse imbuidas por un espíritu de clientelismo y, para convertirse en fábricas de títulos sobre pedido, redujeron la exigencia curricular haciendo las carreras más cortas o solo técnicas, para permitir una más rápida inserción de los egresados en el mercado laboral. ¿Han cumplido? Me parece que no. Habiendo sido profesor de múltiples materias en varias academias importantes, no conozco un solo programa educativo de comunicación que incluya la materia de locución como tal. A lo sumo se imparten algunos barruntos —si bien va y dependiendo del profesor en turno— como parte de las materias de producción de radio y televisión, sin que sea esta habilidad un dato determinante para la titulación (equivalente a la certificación toda vez que implica la emisión de una licencia, pues no otra cosa es una licenciatura). Lo más cercano, que sería la materia de oratoria ha sido reducida a un contenido curricular común, en el mejor de los casos, cuando no optativo o hasta extracurricular. No se insiste en el cuidado del lenguaje escrito, oral o corporal.

Nuevos tiempos imponen nuevas maneras. Creemos que nuevos medios conllevan nuevos contenidos, pero nadie puede inventar el agua tibia ni el hilo negro. A fin de cuentas, lo que acaba permeando en el gusto del público, muy aparte de la calidad de la información que se difunde, es el estilo de quien la transmite. La verdadera democratización de los medios no pasa nada más, como se piensa, por la apertura de los mismos, por la ampliación de la oferta de contenidos (la que hoy se halla en franca crisis porque se antoja que ya todo está explorado y cada nuevo producto no es sino la misma gata revolcada), sino para por la elección de la audiencia, la única verdaderamente facultada para definir qué y cómo quiere apreciar las cosas. Los dueños de los medios lo han tenido eso siempre muy claro, así que no es de extrañas que al final den al cliente lo que pide.

Referencias

COMPARTIR SIGNOS. (2010). "Personas con discapacidad y estadísticas de las personas sordas". Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de Compartir Signos (blog): http://compartirsignos.blogspot.mx/p/personas-con-discapacidad-y.html
HEAR IT. (s/d). "La audición está en peligro en México y Puerto Rico". Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de Hear-it. La página web No. 1 del mundo sobre la audición y la pérdida auditiva. Desde 1999.: http://www.hear-it.org/es/la-audicion-esta-en-peligro-en-mexico-y-puerto-rico
MARTÍNEZ, I. (15 de febrero de 2016). "Adiós al certificado de locutor". Recuperado el 14 de septiembre de 016, de Milenio / De medios y otros demonios: http://www.milenio.com/firmas/israel_martinez/Adios-certificado-locucion_18_683511702.html
VALENCIA, S. (25 de febrero de 2012). "Sordera, discapacidad que aumenta". Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de Salud Crónica: http://www.saludcronica.com/nota.php?id_nota=1633
ZWAIN, F. (14 de septiembre de 2016). "Casi 30 años sin certificaciones...". Recuperado el 14 de septiembre de 2016, de Fernando Zwain (Perfil Facebook): https://www.facebook.com/fernando.swain.7/posts/10202343736311618


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